Por Ray Paz Quesquén*
Crédito de la foto (izq.) www.sol-negro.blogspot.com /
(der.) el autor
Un breviario para fundar la Impotencia en el espacio del Poema
Gastón Fernández Carrera (Lima, 1940 – Bruselas, 1997). A los 27 años —edad en la que lo he descubierto— abandonó el Perú, para irse a Bruselas, no volver y solo reemprender el equipaje hacia la India a la que presenció plena. En Bélgica fue profesor universitario, historiador de arte, ensayista y guía de museos, la mayoría de sus estudios fueron difuminados en Europa: “—arte, historia del arte, el fin del arte, el fin de la historia del arte—”, publicados entre 1986 y 1998 (póstumamente), todos en francés[1]. En el 2002 la revista more ferarum, dirigida por José Ignacio Padilla, publicó un volumen doble en los números 9 y 10, de casi 500 páginas, donde se recopilan todos sus relatos.
En el 2006, tRpode editores publicó el único poemario de G.F.: Breviario aparente. La edición fue de Renato Gómez y la transcripción de Rodolfo Loyola. En un folleto encartado se agregó un escrito de Octavio Armand sobre el autor y su poesía[2]. En el 2008, la revista argentina “Tsé-tsé”, de Reynaldo Jiménez, presenta: “El ignaro triunfo de la razón”, donde se suman los nombres de Octavio Armand, José Kozer, Américo Ferrari, José Ignacio Padilla, Renato Gómez, Pedro Favaron, entre otros; a través de crónicas, testimonios, entrevistas y más textos dispersos en 200 de las 320 páginas de su número 18-19; el mismo Jiménez impulsaría en Sao Paulo (Brasil), la publicación en la editorial Lumme de la presente edición.
En este 20 / 20 donde el encierro que es el centro (vientre) del devenir; podríamos como en la poética —abreviada y aparente de Fernández—, haber fundado la impotencia, con esa intensa capacidad negativa que ofrece lo vano del tiempo externo adherido al espacio interno del poema.
Entonces me ceñiré a los términos: fundar, espacio, impotencia, vano —vacío— vacuo, palabra y poema, adóptese el orden que convenga en el discurso.
En la plaquette, que funge como prólogo de Breviario aparente[3], Octavio Armand define:
“El poema: un mapa donde las palabras son sitios, puntos (= lugares), tal vez ríos, aldeas, cerros, que solo existen al ser nombrados y que desaparecen al ser nombrados. Al ser no son, para ser no son: des aparecen (…)”.
Exégesis de símil Heideggeriana: “La verdad como alumbramiento y ocultación del ente al poetizarse” (p. 110)[4].
Para el filósofo, en síntesis; ninguna palabra llega a su esencia —que es la verdad— antes de ser negada; y la verdad está siempre moviéndose, ocultándose, previo al alumbramiento. El espacio o terreno (tierra /materia/ elemento) del poema; es la palabra, y si la palabra por sí misma es mutilada, no esperemos otra cosa del espacio físico, es decir el poema, en su centro (“En el centro de todo/ en aquella reverberación del nombre”. Pp 84), donde ocurre el acto primordial del sujeto (lírico): nombrar (renombrar) la “cosa”[5] o cosas, que para Fernández al igual que para Heidegger se da solo en: “la caída inhóspita y arbitraria del objeto” (p. 59), es decir: “La palabra sola llana/ sólo colma/ transfigura/ sin cambio (…) sin aura/ sin aire/ sin poema” (p. 69). Solo se instaura la verdad; negándola. Al igual que la obra de arte en Heidegger es planteada sin sujeto ni objeto, solo en el acto de la contemplación. Entonces, no intentemos vanamente buscar un sujeto lírico enunciante o un objeto lírico receptor; ambos se han disuelto. “(…) donde en mi sitio no hay/ imagen-/ el ojo bebe el ojo del otro (…)” (p. 82). Sólo así podemos atisbar ahora en esta diagramación inverosímil del poema en la página —tengo que advertir que por ello Fernández insiste tanto en los elementos: Aire y Fuego (que son presocráticos) a través de las palabras que parecieran estar flotando, siempre en el aire, “Cree rozar/ el inicio/ del aire” (p. 33). “(…) entreverado en el /aire /en la lengua” (p. 32).
“Leve allí:
el aire
la cosa que
se endurece
en aire” (p. 45).
“Peso.
Aire.
Aire” (p. 47).
“Hay que decir algo
Huir de la palabra del otro
Sin reír. La capacidad
Del verbo
Como aguja. Un equilibrio.
La ordenación del aire” (p. 52).
Desde luego enunciar todo esto es como colocarlo en el fuego: “(…) Leer que el símbolo sea (…)/ escarnio en el fuego” (p. 19). “(…) Que el hombre se mire fuego en las manos/ fuego/ en el vano” (p. 25). Porque: “(…) El fuego solo/ ya es infancia” (p. 18).
Ahora tratemos la palabra Impotencia, que como acto se funda en lo vano, que es vacuo o vacío:
“Un ave Un movimiento
El vuelo y el canto es
el mundo.
singular.
Punto.
Vano:
No existen allí
el movimiento y
el canto no hay vuelo
ni inmovilidad. Veo mi sitio ocupado
por un infante
la capacidad del punto
de fundar
la impotencia” (p. 24).
En este poema se podría atisbar que se habla del punto gramatical – ortográfico, pero el punto es definido a través del adjetivo “vano”, que significa: vacío de contenido. Vano es entonces vacío y por las enormes influencias orientales de Fernández, podríamos sospechar un leve acercamiento a esa vacuidad budista que implica la no dualidad, la aniquilación del concepto, la vuelta al origen; aquí el punto deja de ser gramático para volverse un agujero, un vacío, un hueco. No se equivocó Padilla al advertir que los textos de G.F.: “pulsan. Expulsan. Agujero negro. o relieve del hoyo. o hueco en el hueco. Oscuridad que enceguece. Porque deslumbra”. Pero esta hipotética intuición no se fundamenta en el corpus del poemario, ya que las categorías que usa G.F. a lo largo de su texto no hacen referencias precisas de orientalismos, a no ser por la precisión mutilada de las palabras que se usan como Haikús conceptuales (nada más antitético), no de la observación del pulso de la naturaleza, sino de la aniquilación de la misma, la pulsión de la muerte que se oculta en la sangre, porque la muerte está : “(…) de pie/ no tiembla/ no se mueve” (p. 10) y la muerte es el tigre que tiembla en las manos (ver poema 2, 10), en el sujeto y el objeto disueltos en el espacio y tiempo del poema, y aquí volveremos a Heidegger a su famosa frase traducida en que “el hombre es un ser para la muerte”, en este Dasein, es decir en este arrojamiento del ser para morir; lo único que nos permitirá “breviar en apariencia” la condena, es la palabra fundada en ella, es decir: “la poesía”, que es: “la instauración del ser con la palabra” (p. 137).
———————————————-
[1] José I. Padilla. Apariencia.
[2] Inquisiciones de Abelardo Oquendo: Gastón Fernández, en Tsé-tsé.
[3] Un Breviario (el término proviene del latín “breviarium”, sumario o “breviarius”, compendio) es un libro de la liturgia religiosa católica que recoge el conjunto abreviado de las obligaciones públicas religiosas del clero a lo largo del año (más allá de la Misa) y que usualmente se contenía en un conjunto de obras mayores que constituían los denominados «libros de horas» para cada periodo del año. Sin duda se podría hacer un largo análisis desde la etimología del término que nombra al presente poemario, ya que; sí hay un gran número de indicios en torno al Dios bíblico, llamado: “Señor” relacionado constantemente con la “sangre” (ver pp. 3, 37, 81, etc.). Para O. Armand: “Breviario: no epítome o compendio ni libro de memoria o apuntamiento sino específicamente libro que contiene el rezo eclesiástico de todo el año”.
[4] Heidegger. El Origen de la Obra de Arte.
[5] “La obra de arte es una cosa en tanto que es un ente”. (Heidegger, p. 42) “La cosa es,/ y humo,/ estatua” (Gastón Fernández, p. 53).
*(Chepén-Perú, 1993). Poeta. Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo (Perú) y cursos de Simbología Antigua (Universidad de Barcelona) y Arteterapia para el trabajo con niños y adultos (Instituto Europeo de Integración Sensorial). En la actualidad, dirige la editorial Reinos, el programa virtual de Filosofía y poesía Pensar en no Pensar y el programa integral de Lectura Leo Veloz. Obtuvo el Premio de los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (Perú, 2015). Ha publicado en poesía Cartas a una Reina (2014), Armonía Musical de las esferas (2015), Porn Art (2017), El Niño y la Luna (2018), Progressio Harmónica (2019).