Por Matías José Morales*
Crédito de la foto el autor
Un lugar siempre cambia.
5 poemas de Matías José Morales
Isis, no mires
los ojos de los muertos
La razón suficiente
para decapitar en la plaza
buscando el control del agua, radica
en la mirada que se da
desde el suelo. La sangre, la firma:
el deseo de ser más grande.
Ahora la cabeza
boquiabierta anuda las trenzas
de un acongojado ser humano.
Es inmenso, su cuerpo
el mundo entero, un puro aliento
de gracia. La ballena salta
—cansada del falso grill:
micro plástico— sobre el cielo
y lanza su grito de protesta
que suena similar
a las pesadillas de la abuela.
No acostumbra a ser del aire
sino de los sedimentos.
Su cabeza enterrada
en el cuello es el tallo, el grito
de la ballena saltando:
la flor del canto marsupial
o una meada sobre la alfombra.
Es una unión geocéntrica que abre
bocas con su gata hidráulica
para dar de comer realidad enlatada
y un grito en la desesperación:
“todo es pegamento
hace años, eres del suelo”.
Si el país se llama basura, su
capital deben ser las bolsas
plásticas que lo contienen
Tres o cuatro farmacias
por cuadra, hablan de un lugar
que siempre puede ser peor.
Ropa nueva transita calles
orgullosa de que: en el futuro próximo
será donación viajante
en turismo caritativo con la ceniza.
Un lugar siempre cambia, como todo
en el país donde se usa
cualquier recoveco de novel basurero
y la boca, bello espacio vacío:
depende del lado de la pared
en el que se duerme.
Un beso entre
hombres peludos
..El de la izquierda
pone sus manos en pro de la contención
una en la espalda
y otra en el pecho de su amante.
Pareciera entender lo efímero del momento:
y quisiera retener o contener un gas.
Infortunio termodinámico
saber que el gas se expande con calor.
El de la derecha, con los ojos entre abiertos
evalúa lo honesto del momento.
Su mano desciende hacia el pene izquierdo.
Lo confirma, es real:
el roce del pelo, lo etéreo del bombeo.
Inmediatamente lo comprenden.
En el amor y el pelaje, no hay límites fijos.
Uno más, uno menos: no te vuelven calvo.
Ambos cuentan sus pelos y amores.
Tantean recuerdos como ciego
en un casino de Nevada.
La imagen se amplía
y vemos que se encuentran en Roma.
¡Todos los caninos llegan a Roma!
Son dos lobos vengándose de Rómulo y Remo.
Licántropos criados por un humano
domesticado por paredes
adicto a ventanas
separación
y nostalgia.
(de 666 dislikes)
Día 21
¿Quién le pegó
un balazo a los cetáceos?
Será culpa de Aristóteles
por partir lo real a la mitad (A=A).
Las estatuas en la plaza de armas
son la prueba viviente
de que medusa
fue empleada pública. Años boleteando:
murió vieja y pobre.
Los ojos llenos de cataratas.
Sin fuerzas. Una mirada perdida
que ya no fabrica más que polvo gris.
Le hablé de sus grandes obras:
hombres tiesos. Burgueses / ceniceros
el frío del invierno. Ella me habló
sobre lógica absurda, dañina.
A través de su piel ya fina, escamosa:
hizo preguntas sobre el mar.
Día 13
El piso vacío de pliegues:
la lengua se desliza
por la monotonía de lo liso.
Pobre hombre flaco y filósofo
cuenta átomos nucleares en oraciones
de sus delirios. Falla el hígado:
relaciones falsas, defectuosas, vacías.
Descontrol de impulsos: platillos voladores.
Háblame perfecto. En total ausencia del sentido
solo quedan ideas vagas.
Ensoñaciones de mago noble.
Sistemas de control astral.
Torres vibrantes bajo panópticos
extra-físicos. Son millones las razones
para seguir latiendo.
La idea de los dragones:
celdas cargadas en el movimiento
toroidal de las mandíbulas
diciendo cosas al vacío.
Es la condición en la edad de oro:
agua, bancos, corrientes, palabras.
Letras muertas sobre papel
inspiran respeto: sectas de amor
culturalmente aceptadas.
En el sexo y el lenguaje
escaleras desechables.
(de El perro que habla)
*(Talca-Chile, 1988). Poeta, plomero y psicólogo. Ha colaborado con revistas digitales y publica sus poemarios en el blog www.reflejosmorales.wordpress.com