Por Ximena López Bustamante*
Crédito de la foto la autora
Una huella en la roca.
5 poemas de Ximena López Bustamante
Inter-ruptus
Hoy me hice remolino en pestañas carmesí
………..mi llanto de culpable oculto bajo el silencio
………..lágrimas del otro esperando en una silla vacía
.……………….(volteo) nadie responde
………………..(toco) nunca nadie responde
Ya es mañana y el carmesí sigue siendo llanto.
Despidiendo mi última primavera azul
En medio de las albricias y el ansia
la consciencia primigenia de mi imaginario
pugna por la aceptación del dolor
para que el todo casi pulverizado
vuelva a mis ojos tabúes
Y es así que me empiezo a volver miedo cuajado de futuro
enfermo de lamento disecado por otra vuelta al sol
por otra pérdida de mi maldita hora azul
Otra tarde – verán ustedes – de porcelana sin néctar
Esa será mi última alianza sin mucha introducción
La flordelización terminará en este cambio de temporada
sin tener antes algún consejo sincero
porque – ahora –
me despido de mi última primavera con este juego permanente
de escritura:
Hoy tengo 23 y a mi cuna de inocencia jubilada
hoy mujer le dicen mujer.
Ticket hacia el poema
Alguna vez pensé en abusar de la libertad. Tomar la aquiescencia y comprar el ticket.
Cuando adolescente correteaba de esquina a esquina, libertad mía, ¿acaso me alcanzabas?
Veía perderte, interminable, de camino a casa, brumas de anhelos perseguidos y ciegos espantapájaros. Así espanté a mi fruto. Espanté mi riego y espanté a el sol.
¿Tengo acaso yo la culpa de huir? ¿de pisar mis pétalos al alzar vuelo? ¿de seguir esperando el viaje?
Culpen a estos ojos que ya no saben en qué botón posarse. Culpen al añejo pino que me abraza justo antes del aterrizaje de miedos. A la emoción del viento cuando mece mis cabellos como animal de domingo. Culpen al Texao hablador que desde el cañón me pide auxilio, grita mi nombre. Sí, grita y grita.
Hay una huella en la roca, el sonido de la catarata desdibuja el grito iridiscente del ave, agónico. Su guiño es un pacto a otra expedición. Es la sangre por aquel que me trajo hasta aquí. La piedad ya no pide al todo un poco de razón.
Apenas la veo, va por la esquina, cruza mi cuadra, remece las ramas del vecino, los perros ladran, el bus se va y este viento vespertino me recuerda que voy tarde y la libertad es algo que nunca conoceré.
Escala
Lasciva fresca degenerada
esta anagnórisis
recibe a la montaña
erguida
Los tejidos no se quejan son cataratas
Paisajes del gemido unísono
En una oculta melodía seductora.
Este canto sabe a vitalidad
efluvio subyacente regando el monte que ya no es montaña
porque ahora es río desembocando en tu ticket de viaje
Casi terminas
y aunque digas mi nombre
debo regresar.
El Maizal
En el fondo de esta inquietud
aguarda un espíritu muriendo en el renacer
oyendo siempre tambores oscilantes en lo íntimo de su cúpula
saboreando inagotable el resonar fragante de la inmaculada matriz divina
mas en el fondo de esta misma inquietud
hay una niña corriendo respirando
siembra su piel en el maizal.
Gigantes mazorcas custodiando el destino
cesando las lluvias espantando el peligro
recién aflora una gota para el can y una gota para la niña
dos aves vigilantes observan desde arriba
esos brotes de vida: su fruto – nos dicen – fueron la niñez cobriza
casi todo se cosechó a su partida
Llegó el día
me veo en el parpadeo del negro de mis ojos
la maravilla del exterior se abre y todo yace extinto
¡AY! Apártame del mundo sin dejar de amar
maizal no seas molino
no juegues conmigo me estoy agotando
mi cordura cayó pero mi eros existe
y tú también existes
porque culpable somos todos
salvo los gigantes que alguna vez fueron semilla
maestros de la vida y su cíclica muerte
Los pasos de mujer no son como los de niña
Seguiré, en silencio, tratando de oír lo que la brisa me dice
susurros de un eco relente
del vientre tuyo (madre) que me vio semilla en ella ser
chullpas hechas domos que forman mi gestación
y volverme a expulsar
para caer en este plano donde ser mujer
es ya no recordar el maizal
La niña sueña volver al domo de astros
supernova
esperando refugiarse dentro de alas mineral
con foráneas visitas de gigantes bailarines en sus tallos de oro
susurradores de lluvia
mañana
en el maizal
y así, en lo profundo, sea.