Texto de presentación del poemario leído por su autor el 20 de octubre del 2021, en el Espacio Cultural PlanSofá, Providencia (Chile).
Por Jaime Huenún
Crédito de la foto (izq.) Ed. Aparte /
(der.) www.tusclasesparticulares.com
Vivir la vida de forma póstuma: Animal muerto (2021),
de Sebastián Gómez Matus
No quisiera pasarme de listo ante el libro de un poeta tan enfáticamente lúcido como Sebastián Gómez Matus*. Animal muerto, sin embargo, exige a sus eventuales lectores un viaje lento y azaroso, que se debiera emprender con todos los sentidos de la inteligencia en redoblado estado de alerta. Porque la poética de Gómez Matus tiene la capacidad de crispar y descolocar la imaginación, y el verbo al retorcer el uso y la trama convencional del lirismo. Hablo de una poesía a ratos irónicamente lárica, a ratos seca y objetivista, por momentos confesional, aunque casi siempre enrarecida por fraseos abstractos y espejeos conceptuales. Textos en los que el autor inyecta suficientes dosis de hermetismo como para que el animal humano zafe de las trampas de la fe, la muerte, el lenguaje y salte —más o menos indemne— a los momentáneos paraísos artificiales que la poesía puede en ocasiones ofrecer.
Hablo de una escritura tan cerca de la tinta como de la sangre, fundada en la intrahistoria de un sujeto transitando permanentemente entre pesados escombros urbanos y ligeros paisajes mentales, y que ancla su biografía a giros lingüísticos que, si bien son modulados de un modo muy personal, no se sustraen a una realidad que “entre el pasto y el rocío, refleja infinitamente la mañana”. Vivir la vida de forma póstuma parece ser el principio rector de estos poemas. Su consecuencia es el desdoblamiento, la duplicación del alma y la conciencia para garabatear, entre sueños y vigilias, la imposible crónica de la borradura (“Entre las cosas que se borran/ mi cabeza encuentra su lugar”).
Hay también en este volumen palabras arquetípicas (cielo, luna, agua, sol) que pierden de golpe y porrazo sus significados tribales, analógicos y arcaicos. Así, versos como “el vacío que llamamos cielo”, “la luna es una playa a la que sólo se puede ir sin piernas”, “el sol entra descalzo a pedir un nuevo día”, entre otros, establecen la caída irremediable del orden mítico y natural como frío y distante correlato del innegable derrumbe civilizatorio. El mundo y el mito del amor, entonces, no son sino “Un hueso vacío/ por donde transita la humanidad en miniatura.”
Animal muerto es un libro que se hunde en las aguas detenidas de la cólera y el miedo para emerger como un sueño privado que hace públicos el horror y el deslumbramiento, la agonía y la incertidumbre, el peso irredento de las genealogías, la fulgurante y endemoniada visión del YO que borra la escritura y que a la vez la hace necesaria para el vínculo de infinitas y fatigadas memorias. Porque, como remarca el poeta en Yacimiento, uno de los memorables textos de este volumen:
Sobre los nombres de todos
yace el nombre de alguien:
una hoja en el agua.
Detrás de las palabras
lo pronunciamos en silencio
sólo para escucharnos vivir.
*(Osorno-Chile, 1987). Poeta y traductor. Como traductor publicó Fin del verano, de Chika Sagawa (2020) y El Libro de Joshua, de Zachary Schomburg (2020). Ha publicado en poesía PO, La Constitución Borrada (2020) y Animal muerto (2021).