Trilce LXVII, por Edgar Saavedra

Vallejo & Co. presenta el siguiente texto como anticipo a la futura aparición de Sien en Trilce, publicación de homenaje por los 100 años del poemario Trilce (1922) de César Vallejo, que será publicado próximamente por la revista Mar con soroche (Santiago / La Paz) y Vallejo sin fronteras Instituto (Lima), con la colaboración de Caesura Magazine y Vallejo & Co.

 

 

 

Por Edgar Saavedra*

Crédito de la foto (izq.) Rev. Mar con soroche /

 (der.) www.festivaldepoesiadelima.blogspot.com

 

 

Trilce LXVII

[Edgar Saavedra (Lima)]

 

Sobre el poema LXVII de Trilce

 

Los poemas de Trilce comparten, en su mayoría una atmósfera temática

y formal. Es un poemario cuya unidad implica, por ejemplo, que

 un poema puede dar luces sobre otro y viceversa. Los poemas dialogan

con otros sobre los mismos temas y también sobre los mismos procedimientos

Pero, también, Trilce está hecho de un lenguaje regional. El español de Vallejo

es un español norteño de Perú no solo en cuanto al uso

particular del lenguaje sino también a que muestra esa particular

cosmovisión. Y, además, ya está presente la incorporación del lenguaje

coloquial, incluso la oralidad.

 

El poema “LXVII” presenta un desarrollo narrativo, que comparte con varios

poemas. En este, cada estrofa es una secuencia de ideas concatenadas, incluso

pareciera que se podría fusionar la segunda con la tercera, y aun con la cuarta.

Mas la tercera, que es una explicación de la última idea de la segunda

podría ir entre paréntesis. Es decir, si alteramos la estructura

original de los versos en líneas que planteen una continuidad,

lo que en el poema se manifiesta así: “Canta cerca el verano, y ambos/

diversos erramos, al hombro/ recodos, cedros, compases unípedos, /

espatarrados en la sola recta inevitable”. Se puede transformar en esto:

Canta cerca el verano, y ambos diversos erramos, al hombro recodos, cedros, compases unípedos, espatarrados en la sola recta inevitable.

Es evidente

que toda la estrofa es una sola oración, pero que sin duda el corte

de los versos no solo le da otro tipo de lectura sino también potencia

el aspecto polisémico.

 

En Trilce encontramos muchos poemas que, por ejemplo, hacen

alusión a la ruptura con la amada. Dentro de ello, también, a los detalles

por lo que se dio dicha ruptura. Solo para ejemplificarlo, el poema “LXXIV”

termina de la siguiente manera:

“reclusos para siempre nos irán a encerrar. /

Para que te compongas”.

Versos que hace alusión a la separación impuesta por parte,

probablemente, de los familiares de “ella”. El último verso  

“Para que te compongas” (uso coloquial y regional del verbo “componer”)  

alude a un castigo para rectificar la actitud, que en este caso,

evidentemente se trata del vínculo amoroso con “él”.

También en el poema LXXVI, nos encontramos con estos

versos: “En nombre della que no tuvo voz/ni voto, cuando se dispuso/

esta su suerte de hacer”. Evidentemente, se reitera

la idea de que alguien le impuso esa decisión que “ella” acató

inexorablemente.

 

El poema “LXVII” mantiene vasos comunicantes no solo

con los poemas mencionados sino también con varios otros,

como, por ejemplo, con el poema “XXXVIII”, en cuanto al uso

de la simbología del espejo: “Este cristal aguarda ser sorbido/

en bruto por boca venidera/ sin dientes. No desdentada./

Este cristal es pan no venido todavía”.

Porque justamente en el poema “LXVII”, la clave está en ese “algo”

que nunca llegó, que nunca se concretó:

(…) cuadro

que faltó en ese sitio para donde/ pensamos que vendría el gran espejo ausente. 

Y, evidentemente, como cuadro se refiere a

(…) la arácnida acuarela/ de la melancolía o el espejo/ que de tan esperado, ya pasa de cristal.

 

 

Entonces, al parecer ese cristal es algo que no llega a concretarse como espejo.

Espejo entendido como el reflejo, como imagen idéntica

del padre, de la madre o de ambos.

Entonces allí se configura la pérdida. El espejo no llegó nunca,

lo cual ocasiona que ese recuerdo actualizado sea visto amargamente.

 

Por otro lado,

en Cuánta madre quedábase adentrada/ siempre, en tenaz atavío de carbón, cuando/ el cuadro faltaba, y para lo que crecería/ al pie de ardua quebrada de mujer.

Queda, pese a todo, la sensación indeleble de maternidad. El “tenaz atavío de carbón”

es el luto, vestimenta negra, que se usa como símbolo de tristeza

y duelo por la muerte de los seres queridos (¿un mes, medio año, un año?)

Asimismo, “Quebrada” es la curva, relacionada sobre todo con la forma

del cuerpo femenino. “Crecería al pie”: debajo de la piel.

En el norte peruano se usa, por ejemplo, formas

como “al pie de la piedra,” “al pie de la planta”.

 

 

La sensación final es de decepción, de autoreproche: “Me acababa la vida”

es una forma coloquial que indica preocupación

extrema por el grado de responsabilidad, por lo complicado

de una situación. Pero en este caso:

“Me acababa la vida, para alzarnos/ sólo de espejo a espejo”, 

los espejos solo se reflejan entre sí: un vacío frente a otro vacío,

al no llegar lo que iba a ser el reflejo esperado.

 

 

 

 

 

*(Caxamarca-Perú). Poeta y traductor. Ha publicado en poesía Lengua negra de colores (2012), Isla / island (2010) y Final aún (2000 y 2004). Ha traducido del portugués al español el poemario Paranoia de Roberto Piva (2016).

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