Vallejo & Co. presenta una entrevista a Vanessa Martínez a propósito de la reciente publicación de su poemario Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018). La presentación del libro estará a cargo de Mario Pera, Juan de la Fuente y Violeta Barrientos. Y contará con la presentación especial del actor Juan Manuel Ochoa representando extractos del libro.
Fecha: jueves 06 de setiembre
Lugar: Bar Yacana / Jirón de la Unión, Centro de Lima
Hora: 8:00 pm
Por Diego Alonso Sánchez
Crédito de la foto (izq.) Facebook de la autora /
(der.) Ed. Vallejo & Co.
“Soy el ratón de mí propio laboratorio:
víctima y victimario”. Entrevista a Vanessa Martínez
Vanessa Martínez* es una poeta y activista que hace unos años llamó la atención al publicar un primer poemario con un título feroz y transgresor: La hija del carnicero (2007), el que, sin embargo, alojaba poemas que se debatían entre la búsqueda de la libertad, la expansión de los sentidos, el rock y el erotismo, que fue muy bien acogido por la crítica. Once años después, y tras estar muy activa publicando poesía y pequeños manifiestos en defensa de las libertades civiles, da a luz un nuevo libro: Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza. Sobre este nuevo volumen y su actividad literaria y vital conversamos en esta entrevista.
Entrevista
Diego Alonso Sánchez [DAS]: ¿En qué momento entendiste que querías ser poeta?
Vanessa Martínez [VM]: Sucedió cuando me lo hicieron saber, cuando sentí que todos los amigos y familia me invitaban a publicar y participar en lecturas y recitales. Aún tengo esa sensación de vergüenza de enfrentarme a ello. Siempre escribí para mí y no consideraba que mi apasionamiento debería ser profesionalizado. Ahora que ya el tiempo y el trabajo lo exigen, lo he tenido que asimilar y por ello también mejorar, por respeto a los lectores. Me cuesta mucho asumir esto y creo es mejor así, pues me permite ser más autocrítica y vivir en el deslumbramiento de mis lecturas.
[DAS]: ¿Qué es más excitante, cantar en un concierto de tu banda punk o publicar un nuevo poemario?
[VM]: Amo cantar y tal vez esta sea una sensación extrema de darlo todo en el escenario, que es la misma cuando termino de un tirón un poema. Pero encuentro algo más personal en la escritura, pues me da licencia para ser más lúdica en los misterios, en las símbologias que abordo y dejo como rastro. Esta es una pregunta muy difícil, pues definitivamente depende de mi polaridad, y bueno, por cuestión de constancia, sería la escritura. Lo importante es liberar la jaula.
[DAS]: Teniendo en cuenta lo que me acabas de decir, ¿cuánto alimenta la música tu poesía?
[VM]: Debo confesar que tengo la sensación, como cantante, de ser un instrumento. Todo el tiempo estoy marcando los tiempos, los arreglos, las semi fusas, los graves, los agudos, las corcheas, así como las lecturas, las historias y la memoria. Lo hago de forma muy natural, no necesito poner música, estoy invadida de ese banco de palabras que ya vienen intentando salir. La música siempre ha sido una gran necesidad para mí y la he cultivado como si algún día fuera a perder el oído. En este último libro, curiosamente, para algunos de los temas que toco, tuve que invocar a Vivaldi y he terminado desvastada pero liberada. Lavé trapos sucios en el río de esa tristeza que a todos nos toca desde el momento en que sentimos la indignación, la frustración por el zanjamiento de este mundo.
[DAS]: Ahora, la rudeza de tu primer libro, La hija del carnicero, no aminoró el lirismo de tus versos que, como una intuición divina, te ha acompañado siempre. ¿Cuánto de ese ímpetu adolescente de tu primer poemario está presente en Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza?
[VM]: No he dejado de tropezarme en la vida, de experimentar, gracias a Dios, y tal vez siga en esa búsqueda de mi identidad poética. Soy el ratón de mí propio laboratorio: víctima y victimario. Si así el lenguaje, o las imágenes de mis anteriores libros, varían, es porque siempre ha sido una preocupación mía que más que el texto lo importante es lo que puedan sentir, lo que puedan entender los lectores. La hija del carnicero es un libro que contiene textos que fueron creados desde mi niñez, adolescencia y juventud, y que se fusionaron en una sola anatomía. Entendiendo esto, Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza es un trabajo que comenzó como una labor introspectiva, hace unos nueve años. Quería emprender un proyecto de largo aliento y, curiosamente, perdí hasta dos veces el libro; luego recuperé fragmentos, los reescribí de memoria y los mutilé varias veces. No quería publicarlo, pero a insistencia de mis editores lo hice, y se los agradezco mucho. Este texto era un fantasma que penaba todas las noches por estar incompleto.
[DAS]: Entendiendo este proceso fragmentario y vital, si tuvieras que mencionar los factores en qué has madurado como escritora con este último libro, ¿cuáles serían?
[VM]: Es un libro más maduro sí, menos egoísta, más político. Me ha mostrado con su verdad el lado correcto de la zanja en el que me encuentro y me ha permitido tener libertad, pero sobre todo más responsabilidad y certezas para combatir del lado del sobreviviente. Si he madurado en algo, creo que ha sido en el uso del lenguaje y en la seguridad para expresarme, en el hecho de ser más reflexiva, pero también, en la preocupación por involucrarme más en la edición.
[DAS]: ¿Cuánto amor (y desamor) hay en Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza?
[VM]: Si te refieres al des-amor, creo que cincuenta y cincuenta por ciento. Para combatir esa tristeza es necesario el amor propio —y el ajeno—, del que nos apropiamos para iniciar una lucha o tensión afectiva. Luego solo queda escribirlo en medio de la soledad y con el mundo en las espaldas.
[DAS]: Formalmente, ¿consideras Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza un poema-río?
[VM]: Considero que es un “río”, pero de sangres que confluyen y se hacen una voz, al unísono, en letanía.
[DAS]: Tengo la curiosidad de saber si piensas que el Perú es un buen lugar para ser poeta…
[VM]: Para un poeta, no. Para mí “poeta” es una palabra mayor, donde hay una vida detrás y una obra que es necesaria ser considerada. En este país las instituciones públicas no se preocupan por dar políticas que brinden una mejor calidad de vida a nuestros autores, y se hace muy poco por su obra. Estas instituciones solo sirven para parafrasear los discursos politicos de nuestros “representantes” políticos cuando están en el éxtasis de su demagogia. Para un joven poeta, peor, es un terrible lugar, pues hay pocos concursos que incentiven el trabajo creativo y, lo peor, muy pocos ganadores con propuestas significativas. Los jueces de estos concursos aman la reescritura, los referentes metatextuales y sus guiños, es decir, son muy arcaicos. De otro lado, tampoco hay residencias de creación en las universidades. Estamos en una crisis de creación y pensar en migrar no es tan sencillo. Se cree que todo se puede resolver en el Internet y estamos creando un kitsch tropicalizado. Estamos destruyendo poco a poco nuestra gran tradición. Es una pena.
[DAS]: ¿Y la autogestión cultural es una opción?
[VM]: Si entendiéramos que la Marca Perú no solo es Paolo Guerrero, la comida criolla o Gianmarco, sino también nuestra tradición poética, que es muy respetada en el mundo, pero no se le toma en cuenta, sería un gran paso. Y bueno, ante esta orfandad institucional, surgen propuestas privadas y emprendedoras. Al menos de forma personal me siento bien apoyando en la organización de un festival, el Festival de Poesía de Lima, un proceso de autogestión que ha tomado un giro sugestivo que me interesa, donde se busca descentralizar y descubrir talentos. Y sí, volviendo a la pregunta anterior, este es, definitivamente, un país de grandes poetas, muy humanos, pero que han sido forjados en el olvido, escribiendo maravillosos poemas de desamor e injusticia. Aún hay mucho qué hacer.