Por: Montserrat Armas*
Cortesía de la foto: www.montserratarmas.wordpress.com
«Yo soy Yo, y espero serlo cada vez más».
Sobre Paula Modersohn-Becker (1876-1907)
I
Bremen. Si alguien tiene planeado viajar a Bremen, le recomiendo destinar una mañana o una tarde a visitar el Paula Modersohn-Becker Museum, en la Böttcherstrasse. O si le viene mejor, ya que cuando viajamos a menudo nos vemos sometidos a imprevistos o a la dictadura del tiempo, puede visitar por lo menos el Kunsthalle Bremen, donde hay una sala entera dedicada a exponer la obra de la que es la más célebre pintora alemana, y precursora del expresionismo.
II
Worpswede, una utopía. La crítica a las reglas y exigencias que imponían las academias a los artistas (pintores, escultores,..) y el interés por una idílica unión del hombre con la naturaleza, extraída de las lecturas entusiastas del filósofo Friedrich Nietzsche, potenciaron el surgimiento en el siglo XIX de colonias o asociaciones de artistas localizadas en pequeñas poblaciones alemanas, donde éstos convivían y compartían experiencias. Una de estas aldeas fue Worpswede, cerca de Bremen. Allí, rodeada de hombres, de pintores paisajistas, destacó la pintora Paula M.-Becker.
III
Rainer María Rilke. El rechazo a la gran ciudad como foco de deshumanización de la vida e incluso de la muerte del hombre, como pérdida de su individualidad y de su esencia, diluida en la masa urbana; en definitiva, el rechazo al ideal de hombre burgués que desarrolla su vida en las grandes urbes, fue lo que hizo que también el poeta Rainer María Rilke se interesara por Worpswede. Allí conoció a Paula M.-Becker, quien, junto con Rodin, ayudó al poeta a madurar su teoría sobre la obra de arte: “el arte como una cosa”. Las obras, una vez creadas, se distancian de su creador, existen por sí mismas.
IV
Un mundo de hombres. Paula M.-Becker supo desenvolverse en un mundo de hombres. Un mundo que no permitía a las mujeres acceder a las academias de arte. Respetó a los artistas que la rodearon, aprendió de ellos y llegó a superarlos. Muchos, como su marido, quedaron estancados en una esfera regionalista o nacionalista, pero Paula M.-Becker logró, aunque póstumamente, el ascenso a la esfera del arte auténticamente grande.
V
Huida de las convenciones. La pintora muy pronto advirtió el peligro del provincianismo de las colonias de artistas y sintió la necesidad de una apertura a visiones artísticas más amplias. Puso su mirada en París y en Berlín, convirtiendo a Vincent van Gogh, Cézanne, Gauguin, Picasso, el arte egipcio, los nabis, los fauvistas,… en sus verdaderos maestros. Asimiló la tradición pictórica personalizándola. Su ojo estaba preparado para captar la esencia, sin verse atrapada por las modas. Su evolución en la pintura fue muy singular.
VI
La fidelidad a sí misma. El interés que despierta en mí la pintora Paula M.-Becker no es, como sí para muchos, su amistad con Rainer M. Rilke (que en 1908, tras una consolidada amistad, escribió en su memoria Réquiem para una amiga), ni el haberse convertido en la sucesora de la pintora de retratos Angelika Kauffmann (1741-1807), tampoco su vinculación con la colonia artística más conocida de Alemania, ni el éxito de sus deliciosas cartas o sus diarios de estilo fragmentario, que se publicaron en 1917. Lo que me gusta destacar de esta pintora es la fidelidad a sí misma y a la auténtica llamada del arte que anidaba en su interior. Trabajadora infatigable que luchó por que surgiera su yo individual y por ser cada vez más la auténtica Paula, la pintora. Buscó rehacerse continuamente a sí misma, a veces consciente y a veces inconscientemente. En sus diarios grita la necesidad de expresar artísticamente todo lo que contiene su alma. Expresar de forma figurada un sentimiento inconsciente. Recorrió su camino, casi siempre, sin público y sin comprensión, pues sus metas se separaban cada vez más de las de su familia, sus amigos y su marido. Sus dudas y las críticas a las que sometía a su pintura se mezclaban a su vez con una secreta confianza en sí misma. Huir de lo aprendido, de la imitación, de las modas para poder alzar su propia voz hizo que esta extraordinaria pintora alemana, desconocida entonces y todavía hoy por muchos, sólo lograra vender dos cuadros en vida.
NOTA: El título de este post lo he tomado de una carta de Paula M.-Becker a su amigo Rainer Maria Rilke del 17 de febrero de 1906.