Por Augusto Rubio Acosta*
Crédito de la foto Diana Olivares
Un nudo incandescente.
5+1 poemas de Augusto Rubio Acosta
Morning view
Ya nada me pertenece
que no sea la falta de sueño
el bajarme de la cama
y espantarme ante el espejo
con las nuevas canas
que me ha entregado la vida
nada es mío
sino los cabellos de mi amada sobre el piso
los que recojo con el temblor de manos
que ya no disimulo
con la rítmica e involuntaria
agitación de mi existencia.
Soy el hombre que va por la ciudad
como acercándose al ataque cardiaco
que le espera
que se toma un café en lo alto de la plaza
pensando en sus pulmones
¿en qué tiempo dejaré de ser
un nudo incandescente
el derroche de la angustia
frente a la erosión del horizonte?
¿en qué esquina del calendario
y a la orilla de qué memoria
sobrevivirán mis palabras?
¿en qué mirada enceguecida
será posible auscultar la madrugada
mi pie dormido en los trastornos
y dolores del lenguaje
el vértigo el vacío
la incertidumbre?
Ya no soporto la noche
ni ir a trabajar
el largo rumor de una vida en los márgenes
la hora es lenta y los días densos
donde se enhebra la palabra
donde el alba es un libro abierto
y la poesía un acto de buena voluntad
sólo hay calles polvorientas
y malecones pestilentes por donde ando
mi existencia es un invento
no un asunto de válvulas
insuficiencias o latidos.
Puente Eguiguren
Para Paul y Josemaría
mi palabra y esperanza
¿Por qué es azulada la noche
en el quinto puente
cuando se agrava el desborde
las lluvias
el rezumar de mis heridas
cuando el invierno ingresa en mi pecho
y se vuelve a fatigar mi rojo corazón?
¿Por qué se troca de nuevo mi voz
en sollozo impecable
[entrecortado]
a r r í t m i c o
en aullido salvaje
en nostalgia infinita?
¿Por qué al mirar Castilla desde el puente rojo
siento ofrecer mi humilde dignidad
a los soles del mar teñidos de esplendores?
¿por qué el río la ciudad y sus crepúsculos
me son ajenos y negados?
¿por qué me entrego a la indómita y salvaje Piura
donde se hunden mis canciones
al aroma del cabello de mis hijos
a sus miradas que acarician
a mi pálida sombra deambulando en las riberas?
Internarme en el desierto
tras haber recolectado flores
ha sido siempre lo mío
al cruzar las estepas
he de abrazarme a los árboles.
Si me abrieran el pecho
Si me abrieran el pecho
el corazón de un tajo
hallarían el aroma de mis flores rojas
el temblor de la tierra
y el sonido de la lluvia
el rumor de los ríos desbocados
si me abrieran el pecho
estallaría mi aorta
sangre oxigenada brotaría
de mi aurícula izquierda
para teñir las hojas de los árboles
las calles de Palermo
los odios de clase y mezquindades
de mi patria
el campo de batalla que tengo adentro
la vida mal escrita y perdida
Si me abrieran el pecho
se acabarían mis palabras
la más espléndida canción jamás interpretada
el aire matinal y el resplandor del sol
que una vida busqué en tus ojos
donde siempre habitó mi destino
si me abrieran el pecho
si tan sólo lo intentaran
hallarían también una chaira
venas y arterias rotas
así es mi corazón
ese que tienes contigo.
Canción del indocumentado
Yo nací en un país
donde nadie supo mi nombre
sin derecho político alguno
tampoco fui ciudadano
tras mi muerte
los forenses se preguntaron quién fui
escarbaron en vano entre mis huesos
en las regiones de mi cuerpo
donde experimenté dolor y sufrimiento
donde el riesgo o gravedad de mi existencia
se podía ver en sus miradas
en sus rostros vacíos
en los graffitis de las calles
donde marché junto a mi amada
y en los zapatos de quienes vuelven
de los pueblos lejanos y olvidados
donde fui feliz
recogiendo y adocenando flores en los crepúsculos
mientras pensaba en el futuro.
Yo nací en un país
donde antropólogos, psiquiatras y científicos
miraban al cielo en silencio
mi madre me parió en una tierra intensa y amarga
donde la policía le dispara a los que gritan
mi país es una fosa clandestina
es jerarquía y ruptura
anhelo de justicia y ritual
alrededor de un cuerpo exánime
es el mar adonde arrojan los cadáveres
también es fuego rebelión y memoria.
Yo nací en un país inexpugnable a la luz
jamás pedí venir al mundo en una comarca heterónoma
nadie nunca sabrá mi nombre
pero este el lugar que amo
a veces cuando duermo me permito soñar
y otra es mi emoción
mi alegría
mi destino
mi canto.
Hoy caminamos
Para Azucena
raíz y savia de mis días
Hoy caminamos mucho
como cuando éramos niños
en épocas y ciudades distintas
y no nos conocíamos
de Palermo al Centro Histórico
nos hemos visto a los ojos
y he sentido el humano deseo
de abrazarte y llorar
de desatar el grito de mi sangre
el canto de este tiempo desconocido
doloroso y trenzado
que atraviesa la memoria y mis huesos
Hoy caminamos
mientras hablabas de plantas y animales
tras la luz entre los árboles
de tu mano entendí
por qué vivo y muero cada día
por qué el mundo termina y empieza
en la lluvia el viento y los mares
donde sucumbí a tus pezones
convertido en antorcha
en jinete de relámpagos
en la metralla de luces que circula furiosa en mis arterias
alrededor del mundo sutil e ingrávido
de tu sonrisa
de la vida que he decidido
que sostiene el andamio
de los días que me quedan
Hoy caminamos demasiado
mañana me tumbaré en la hierba
para afinar la voz
para volver a verte a los ojos
para cantarle a la alegría a las aves
a los naufragios.
Día 4
Como los indios
pongo el oído en el suelo
para saber lo que viene
como al principio de los tiempos
cuando los sonidos dominaban la tierra
el silencio y el estrépito interior
en tensión y contrapunto
deciden la vida
Yo no tengo una caña hueca
para soplarla y avivar el fuego
el bramido del viento
para hablar con mis antepasados
o invocar a la lluvia
aprendí a interpretar mis ruidos biológicos
al compás de las mareas
de madrugada
al plegarse las montañas
con temblores intensos
al estallar la tempestad
Pongo el oído en el suelo
y duermo boca abajo
para proteger mis pulmones
para evitar que sus sacos de aire
se llenen de fluido
para aferrarme a lo que escribo
a quienes amo
a lo que tanto me ha costado
en términos de experiencia
Yo sólo tengo una máscara
pegada al rostro
y un inhalador que me permite
atomizar las palabras que quisiera pronunciar cuando estornudo
cuando me duele el pecho
me falta el aire
cuando acelera el corazón
ante tanta incertidumbre.
*(Chimbote-Perú). Escritor, gestor cultural y periodista por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Ha publicado los libros de poesía Inventario de iras y sueños (2005), Mi camisa de comando (2007), Poquita fe (2010) y las plaquetas Poemas de los días en que hablaba con el mar (2014) y El arte de remontar la zozobra (2018); y, en narrativa, Avenida indiferencia (2005), Mundo cachina (2007; 2013), Habla, San Pedrito (2011; 2019), Fraga (2015) y La peste que te habita (2020). En la actualidad, trabaja el poemario Fervor de la memoria.