Nota y selección de poemas por Aleyda Quevedo Rojas
Poemas por Valeria Pariso*
Crédito de la foto la autora
Valeria Pariso: poemas orgánicos
para temblar y beber té…
En 2015, ha pedido de su autora, escribí el prólogo del libro Del otro lado de la noche (Ed. El Mono Armado), uno de los siete libros que lleva escritos hasta ahora la escritora argentina Valeria Pariso, nacida en 1970 en la provincia de Buenos Aires y residente en Muñiz. Pariso es además, una entusiasta promotora cultural que lleva adelante una notable labor como animadora de talleres literarios y lecturas de poesía, y desde su blog www.laficciondelolvido.blogspot.com.ar contribuye a la difusión de muchas voces contemporáneas que se dedican al arte de la poesía.
Me interesa la poesía de Valeria porque en ella encuentro la dedicación constante y el aliento creativo que se requiere para pulir la palabra hasta llegar a la brevedad del poema destilado a fuerza de pensamiento y emoción. Pulir poemas que de tanto frotarlos se vuelven pulcros, como hechos de viento, traídos hacia las formas epigramáticas, orientales, exactas, precisas…casi como si se tratara de limpias canciones o rezos ancestrales. Beber su poesía es como beberse una taza de té blanco.
El escritor Raúl Artola escribe: “Ya hemos aprendido a no soñar la sed, dice Valeria o Sin piedad, como en nosotros, se dislocan unas nociones demasiado firmes para ser verdaderas. Cómo decirlo, cómo decirlo, se pregunta y en eso consiste su poesía, una indagación permanente, incansable e inconformista, un ahondar en la insondable naturaleza del amor, ese que le da vida y le asegura una inquietud sin la que no podría disfrutarlo permanentemente”.
Valeria Pariso acaba de ganar con su libro titulado: Zarmina, el Primer Premio del Concurso de Letras, categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. Para cerrar 2019, he seleccionado varios poemas suyos de impecable factura, como un regalo para los que pensamos que la poesía es como decía Cesare Pavese, una especie de personal misterio vital. “Hacer poesía es como hacer el amor: no se sabrá nunca si la propia alegría es compartida”.
Disfruten de la poesía de Valeria Pariso como si se tratara de contemplar el fuego y en 2020 no dejen de leer poesía.
11 poemas orgánicos,
de Valeria Pariso
Del desierto al poema
los pasos son de viento, de sed.
Podría aparecer una flor roja.
Que tu mano me lleve
al lugar de la duda.
Yo soy
la responsable
del desorden.
Yo escuché
la palabra
amor.
En la memoria
luz aparece de a ratos.
De a ratos, todavía,
tiembla un pájaro dormido
entre tu gesto y mi pecho.
-Así no se puede soñar- dice
la parte lúcida
del cuerpo que me queda.
Entonces, con cuidado,
mis manos agarran
la angustia, la tristeza,
el poco amor,
el miedo,
la furia,
las palabras que sirven
para decir: me rindo,
y ponen todo en la parte baja
de la ventana
entre los cactus
y otras flores para no regar.
Tomo té.
En general, no uso saquitos.
Elijo las hojas o las hebras.
A veces, uso cáscaras secas
de naranjas,
varas finas de lemongrass.
Últimamente prefiero el té verde.
Dejo dos minutos las hojas trituradas
en el agua caliente antes de filtrarlo.
Dos minutos.
Cada vez que tomo
una taza de té
pienso que por fin
aprendí a esperar.
Si en cada cicatriz me apoyaran
un tallo
con su flor silvestre,
manzanillas, verbenas,
malvas,
dientes de león,
tréboles blancos,
nadie vería la belleza
de este cuerpo roto
que resiste.
Una tarde,
estaba con mis hijas frente al monte
y apareció un zorro cerca de nosotras.
Nos quedamos quietas.
El animal se acercó.
Nos miramos y no dijimos nada.
El zorro
tomó un trozo de carne,
corrió,
cruzó la ruta,
y en un destello se perdió en el monte.
Vimos su cola iluminada
Mezclarse para siempre con la hierba.
Qué hermoso poder irse con esa rapidez.
Lo último que intenté
fue la caligrafía japonesa.
Quise escribir palabras
como juncos, cangrejo,
algo real como grano de arroz.
Con la mano derecha
mojé el plumín en la tinta,
dejé caer una gota
que pesaba más que un colibrí,
toqué el borde de vidrio
con el filo plateado,
y apoyé con ternura
el misterio en la hoja.
Dice Sayuri que su paciencia
ancestral también tiene límite,
que no quiere enseñarme
nada más,
que otra vez,
otra maldita vez,
puse tu nombre.
El día que Sayuri me enseñó
que existen plantas de té
que viven en estado de penumbra
porque son cubiertas
por pantallas de caña
o grandes telas negras,
tés de sombra,
tés que crecen despacio
porque no tienen luz,
ralentizados,
tés que al cosecharlos
con la primavera,
en el paladar se vuelven
dulces como jade de rocío,
así dijo Sayuri,
jade de rocío,
ese día entendí
que el deseo
funciona como el té.
¿Oís, desde tu casa, el corazón del águila
que cruza en las alturas?
Cada latido mueve el aire.
Cada latido del corazón del águila
se propaga hasta tocar los álamos más viejos,
entra
en el ladrido de los perros,
toca el misterio de tu cuerpo sobre el mundo.
¿Te das cuenta?
¿Oís el corazón del águila?
Es igual al ruido de la muerte frustrada
por una ilusión espléndida.
Es igual a una ilusión espléndida
que rompe el pánico.
Una ilusión rapaz, depredadora,
igual que el corazón de un águila en el cielo.
La tuvimos una vez.
Sí, querido. La tuvimos.
Habría que darle forma escrita a ese sonido.
Haz un pozo en la nieve.
Con la punta del zapato, haz un pozo en la nieve.
Hunde con fuerza el pie.
Siente la forma en que la nieve
cede
frente al peso firme de tu cuerpo.
Quita el zapato del pozo.
Sacúdete la nieve del pantalón frío.
Mira el pozo.
Algo de pasto viven en el fondo.
Mira el pozo.
Podrías poner ahí tu corazón,
dormirlo como un pájaro en un nido blanco,
dormir tu corazón en un nido blanco,
sobre todo el invierno.
Mira el pozo.
Mira toda la nieve que lo rodea.
Mira la nieve que rodea el pasto
que vive en el fondo del pozo.
Tu coraje se parece al pasto
y eso es bueno.
Tu ilusión se parece al pasto
y eso es alentador.
Tu corazón se parece al pasto.
¿Qué hace tu corazón verde
en un nido blanco?
¿Cuántos siglos tarda
hasta que se cansa, se aquieta,
nos perdona, nos cancela,
nos olvida,
se hace la ciega y sigue
hacia otro amor
una mariposa?