Por Jair Cortés*
Selección de poemas Iván Méndez González
Crédito de la foto www.noroeste.com.mx
Un lenguaje líquido.
21 poemas de Jair Cortés
Ahí, dicen que en la orilla el agua
Ahí, dicen que en la orilla el agua es sangre,
corriente anónima de fuerza parecida a la de un río.
Y no es un río,
sino una lágrima
acaso derramada por Dios
o por la bonanza de una época divina.
La gota de luz invade todo espacio,
lo negro se vuelve menos negro,
no profundo,
devuelto a una claridad,
a un deslumbramiento.
Ahí, en esa célula de tiempo,
En esa marea lenta
(por momentos abrupta),
en ese piélago desconocido,
lenguaje líquido,
palabra,
carnal desaparición de los miedos
en donde se funden esencias más probables
de un polvo más pesado que el oro,
en donde la arena es manecilla
pendiente siempre de la llegada de la lluvia.
En ese río que no es un río
y en esa lágrima no lágrima,
según dicen
comienza la vida.
(De A la luz de la sangre)
Fósiles
Para Omar Martínez Verde
I
Atardecemos.
El arco de la luz se disuelve lento.
¿Qué son las alas y para qué sirven?
Por la piel escurre el ámbar,
la edad que llegará cuando dejemos al frío en simple sensación,
cuando los trópicos existan sólo para los hijos de nuestros hijos,
cuando el dinosaurio sea la escama de la tierra
y nosotros fósiles,
cuna de petróleo;
acaso cuna de nostalgia.
II
Las alas podrían ser una extraña manera
de nombrar los pétalos de algunas flores;
el esfuerzo de la oruga
que dejó en sí misma una vida de anhelos
y de piedra.
III
Tarde se descubre la primera arruga.
Demasiado tarde,
cuando demasiado es un don en lo fugaz.
Tarde es en la nuca
de quien se recuesta para morir profundo
sobre el pecho de su tumba.
IV
Dicen que las alas son un instante,
una mueca gris,
tardía,
y son quizá el destino vegetal de la libélula,
los brazos de una nave antigua,
los remos de la barca perdida en el fallido cálculo
de su destino.
Yo digo que las alas
en algún tiempo fueron campanas,
volaron alto
y descendieron para morir en los oscuros pozos.
Yo digo que las alas no existen,
porque la tarde es un instrumento de la memoria para recordar la vida.
Un espejismo.
Una silueta en el colmo de la mente.
Dicen que las alas son quizá el último beso en la frente del náufrago.
Dicen de las alas,
y de nosotros,
viejos sueños,
fósiles y sin alas,
nadie,
nadie dirá nada.
Dios
Quien quiera que seas,
en el lugar en que estés,
trata de ser ausencia,
para evitar estas preguntas,
para que este monólogo no nazca,
para curar mis heridas sin respuestas.
Como te llames,
llámate nada,
por mucho poco.
Del color de tus labios,
del cielo que hayas visto,
olvídalo todo;
que tus ojos ya no lloren por el espejo,
alza las manos y húndete en ti,
hasta el fondo,
para ser eso que ya no eres.
Quien quiera que seas,
cierra para mí tu puerta,
por venganza o por miedo.
Vacía tu memoria.
Como se llame tu patria,
levanta la bandera del destierro,
calla,
no hables…
Quien quiera que seas
si posees voluntad,
ya no me duelas.
(De Dispersario)
Poema de amor
Altas torres, cumbres de concreto,
¿de qué sirvieron si el cielo estaba entre nosotros?
En el paisaje que provoca un ahuehuete en medio del campo
y en la mujer que mira ese paisaje
y en el hombre que mira a esa mujer.
(De Nubes despiertas)
Atrios
I
Alguien superior a nosotros,
el fuego innombrable,
eterno,
nos odia.
Nos odia al amanecer
y nos lleva hacia la noche matadero.
Algo
o alguien
está odiándonos,
aquí mismo;
de lo contrario
no se explica este sufrimiento.
II
Piensas en el lago,
en su orilla,
y no concibes que una piedra
pueda alterar su quietud.
Miras la palma de tu mano
y una piedra reposa sobre ella:
esa verdad llegará a ti algún día,
esa piedra que ahí ves y ahora no pesa
es el juramento de que el mal existe,
y sólo espera,
y solo es piedra…
III
El que ama a Dios
hallará delante la misma paz de aquel que lo odia.
El que nada tiene
perderá lo mismo que pierde el que lleva al hombro la carga de la virtud.
El despojado de sus bienes no quiere saber de abundancia,
porque su pie está en el suelo
y porque sabe
que nada que posea el hombre
podrá llamarse riqueza.
IV
Tuyo es mi odio,
Tuya es esa lágrima que ahoga desde los ojos hasta los puertos.
Tuyos son el vientre del volcán
y el beso de la alabarda en el cuello.
Tuya será mi muerte
cuando yo muera.
V
Asómate al río turbio del hubiera
Mira cómo se aleja la posibilidad
Al final se quiebra
Entonces
Comprendes que nada en el odio
puede contagiar la sencillez de una línea recta
(De Caza)
Digo mi historia
Digo mi historia
y es la historia de otro
vista por mis ojos
océano que se rompe en la palma de las manos
carne que tiembla
Caigo en mí mismo y me levanto
los nervios a flor de piedra
No soy yo
sino el verdadero
Cuento mi historia
y es la historia de otro
enredado en el sin fin de la luz y del delirio
Lo eterno
es un río que no conozco …
Ya es hora
Ya es hora
¿Qué tiene el hombre en sus manos que el tiempo es sólo tiempo?
No me duele partir,
me duele quedarme,
irme,
partirme en varios caminos,
desgajarme en otras voces,
a la misma hora,
y con un solo nombre.
Es verdad que me quedo,
no me lloren
también ahora
me he marchado.
(De Tormental)
Enfermedad de talking
Puso incendio para el café,
quitó la tapa del cerillo
y se sacudió los perros de la cabeza.
La ventana de su librero
dejaba entrar la caja vieja de zapatos
que días antes había visto envuelta en el diciembre agrio tostado del vaso.
Miró su rostro en el cajón:
sintió entonces la pintura correr por su latido,
ánimo del suelo el de su cuerpo recostado sobre la fina azotea comprada en Venecia.
Preguntó por ella:
respondió el toc (tic tac) toc de un pájaro que voló dentro de la licuadora.
-No sé más de mí-
contestaron las voces terribles de su gripe
que, a estas alturas de la fragancia,
habían ya cocinado una pasta compuesta con letra de molde.
Dijo adiós,
pero un ligero, casi imperceptible bosque,
le abrazó de pronto, y ella, de sí,
volvió otra vez a lo real
y contempló la cuchara ciega
que buscaba, esta vez,
azúcar por encima de la mesa.
La canción de los que empiezan
Para Leonardo Bazán Velasco
La canción de los que empiezan
la van cantando los que ya terminan
el canceroso
el que pronto no tendrá pulso
para abotonarse la camisa,
el que confundió la gripe con el enfisema
(ese ya va acabando su vida gracias a las ideas).
Los que van terminando
cantan la canción de los que empiezan
y dicen
seis cinco cuatro
en sentido contrario van cantando
y alzan la voz para abajo
inclinan la cabeza y soplan hacia adentro
escuchando ese pitido en el oído
ese aviso misterioso
que les anuncia una ida al baño
la belleza del agua sólo otra vez,
una última fumada.
La canción de los que empiezan
la cantan los que ya terminan
van contando
tres dos uno
y para atrás
para atrás hacen piruetas
mientras, los que empiezan,
se asombran y dicen
–oh, tanto amor a la vida,
ellos tan casi muertos los que ya terminan,
tan a punto de irse-.
La canción de los que empiezan
la van cantando los que ya terminan
y los que recién están en la cuna del amor
murmuran
-Si a mí me pasará, ¿te imaginas?
Si fuera yo viajaría,
si fuera yo me mataba,-
por eso no cantan la canción,
porque no se saben la tonada todavía.
Ah, y la canción de los que terminan,
¿quién la canta?,
en ese silencio oscuro,
en ese momento en el que entran por los pies,
despacito, sintiendo ese frío,
esa ligera paz extraña e inmediata,
dejando atrás a todo el coro dejando,
atrás la canción,
soltándole la mano, como no queriendo,
a los que empiezan.
Nueva burocracia
Vivo en una rara idea.
Dos veces al día me alimento de sol,
agua y carne (in medias res) cruda.
No distingo (aquí) la noche del día.
¿Jaula? ¿Circo? No hay nada similar a mi casa.
Cangrejo moribundo
en espera de otra muerte que me alimente,
que dé esperanza a mi agonía,
que la haga duradera.
Todo esfuerzo por prolongar mi estancia en este lugar
será recompensado
con un pago al final de cada mes:
iré arrastrándome hasta aquella mesa,
un hombre mudo y sin piernas
me dará una hoja de lechuga
y un alambre de cobre.
¡Qué alegría saber que esto es para siempre!
Missing
Me piden que te busque,
que grite en una esquina,
tu apellido paterno.
Salgo de nuestra casa:
el mundo ya no está.
Me piden que te busque
y termino perdido,
gritando santo y seña
de mi misma persona,
alzando ya la voz
en espera de verme
llegar por otro lado
con muy buenas noticias.
Mapa
Para Luis Felipe G. Lomelí
Si quitáramos a Reynosa de Reynosa,
del mapa extraerla con un par de pinzas,
y si de esas pinzas cayera esparciéndose,
escurrida como pegamento sobre todo el mapa,
¿en dónde quedarían Reynosa, las calles,
la esquina donde mi hermano y yo fumábamos?
Derramada sobre el mapa,
recortada
Reynosa está allá
en todas partes
y luego
una patrulla
¡Arriba las manos, pegadas a la pared!
Tardanza puntual
Con Rubén Bonifaz Nuño
Yo soy el que a tu fiesta llega tarde
cuando algunos invitados se han ido
y otros ya comienzan a despedirse;
Yo, el que con sed y hambre,
llega hasta la cocina
y contempla este cerro
de tantos platos sucios.
El que de mesa en mesa
saluda a los parientes.
Soy yo, el que de política no habla,
el que no alcanza tortillas calientes,
y llega siempre (solo)
cinco minutos antes de la lluvia.
(De La canción de los que empiezan)
On
enciende la radio
las seis de la mañana
la voz que te acompaña
transcurrió en un radio no mayor de doce kilómetros mi vida
por cinco años
cuartos
diferentes
puertas que cerré y abrí
mi mano
conoce el secreto giro
muñeca
radio
y cúbito
perilla
universo
adentro
bisagra
es
la voz
que
te
une
con
los
demás
Sol
Este era un solar
metales y carne
óxido bajo la tierra.
La luz hacía progresar las raíces
tubérculos puntiformes.
La luz ayudó a crecer dentro de mí
un plateado resentimiento
y una muda simpatía
por las aspas de un ventilador.
((((( ( s o l a r ) )))))
Este era un niño que arrancaron de la tierra
de un tajo
le robaron su ceguera de topo,
cristales de soledad,
mineral destierro:
tanto sol y él sin raíces sin manos sin pinzas sin poder decir
sin permiso para pronunciar amor
(…)
Escollera
Romperás
escollera de galio
los cables de tu frase
y verás que no era una batería
la que alimentaba tu dolor
sino un transistor inservible
que defendiste de ladrones y avaros.
Romperás
tú, contigo mismo,
hurtarás los números
en la ecuación de tu desgracia
o en el pizarrón
en donde enseñabas a callar a la gente.
Romperás
con tus propias manos
lo que tus manos hicieron:
una tablita
en donde dibujaste una orquesta
una orquesta que inflamaba sus metales en una boda.
Romperás
ola de exagerada locura
sobre la piedra
y silencio romperás.
Alumbramiento
Hombres y mujeres
se han reunido alrededor de ella.
Los testigos del milagro ayudan,
entre jadeos y sudor,
a que el verbo de luminosa fuerza venga al mundo.
La mujer
alumbra
desde su dichoso dolor
esta parte sombreada de la tierra,
y llorar es el canto del que inaugura
una alegría indescriptible.
Dar a luz,
dar de la luz otra luz misteriosa,
que mueve sus pequeñas manos
queriendo agarrar el aire.
Y entonces los demás,
miran al pequeño átomo,
y buscan rodearlo,
porque él los imanta,
los atrae desde la ternura
y la egoísta curiosidad de un extranjero.
Escribano
[deja que mi mano errante adentre…
Augusto de Campos]
Forzado.
En verdad forzado
a escribir
bajo el aceite combustible de esta lámpara.
A trazar planos sin fin,
a realizar líneas,
garabatos en un pizarrón verduzco.
Forzado a escribir fórmulas,
para que el tiempo siga derecho
y no me vea.
Para que la máquina
siga su trabajo a solas,
sin saber quién soy,
sin voltear a verme.
El ocio en mí no tiene fortuna:
si mi mano derecha descansa,
la izquierda de inmediato acuña nuevos términos.
Mis ojos avanzan sobre las rayas,
rueda mi mirada,
el péndulo aturde,
tambor,
protón,
neutrón,
electrón.
(De Historia solar)
Caballos negros
Caballos, caballos negros en el techo de mi casa,
preparando la certera coz, el casco febril,
relinchan, tantos caballos en el techo de mi casa.
Caballos negros,
y yo sobre el catre honorable del descanso
sintiendo el conjunto de músculos crisparse.
Ni ventanas ni puertas esta tarde,
una sola recámara es mi casa,
un solo baño es mi casa,
una cocina es mi recámara,
una toalla es mi casa,
un salero es mi casa,
y un calor hecho de mayo
es un sudar la cara de mi Señor.
Caballos, caballos negros y blancos en el techo de mi casa,
sucediendo como largos y entramados pensamientos,
la coz de la voz, el casco de esta voz encasquillada,
que dispara en su silencio una metralla de pisadas.
Los árboles de mango se sufren en la caída,
de su fronda a la raíz
está la reyerta de la ley;
la inconsolable mujer llora tendida sobre la tierra
y el pasto está tan cerca
que es lo primero que está distante.
Los caballos no se detienen,
negras y blanquísimas crines,
miro su suelo,
yo estoy debajo,
con el hígado ciruela,
soy mi cirujano,
aquí dame la venda y las tijeras,
una aguja para coser de una vez esta cama a mi espalda.
Caballos, caballos negros y blancos en el techo de mi casa.
Caballos.
Libelus de medicinalibus
Intendentes, enfermos, enfermeras, médicos de guardia:
he aquí que las palabras matriz, termómetro, tendón,
son vuestros nuevos vocablos de guerra,
que la formalina, vendas y gasas
serán antorchas en los hospitales fríos y despiadados.
Cama 4, Urgencias, la poesía sana sus heridas
–¿sí existe? –
Como una leyenda urbana
la han visto en los pasillos, da un rodeo, desaparece
e impide el sueño de los médicos de guardia.
Las arenas burocráticas, el transporte público,
las plazas, los matorrales, el kindergarten,
están en manos ya de la dictadura.
Intendentes, enfermos, enfermeras, médicos de guardia
(todos los médicos deberían ser de guardia).
Las calles que nosotros recorríamos
un día las ocupó el amor
con sus dedos largos y finos
tocó anillos de cobre,
el filo plateado de las ostras
trasplantadas jacarandas,
compró verdura en el mercado
se despidió a la orilla de una imposible banqueta
y a pie cruzó el puente que lleva hasta Santiago.
Migueles, santos arcángeles, ¡escuchadme!
recibiremos la sangre derramada en fiestas
celebraciones de independencia y navidades frustradas.
Desde mi trinchera, a todos ustedes los convoco;
y al ladrón silencioso que bebe café de manera extraña,
le digo que levante las manos
para que nadie, en medio de esta confusión,
sea despojado de su ira.
Meseros, gerentes, cocineras,
he aquí que el tenedor y el cuchillo se afilan,
las especias esperan su turno en el paladar de los héroes;
he aquí que la revolución se hará desde los hospitales y restaurantes,
en donde iniciará puntual la película de nuestra historia,
sin que nadie se atreva a suprimir los créditos.
Que vengan nuestros aliados los perros, los Chukehi (Chuckchis),
¡Suky, jala el trineo de esta democracia!
derrocaremos,
ayudados por el ladrido, la sal y la anestesia,
al viejo régimen de fantasmas.
Canto vacacional
Como un elefante del tamaño de la mitad del mundo
que al moverse sacudiera las piezas de todos los tableros de ajedrez,
un elefante, en cuya trompa se columpia la luna y en cuyo lomo
los jefes de estado trazan mapas por donde habrán de pasar sus mujeres enjoyecidas.
Como un ajedrez en donde juegan todos los elefantes del mundo
moviendo sus piezas: jefes de estado esculpidos en mármol,
en cuyos bigotes cuelga la bomba nuclear.
Como una bomba del tamaño de mi mano que al activarse detonara un zumbido que quebrara todas las copas de cristal del continente americano.
Como un continente en el que naciera una luz que dejara ciegos a todos los sordos de un colegio de mancos.
Como un colegio del tamaño de un salón,
como un salón en donde una única mano
escribe en una libreta:
como un mundo del tamaño de la mitad de un elefante
que al moverse sacudiera una pieza en mi tablero de ajedrez…
(De Laboratorio tropical)