Nota crítica y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto (izq.) Eds. De la Línea Imaginaria /
(der.) el autor
¡Viva el delirio del poeta!
Melodía y poesía en la obra de Diego Luzuriaga
Se podría afirmar que desde que existe el libro ya nadie está completamente solo, y lo mismo creo de la música, nadie es capaz de sentirse solo si tiene a la música por compañera. Aunque tanto para crear libros como para componer música es vital la soledad, la soledad como ese perfume que se aspira para vaporizar y concentrar toda la imaginación y la sagacidad para colocar las letras y ordenar las notas sobre el cuaderno o la partitura. Hablo entonces de la soledad creativa, esa que permite la concentración para desarrollar un proceso artístico que luego tendrá la expresión en el poema, en la melodía exacta, en las leyes de la armonía, en la sinfonía.
Escribo estas divagaciones, mientras leo el más reciente libro escrito por el músico, compositor y poeta ecuatoriano Diego Luzuriaga; mientras escucho su cantata inspirada en el bicentenario que tiene como personaje central al gorrión, esa pequeña ave que, de tan común, hiere con su belleza sencilla y sobria. Me he permitido leer su libro ¡Viva el delirio del poeta! (2022) y paralelamente, gozar escuchando algunas piezas de su obra instrumental, algunas cantatas y piezas vocales de distinto registro. La poesía tiene su propia música, a veces la podemos escuchar fácilmente, como en los poemas del cubano Nicolás Guillén, que siempre tienen un fondo de tambores, bongós y timbales; o en la poesía de la polaca Wislawa Szymborska, cuya musicalidad tiene que ver con instrumentos de cuerda y un piano; pero otras veces, escuchamos el silencio que quiebra el ruido y llegamos al sentido y el misterio del poema.
Todo poema tiene su música, un ritmo inconfundible, una voz propia que ilumina todas las zonas de la creatividad, y esto es lo primero que encontré y que comprobarán en ¡Viva el delirio del poeta!, cuyo título es ya una invitación a transitar por un estado mental exultante, que celebra las tradiciones de un pueblo del sur del Ecuador, podría ser Loja o cualquier pueblo del mundo pintado por la ruralidad y la naturaleza; es también un tránsito por el frenesí que el poeta alcanza en los poemas de amor, exactamente el momento de la idealización del amor romántico, de ese amor que en la vida solo se siente o experimenta uno o dos veces; y es también el delirio alucinado por la geografía, las culturas y las historias del Ecuador que se expande sagrado y luminoso por ríos y volcanes, por fiestas populares, marimba, pasillo y danzantes.
Escucho las canciones compuestas/escritas por Diego Luzuriaga: “Rosas rojas”, Cantuña”, “Qué bonito”, “Tu eternidad” y “Cuatro tablas”, y pasado tres cuartos de hora, regreso a leer sus poemas reunidos en el libro ¡Viva el delirio del poeta! y me encuentro con el asombro natural de una voz poética que se mueve entre la tradición de la expresión lírica, las formas rimadas y los juegos del poema libre, finamente acompasados por metáforas destellantes y la sonoridad de refranes, dichos y palabras de la cotidianidad. La palabra poética de Diego Luzuriaga supera la barrera de la letra de una canción porque su experiencia literaria ha sido capaz de beber del delirio, ese estado mental alucinado y anormal, en el que la mayoría de las veces se escribe un poema y ya no importa la forma convencional, solo el latido del lenguaje que fluye hacia la expansión del alma, de una filosofía que es su modo de concebir un mundo, unas identidades ecuatorianas, universales; varios de sus poemas repletos de emoción y afecto nos colocan frente a los contrastes del dolor o el sufrimiento; como anota Marcelo Toledo en el estupendo prólogo del libro:
“Hay textos que remiten a estructuras estróficas claras, con sonoras rimas y rigurosa métrica. Hay otros más sueltos, de un lirismo aéreo, volátil. Y muchos otros que se ubican en la mitad. Mientras los leemos, la invención poética se asoma en todos”.
Cito algunos versos del poeta Diego Luzuriaga para admirar esta tesitura diversa y pulida:
Encontraré tu tibia claridad y tus frescas manos/ encontraré tu aliento y tu eternidad/ encontraré tu tibia claridad y tus frescas manos.
Quema palo de romero/ para convocar la gracia/ de los cielos y la tierra,/ de la tierra y los cielos/. Vaya lejos la plegaria/ de sufrientes y de enfermos/ a la solitaria luna/.
¡Viva el delirio del poeta!/ Viva su eco de campana/ y su zapato y su mascota y su maleta/ Viva su pena de alquimista/ su fantasma, su tormenta,/ viva su fogata, viva su pupila,/ viva el relinchar de sus violetas/
Los que hacemos, desde Quito Ecuador el sello editorial independiente Ediciones de la Línea Imaginaria, estamos realmente muy contentos y orgullosos de contar en nuestro catálogo con este libro de Diego Luzuriaga. Para los lectores de Vallejo & Co. ofrecemos 3 poemas de esta novedad editorial.
3 poemas de ¡Viva el delirio del poeta! (2022),
de Diego Luzuriaga
Los abrazos
Sin entenderlo, al fin del mundo fui,
iba buscando la huella tuya, yo,
un mar oscuro es lo que vi,
un mar sin dimensión,
sin un sonido, sin un color
que se parezca a ti.
A la deriva, entre los vientos voy,
hay una nube lenta, sin fin, que va,
doy cuatro vueltas alrededor,
todo es oquedad,
no hay un vocablo, un mineral,
que tenga tu temblor.
Miro hacia arriba, adivinándote,
como si fueras la pura humedad.
Una palabra, solo un vaivén
quisiera encontrar,
hallar el perfume, ver la señal
que habrá dejado tu sien,
ver los abrazos que no te pude dar,
y las verdades que había en tu voz.
Nunca lo supe, pero es verdad:
fuiste mi vocación,
y en cada sombra y en cada flor
debes aún estar.
Sin entenderlo, al fin del mundo fui,
iba buscando la huella tuya, yo.
Voy, voy, voy.
Hormiga
En una o dos mariposas,
en el grillo que no salta,
en una hormiguita roja,
va entera la Pachamama,
va entera la mar del tiempo,
va intacta la voz del alba,
intactos la cal y el fuego.
En el olor del madero,
en la simple salamandra,
palpitan los firmamentos,
en la estría de una rana
respira el espacio inmenso,
la luz de la vía láctea,
los ríos del cielo,
en la abeja y en sus ojos
rebosan los elementos,
y va el silencio del cosmos
en un pobre bicho seco.
En hiedras y en zarzamoras,
en la sombra de los cedros,
en el musgo de la rama,
en una hormiguita roja,
va entera la Pachamama.
¡Viva el delirio del poeta!
¡Viva el delirio del poeta!
viva su eco de campana
y su zapato y su mascota y su maleta.
Viva su pena de alquimista,
su fantasma, su tormenta,
viva su fogata, viva su pupila,
viva el relinchar de sus violetas,
viva su cobija, viva su garganta,
viva la razón de sus maderas.
Viva la sangre del poeta,
viva su voz de caravana
y su respiro y su alboroto y su linterna,
viva su daga repentina,
su desvelo, su colmena,
viva su fogata, viva su pupila,
viva la explosión de sus compuertas,
viva su aguacero, viva su resaca,
viva el rechinar de sus tijeras.
Viva la fiesta del poeta,
viva su risa en la ventana
y lo que mira y lo que calla y lo que sueña,
viva su bolsa de armonías,
su cuaderno, su bodega,
viva su fogata, viva su pupila,
viva el caracol de su alma vieja,
viva su fatiga, viva su guitarra,
viva cada pelo de su testa.
*(Loja-Ecuador, 1955). Músico, narrador y poeta. Se formó como compositor en Quito, París y Nueva York. Además de música de cámara y sinfónica, su catálogo incluye una extensa obra vocal: cantatas, canciones, la ópera Manuela y Bolívar, musicales, todos con sus propios textos. Ha publicado en poesía Sobre la felicidad (2017); y en ficción Cuentos de un músico retirado (2018). Para mayor referencia visitar: www.diegoluzuriaga.com