Un volcán congelado. 5 poemas de Ricardo Rizzo

 

La presente muestra de poemas fue publicada, originalmente, en el ebook bilingüe Inventar la felicidad. Muestra de poesía brasileña reciente (2016) con selección y notas de los poetas Tarso de Melo y Fabrício Marques y publicada por Vallejo & Co.

 

 

Por Ricardo Rizzo*

Traducción del portugués al español por Luis Aguilar

Selección y curaduría por Tarso de Melo y Fabrício Marques

Texto por Fabrício Marques

Crédito de la foto www.ruidomanifesto.org

 

 

Un volcán congelado.

5 poemas de Ricardo Rizzo

 

 

Sobre la poesía de Ricardo Rizzo

 

Con tres libros publicados, Ricardo Rizzo es uno de los más densos poetas contemporáneos, mostrando madurez rara desde su estreno, Caballo marino y otros poemas, 2002; en esto, el diálogo con las artes visuales y la literatura se destaca junto con los versos dirigidos a su estado natal, Minas —otro nombre para el misterio, entre la mitología y el sueño. En los libros siguientes, País en blanco y Estado de despejo, Rizzo afirma el poema como una construcción política (en el sentido estricto), al elegir los temas sociales en los que el ser humano siempre se coloca en el primer plano, en alusión a lo que Adorno llama «la vida dañada». Los cinco poemas seleccionados señalan esta característica de nuestro tiempo, de hombres divididos, heridos y sin ciudadanía, a un palmo de la barbarie. “Estudio para un código penal”, por ejemplo, presenta una especie de deliberación entre las víctimas de violación, de atentado violento al pudor, de asalto, de tortura, de genocidio y de pequeñas brutalidades diarias. Rizzo mantiene el pulso y la pulsación, tanto en los poemas más cortos como en los más largos.

 

 

5 poemas

 

Donde el dolor no tiene razón

 

Rosana perdió un brazo

recientemente

(mientras buceaba)

y le falta el rostro a Marcelo

después del accidente. Marina

no tiene útero, Cícero

vendió el bazo, Deborah

se raspó las rodillas en algún bar

de carretera.

Verónica enterró la lengua

junto con el abuelo

Eduardo decidió arrancarse

los incómodos dedos del pie

que acumulaban suciedad.

Estos amigos míos viven pidiendo

favores del tipo

“llévame al baño, ponme en la ventana,

alquila una película”

a los que yo me niego para mostrarles

la utilidad de cada parte

del cuerpo en que vivimos.

 

 

 

Alpinismo

 

El camarógrafo recoge las muestras por la orilla

del volcán congelado

—al lado

de la sala de tv

una hilera de sal

forma el rostro de quien quiero recordar

desierto de declives bruscos.

 

Hay panteras y panteras en esta noche

en que el odio mastica tela y tez

con sus navajas huecas.

 

Es como si se infiltrara en la ropa

de ella y sintiera secar su

sudor cuando se levanta

en el ómnibus

viendo ansiosamente

a alguien desde una fachada.

 

Este hombre por quien ella se mancha

y se ensucia y se perfuma de sus

propios olores y los

extiende por la piel

hasta ensuciar de alegría

los pliegues de las piernas donde a él gusta

restregar la barba

este hombre siente en el rostro la mancha

de luz que el día

orina.

 

Un alpinista sabría olvidar esta tarde en

que ellos se encuentran en un pequeño

apartamento

con sus relojes.

 

A cuatro mil sesenta metros de altitud

sabría reírse de un pájaro extraño

o esperaría un instante hasta

que el sol bajase

y retomaría los movimientos

a través de los cuales mantiene

sus manos atadas

al planeta.

 

El poeta Ricardo Rizzo.
Crédito de la foto: Chantal Castelli

 

Estudio para un código penal

 

La víctima de violación deseó

que su voz fuese un objeto cortante

de grosor indeterminado

con un borde más delgado y otro ciego, duro como la punta

de un acantilado, un objeto olvidado algunos años

pero recuperado, herrumbroso más útil todavía.

Con su voz, argumentaba, podría descifrar

las fibras de cada expectativa

como quien deshebra a cuchilladas

una carne cocida

y a cada palabra atribuir un corte

y con su voz abrir vaginas en la piel del violador,

vaginas y más vaginas.

 

La víctima de atentados al pudor no estuvo de acuerdo.

Prefería que a cada dedo suyo correspondiera

un peso específico en el mundo. Cavarlos en su ofensor,

trozos densos y cilíndricos de materia,

los pesados dedos podrían atravesar las costillas

con su propia densidad,

llegar a un núcleo imaginario

(abajito del verdadero corazón) cuya función simbólica

le interesaba más que las lentejas en la superficie

de una herida de piel.

 

Ninguna víctima de tortura se pronunció. La víctima

de latrocinio bostezaba, consultando obsesivamente su manual

de construcción de pozos artesanos. La víctima de asfixia y vilipendio

quiso contribuir, comentó que, en su caso, prefería las manos

convertidas en dagas. Pero no de cualquier tipo.

Dagas giratorias

que permitiesen también la navegación, además de labrar los

pulmones artificiales de los buzos,

llevando aire al fondo de las retinas.

 

Las víctimas de genocidio decidieron deliberar en bloque. Aventaron

sus manos entrelazadas unas con otras por hilos de acero revestidos

de una fina

capa de piel. Después, esos hilos de piel y acero,

ya unidos entre sí,

serían atados a puntas de tijeras de jardín

que a su vez

tendrían una especial elasticidad

de modo que permitieran al grupo, al separarse

en busca de abrigo seguro, proyectar

en el aire oscuro y húmedo

del pantano

una red de protección, una piel colectiva compuesta

por ráfagas de tijeretazos, firmes

más controladas, precisas, guiadas de algún modo

por impulsos neurológicos, pero deliberadas, duras

capaces de desmembrar las nubes químicas

aún a sabiendas de que ya las habría

respirado.

Las víctimas de tortura

tímidamente

sugerirán la utilidad de prever,

como hipótesis, al menos, la utilización de todos aquellos mecanismos,

desde su óptica muy apropiados,

en conjunto, de tal modo

que tijeras y vaginas

cuando fuese el caso,

pudieran juntarse, así como dedos y núcleos,

dagas y hebras de piel, si al final entendieran

la ventajosa cooperación,

en el caso de vilipendios, por ejemplo,

o detenciones ilegales,

conforme al caso,

o aún en el caso de tráfico

de armas blancas y aves exóticas.

 

Al fondo de la sala

la víctima de pequeñas brutalidades diarias

sin antecedentes

se levantó, fue hasta la orilla de la mesa,

bebió agua en su vaso de plástico,

comió frutas podridas.

Deseó que en su estómago cansado

chocaran líquidos contrarios

y una pequeña convulsión resultante

provocase una incomodidad,

un cólico último

antes del aborto.

 

 

 

Estudio para una crítica de economía política

 

Nadie habla ya

en la propiedad privada

de los medios de producción.

 

*

 

No obstante, su presencia

hace sentirse aún

cabra ciega esquiva

como piel que se viste

desmembrada en cortinas de espejos,

aunque no menos vívida.

 

*

 

Un día en una reunión

alguien pensó incluso en hablar

pensándolo apropiado

para la discusión, pero después decidió

que mejor no.

 

*

 

Remarcado en un libro didáctico

alguien tal vez

haya puesto atención al juego

entre los medios y las manos;

pero abajo de la frase

sucede que se perdía

el sentido de algo vivo, fuera del libro,

y lo que las negritas subrayaban

—y por eso huía—

era un ruido del pasado

próximo al carbón

después de usarlo.

 

*

 

Bajo el radar de cadáveres

ella no obstante navega

en cierto sentido hermosa, muy imprecisa,

vieja presa política olvidada en su celda.

 

*

 

La paz acelerada que la invadió

es el mismo sentimiento

en todas partes

en la planicie como en la hidrovía

por donde cargan minerales,

en los sindicatos de vigías;

es la paz de una daga usada

para cortar aquello que la cegara.

 

*

 

Pero ya no se habla, ni

entre la gente joven de las facultades,

del fantasma-propiedad

que la soledad experimenta

en la nave de la iglesia barroca

de una partícula de polvo

dejada ahí por alguien que visitara

una fábrica cerrada

donde antiguamente

se fabricaba la luz fría

que ilumina el infinito corredor del hospital.

 

*

 

La categoría salario

no puede competir

en poder argumentativo

con la categoría propiedad privada

de los medios de producción.

El salario es el hombre

en su dimensión de intestino

en tanto que la propiedad es el destino

de todo lo que mastica

como también de su saliva.

Una piel que se viste por encima

de las circunstancias conocidas

y sale en la radiografía.

El salario, al contrario,

retrata una arritmia

desde dentro del aparato:

espía, nada más, un coito maldito

de alguien que lo espera

con alguien que lo sacia.

 

*

 

La avispa que defiende el cráneo hueco en el altar barroco

se multiplica por instinto

programada para vengarse.

La mercancía se reproduce a propósito,

está atenta al movimiento que la embaraza.

La propiedad privada

de los medios de producción

es un altar subcutáneo

en que el objeto celebra

un odioso rito: arranca de su naturaleza

un viejo corazón de objeto

gastado de existir

desde la piedra rebanada

y lo expone a un público callado.

Al verlo fuera del cuerpo

vomita sobre él un nuevo dorso

y ese nuevo dorso gana una vida

mayor que la suya, y más libre,

en cuanto la antigua avispa lo sodomiza.

Aquí afuera eso acontece

siempre que alguien optimiza

las estrategias que reducen

costos de transacción.

Una avispa que visita

la oficina a esas horas

sodomizó el mismo día

el cadáver de un objeto

cuyo corazón expuesto

habita ahora

un nuevo cuerpo.

Si alguien sonríe en esa hora precisa

sabe que, en el fondo, aunque revuelta,

se celebra en el mundo subcutáneo

una fiesta muerta.

 

 

Travesti negra responde

 

a la investigación, a la manzana

a la flor y a la náusea

a la pregunta sobre el implante

al vidente, a los caracoles

a la camaradería sutil

al llamado para viajar

al citatorio para atestiguar

al caos del cajón de calcetines

a opciones de respuesta múltiple

a la perorata del dentista

a quien quiera, sobre su hijo

al guía turístico

a una entrevista a final de página

a algo que la incomoda (puede ser el viento)

si lo pide con cariño

a la guerrilla urbana

al agobio del interior del auto

a las majaderías de los muchachos inocentes

al dulce afán de entregarse al dolce far niente

a la carta que le envió su tía

al patio, al bendito

al teléfono de la asistente social

a alguien que la reconoce en la fila

al despertador chino

al insulto del cobrador

al pájaro sobre la laguna

al papel membretado

al frío de la ciudad de playa en julio

al albañil

a la oferta de un cigarro de mariguana

a la súplica del adolescente para venirse en su boca

al pedido de ayuda del sobrino que estudia

a la grabación distorsionada

a la cámara de seguridad

al cuestionario de la universidad

a la escenificación de Tío Vania

al email de la muchacha de la Fundación Getulio Vargas

a la invitación para almorzar en la plaza comercial

a la pregunta del guardia tímido

a la cera caliente

al tipo penal

a la investigación en línea sobre la calidad del servicio

al ser y al tiempo

mentalmente al billete en el cajero cagado

al vagón femenino

al silencio que barre las esquinas (y su búsqueda)

a las latas volteadas por los cabezas rapadas

a la sensación de náusea

a la sonrisa del anestesista

a la señal que le permite atravesar la calle

al parpadeo del alto farol

a la aguja que atraviesa la columna vertebral

a la encuesta del infiernito

al miedo de perder

al gas pimienta

a la certeza de que la trae parada

a la canción que prefiere en otro disco

al citatorio de la convocatoria

al test, al peso, al desfile

al mismo delegado del pasado mes

a las buenas intenciones

al aprendiz

a las ganas de orinar

al rugido de las tempestades

al interfón a pesar de estar cansada

a la mañana que parece impedir que sus ojos se abran

a la resaca en la Avenida Atlántica

al nombre en clave del sábado

a la encuesta a boca de urna

al eco de Egipto

al mal entendido

al muchacho del Instituto Médico Legal

a la división del trabajo

a la recepcionista del Miguel Couto

al expediente del agente

a los gritos y a los susurros

a la profesora de inglés

a la postal de Natal de Sueli (que está en Italia)

al ruido del objeto pasando cerca

al Eduardo Coutinho

al llanto al lado, en el otro cuarto

al muchacho del gas

que pide un beso

(la camisa raída, sin remedio)

para experimentar

a la solicitud de préstamo en efectivo

a la inspección sanitaria

al recado del contestador automático

a la maleza, hincada, bofetada y tales

a la pregunta de si está escuchando bien

a la pregunta de si está bien

a la desorientación alrededor

a la instrucción de calmarse

a la repetición tediosa de la pregunta

a alguien que quiere que muera

al estuario que invade la memoria

a la interpelación del portero

a la humedad entre los senos

al manglar, al cristal, al cuerno

al matorral, al galpón, al ensayo

al superior, al director, al asistente

a la maquiladora, al catrín

a la psicóloga, a la muchacha de la limpieza

a la vendedora sobre medida

a la súplica del superego

a la caja del supermercado

al organizador del evento

al anticongelante

al error de pronunciación

al hermano que viajó

a la madre sobre un proyecto

que no sabe quién fue

al mendigo que busca diversión

que no recuerda bien

al gps del taxi (en pensamiento)

que prefiere dormir de bruces

al llamado del alcalde

a su nombre de guerra

al olor, al desespero

al espejo del baño

al reloj de pulso

al dinero, al uso de él,

a la noche urgente de interés

educadamente

a las señales en el guion

a la dirección, al precio

al anuncio de empleo

como un murciélago antiguo

al ruido que retumba

la pared de las cosas,

la superficie, la navaja,

el abrigo.

 

 

——————————————————————————————————————-

(poemas en su idioma original, portugués)

 

 

Um vulcão congelado.

5 poemas de Ricardo Rizzo

 

 

Sobre a poesia de Ricardo Rizzo

 

Com três livros publicados, Ricardo Rizzo é um dos mais densos poetas contemporâneos, demonstrando rara maturidade desde a estreia, Cavalo marinho e outros poemas, de 2002; neste, a interlocução com as artes plásticas e a literatura se destaca ao lado de versos voltados para seu Estado natal, Minas —um outro nome para o mistério, entre a mitologia e o sonho. Nos livros seguintes, País em branco e Estado de despejo, Rizzo afirma o poema como construto político (no sentido estrito do termo), ao eleger como tema questões sociais em que o humano é sempre colocado em primeiro plano, aludindo àquilo que Adorno chamou de “a vida danificada”. Os cinco poemas selecionados afirmam essa característica de nosso tempo, de homens cindidos, feridos e sem-cidadania, a um palmo da barbárie. “Estudo para um código penal”, por exemplo, apresenta uma espécie de deliberação entre vítimas de estupro, de atentado violento ao pudor, de tortura, de genocídio e de pequenas brutalidades cotidianas. Rizzo mantém o pulso e a pulsação tanto nos poemas mais curtos quanto nos mais longos.

 

El poeta Ricardo Rizzo

 

5 poesias

 

 

Onde a dor não tem razão

 

Rosana perdeu um braço

recentemente

(enquanto mergulhava)

e falta o rosto a Marcelo

depois do acidente. Marina

não tem útero, Cícero

vendeu o baço, Débora

rasgou os joelhos n’algum bar

de estrada.

Verônica enterrou a língua

junto com a avó

Eduardo decidiu tirar fora

os incômodos dedos do pé

que acumulavam sujeira.

Esses meus amigos vivem pedindo

favores, do tipo

“me leve ao banheiro, me ponha à janela,

alugue um filme”,

que eu recuso para mostrar-lhes

a utilidade de cada parte

do corpo em que vivemos.

 

 

 

Alpinismo

 

O cinegrafista colhe amostras das bordas

do vulcão congelado –

ao lado

da sala de tevê

uma fileira de sal

desenha o rosto de que quero lembrar

deserto de quebras bruscas.

 

Há panteras e panteras nesta noite

em que o ódio masca pano e tez

com suas navalhas ocas.

 

É como se infiltrar no vestido

dela e sentir secar seu

suor quando se levanta

no ônibus

vendo ansiosamente

alguém de uma fachada.

 

Este homem por quem ela se mancha

e se suja e se perfuma de seus

próprios cheiros e os

espalha pela pele

até encardir de alegria

a dobra das pernas onde ele gosta

de esfregar a barba

este homem sente no rosto o borrão

de luz que o dia

urina.

 

Um alpinista saberia esquecer esta tarde em

que eles se encontram num pequeno

apartamento

com seus relógios.

 

A quatro mil e sessenta metros de altitude

saberia rir de um pássaro incomum

ou esperaria um instante até

que o sol baixasse

e retomaria os movimentos

através dos quais mantém

suas mãos presas

ao planeta.

 

 

 

Estudo para um código penal

 

A vítima de estupro desejou

que sua voz fosse um objeto cortante

de espessura não determinada

apenas com uma borda mais fina e outra cega, dura como a extremidade

de um penhasco, um objeto esquecido por alguns anos

mas recobrado, com alguma ferrugem, útil ainda.

Com sua voz, argumentava, poderia desfiar

as fibras de cada expectativa

como alguém desfia a facadas

uma carne cozida

e a cada palavra atribuir um corte

e com sua voz abrir vaginas na pele do agressor,

vaginas e mais vaginas.

 

A vítima de atentado violento ao pudor discordou.

Preferia que a cada dedo seu coubesse

um peso específico no mundo. Cravando-os em seu ofensor,

nacos densos e cilíndricos de matéria,

os pesados dedos poderiam atravessar as costelas

com sua própria densidade,

atingir um núcleo imaginário

(pouco abaixo do real coração) cuja função simbólica

interessava-lhe mais do que lentilhas na superfície

de uma doença de pele.

Nenhuma vítima de tortura se pronunciou. A vítima

de latrocínio bocejava, consultando de forma obsesiva seu manual

de construção de poços artesianos. A vítima de afogamento

seguido de vilipêndio

quis contribuir, recordou que as mãos, em seu caso,

as preferia antes transformáveis em facas. Mas não de qualquer tipo.

Facas tais que,

giratórias, permitissem também a navegação, além de deceparem os

pulmões artificiais dos mergulhadores,

levando ar ao fundo das retinas.

As vítimas de genocídio decidiram deliberar em bloco. Aventaram

fossem suas mãos interligadas umas às outras por fios de aço revestidos

de uma fina

camada de pele. Depois, esses fios de pele e aço,

já ligados entre si,

seriam ligados a pontas de tesouras de jardinagem

que por sua vez

possuiriam uma especial elasticidade

de modo a permitir que o grupo, ao se deslocar

em busca de abrigo seguro, pudesse projetar

no ar escuro e úmido

do pântano

uma rede de proteção, uma pele coletiva ela mesma composta

por rajadas de tesouradas, firmes

mas controladas, precisas, guiadas de algum modo

por impulsos neurológicos, mas deliberadas, duras,

capazes de retalhar as nuvens químicas

mesmo sabendo que já as haveriam

respirado.

 

As vítimas de tortura

timidamente

sugeriram a utilidade de se prever,

como hipótese, ao menos, a utilização de todos aqueles mecanismos,

a seu ver muito apropriados,

em conjunto, de tal modo

que tesouras e vaginas,

quando fosse o caso,

pudessem juntar-se, assim como dedos e núcleos,

facas e fios de pele, se afinal entendessem

vantajosa a cooperação,

no caso de vilipêndios, por exemplo,

ou cárcere privado,

conforme o caso,

ou ainda no caso de tráfico

de armas brancas e aves raras.

 

No fundo da sala

a vítima de pequenas brutalidades cotidianas

sem registro

levantou-se, foi até à mesa no canto,

bebeu água em seu copo de plástico,

comeu frutas que estragavam.

Desejou que em seu estômago cansado

líquidos contrários se cortassem

e a pequena convulsão resultante

provocasse um desconforto,

uma última cólica

antes do aborto.

 

 

Estudo para uma crítica da economia política

 

Ninguém mais fala

na propriedade privada

dos meios de produção.

 

*

 

Embora sua presença

faça sentir-se ainda

cabra-cega esquiva

como pele que se veste

esboroada em cortinas de espelhos,

embora não menos vivida.

 

*

 

Um dia em uma reunião

alguém pensou até em falar

achando que cabia

na discussão, mas depois achou

melhor não.

 

*

 

Em negrito no livro didático

alguém talvez

tenha reparado no jogo

entre os meios e as mãos;

mais abaixo na frase

acontecia que se perdia

o sentido de algo vivo, fora do livro,

e o que o negrito sublinhava

e por isso fugira

era um ruído do passado

próximo ao carvão

depois de usado.

 

*

 

Sob o radar de carcaças

ela contudo navega

em certo sentido bela, vaguíssima,

velha presa política esquecida em sua cela.

 

*

 

A paz acelerada que a invadiu

é o mesmo sentimento

em toda parte

na várzea como na hidrovia

por onde carregam minério,

nos sindicatos de vigias;

é a paz de uma faca usada

para cortar o que a cegara.

 

*

 

Mas já não se fala, nem

entre a gente jovem da faculdade,

no fantasma-propriedade

que experimenta a solidão

na nave da igreja barroca

de uma partícula de poeira

deixada ali por alguém que visitara

uma fábrica fechada

onde antigamente

se fabricava a luz fria

que ilumina o infinito corredor do hospital.

 

*

 

A categoria salário

não pode competir

em poder de explicação

com a categoria propriedade privada

dos meios de produção.

O salário é o homem

em sua dimensão de intestino

enquanto a propriedade é o destino

de tudo mais que a mastiga

como aliás sua saliva.

Uma pele que se veste por cima

das circunstâncias conhecidas

e sai na radiografia.

O salário, ao contrário,

fotografa a arritmia

do lado de dentro do aparato:

espia, apenas, o coito maldito

de alguém que o espera

com alguém que o sacia.

 

*

 

A vespa que defende a caveira oca no altar barroco

multiplica-se por instinto

programada para vingar.

A mercadoria reproduz-se com propósito,

está atenta ao movimento que a engravida.

A propriedade privada

dos meios de produção

é o altar subcutâneo

em que o objeto celebra

um rito odiado: arranca de sua natureza

um velho coração de objeto

gasto de existir

desde a pedra lascada

e o expõe a uma plateia calada.

Ao vê-lo fora do corpo

vomita sobre ele um novo dorso

e esse novo dorso ganha uma vida

maior que a sua, e mais livre,

enquanto a vespa antiga o sodomiza.

Aqui fora isso acontece

sempre que alguém otimiza

as estratégias que externalizam

custos de transação.

A vespa que visita

nessas horas o escritório

sodomizou no mesmo dia

a carcaça de um objeto

cujo coração exposto

habita agora

um novo corpo.

Se alguém sorri nessa exata hora

sabe que no fundo, embora torta,

celebra-se no mundo subcutâneo

uma festa morta.

 

 

 

Travesti negra responde

 

ao inquérito, à maçã

à flor e à náusea

à pergunta sobre o implante

ao vidente, ao búzio

à camaradagem sutil

ao chamado para viagem

à intimação para testemunhar

ao caos da gaveta de meias

a questões de múltipla escolha

à peroração do dentista

a quem interessar, sobre seu filho

ao guia turístico

a uma entrevista no final da página

a algo que a incomoda (pode ser o vento)

se pedir com carinho

à guerrilha urbana

ao assovio de dentro do carro

aos xingamentos dos garotos sem maldade

ao afã de entregar-se ao dolce far niente

à carta que lhe enviara a tia

ao terreiro, à benzeção

ao telefonema da assistente social

a alguém que a reconhece na fila

ao despertador chinês

ao insulto do cobrador

ao pássaro sobre a lagoa

ao papel timbrado

ao frio da cidade de praia em julho

ao pedreiro

à oferta de um cigarro de maconha

ao apelo do rapaz para gozar em sua boca

ao pedido de ajuda do sobrinho que estuda

à gravação distorcida

à câmera de segurança

ao questionário da universidadev

à encenação de Tio Vania

ao email da moça da Fundação Getúlio Vargas

ao convite para almoço no shopping

à pergunta do segurança tímido

à cera quente

ao tipo penal

à pesquisa online sobre a qualidade do atendimento

ao ser e ao tempo

mentalmente ao bilhete na caixinha com fezes

ao vagão feminino

ao silêncio que vasculha os cantos (a sua procura)

às latas viradas pelo skinhead

à sensação de enjôo

ao sorriso do anestesista

ao aceno que a dispensa de atravessar a rua

ao piscar de farol alto

à agulha que atravessa a coluna vertebral

à enquete do inferninho

ao medo de perder

ao spray de pimenta

à certeza de que o pau dele está duro

à canção que prefere em outro disco

à citação por edital

ao teste, à pesagem, ao desfile

ao mesmo delegado do mês passado

às boas intenções

ao estagiário

à vontade de mijar

ao rugir das tempestades

ao interfone apesar de cansada

à manhã que parece impedir seus olhos de se abrirem

à ressaca na Avenida Atlântica

ao codinome no sábado

à pesquisa de boca de urna

ao eco do Egito

ao mal-entendido

ao rapaz do Instituto Médico-Legal

à divisão do trabalho

à recepcionista do Miguel Couto

ao fichário do despachante

aos gritos e aos sussurros

à professora de inglês

ao cartão de Natal de Sueli (que está na Itália)

ao som do objeto passando perto

ao Eduardo Coutinho

ao choro ao lado, no outro quarto

ao menino do gás

que pede um beijo

(a camisa puída, sem jeito)

para experimentar

ao pedido de dinheiro emprestado

à inspeção sanitária

ao recado na secretária eletrônica

à rasteira, joelhada, tapa e quetais

à pergunta se está ouvindo bem

à pergunta se está bem

à desorientação ao redor

à instrução de se acalmar

à repetição tediosa da pergunta

a alguém que quer que morra

ao estuário que invade a memória

à interpelação do porteiro

à umidade entre os seios

ao mangue, ao cristal, à buzina

ao matagal, ao galpão, ao ensaio

ao superior, ao diretor, à assistente

à maquiadora, ao figurinista

à psicóloga, à moça da limpeza

à vendedora sobre o tamanho

à súplica do superego

ao caixa do supermercado

ao organizador do evento

ao anti-coagulante

ao erro de pronúncia

ao irmão que viajou

à mãe sobre o projeto

que não sabe quem foi

ao pedinte achando graça

que não lembra direito

ao GPS do táxi (em pensamento)

que prefere dormir de bruços

ao apelo do prefeito

ao seu nome de guerra

ao cheiro, ao desespero

ao espelho do banheiro

ao relógio de pulso

ao dinheiro, ao uso dele,

à noite aguda do interesse

educadamente

à deixa no roteiro

ao endereço, ao preço

ao anúncio de emprego

como um morcego antigo

ao ruído que reflete

a parede das coisas

a superfície, o canivete,

o abrigo.

 

 

 

 

 

*(Juiz de Fora-Brasil, 1981). Poeta. Magíster en Ciencia política y Doctor en Historia social por la Universidad de Sao Paulo (Brasil). Ingresó a la carrera diplomática en 2006. Fue editor de la revista de literatura Jandira (2004-2005). Recibió el Premio de Poesía Ciudad de Belo Horizonte (2004). Ha publicado en poesía Cavalo marinho e outros poemas (2002), Conforme a Música (2005), País em branco (2007) y Estado de Despejo (2014).

 

 

————————

 

 

*(Juiz de Fora-Brasil, 1981). Poeta. Mestre em Ciência política e Doutor em História social pela Universidade de São Paulo (Brasil). Ingressou na carreira diplomática em 2006. Editor da revista de literatura Jandira (2004-2005). Recebeu o Prêmio de Poesia Cidade Belo Horizonte (2004). Publicou Cavalo marinho e outros poemas (2002), Conforme a Música (2005), País em branco (2007) e Estado de Despejo (2014).

 

 

Vallejo & Co. | Revista Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE