Tuvimos un futuro: «Lo que transcurre» (2023), de Odette Alonso

 

Por Enzia Verduchi*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Furtivas /

(der.) archivo de la autora

 

 

Tuvimos un futuro: Lo que transcurre (2023),

de Odette Alonso**

 

 

En una entrevista publicada recientemente con motivo de la aparición del poemario Lo que transcurre (2023), Odette Alonso comenta que las raíces de este libro se encuentran en unos poemas, o esbozos de poemas, que descansaban en una carpeta en el disco duro de la computadora. Poemas que fueron escritos o que despuntaban mucho antes de la confección de versos de otros de sus libros como Old Music Island (2017), Últimos días de un país (2019) o La fiesta del dolor y otros cantos (2021).

Lo que Odette tenía en la memoria de la computadora es lo que Marguerite Duras define como “Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar” (Escribir, Tusquets, p. 22). Digamos que Odette contaba ya con un libro de poemas pero que debía curtirse, una “escritura viva” que respiraba a la espera de su momento y su ritmo.

Sostengo que para cada edad existe la lectura de un libro, incluso podemos leer ese libro antes de tiempo, muy jóvenes, sin estar lo suficientemente preparados para beber toda su savia. Sin embargo, el libro regresará a nosotros en la edad que es para cada uno. Así sucede con la escritura, podemos gestar los versos para un poemario, los trazos, quizás unas cuantas líneas en la hoja en blanco o en una libreta, intentar atrapar el poema, modelarlo, sin conseguir la tensión. Así el poema duerme el sueño de los justos: a veces son meses, a veces son años y, en honor a la verdad, a veces no despierta nunca.

 

 

La isla de Cuba, como en sus anteriores libros, es el telón de fondo de los poemas. Pero ya no es esa isla construida con la nostalgia del exiliado, sino es una isla cimentada por lo onírico, no es lo que fue sino lo que se sueña. Odette fundó una isla para sí.

Entonces fui feliz

salí a las calles de esa ciudad

donde no había nadie a quien decirle adiós.

[…]

Era feliz como un ahogado

como un náufrago

como el humo de un vapor en alta mar.

 

Los poemas de Lo que transcurre no cuentan con la inmediatez de lo perdido sino con la contemplación de lo retenido. Muchos años han pasado para que cada verso, cada palabra, cada sentimiento, encuentre su lugar y su sabiduría:

Talaron los almendros.

Sólo el recuerdo conservará la sombra

la taza de café que alegraba la charla

el bufido que echaba

al pasar

el animal.

Lo que ahora no existe

existirá por siempre

mientras la tarde traiga su memoria.

[…]

 

Seis apartados forman la bitácora o narrativa de este sueño: “Ciudad de invierno”, “Interludio con lluvia”, “Lo que transcurre”, “Interludio de sol” y “Diario del verano”.

En la sección de “Lo que transcurre”, Alonso lanza una propuesta arriesgada que consiste en utilizar el último verso de cada poema como epígrafe del siguiente poema, consiguiendo a su vez lo que denomino como “poema horizontal”. Es un cruce de caminos y coordenadas bordados en la adolescencia, a fines de los años ochenta, los momentos de mayor tensión en la isla y el descubrimiento del deseo en la autora, también la necesidad de partir para no ser acallada.

Nunca son nuestras las casas de la infancia

vacíos los estantes

medidas las sal

y la esperanza

el silencio es la única respuesta.

 

La poeta Odette Alonso.
Crédito de la foto: Pascual Borzelli

 

No es el vaivén del lenguaje y la metáfora de la nostalgia de Antonio Machado lo que incide en la poética de Alonso, lo percibo como el aliento épico de lo cotidiano de Eliseo Diego en la Calzada de Jesús del Monte. La experiencia profunda, las pequeñas grandes cosas que nos acompañan a lo largo de la vida:

Las casas que habité viajan conmigo.

Son un nombre de mujer

una plaza donde la noche se hizo verso

algunas notas en el aire de La Habana.

Son el miedo y el amor que se desdice

que canta y luego calla y luego llora

ése que danza sobre las aguas calmas

donde un letrero advierte

“Peligro

aguas revueltas”.

La casa que habité son esas aguas.

 

Tengo la fortuna y el privilegio de haber leído varios de los anteriores libros de poesía de Odette Alonso, conocer sus tópicos y sus obsesiones, su fraseo, su peculiar respiración poética. Aseguro que en Lo que transcurre, citando al gran Lezama Lima, nuestra poeta ha alcanzado su “definición mejor”. Ha alcanzado la madurez de su voz y de la imagen.

 

 

 

 

 

*Poeta y editora. Ha sido becaria del Centro Mexicano de Escritores (1992) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México. Obtuvo el Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta (1992). Su libro de poesía más reciente es Nanof (2019).

 

 

 

**(Santiago de Cuba-Cuba). Poeta y narradora. Reside en México desde 1992. Ha obtenido el Premio Clemencia Isaura (poesía, 2019); el Premio Nacional de Poesía LGBTTTI (Zacatecas, 2017) y el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén (1999). Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México. Ha publicado quince poemarios, una novela y dos libros de relatos. Ha compilado la Antología de la poesía cubana del exilio (2011) y de Género y sus perspectivas (2022), y coeditora de Versas y diversas, muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020).