En el marco del III Festival Internacional de Poesía de Lima, que organiza la Nido de cuervos y que se llevará a cabo en la capital peruana entre el 13 y 16 de abril próximo, Vallejo & Co. presenta un conjunto de entrevistas con algunos de los poetas participantes con la intención de conocerlos más a estos y a su obra. ¡Bienvenido III FipLima! ¡Bienvenida la poesía!
Por: Mario Pera
Crédito de la foto: ©Manuele Ferrari
«Un buen poeta es antes de cualquier cosa buen lector de poesía».
Entrevista a Prisca Agustoni*
Mario Pera [MP]: Prisca, estudiaste letras hispánicas y filosofía como carrera universitaria. Luego, en Brasil, literatura comparada. ¿Cómo te relacionas con la poesía? En ese sentido, ¿estudiar literatura quizá le brinda herramientas distintas al escritor respecto de quien escribe y no la ha estudiado como profesión?
Prisca Agustoni [PA]: Me parece un privilegio el de poder ejercer una profesión que me permite vivir de lo que hago en estrecha relación con la actividad poética, que es lo que me permite vivir una vida rellena de sentidos en mutación. No creo que el hecho de haber estudiado en la carrera universitaria literatura les brinde a los autores herramientas distintas, puesto que, sin duda, un buen poeta es antes de cualquier cosa buen lector de poesía. En algunos casos hasta mejor que los profesores que tienen que trabajar con la poesía. Por otra parte, es sin duda un encuentro muy feliz el que me permite dar clases sobre determinado poeta que admiro y, al mismo tiempo, estar trabajando en un proyecto personal para el cual después de cada clase surge una idea, una pequeña iluminación.
En este sentido, ejercer el pensamiento poético en lo cotidiano es sin duda un privilegio y me permite que no me aleje demasiado del eje central de mi creación.
[MP]: Tienes, además, una maestría en estudios de género. ¿Cómo ha influido en tu poesía la perspectiva que te ha dado el realizar esta Maestría? En torno a ello, ¿cómo ves el ambiente literario, y poético, en relación a la igualdad de género? ¿Hay paridad?
[PA]: Bueno, es una pregunta que necesita una respuesta por partes. Es un tema bastante complejo, pero para ser sintética, diría que la maestría me ayudó para formar mejor una conciencia histórica de las conquistas (sociales, civiles, simbólicas, literarias, eróticas, etc.) de los distintos géneros que componen nuestra sociedad.
Mi poesía pasó a desarrollar una mirada más «a la escucha» de las voces femeninas, en particular eso se concretizó en un libro que escribí en 2002, Sorelle di fieno – Irmãs de feno en el cual evoco poéticamente las voces de algunas jóvenes de mi región suiza (los valles de los Alpes del Ticino) que tuvieron que «migrar» hacia la región Suiza de habla alemana para trabajar en conventos que se volvieron, para muchas de ellas, cárceles. Exiladas en el idioma, lejos de los afectos y de los horizontes de su hogar, vigiladas por las hermanas superioras, estas jóvenes vivieron una extraña experiencia de exilio dentro de su patria. Esta historia la conocí durante el curso de Maestría, y algunos años después descubrí que mi abuela había sido una de entre estas muchas jóvenes.
En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, me parece que la paridad de género sea más evidente en aquellos contextos sociales donde hay una lucha más consolidada o de mayor duración. En Brasil, por ejemplo, dónde vivo buena parte del año, en los últimos dos años asistimos a un fenómeno bastante interesante: en todos los premios literarios más importantes y prestigiosos se contemplaron a mujeres. Eso es algo nuevo, así de manera tan intensa, pero no quiere decir que se acabó el problema. Lo que pasa es que la sociedad brasileña está discutiendo este tema (entre otros) con mucho énfasis en estos últimos años, incluso porque existe una tendencia contraria ―de ceguera y conservadorismo― en curso en las esferas ideológicas que guían el poder institucionalizado. En Suiza, por ejemplo, casi no hay poetas mujeres en mi región lingüística, la de habla italiana (no puedo afirmar que la causa sea una desigualdad de género, pero sí hay una clarísima desigualdad cuantitativa). Eso no ocurre en la región suiza de habla francesa, donde muchas mujeres publican, ganan premios, tienen una obra reconocida, etc… Creo que la paridad sea una conquista que nunca se halla como definitiva, y siempre mutante, así como lo son las sociedades y los valores por ellas establecidos. De donde surge la necesidad de siempre estar atento, aunque sin perder de vista el eje central ―la creación tout court.
[MP]: Lo nostalgia, los paisajes de la infancia y primera juventud, la confrontación de temas sociales desde el ámbito personal, son algunos temas visibles en tu obra poética. Junto a estos temas, ¿qué otros temas te preocupa manifestar a ti como escritora? ¿Qué quieres dejar a través de tus textos poéticos en tus lectores?
[PA]: Mis temas tienen que ver con algunas de las preguntas que me hago ―o que creo que uno se hace, delante de los eventos que nos provocan algún movimiento interior. Miedo, angustia, duda, pasión, compasión, ternura, gracia etc…
Dicho así parece algo muy sencillo. Lo es, aunque ni tanto. Filtrar el mundo ―que me parece cada día más inclinado hacia una tendencia narrativa e fílmica― a través de la lupa de la poesía me parece un gesto de resistencia, necesario, para darle otro sentido a las cosas, a los acontecimientos. Para imponerle otro ritmo, una pausa, una desaceleración necesaria para SENTIR y para reflexionar. Para que las cosas te lleguen despidas, talvez menos adornadas de simulacros, para recuperar esta imagen cara de Lucrecio. Con eso, no quiero decir que la solución para mí sea la salida metafísica o algo parecido. Sino la pausa, la escucha, darle tiempo al tiempo para que el sentido de la vida con sus pequeñas manos te conduzca adonde es mejor para ti.
Confío en la emoción estética para tocar a mis lectores. Creo en el poder de esta forma sublime de placer. Y el placer es uno de los motores más poderosos de la humanidad.
[MP]: Escribes tu obra en distintos idiomas, italiano, francés, portugués, español. Por lo general, los escritores no suelen adoptar otras lenguas para escribes que no sea su lengua materna. ¿Cómo ha sucedido esto en tu caso, quizá tengas un idioma con el que te sientas más cómoda sobre todo en la poesía al ser tan íntima? ¿Hay alguna desventaja del plurilingüismo a la hora de escribir?
[PA]: Creo que todo empieza en mi formación afectiva. En mi casa se hablan dos dialectos de la Suiza italiana. Inimaginable, para mí, dirigirme a mis padres en italiano, aunque esta sea mi lengua materna, oficialmente. El empleo del italiano en casa suena como algo «técnico», extraño, anormal. Yo crecí hasta los cuatro años prácticamente escuchando y hablando estos dos (o tres) dialectos (mi padre, mi madre y mis abuelos, que era otro todavía).
Luego vino la formación en la escuela, toda en italiano, y la vinculación con una tradición literaria. Pero por ser suiza, a los ocho años empecé a estudiar francés, con doce años ya estudiaba cuatro horas por semana de francés y cuatro de alemán, luego vino el inglés, el español… en fin. El francés fue el idioma que primero entró arrebatador en mi vida de joven. Por meses anduve hablando sólo francés conmigo misma, en mis momentos de soledad en casa. Muy temprano empecé a leer a algunos autores franceses, algunos clásicos, pero también a algunos autores de suiza, como Ramuz, Corinne Bille, etc. Luego con catroce años ocurrió la pasión por la literatura hispanoamericana.
El primer poeta que leí en castellano fue… ¡César Vallejo! El túnel, de Sábato, Pedro Páramo de Rulfo y Cien años de soledad, de Márquez, fueron fundamentales para mi formación como estudiante. Resolví estudiar literatura hispanoamericana y filosofía… pero en Ginebra, una ciudad de Suiza de habla francesa, donde viví durante diez años. Una ciudad que amo profundamente. En aquellos años yo leía mucha literatura italiana, francesa, hispánica, aunque mis amigos y colegas de universidad eran todos hispanoamericanos. Frecuenté talleres de poesía en castellano y eventos alrededor de una librería hispánica de Ginebra cuyo dueño es un amigo peruano, Rodrigo Pino. Conocí allí a muchos escritores, fueron años muy felices de inmersión casi total en el universo literario hispanoamericano. Empecé a escribir en español (puesto que mi cotidiano estaba todo en español…), aunque ya escribiera en italiano y en francés.
El plurilingüismo en mi caso se dio de manera bien natural, como algo inscrito desde siempre en mi convivio con las relaciones sociales, la literatura y el universo más íntimo de la afectividad.
Hay temas que prefiero desarrollar en un idioma más que en otro, pues tiene que ver con un universo (real o imaginario) en relación con el idioma. Hay experiencias vividas que necesitan la inmediatez del idioma donde yo las viví; hay situaciones vividas que prefieren esconderse o protegerse bajo el escudo de otro idioma; y hay momentos en que siento determinado idioma más íntimo y más propicio para que yo me abra a él como a mi mejor amiga.
Veo dos desventajas del plurilingüismo: la primera es que en mi caso, a veces soy un tanto caótica en lo de ordenar mis ideas y proyectos; nunca sé muy bien si seguir adelante con uno en italiano o empezar el poemario en francés que me espera hace tiempo (suelo llevar adelante varios proyectos al mismo tiempo); la otra desventaja es sobre la cuestión práctica de la publicación: hay que estar al tanto de por lo menos tres contextos literarios al mismo tiempo, abrir caminos, abrir contactos, etc… y eso le roba un tiempo precioso a lo que es la tarea de escribir.
[MP]: Eres esencialmente poeta, pero también escribes con regularidad narrativa, cuentos y novelas. ¿Qué te da la poesía como género literario que quizá la narrativa no te da y que hace que siempre vuelvas a la lírica? ¿Te aproximas de modo distinto al texto poético respecto del texto narrativo?
[PA]: Sí, hay una aproximación algo distinta, por supuesto. La lírica me permite un ritmo sincopado, una mirada como de alguien que vuelve varias veces sobre el lugar del delito, pero sin sacar fotos que lo digan todo de una vez; la narrativa exige un orden mental mayor, de los hechos, de la historia, de lo que uno puede o debe decir y puede omitir. Son dos modalidades distintas y las dos necesarias.
Aunque te confieso que me encanta eso de buscar un tercer camino, o sea, un breve texto que no sea poesía ni cuento, talvez poesía en prosa. Vengo trabajando muy a menudo en esta dirección, que me encanta por el desafío de justamente no tener que quedarme fija en una categoría.
[MP]: Vives desde el 2003 en Brasil, en donde has estudiado y ahora trabajas. ¿Cómo se refleja en tus textos poéticos tu residencia en Brasil, un país con una cultura y sociedad muy particular? ¿Qué diferencias o elementos distintos encuentras entre la manera del lector y del poeta de aproximarse a la poesía en Suiza y en Brasil?
[PA]: Sin duda el hecho de vivir en Brasil afecta a mi escritura. No por ser Brasil en sí sino por ser un país para mí extranjero, por mi condición de «exilada» ―aunque claro con el privilegio de poderme mover cuando quiera. El sentirse extranjero es algo rico para la reflexión y el desarrollo de la sensibilidad ―más allá de los clichés que existen (en parte, claro, reales) sobre los desencuentros culturales, de costumbres.
El estar confrontado todos los días con aspectos de la sociedad que te son a veces casi familiares ―digo casi―, otras veces muy extraños, exige un constante trabajo de reflexión, de análisis, de circunspección, que es saludable para cualquier escritor o artista. Pues nuestro trabajo con la palabra tiene mucho que ver con eso, ¿no? Intentar una explicación, una comprensión, una duda, por lo menos…
Además, Brasil es un país que en ciertos aspectos diverge mucho de mi país. Eso también es importante y causa un extrañamiento más evidente.
Por otra parte, es interesante porque hoy en Suiza también me siento a veces una persona extranjera porque aunque me reconecto muy rápido con los códigos culturales que son los míos, me cuesta un poco dominar a mi manera de ser y de pensar «plural»: suelo sonreír mucho más que los suizos (en general, claro) y me autocensuro un poco cuando voy. Al cabo de unos tres días ya me encuentro totalmente en mi hábitat. [Risas]
En Suiza se aprecia mucho escuchar al lector, escucharlo leer sus textos. Eso a mí me encanta y me hace falta en Brasil, donde se oye muy poco al poeta leer sus poemas. En Suiza existe este gusto, esta paciencia, esta capacidad diría de producir un silencio que escucha al poeta. Esto me parece fantástico.
En Brasil, por otra parte, existe una capacidad fantástica de mezclar lenguajes: hay performances poéticas maravillosas, hay música (la música es algo fundamental en la cultura brasileña, y la música tiene mucho que ver con la poesía…). Brasil es fundamentalmente un país en donde lo que se produce de la oralidad es impactante, bonito. En Suiza este impacto se produce más a partir del silencio ―¡un silencio verdaderamente intenso!―.
[MP]: Prisca, eres traductora del italiano, portugués, francés, de poetas importantes como Milo De Angelis, Valerio Magrelli, Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni, etc. ¿Consideras que el traductor debe dejar algo de sí en cada texto que traduce o, idealmente, debe intentar mantenerse lo más neutral posible? En relación a ello, ¿qué tan importante es, si lo consideras así, que el traductor de poesía sea a su vez poeta? ¿Ello le brinda algo a la traducción?
[PA]: Bueno, creo que se puede realizar una excelente traducción técnica, sin duda. Hay algo de técnica, de manejo de los instrumentos de trabajo, en la traducción. ES necesario este dominio. Pese a todo, la sensibilidad delante de un poema es un instrumento «no técnico», pero en mi opinión fundamental para el logro del trabajo. Y se supone que un buen poeta tiene esta costumbre de trabajar su sensibilidad.
Pero tampoco me parece una garantía, un poeta puede ser un traductor privilegiado (la historia de la literatura revela muchísimos casos así, como bien sabemos), pero puede también no tener la paciencia o la escucha o la humildad necesaria para el buen resultado.
Porque creo que el traductor tiene que ser humilde, en el sentido de saberse esconder ―cuando es necesario― detrás de los versos del poeta. Y mostrar que está allí, atento, a la escucha, apenas cuando algo sale del control del orden de lo técnico y entra en el orden de la libertad. Y la libertad es una conquista, incluso en el campo literario, pero no es una conquista barata. Hay que saberla llevar adelante, suportarla y serle amigo sin abusar.
[MP]: Sé que tu vínculo con la literatura peruana se potenció en Ginebra. ¿Qué nos puedes contar de esa etapa?
[PA]: Por supuesto conozco la obra de muchos escritores peruanos, aunque esto se deba a mi formación universitaria realizada en Ginebra. Ciro Alegría, José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Scorza, Alfredo Bryce Echenique, Eduardo Chirinos, son autores que leí durante mis años universitarios, junto con los poetas Blanca Varela, Emilio Westphalen, Antonio Cisneros y, claro, César Vallejo. Además, tuve la dicha de conocer y frecuentar al poeta peruano Américo Ferrari ―recién fallecido en Ginebra―, con lo cual la literatura peruana siempre estuvo muy presente en mi cotidiano. Blanca Varela en particular es una autora que leí con mucha atención y gusto.
Vale añadir que Ginebra, ciudad suiza donde viví durante muchos años, tiene una comunidad muy grande de peruanos, lo que explica que siempre me relacioné con muchos peruanos vinculados con el contexto de la cultura en general. Fue en Ginebra, además, donde conocí al trabajo encantador de Susana Baca, y donde me dediqué por una temporada académica al estudio de la literatura afroperuana.
[MP]: Vas a visitar este mes Lima para participar en el III Festival Internacional de Poesía. ¿Qué expectativas tienes respecto al evento? ¿Cuán importante para la ciudad y para sus habitantes consideras que es este tipo de eventos culturales?
[PA]: Estoy muy feliz de tomar parte en el Festival. No sólo porque sé que se trata de uno de los festivales de poesía más importantes de América Latina, que nos proporciona una oportunidad única de intercambio de experiencias y sensibilidades (con otros poetas y con el público), sino también porque hace años sueño con la posibilidad de visitar esta ciudad de dónde vienen muchos amigos queridos que hice en Suiza. Una ciudad que respira este acontecimiento (es el tercer festival…) sin duda debe ser a cada vez una ciudad mejor, en términos humanos, simbólicos, pues una ciudad que promueve la cultura y la sensibilidad sólo tiene ventajas y mejorías en su tiempo.
Para mí en particular eso representa un momento interesante de vuelta para el idioma y la cultura que tantos años y tanta dedicación me han pedido a lo largo de mi vida.
Una fiesta interior, y bien bonita.