El presente texto que ahora reproducimos en Vallejo & Co., fue publicado originalmente por su autor en la revista Malpensante N°174, en Mayo de 2016.
Por: Juan Manuel Roca
Crédito de la foto: www.pinterest.com
Visita al «Cabaret Voltaire»
La foto fue tomada en Berna, Suiza. Un día antes habíamos ido a Lausana a casa de Helena Araújo y ahora salíamos para Zurich. Mario Camelo, poeta colombiano radicado en Friburgo, nos tomó esta fotografía a Germán y a mí. ¿El año? 1995. Habíamos sido invitados con el poeta Fernando Charry Lara a dar charlas y lecturas en Ginebra, en la Fundación Patiño y decidimos, tras visitar la tumba de Borges, esta vez en compañía de Álvaro Mutis, ir a casa de la siempre espléndida Helena, una refinada mujer anclada en Suiza desde la publicación de su novela “Fiesta en Teusaquillo”, y que tras sus peleas con un clero retardatario no pensaba volver a Colombia. Allí habría de morir.
El mismo día de la fotografía nos fuimos enfundados en abrigos y bufandas, con un frío de cuchillo de esquimal, a Zurich. Casi llegados a la bella ciudad nos dirigimos al “Cabaret Voltaire” donde se dice que jugaron una partida de ajedrez Tristan Tzara y Lenin, exiliados en esa ciudad en la que murió y fue enterrado James Joyce. Se sabe que nadie sabe cómo terminó la legendaria partida de ajedrez.
Yo le apuesto a Germán que esa partida entre el dadaísta y el bolchevique debió ser ganada por Tzara. ¿Por qué?, me preguntó, apoyado en el bastón que porta en la fotografía, una bella pieza con una leyenda en francés taraceada por su antiguo propietario que le regalara a Germán un anticuario suizo. Me pareció molesto por mi pretenciosa o absurda certidumbre dadaísta.
– Porque el bolchevique, le dije, que habría de volver a Rusia poco tiempo después en un tren sellado desde la Suiza neutral, nada menos que a hacer una revolución, conocido su carácter político supongo que solamente cuidaba a los peones, descuidaba a propósito a la reina, daba demasiado pienso a sus caballos, desalmenaba sus torres. Germán se rio y la charla quedó en tablas.
El cabaret Voltaire, creado por Hugo Ball, cumplía ahora un lento trabajo de rescate para que alguien se ocupara de restaurar la legendaria partida de ajedrez. Ya el cubano Luis Rogelio Nogueras había evocado a los dos exiliados en un espléndido poema al que daban ganas de agregarle una jugada: por esas mismas callejas, esos mismos adoquines de Zurich, cruzó un rey destronado en su ambulancia, James Joyce en directo al hospital y a la gloria.
La foto fue el preludio de ese viaje a Zurich desde Berna. Empezaba a caer la primera nieve de diciembre, rala, tenue, como un desplume de ángeles, aunque el retrato, fechado un 5 de diciembre de 1995, mostrara un cielo despejado.