Por Paúl Puma*
Crédito de la foto diversas eds.
Un acercamiento a la poética
de Ramiro Acosta Cerón**
En la tarea de visibilizar la poesía ecuatoriana contemporánea/actual digna de relieve, a continuación, reflexiono, brevemente, acerca de la poesía de Ramiro Acosta Cerón. Empiezo por el libro El gallo peleón muere (1990) que asocio con la noción de El mito de Sisifo de Albert Camus en la que el mañana y su pensar implica una meta con fe, como la flecha que penetrará el círculo de su blanco o destino, con precisión: “todo eso supone creer en la libertad, aun cuando a veces se asegure que no se abriga esa creencia. Pero en ese momento sé perfectamente que no existe esa libertad superior, esa libertad de existir que es la única que puede fundamentar una verdad (p.77).
Cuando
el gallo peleón muere
el gallo vive.
Nos han echado en la arena
de los desplumadores,
ellos apuestan
nuestras suertes.
Solo hay que sobrevivir
o correr directo al caldo.
(Del poema “El gallo peleón muere”, p.1)
***
Cuando
la libertad fue penitencia
nunca nos consultaron.
(Del poema “Que hable tu voz”, p.6)
***
Por un instante
hay que frenar
a las palabras
que a borbotones salen
y asir
la rueca del lenguaje subterráneo
que dice la verdad
o que adivina.
(Del poema “Noche Roja”, p. 48)
Vuelvo a Camus y a su libro para dialogar con la experiencia del sujeto poético que Ramiro Acosta Cerón desvela limpio, auténtico y vital: “Y es que, en realidad, no existe experiencia de la muerte. En sentido propio, sólo experimentamos lo que hemos vivido y asimilado conscientemente” (p.30).
También
la muerte se disfraza,
gusta exhibirse
con diferentes máscaras
hasta que una
se queda con el cuerpo
y se hace tierra de la tierra.
(Del poema “Caretas de muerte”, p. 34)
Cómo se ha
r-e-p-e-t-i-d-o
tu piel
hasta la enésima potencia.
Estoy por creer
que fuiste inocente
que fuiste tentada
a conocer el árbol de la vida
y
v-i-v-i-r-l-o.
(Del poema “Lo digo”, p. 44)
En Intimanía (1994), Cerón aborda un erotismo abrazador que se abre en el horizonte universal como un aeroplano que sensibiliza todo en su vuelo, donde como dice Byung-Chul Han: “El Eros se dirige al otro en sentido enfático, que no puede alcanzarse bajo el régimen del yo. Por eso, en el infierno de lo igual, al que la sociedad actual se asemeja cada vez más, no hay ninguna experiencia erótica” (p.10).
Evidentemente, en este poemario de Ramiro Acosta hay una sublime experiencia erótica en contraste con esa banalización del eros en una sociedad cansada.
Amor
universal palabra
divina,
loca travesura
que te agarra
y no te suelta
hasta azotarte los sentidos. (p. 19)
***
Chupándonos amor
la noche
nos chupó a los dos,
fuimos su chicle favorito,
nos mascó y remascó
mientras destilábamos
luz
de las pupilas (p. 25)
El autor encuentra en la isotopía de la felicidad la carne de la fruta, es decir, halla lo sempiterno como la evidencia de una alegría de un amor solazado (eso que dura y que persiste en la memoria como un registro sensorial de un sueño) como dice Badiou en Elogio del amor (p.51).
Enhebro la risa
en tus ojos
y en los míos
que te lamen;
no hay pelo o lugar tuyos
que escapen
a mis cazadores ojos
al final atrapados
como atrapados
nosotros. (p.29)
***
Kilométrica ansiedad
de hender mi arado
tierra fértil,
recorrerte
larga y anchamente
tus montes y colinas,
rodear esos mini escondrijos y recovecos,
degustarte
de cabo a rabo
hasta derramarte
una galaxia de semilla. (p. 41)
***
Ombligo
ojo obsceno
obscuro
onírica oblación.
Ojal
orquídea oculta
orgasmo océano
Oh. (p.53)
Tal como se revela en los textos recogidos, que a ratos estremecen, la poesía de Marcelo Acosta Cerón es una hondonada lírica cuya sustancia subvierte el lenguaje en las manos de un orfebre, para elevarlo desde la sima a la cima con una voz potente, en uno de sus más intrépidos libros: A la muerte de un mamut (1997).
Acosta Cerón me permite pensar en los flecos filosóficos y reflexivos de un planeta Tierra cada vez más pequeño: “Desde que el pensamiento consumó su “toma de poder”, la poesía se quedó a vivir en los arrabales, arisca y desgarrada diciendo a voz en grito todas las verdades inconvenientes; terriblemente indiscreta y en rebeldía” (Zambrano, 2016, p.16).
En la víspera
estalla un sol casero
en un lugar insular del planeta,
del genocidio judío
al genocidio nipón
allí se parió
la “nueva historia”.
Después la tierra hecha pastel
a repartirse
entre águilas
leones, osos
y los nuevos césares. (p.7)
***
Para salir de la rutina
se da partida de nacimiento
a un tercer mundo no alineado.
Más allá tu luna y la mía
hollada
por el terrícola Amstrong
mostrándonos nuestra pequeñez. (p.10)
***
Son los tiempos artificiales
plásticos;
el amor viste de sombrero
en prevención de lo peor;
los ordenadores
pensando
decidiendo
actuando
y hasta amando
serían perfectos
si también murieran por nosotros. (p. 17)
El libro de poesía Deslenguados (1999-2000) fluctúa entre lo coloquial y el descubrimiento original (esos atisbos que bien diseña Acosta Cerón) que recuerdan a ese gran poeta ecuatoriano e hispanoamericano Euler Granda, pero también, quizá, de lejos, a ese loco del absurdo surrealista dadaísta ecuatoriano llamado Hugo Mayo.
siento un fuego abrasante
en la garganta
y la única palabra
que me viene
es amor.
(Del poema, “Zafame esta depre”, sin página).
***
Es hora que me dispares
tu amor
entre ceja y ceja
y me mates
para vivir por ti;
también es mi hora
para celularmente
electrocutarnos
y crear una estrella propia
cuando sorbo
hasta el último cabello
de tu pubis
(Del poema “Vampiros a mediodía”, sin página).
***
Como si viviéramos
una segunda adolescencia
nos hicimos ojitos
y nos dimos
pitada a pitada
las palabras
remojadas en vino
hasta que
volando un beso
se posó en los dos.
(Del poema “Locos puros”, sin página).
***
Ven
a volar conmigo
a escuchar
la música submarina
grabada
en un caracol Spondylus.
(Del poema “Atando cabos”, sin página).
***
Está obscuro,
el mar
es un machete
que blandea a la luna.
(Del poema “Aguaje”, sin página).
Griots y profanos (2006) me sirve para pensar, más allá de la metafísica del jeli (ese contador de historias del continente más remoto del universo), en las preciosas preocupaciones de Ramiro Acosta, en la manera que apuntala el rito con la relojería de un ingeniero. Lo sacro se conecta con la prosodia ancestral cuando plantea el ideologema: el ser humano vinculado a su hábitat, dentro de él, nunca fuera. Así, el poeta supera cualquier ramalazo ecologista y mejor se interna en el corazón de la propia naturaleza humana y su frágil sobrevivencia.
Empieza el ritual
sin pronunciar palabra
entendiéndose
en el lenguaje del silencio interno
desconocido
para los demás mortales. (p.14-15)
***
Cada cual en poco tiempo
y en dialecto gutural
entonan cantos sagrados
evocan espíritus
que aparecen
por encima de la hoguera. (p.15)
***
El ser humano
domina
cada vez
la naturaleza
hasta basurearla
mutilarla
y medio matarla
sin saber
o sabiendo que al final
será boomerang. (p.17)
***
Tus antepasados
y tú
son al unísono
microcosmos
y átomos del universo
mientras vivos.
Una chispa divina
está en tu ser. (p.27)
Ineludible, en este punto, y en esta parte de este libro, el retorno a Camus. Hay un nihilismo acendrado en cada palabra de Acosta Cerón, sobre todo lo podemos iluminar con ese pensamiento del autor existencialista de El mito de Sísifo cuando parafrasea a Heidegger: «el mundo ya no puede ofrecer nada al hombre angustiado» (p.40).
Parece que este mundo
no el de ahora
el de siempre
parece que el humano
más el de hoy
que el de antes
nace y vive
enrollado
en la mentira
falacia
y autoengaño
así ha sido. (p.32)
***
Desconociendo
prefiero imaginar
soñar
hilos telepáticos
para decirnos cosas
de ida y vuelta
esas
que apresuran al músculo triangular
a salir sin resuello esputado.
(p. 55, del poema “Se me olvidó callar”)
En el libro Homine y abecedario en lycra (2011), Ramiro sobrevuela en los líquidos de un jugoso lenguaje esa espesura de la melancolía para ingresar a un túnel de la infancia. Luego retorna a su madurez y descubre uno de los síntomas de la modernidad, el propio Miedo con mayúscula que busca su modo de expresión, su puerta de salida.
Dónde soledad.
Los años idos
fueron
espiga madura
que hecho harina y amasada
fuiste pan,
o espuma de veneno
o dulce golosina infantil.
(p. 13, del poema “Idiota soledad”)
***
La obscuridad interna
no existe,
no hay miedo
hay luz.
(p.19, del poema “Miedo”)
***
Escúchame
en el extenso grito
de lobo lunático
tinieblo.
(p. 23, del poema “Palabras sordas”)
***
Me resbalo
y te resbalas
en miedos y corajes
anestesiados
con tedio y rutina.
Sintamos
en el pozo interno
el amor que nos bulle.
(p. 31, del poema “Qué decir”)
El libro Arritmias en campanas y aromas (2015) imagina, otra vez, la voz erótica desde lo táctil hacia el campamento de lo cerebral/literario que, a su vez, recae en las hojas de una naturaleza viva, sensacional, desde ese sentido que hemos olvidado de nuestros ancestros, pero que está tan vívido en nuestras costumbres: el olfato, el olor, el perfume que marca nuestras vidas desde el sesgo de la memoria y la fascinación.
Los ojos de tu creador
tu fundidor
son los mismos
eróticos
lascivos
que te imaginan fémina
de la cintura hasta el final
de las nalgas.
(p.16, del poema “Campana”)
***
Campanas
corazonales y neuronales
murmuran
cantan
y gritan con histerismo
lo fugaz que vivimos
no sé
si en el bolsillo secreto
del tiempo o del destino.
(p.25, del poema “Quinto campanazo”)
***
Yacen en mí
olores
yerba fresca
ruda
yerbabuena
alafalfa segada
manzanilla
menta
toronjil
los rememoro y descifro
son bálsamo
a mi natural
inquietud y espera.
(p.40, del poema “Herbario”)
Banda de letras (2018) acude, desde mi perspectiva, a uno de los postulados de Bataille cuando dilucida los mecanismos entre Eros y Thanatos: “Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte. […] En efecto, aunque la actividad erótica sea antes que nada una exuberancia de la vida, el objeto de esta búsqueda psicológica, independiente como dije de la aspiración a reproducir la vida, no es extraño a la muerte misma” (p.15).
Asombra
tu embestida luna
para sorber tu estrella
en posesión energética celestial
con clímax de orgasmo encendido.
(p.21, del poema “Eclipse”)
***
Un hombre y una mujer
sentados
cerca a mi mesa
hablan
hablan y gesticulan
sonríen
ríen a mandíbula batiente
cada uno con su celular
juntos y ausentes
descoyuntados.
(p.30-31, del poema “Conversación”)
***
Extinguida
al pie de su envase
una escultura
de saltamontes carbonizado
mi imaginación le presta alas
para que escape por el resquicio de luz.
(p. 95, del poema “Danza de llama”)
Finalmente, debo decir que esta voz, la de Ramiro Acosta Cerón, debe quedar registrada entre las más representativas voces poéticas ecuatorianas de nuestro tiempo, su fructífera obra así lo desvela, desde este, tan difícil lugar/espacio para la poesía, pues se la ha banalizado tanto, obligatoriamente por el efecto de los medios de comunicación, depauperados en redes, que apuntan a todo, menos a lo social o al ser humano. Mi afirmación está muy bien argumentada por esta muestra/amasijo de brillantes palabras que, innegablemente, traza una constelación poética para nuevos y futuros abordajes.
07/08/2019
Referencias
Badiou, A. (2012). Elogio del amor. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós.
Bataille, G. (2002). El erotismo. Barcelona, Editorial Tusquets.
Byung-Chul Han. (2014). La agonía del Eros. Barcelona, España: Herder Editorial.
Camus, A. (2012). El mito de Sísifo. Madrid: Alianza editorial.
Zambrano, M. (2016). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica.