Por Isabel Marina*
Crédito de la foto Facebook de la autora
Tu última palabra.
9 poemas de Isabel Marina
Balada
Sabes bien cariño
que vivimos un engaño,
aunque de todos los colores
ese sea el más hermoso
y de todos los mundos
siempre sea mejor
el que no existió.
Déjame seguir creyendo
que el futuro será nuestro,
que el alba nos besará los labios
porque siempre estaremos juntos,
porque nos habita una colonia
de peces enamorados el corazón.
Déjame que aún sueñe
con el encaje preciosista
que voy tejiendo,
déjame que piense
que en nuestras mejillas aún late
la auténtica belleza,
que aún
podemos ser felices,
que en este eterno crepúsculo
no estamos tan solos,
que en esta piscina en que nadamos
aún puede brillar el sol.
Destino
Las heridas de tu rostro
queman lágrimas al nacer,
llevan versos escondidos
como pequeñas piedras
que esperan tu despertar.
Pero sabes muy bien
que no existen los milagros,
que tu aliento final
se derramará sobre aquella playa,
que todo es demasiado sencillo
y demasiado triste,
que la verdad no se expresa con palabras,
como ese vestido en la silla,
como tus últimos zapatos.
Tal vez llegues a anciano
pero nunca olvidarás tu infancia.
Reflexión
Verdades que se esconden,
vidas dormidas en el musgo,
columpios que quedaron en silencio
mientras la mujer en la ventana comprende
que ha empezado a nevar dentro.
Queremos negar lo que sabemos
pero la verdad es evidente
como esas piedras en los zapatos,
la isla adonde fueron todos los rezos,
el cementerio frente al mar.
Es necesario aprender a convivir
con nuestros muñecos melancólicos,
es necesario aprender a amar
el mapa de nuestra pena solitaria,
la luz del amanecer en el cristal.
Flor de descampado
Flor de descampado que sientes
la luz de la mañana en el rostro,
ignorada
por los autobuses que pasan,
por tantas nuevas construcciones…
Yo te amo, flor extrema,
tu cárcel es tu gloria,
sabes lucir tu cuerpo inocente
como la canción del que sobrevive
entre las fealdades de un cielo inhóspito.
Stadttempel Viena
Vuestra risa suena alta y clara,
limpia, misericordiosa,
llena de la plenitud del cielo,
en la sinagoga de Viena
a la que llegasteis desde Dachau,
desde Auschwitz,
o desde los bosques de Alemania
en aquellas marchas de la muerte
que al final trajeron tanta vida,
en esas placas con vuestros nombres
que miran al azul del templo.
Porque vosotros sois las estrellas,
las manos que alienta,
el fuego que no se extingue,
sobre vuestra shoah
Simon Wiesenthal escribe una sinfonía,
Y Stefan Zweig recita vuestro poema,
las palabras de los que nunca mueren,
de los que tienen
mejillas inmaculadas.
La pequeña voz de la guía
es ahora vuestra voz
en toda la babel de la tierra,
los líquenes enmarcan vuestros retratos
atravesando los siglos:
una eterna y gigantesca marea
que nunca podremos olvidar.
(de Un piano entre la nieve)
Viento
Escucho el viento
conversando entre los árboles.
En el pueblo amurallado
son las ánimas las que hablan
para todo aquel
que quiera oír su mensaje.
Pasarán miles de años
y todo será lo mismo.
Encerrada entre sus muros,
mi alma se busca a sí misma,
el origen de su melancolía,
de la luz que surge en la madrugada
mientras el aire es un espectro
de todo lo pasado.
Desde el móvil me observa
la foto de mi madre
que ya no es
TÚ
Comprendes
que has caminado todo este trecho
sólo para aprender a afrontar
tu propio fin,
tu futura desaparición
de la faz de la tierra,
y contra esto,
aunque es tan triste,
no se puede hacer nada.
Después de los ensayos y las pruebas,
sólo rige la ley de lo definitivo.
Un día, eso es cierto,
pronunciarás tu última palabra,
y entregarás tu último beso.
Comprendes
estas realidades
que te dejan callado
y te deslumbran
produciendo una luz fría,
de nevera.
Habitaciones
Las habitaciones
que ocuparon los que amamos
arden en nuestra memoria,
son velas encendidas
que no se apagan nunca.
El poder de la ceniza
Quedará la pavesa
en el sabor de aquel abrazo.
Los anclajes del tiempo nos traerán
el consuelo, la imploración, el silencio.
De los rescoldos surgirán las aves,
y la música y las palabras que vuelan
sobre nuestra piel envejecida.
No sabemos del poder de esos restos,
de esas fotos en el mueble,
de esos recuerdos de los padres
cuando ya han desaparecido.
Cuando ellos se van,
empieza nuestra cuenta atrás,
proyectamos la mirada
hacia lo que hemos de vivir,
y, más adelante,
hacia el rastro, aún ardiente,
de nuestra ceniza.
Ofelia
Observo la imagen de Ofelia
entre las aguas,
con los ojos abiertos,
como una flor
a punto de desaparecer,
de convertirse en líquenes,
o en espuma,
como una diosa
en su último momento de gloria,
antes de ser
ofrecida en sacrificio.
Es tanto lo que no sabemos…
Desde nuestra ventana
no vemos las ciudades
que existen tras los muros.
La mirada de Ofelia
está ya demasiado lejos,
en otro mundo desconocido.
Ha atravesado el umbral,
dejando aquí la tristeza,
la angustia, la ansiedad.
Ofelia ha muerto
y nosotros ya sólo somos
el río que la lleva
hacia la eternidad.
(de Un árbol que tiembla)
*(Avilés-España, 1968). Poeta. Periodista por la Universidad de Navarra (España) y máster de Radio Nacional de España. Fue directora de comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid (España) y redactora jefe de su revista institucional (1992-2010). Dirige la revista de poesía Ítaca, editada en papel desde Asturias (España) y coordina el programa “Poeta del mes” con la Asociación de Vecinos La Luz-Avilés. Ha publicado en poesía Acero en los Labios (2016), Un piano entre la nieve (2018, 2022) y Un árbol que tiembla (2022).