«Vuelta e ida (a partir de Susan Howe, Dziga Vértov y Chris Marker)» (2022), de Francisco Layna Ranz

 

Por Francisco Layna Ranz*

Texto de intro por Mario Pera

Crédito de la foto (izq.) RIL Eds. /

(der.) www.zendalibros.com

 

 

La plaquette Vuelta e ida (2022), de Francisco Layna, nos ofrece una muestra de imágenes que se abren ante el lector y que son capaces se expresar emoción, ánimo, un fenómeno verbal que hace brotar de la tinta una música que cala y traspasa el cuerpo, es efecto que crea tensiones a partir de la figura de Susan Howe, la reconocida poeta, ensayista y crítica estadounidense, para evocar los recuerdos desde su perspectiva y poder comprender el mundo desprovistos de la palabra, incluso del tiempo. “Lo que se escribe no es lo escrito”, sentencia Layna. Y es que la base misma de la poesía es el silencio entre las palabras pues, más importante que oír o leer es sentir.

También revolotea alrededor de este libro la figura de Chris Marker, escritor, fotógrafo y documentalista francés, para recorrer (desde la propuesta de sus películas La Jetée y Sans Soleil), una ficción que ilumina el pasado al describir simbólicamente el vínculo entre imagen y mensaje, para explicar que todo relato cuenta con tres partes: inicio, meollo y fin, y que no siempre debe ser comprendido desde una visión o lectura lineal, pues puede abordarse desde un lado o desde otro sin contradecirse, ya que lo que está al revés no significa que sea opuesto, y porque todo texto puede entenderse desde sus rastros, si se realiza una adecuada arqueología. Sólo hay que sabe jalar el hilo del alfabeto.

El trayecto que se ofrece en Vuelta e ida, es el rumbo no fijo. Solo en la naturaleza de la palabra frontera está el fin, ni en el origen, ni en el centro. La propia alteración de las palabras hace que vislumbremos que un texto es un rompecabezas, y que se puede empezar a armar por múltiples sitios, pues la idea es entender el mensaje final. Reitero, no hay un inicio o final fijo, y Layna nos propone volver al lugar a donde no enfoca la cámara para desandar el recorrido y continuar… continuar en el movimiento oscilatorio para no despeñarnos entre las escenas y mutaciones posibles. Para sentir lo que huye de las vocales y de la imagen, contando del uno al diez impidiendo que los números caigan de la boca. No hay excusa, entonces, para el descontento, aquí el cero a la izquierda sí suma, pues el mensaje florece entre los silencios de las palabras escritas. Susan Howe está cansada, nos dice el autor; sin embargo, en esta Vuelta e ida, Paco Layna nos cuenta su historia.

 

 

Vuelta e ida

(a partir de Susan Howe, Dziga Vértov y Chris Marker) (2022),

de Francisco Layna Ranz

 

 

En los países donde el efecto antecede a la causa,

todo es como armar rompecabezas:

un pedazo con media boca trae algo de papel tapiz al fondo,

permite empezarlo a completar; también la jeta cunde

y de ahí se pasa al cuerpo.

Gerardo Deniz

 

 

Discurso:

 

  • 1. Facultad racional.
  • 2. Serie de palabras.
  • 3. Espacio, duración de tiempo

 

 

A ambos lados de la frontera, la palabra fin.

 

Etimológicamente la pretensión es una excusa.

Cabe preguntarse si el intento también lo es.

Howe busca y encuentra que su esposo muerto convierte en sucedáneo cualquier recuerdo suyo.

Puede comprender un mundo sin palabras. Lo que ve es un documental.

También sabe, y lo escribe, que la conciencia es simultánea.

Lo que sucede anónimamente es verdadero, un tren nocturno atraviesa el coro de la catedral. Allí sucede el estrépito y a la misma vez un silencio en sus letras más pequeñas.

La actriz es mujer desconocida. Susan Howe ve la última escena de “La Jetée”, la película de Chris Marker. También es la primera.

“El junio de todo” es una forma de nombrar el tiempo medio.

“Ahora agua rota”.

Susan Howe sustituye.

 

Si una estatua nunca mira al mismo lugar, querrá decir que a la oficina del censo llegaron nuevas versiones de superficie.

 

Son las 11 y 27.

Lo superficial.

Estamos en 1958. Chris Marker también pasea por Burnt Norton, la antigua mansión de la familia Cotswolds, en Gloucestershire. El primer propietario incendió la casa.

Howe ve la herencia del puritanismo del XVII en ciertos escritores fascinados por la relación entre imagen, objeto y mensaje divino.

Solo quien no haya nacido de madre sabrá lo que sucede en lo no pensado. Pinocho, el personaje de Carlo Collodi, fue una oportunidad perdida y encontrada.

 

(continuaré)

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La imparidad comienza en el tres, el movimiento continuo, la terna de la elección, no una cuestión de opuestos. Principio, medio y fin, el relato. Todos los números naturales son comprobables excepto el uno.

Cinco, penta. La música se escribe en la imparidad. Los cinco dedos musulmanes, la entrada en la Alhambra.

Siete sellos, siete trompetas. De Vilón a Aravot, los siete cielos.

Y tres veces tres, o el último número que se escribe con una sola cifra.

 

El mundo tríplice, el relato que se abre. El aristotélico in medio virtus se asocia a la conformidad con el propio estado, al que se llega después de largos rodeos. Es decir: llegar a ser lo que se es. Así niegan algunos moralistas el valor de la oscilación, ensalzan lo que pertenece a un centro, el ombligo, omphalos. Se regresa para confirmar la excelencia del espacio elegido, virtuoso. El siguiente paso es convertir el retroceso en un facsímil.

 

Esta es la sobredimensionada afirmación de Stravinski, erróneamente atribuida: la música, por su propia naturaleza, es incapaz de expresar nada, sea esto un sentimiento, una actitud mental, un estado anímico o un fenómeno natural.

La música no significa nada, pero tiene sentido. Decepciona la posterior explicación de Stravinski, casi disculpa: permanece ajena al calado del verbo.

 

¿De acuerdo en que la transmigración de las almas es una forma más de descontento?

 

Lo natural es el desorden. El orden sí necesita explicación y búsqueda. Lo que sucede también sucede en el sentido de lo impensado o contra lo que se presumía.

 

Siempre hubo vuelta de hoja, porque la parábola es narración de un suceso y figura geométrica curvilínea. Seguid vuestra historia línea recta, y no os metáis en las curvas o transversales. De este modo contradecía don Quijote su propia historia. Cervantes a sus largas y anchas.

 

El bosque dividido en islas pocas es el verso 491 de la Soledad primera de Góngora, en sus letras pequeñas. Nadie entiende una catedral atravesada por un tren. No se olvide que florece en un espacio verbal.

¿Nuestra historia empieza in media res como en la película Sans Soleil?

 

  • 1. La tortuga, imprudentemente, llegó tarde a las bodas del dios Zeus a las que había sido invitada. Reprendida por su inadmisible tardanza se excusó diciendo que no había mejor casa que la propia. En pena y castigo mandó el dios que nunca saliese de ella.

 

  • 2. En aquella isla de los juegos todos los niños se convierten en burros.

 

Yo les rogaría que apuntaran tanto la referencia a la tortuga como la referencia a Pinocho

 

Tiempo hubo en que navegar evidenciaba infringir las leyes de la naturaleza, violentar la “terra inviolata”. El mar constituía la separación entre las tierras distantes, sus moradores y sus riquezas. En el mundo grecolatino navegar significaba no respetar los confines naturales y los impuestos por los dioses. En la cultura cristiana abandonar voluntariamente la tierra era indicio de descontento con las fronteras establecidas por el Creador.  El navegante fue condenado por traspasar las divisorias establecidas por la “ley de arena”, por la orilla del mar. Los océanos se convirtieron en el escenario del desacato de los hombres. Un sacerdote catalán del siglo XVI proponía a sus feligreses una serie de misas por las siguientes razones: “La primera para los que están próximos a la muerte. La segunda suplicar a Dios por la conversión de los gentiles. La tercera para pedir perdón de los pecados. La cuarta para rogar por los que navegan”.

 

A ambos lados de la frontera, la palabra fin.

 

Escribe fray Antonio de Guevara una carta consolatoria a un amigo en el destierro. En ella desglosa una lista de privilegios que goza un hombre desterrado: que nadie le envidia, por ejemplo, o que está exento de pagar portazgos y alcabalas, o que puede pedir sin vergüenza, importunar, rogar y aun cohechar so color que está lejos de su casa y que fueron confiscados sus bienes. Hay dos ventajas del exilio, según Guevara, que inciden decisivamente en la escritura. Declara la primera que es privilegio del hombre desterrado que pueda escribir muchas nuevas y aun muchas novelas. La causa de esto es que, como para probarle una mentira han de ir muy lejos a hacer la probanza, puede el tal mentir. La segunda ventaja pondera el mismo beneficio: es privilegio del hombre desterrado que pueda escribir a su tierra que está malo, aunque esté bueno, que suspira por su casa, aunque no se acuerde de ella, que está muy pobre, aunque le sobren los dineros.

 

En un día de viento Susan Howe repasa fotografías de su esposo David. En el claro-oscuro de la sabiduría imagina el relato, podríamos hablar del búho de Minerva. El viento es la evidencia. Y el relato ucrónico una magnífica manera de evidenciarlo.

 

Dios no crea las tinieblas, constata su existencia previa. Antes que nada existe la nada. Dice Comte-Sponville que es la primera verdad, la verdad del silencio. Cuando el cero se suma o se resta a una cantidad, esta permanece inalterada.

Sin embargo, cualquier parábola indica desplazamiento, como el hombre de la cámara de Dziga Vértov.

 

El rodaje de repente, velocidad más precisión. Leo en sus diarios que había encontrado la llave para filmar los sonidos documentales. Todo está bien, pero falta el hombre vivo, eso le comentan tras el visionado de un film tipo panorama o tipo canto. Escribe vorazmente, afirma que la repetición es la única cosa imposible en la tierra.

Regreso debiera ser nombre de brandy. Es nombre de distancia, nunca la misma.

El recurso en la voluntad que se entrega, también el trayecto que equivocadamente se considera pasado y conocido.

 

Susan Howe habla de la duración.

 

Insistir en el trayecto es incurrir en tautología.

Me equivoqué y anduve largamente y sin rumbo fijo.

 

(continué)

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Allí hay un hombre vestido de hombre que pretende explicar el olor de las nubes. Empieza por el final, tal vez sea un asesinato.

 

 

Tautología a ambos lados de la frontera.

 

 

 

 

Las historias pueden ser contadas desde el principio o desde el final, dice Fernández Mallo. Aduce el Lazarillo como ejemplo de literatura anticipatoria. El “caso” humillante que el narrador sufre en su presente se arroja hacia el pasado, iluminándolo. Cabría decir algo similar del relato policiaco o del cualquier flashback. Dice que el Quijote, por el contrario, articula sus hechos narrativos sobre el vacío, de manera orgánica, en evolución. Esto supone que nada está escrito, que se combinan determinismo y azar. Entiendo las razones de Fernández Mallo. Y es muy curioso que lo que sucede sucede al revés, sin que esta locución adverbial signifique al contrario o lo opuesto.

 

Cuando en el capítulo octavo de la primera parte el libro que estábamos leyendo se esfuma, se desaparece en el aire, una voz irrumpe para comentar que el inicial de los varios autores se disculpa de que no halló más escrito. Fue gentileza suya que pudiéramos leer lo que se encontró, no lo que escribió. Por tanto, la escritura es previa, está ahí antes que nada, suprema anterioridad. Como la nada de la que antes hablábamos. Es esta una idea recurrente, manifiesta en varios pasajes del libro. Diez años después el caballero pregunta a Sansón Carrasco si el autor promete continuación. El amigo contesta que sí, que la busca con ahínco pero aún continúa con el mismo ahínco buscándola. Entonces lo que leemos no debería formar parte de la continuación, ya escrita, depositada en algún lugar. Su aparición no es lugar de escritura, sino de arqueología.

 

Es un libro que podría leerse en rastro contrario, aunque no es un palíndromo. Se desarrolla en dirección, pero a la vez es texto previo, y lo que sucede es subalterno, una categoría de la causa.

 

(continúo)

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Anamnesis clínica.

Anamnesis platónica.

Anamnesis eucarística.

 

El cristianismo de Paul Ricoeur se evidencia en esa idea de un retorno que remite al perdón y al arrepentimiento. Lo convierte en una restauración, en la reincidencia del vínculo primitivo. Para Valdecantos el arrepentimiento es un indicio de debilidad racional. ¿Supone a lo más probable una aceptación de lo sucedido? Cita en su apoyo las palabras de Montaigne: si uno rechaza y dasautoriza sus vicios pasados, también tendría que desdecirse de su virtud pasada. Arrepentirse es un excurso, y evita el desenlace de lo iniciado. Valdecantos considera que el arrepentimiento es una ficción, el capricho de borrar el pasado sin dejar huellas. Tan solo borrar porque lo realmente difícil es definir en qué consiste cambiar lo ya sucedido. En última instancia queda en buena medicina para combatir la soberbia y en estímulo para un nuevo relato. Mucho más que suficiente, al margen de consolaciones.

 

El siguiente paso perverso es convertir el retroceso en un facsímil.

 

Y conservarlo como bien preciado, con sumo cuidado al pasar las páginas.

 

Pinocho era un niño no nacido de mujer.

Los espermistas afirmaban que el espermatozoide era un hombre pequeño (homúnculo). Toda la humanidad masculina estaba enclaustrada desde Adán, que se transmite en la prole de generación en generación.

Esa criatura humana que intenta acceder a un óvulo femenino debía tener igualmente su propio esperma. Lo cual reduce al absurdo su cadena de subsecuencias, en descendencia microcósmica y microscópica.

Alguien ve una película. Las imágenes se proyectan en una superficie. Las observa como algo en un exterior ajeno a su voluntad y a su organismo. Hay quien afirma que la luz de la pantalla llega a la retina del espectador. Los ojos y el cerebro son hermanos, y el cerebro consigue que un homúnculo se sitúe detrás de los ojos. También pudiera suceder que las imágenes que ocupan la retina sean transmitidas al córtex visual, y allí se inicie el proceso de unificación. Los homúnculos no existen, pero sí la teoría de la visión.

Dionisii Arkadievich Kaufman en 1916 eligió llamarse Dziga Vértov, de una palabra ucraniana, dziga, peonza, y del ruso vertet, girar, dar vueltas. Dziga Vértov no sabía nada de homúnculos, pero sí de cine-ojo a tientas.

La cámara observa a los espectadores y la música se transforma, inaugural. El frenesí sucede cuando ella se viste, incluso más abajo, aún más arriba. Hay que cambiar el ángulo, la dirección ¿Quién filma al hombre de la cámara?

Casi todo es un excurso. Por eso me pide que filme su Silencio dentro de una botella en un banco infinito.

(continué)

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Hoy mi amigo Ángel Cerviño me aconseja las nubes que pasan y todo eso, y todo eso y además briznas de distracción. Intercalar la historia que ilumine la línea, reduzca horizontal. ¿Sabré hacerlo? ¿Sabré hacerlo hoy?

 

¿Cómo uno puede recordar la sed?, se pregunta la narradora de Sans Soleil, la célebre película de Chris Marker.

Un día comprendí el azúcar, escribe Mariano de Hossorno un 28 de mayo.

Una ficción sencilla, una apariencia desnuda.

No lo dulce, que ya lo conocía con suficiencia y cierto hastío.

El azúcar.

La escena inicial de los niños a Susan Howe le fascina. Una secuencia aislada de tres niños sin banda sonora. Simplemente paz, no evidencia. Son espíritus. Las imágenes se suceden. Cortes rápidos y cuadros en negros. Howe cree que, llegado este momento, los niños de la introducción caminan en dirección contraria. Escritura epistolar, voz en off e imagen. Una mujer lee y comenta las cartas que recibe de un amigo, un cameraman freelance que recorre Islandia, Guinea Bissau, San Francisco, Japón, L’Ille.

 

En una de esas cartas escribe: “Mis constantes idas y venidas no son una búsqueda del contraste; son un viaje a los polos de la supervivencia”.

El curso episódico sin origen ni centro. El nuevo demiurgo que sostiene los hilos del relato no recuerda en qué lugar de La Mancha.

 

Seguramente el hilo con que se teje el envés de los alfabetos.

 

Después llegaron los indefensos y nos obligaron a leer en voz alta los informes definitivos.

El director del documental nos gritaba: “miren a la cámara, miren a la cámara”.

 

(continuaré)

(continuaré)

(continuaré)

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Es el último número que se escribe con una sola cifra.

Diez es el número traidor que impide la soledad,

y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

 

Afirma que el camino hacia arriba y hacia abajo son uno y la misma cosa.

Estamos en 1934. Eliot visita Burnt Norton.

Aún y así buscar lo particular es una especulación y al tiempo mismo un recorrido.

Deshilvanar no conduce, queda en la mano el ocultamiento.

Hay una mujer que llaman miracielos y esa mujer huye de la superficie plana,

la planta carnívora devora sus vocales, y continúa después, sin correspondencia.

Tan solo el centelleo, el relámpago del que me hablaba mi querido amigo Ángel.

El género humano no puede soportar tanta realidad, le dijo el pájaro.

Luego paseó, paseó, paseó y decidió escribirlo alejándose de la vida,

como si muriera en el pasado y decidiera volver a vivir al cabo de los años.

Esta es la superficie, aquí no hay ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.

La casa fue quemada por su anterior propietario y yo ahora

entiendo por qué el tres es el número más solitario y más tolerante.

 

(continúo)

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Susan Howe está escribiendo un poema: Geppeto y el Hada Azul discuten sobre la evolución espiritual. Pinocho no necesita hilos.

 

(continúo)

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Mi madre vino al cielo a visitarme es la mejor continuación.

 

Pinocho y su padre salieron de un tiburón. Un tiburón se pudre a veinte metros. En esa profundidad el futuro huye de su lugar, y se hace hierro, llanto y único número. Miracielos se ahoga en algún lugar que es mentira, mentira porque es otra continuación, otra más. Son tantísimas las continuaciones posibles, parecen miles de yemas arrojadas desde un avión.

 

Uno escribía allá arriba que a ambos lados de la frontera la palabra “fin”. Es una incorrección porque, excepto en el azúcar de Mariano de Hossorno, todo lo que existe tiene partes, lugar y cantidad.

 

(continué)

(continué)

(continué)

(continué)

(continué)

 

20 de noviembre de 2021:

¡qué difícil sentir lo que se siente cuando se oye!

A pesar de la cautela la humillación se hizo carne.

Lloraron los viejos. Lloraron los enfermos.

Lloraron los que no caminan.

Lo que duele no es el suceso, sino que duela.

Lo que se escribe no es lo escrito, es lo que se impide.

Antes ciegues que tal veas, se maldecía antiguamente.

Tengo que continuar, tengo que cambiar el número.

Ahora veo que el tres no es el número que más tolera,

pena de daño, penas de sentido.

En lo sucesivo el episodio nunca será simultáneo.

Leo en el diccionario que metafóricamente risa se toma

por el movimiento suave de algunas cosas.

No me escribas.

No me escribas.

 

(continuaré)

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(continuaré)

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(continuaré)

(continuaré)

(continuaré)

 

Diez es el número traidor que impide la soledad,

y no puede ni sabe saltar. Sí sabían los nueve anteriores.

 

Sólo tú has faltado, entre todos los animales, le dijo Zeus.

Era Quelona, la ninfa. Arrojó al río la casa con ella dentro.

Oigo las risas.

Se presentan los amantes, ojos de coral, ojos de coral:

me llamo Chela, soy Ricardo,

soy Quelona, era y fui Paula.

 

Dice Gerardo Deniz:

 

“¿Las piernas se abren de par

o en par

o

por tal serlo

de ambos modos

-puro asunto del desde cuál preposición?

(cf. El camino de Heráclito)”.

 

Susan Howe admite que está cansada.

 

 

 

 

 

 

 

*(España). Poeta y crítico literario. Ha publicado cuatro libros de crítica y decenas de artículos; así como seis libros de poesía: Y una sospecha, como un dedo (2016), Espíritu, hueso animal (2017), Tierra impar (2018), Oración en 17 años (2020), Historia parcial de los intentos (Poesía 2016-2019) (2019), El perro y la calentura (trashumancia de los poetas americanos) (2022) y Vuelta e ida (plaquette, 2022).

 

 

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