Por Aurora Camacho de Schmidt*
Crédito de la foto (izq.) www.penncharter.com /
(der.) Ed. Dharma Books
Un mar de sonidos, un mar de sentidos:
Asgard (2017), de Roger Santiváñez
En la primavera del año pasado, poco antes de que nuestro buen amigo el poeta Carlos Trujillo se despidiera no sólo de la Universidad de Villanova sino del estado de Pennsylvania para reintegrarse a su querido Chiloé, tuve el gusto de presentar el libro de casi veinte poetas latinoamericanos que viven en Estados Unidos y cuya producción se da fundamentalmente en español, bajo el título de La Tinusa.[1] Es un título que bien le puede haber dado el compilador Arturo Dávila, pero que en su barroca hibridez nos parece apropiadamente santivañeana. Quisiera repetir las breves palabras que le dediqué a este poeta en ese momento.
“En la poesía de Roger Santiváñez encontramos una avidez por comunicarnos algo urgente que no se deja asir con facilidad. Hay en su obra una presencia tutelar vallejiana, pero no se trata de una influencia directa o una copia de métodos. Es más bien el esfuerzo de hacer decir a la lengua algo difícil de expresar, lo cual puede conducir al poeta a violentar la sintaxis. Los lectores tienen que escuchar, dejar que el poema haga su trabajo fuertemente sonoro, aliterativo, musical antes de cantar victoria y pensar que ha captado el poema en su hondo significado. Pero la superficie visual del poema es impecable: los versos bien medidos provocan algunas veces que la palabra se quiebre no sólo entre dos líneas, sino dos estrofas.
La memoria de Roger Santiváñez ubica y desubica al sujeto hablante, o superpone planos del Perú en lugares del enorme país del norte. Hay que decir además que Santiváñez es un poeta del amor. Varios de sus poemas, lejos de estar cifrados, se ofrecen como una narrativa sencilla y cálida de la memoria conjurada instantáneamente por la visión de un espacio semejante a otro que se vivió en el pasado; ahí una persona amada sostiene la integridad de la escena y la eleva a una visión nítida y emotiva.
El énfasis en color y sonoridad del lenguaje acercan al poeta a la tentativa modernista, pero está lejos de ese movimiento en su decisión de alcanzar cargas profundas de sentido existencial. Se trata de poesía letrada, pero hay valores orales en ella de gran valor”.
Por entonces yo creía que Roger Santiváñez buscaba enfatizar la perfección sonora de sus poemas, construidos con gran arte y artificio. Pero al continuar leyéndolo y mirando algo de la amplísima producción crítica que rodea su obra, he llegado a ver que si el peso sonoro, colorido y contradictorio de las palabras le resulta indispensable, el poeta está yendo a pescar poesía a mares todavía más profundos. Jill Kuhnheim, una de las agudas estudiosas de Santiváñez, explora la fusión entre lo sagrado y lo erótico en su poesía, por ejemplo, algo que nos lleva directamente al Siglo XVII español. Y entrando en este siglo, el del barroco, Kuhnheim nos ofrece una cita del poeta al respecto: “El neobarroco para mí ha significado un gran impulso creativo, un inmenso horizonte que se abre ante las múltiples posibilidades del trabajo de lenguaje en poesía”.[2] Así, podemos ver que la tentativa del lenguaje que llama la atención a sí mismo exige una segunda mirada. Roger Santiváñez fue miembro fundador de La Kloaka, y se adhirió desde lejos al movimiento neobarroco/ neobarroso/ neoborroso del argentino Néstor Perlongher, que en su propia enunciación ejemplifica la deliciosa manera en que algunos poetas aprendieron a jugar con las palabras y a la vez someterlas al rigor de la significación y la capacidad de transmitir fuertes cargas emotivas.
Roger nació en Piura, región costera del norte de Perú, en 1956. Sus provincias son Ayabaca, Huancabamba, Morropón, Paita, Piura, Sechura, Sullana, y Talara. Las menciono para marcar la lengua quechua que este poeta habría escuchado desde pequeño, no como algo exterior, sino en las pulsaciones de su propia sangre, como habría dicho José María Arguedas. Estudió literatura en la Universidad de San Marcos en Lima y obtuvo el doctorado en Temple University, habiendo emigrado a los Estados Unidos en el año 2001. Vive y escribe en Collingswood, New Jersey. Entre 1979 y el día de hoy ha publicado dieciséis libros de poemas, dos de ellos como compilaciones de su propia obra. Afirmamos con toda seguridad que ha estado en un máximo control de su juego, at the top of his game, como se dice de los grandes beisbolistas, desde hace algunas décadas, y que sigue conquistando nuevos espacios poéticos en su disciplinada propuesta.
Quiero ahora presentar un poema de 2004 que sirva de base a los comentarios críticos.
Adonáis
Lienzo lamido lexus puedo contemplar
Purísima aparición religiosamente viva
Pace rebaño en el silencio del cordero
Visor encarnecido rombo de rodillas
Coelis sanctus en descomposición
Gema jerma ábrete corral corrido
Warike lampo cachina huida
Lámpara ampara Mara
Mármara murmura radio futura
Hiera herida hiende tu risa
Freshca free frágil preferida
Frugal aposento de la nueva especie
De Eucaristía (2004)
Recordamos a otro poeta de New Jersey, William Carlos Williams: “It is hard to get the news from the poem, yet men die miserably every day for lack of what is found there.”[3] La dificultad de acceso a un poema como “Adonáis” se conquista leyendo con atención, en voz alta o con los ojos, una y otra vez, dejando al poema actuar, y sin esperar reducirlo a un significado simple.
El profesor Luis Fernando Chueca, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, cita a Antonio Mazzotti al denominar la postmodernidad del discurso de la poesía neobarroca, “registro esquizoide”. Explica Chueca: “Se trata de una modalidad de escritura poética que apela en este caso a los rasgos de desarticulación y descentramiento extremos”. Es decir, no hay discurso orgánico.
Chueca se refiere al caos del Perú en los años ochenta como uno de los detonantes de la poesía fracturada. Habla descentramiento, hibridez y multitemporalidad como las características de la propuesta literaria de ese momento, y añade un concepto del maestro Antonio Cornejo Polar: la «heterogeneidad de los sujetos migrantes», para explicar la resistencia semántica de la poesía de Santiváñez, su aparente falta de significación obvia Mirando de cerca uno de los poemas de Roger Santiváñez, dice Chueca:
“Es solo, y así parece expresarse en el poemario, una crispada enunciación individual e intransferible cuyo tráfico con la oralidad popular, lo marginal y lo lumpen le ha permitido (y con él a los lectores) una mirada más honda y una crítica más aguda, pero que no busca articularse en una visión de nación alternativa a la de la fracasada nación peruana, sino apenas sobrevivir imaginando, desde el abismo de su estallado universo verbal, energías precarias de transformación, vida plena y amor.”[4]
En un artículo corto que es más un homenaje a Cornejo Polar, Santiváñez mismo añade, citando a su maestro:
“En palabras de Cornejo Polar, nos referimos al ‘carácter de una realidad hecha de fisuras y superposiciones, que acumula varios tiempos en un tiempo, y que no se deja decir más que asumiendo el riesgo de la fragmentación del discurso que la representa y a la vez la constituye’. Desde este planteamiento el sujeto latinoamericano debe poder reconocerse ‘no en uno sino en varios rostros, inclusive en sus transformismos más agudos’”.[5]
El poeta de Piura va a reconocerse en otros rostros bajo el “transformismo más agudo” que se pudiera pensar, todo en busca de un lenguaje auténtico y poderoso:
“Yo vivía obsesionado con ese lenguaje [el de ‘los grandes poemas conversacionales de América Latina desde Parra, Cardenal, Lihn, Cisneros, Pacheco, Dalton’] con esa idea de hacer un poema con las palabras de la vida diaria, con los elementos domésticos de todos los días. Pero si en un momento yo me empapé de todo ese lenguaje, y quería moverme en él, también comencé a pensar que tenía que radicalizarlo; o sea, ‘¿dónde está el habla más viva?’, dije. El habla más viva está en los barrios, en las calles donde habla la gente, en las esquinas. Y dentro de eso: ‘¿cuál es el habla más radical?’, la del lumpen, la jerga del lumpen. Entonces me metí al lumpen, me metí a investigar, casi me convertí en un lumpen para poder dominar ese lenguaje, dominar ese territorio y ahí escribí Symbol. Symbol es el producto, cuando el lenguaje ya me había copado.”[6]
Una palabra breve de introducción a Asgard (2017). Si miramos el título, es un anagrama de “rasgada” pero encontramos las letras o los fonemas que necesitamos para escribir y decir agradas, rasgas, gradas, sagrada, sagradas, o en inglés: g[u]ards, drags, gas, rags. Y con la fuerte parte final del título, “ard”, que no es sílaba en español, pero sí lo sería en inglés, recordamos palabras como arder, ardor, arduo, ardent, arduous. Igualmente, con el subtítulo interior, BARMOS, reorganizamos el anagrama sombra y podemos componer los sustantivos y verbos rabos, bramo, bromo, bar, bramamos, sobra, sobramos, sobar, robar, somos, sabrás.
No voy a entrar en los poemas porque ese es el trabajo de Roger Santiváñez. Sería fácil afirmar que el poeta está jugando y que persigue crear un sonido poderoso, seductor del oído de sus lectores, una música de las palabras. Pero su propuesta es ésa y es mucho mayor. Esta poesía dice y sus decires son significados de largo alcance. Está buceando en un océano de palabras que también es un océano de significación. Podría afirmarse que en sus mejores poemas recientes Roger Santiváñez rescata el lenguaje, lo limpia al sumergirlo en formas que le permiten comunicar, vibrar, ser sin contaminarse de la mugre de los signos puestos al servicio de la ideología o los intereses financieros, la no-vida. A la vez nos invita a recordar, adivinar, mirar, escuchar, reconstruir, sentir de nuevo, la tarea más singular y antigua de los grandes poetas, y al hacerlo, Roger nos invita nada menos que a otra forma más abundante y limpia de simplemente ser.
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[1] Arturo Dávila, compilador. La Tinusa: poetas latinoamericanos in the USA (México: Secretaría de Cultura, 2016).
[2] Jill Kuhnheim. «Para seguir encontrando lo extraño: la poesía reciente de Roger Santiváñez.» en Notas 17. http://www.laboratoriodeescrituras.cl/para-seguir-encontrando-lo-extrano-la-poesia-reciente-de-roger-santivanez/
[3] William Carlos Williams, “Asphodel, That Greeny Flower and Other Love Poems.” (New York: New Directions, 1955)
[4] Luis Fernando Chueca, Discurso esquizoide, violencia política y nación en Symbol de Roger Santiváñez. Mester 44:1 (enero, 2016), 19-50.
[5] Roger Santiváñez, “Antonio Cornejo Polar: un maestro fuera de serie.” Texto leído en el homenaje a Antonio Cornejo Polar de la Universidad de Temple. Septiembre de 2007.
[6] Roger Santiváñez en entrevista con Antonio Ochoa. “Acabar con toda la represión: entrevista a Roger Santiváñez”. Inti: Revista de literatura hispánica 1:81 (Abril, 2015), 563-573.