“Todo lo que hago es poesía”. Entrevista a Ana Cecilia Blum + 9 poemas

 

Por Enrique Solinas

Crédito de la foto la autora

 

 

“Todo lo que hago es poesía”.

Entrevista a Ana Cecilia Blum

 

 

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Ana Cecilia Blum (Guayaquil, 1972). Poeta, editora y ensayista ecuatoriana. Es Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Laica Vicente Rocafuerte. Integró el taller literario de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, dirigido por los escritores Miguel Donoso y Mario Campaña. Ejerció la cátedra en Lenguaje y Comunicación en la Universidad FACSO. Escribió para los suplementos culturales Semana del diario “Expreso” y Matapalo del diario “El Telégrafo”; también trabajó para la sección cultura del diario “Hoy”. Como reconocimiento a sus gestiones de difusión literaria fue nombrada miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

En el año dos mil emigró hacia los Estados Unidos y luego obtuvo un Postgrado en Lengua Española por la Universidad Estatal de Colorado. Publicó hasta la fecha en poesía  Descanso sobre mi sombra (1995), Donde duerme el sueño (2005), La que se fue (2008), La voz habitada (co-autora, 2008), Todos los éxodos, Antología Personal (2012), Libre de Espanto (Poesía y Prosa, 2012), Áncoras (2015) y Rituales (2016); y en ficción Absurdities, (2014).

Ha sido invitada a leer de su obra en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos dentro del marco del encuentro literario “La Pluma y la Palabra” en Washington D.C.; ha participado en festivales literarios de América y Europa, entre ellos el Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca, y la Feria Internacional del Libro de Miami. Actualmente dirige la gaceta literaria Metaforología; coordina el Fondo Poético para las Américas y colabora en revistas culturales tanto de su país como del exterior.

 

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Entrevista

 

Enrique Solinas [ES]: ¿Cómo sucedió tu primer encuentro con la literatura?

Ana Cecilia Blum [ACB]: La casa de los abuelos siempre estuvo habitada por libros y por música, y en ella la literatura vino a mí con toda su fuerza en mil novecientos ochenta y cuatro. El gusto por las palabras había crecido conmigo entre duendes, hadas y rimas infantiles, pero la esencia y el poder de estas fueron imperceptibles hasta los doce años, cuando sucumbí a su encantamiento y escribí mi primer poema. Veo tan de cerca a una niña de rizos largos sobre un escritorio inmenso, donde cabía todo su mundo, allí se apuntaron por vez primera unos versos llorones e impetuosos que la agarraron desprevenida, que le hicieron temblar. Desde ese momento algo se encendió en mí, lumbre que mutó con el tiempo pero que afortunadamente sigue ardiendo y espero continúe haciéndolo hasta mi muerte.

 

 

[ES]:¿Cómo es escribir en Ecuador, tu casa, y escribir en USA, fuera de ella, tal vez, como inmigrante?

[ACB]: Ya desde la madurez quiero decir que mi casa es la poesía y mi oficio es experimentar el mundo desde el asombro, más allá de las líneas de un mapa. Ahora, llegar a esta zona de holgura espiritual y entendimiento no ha sido misión de aguas claras, fueron muchos los ríos turbios por traspasar en la marcha.

Hace quince años llegué a los Estados Unidos e inmediatamente me convertí en un ser anónimo, sin trayectoria, sin familia, sin tribu, sin lengua; entonces y a la fuerza tuve que reinventarme, como Gabriel García Márquez escribió: “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”.  Retornar no era una opción en ese momento y decidí que preñada de mí misma me daría a la luz; así poco a poco fui asimilando la nueva geografía y las nuevas gentes, me adapté y en parte adopté esta cultura sin olvidar la mía, aprendí los signos y las señas, dominé el nuevo lenguaje, hasta que de alguna manera los hice míos haciéndome de ellos, y estos también se hicieron de mí.

 

Tengo un poema que habla sobre esta experiencia: “La que se fue”: Camina en otras calles. / Sucumbe en otra lengua. / Lejos de su casa, / escoltada por el anonimato, / con la alforja vacía de país y herencia / asiste / al velatorio del espejismo. / Entre los monumentos de la muerte / ha olvidado: / de qué savia está hecha su sangre, / de qué oficio se yerguen sus huesos. / No quiso retornar cuando pudo, / es tarde / para alcanzar las carabelas. / Lo que dejó / se lo comió el apetito de la ausencia. / Volver al mismo mar / es volver al desencuentro. / Volver al mismo mar / es volver a otro mar.

 

 

[ES]: ¿Por qué emigraste a los Estados Unidos y que es lo que más extrañas de Ecuador?

[ACB]: De Ecuador extraño los almuerzos largos, las sobremesas desprendidas de las angustias horarias, el paso lento y tibio de las horas. Extraño a la abuela, a las buenas amigas y a los buenos amigos. Extraño la bulla dulce de los barrios, la algarabía en la calle, la música tocando siempre. Extraño el olor y el sabor del pan de yuca, el plátano con sal prieta y los yapingachos calientitos. Extraño hablar español todo el tiempo y todo el tiempo escucharlo.

Una de las razones fundamentales que me empujó a salir del Ecuador en el cual yo crecí y viví fue el cansancio hacia la discriminación física que padecí por muchos años, abierta a veces y disimulada otras, pero latente. Supe por amigos y conocidos con capacidades diferentes que se habían mudado a los Estados Unidos sobre cuanta inclusión y tolerancia esta sociedad ofrecía, cosa de la cual hoy doy testimonio positivo y generoso, y por lo cual me siento infinitamente agradecida.

En el Ecuador que me tocó crecer -tómese en cuenta que ya tengo cuarenta y cinco años- nunca se hablaba de capacidades especiales, en su lugar se hablaba de defecto, minusvalidez,  deficiencia o peor aún, de castigo de Dios. Ese Ecuador era muy duro para quienes crecimos con dolencias crónicas, en mi caso con Polio; dureza que se experimentaba en todos los ámbitos, de lo doméstico a lo laboral y aun entre los más cultivados, porque hasta algunos de los compañeros intelectuales de mi generación hicieron bromas en algún momento sobre mi cuerpo, que eran  langostas  las manos y tembleques las piernas, los escuché reírse un día. (Sí, los escritores, más que otros seres podemos ser realmente crueles, es el poder de la palabra: benigno y maligno).

En ese Ecuador que me tocó vivir era muy difícil  la aceptación de las necesidades particulares de una mente o un cuerpo diferente; y en la escuela, la universidad o el trabajo no hubo ley viva que asegurara las acomodaciones pertinentes. El Ecuador al que yo retorno ahora, es otro; existe ya entre mejores realidades para los que viven con desafíos mentales y físicos, el cambio se nota, en unas ciudades más que en otras, se encuentran las rampas de acceso para sillas de ruedas,  las filas especiales en lugares de atención al cliente, tarifas reducidas, un carné exclusivo que facilita los servicios, bonos, gestiones de auto-sustentabilidad, centros de empleo, programas de capacitación e inclusión laboral, legislación que no es letra muerta. Y sin embargo hay tanto por hacer todavía, tanto por reinventar, tanto por curar, prejuicios a quemar, ignorancias por vencer, dinero por invertir; códigos por hacerse cumplir; pero la acción oportuna, justa, necesaria del gobierno ecuatoriano en estos últimos años, en este particular ámbito, ha cambiado la vida de miles de personas con limitaciones específicas; y hoy observo con mucha satisfacción como la sociedad ecuatoriana en sí misma ha mejorado su actitud y trato. Ya no vivimos escondiéndonos. Ya no nos esconden.

Ahora, para concluir con esta respuesta que creo he extendido demasiado, me gustaría un pensamiento final, tal vez una especie de advertencia; el sueño americano del que tanto se habla y persigue, es un sueño hecho de hielos que fácilmente se puede convertir en una pesadilla; que lo sepa, especialmente el poeta que anhele marcharse. Este país exige demasiado para existir y usurpa desde los afanes de supervivencia un tiempo valiosísimo que quedándote en tu país de origen pudiste haberlo dedicado a la creación, el estudio y la lectura (si estas son tus prioridades). Me gusta decirle a los poetas jóvenes que con frecuencia me cuentan sobre sus deseos de vuelo, pues que viajen, conozcan, salgan mucho si pueden; pero solo abandonen definitivamente su país si la vida en ellos es realmente insufrible, mas si no lo es, si solo es un tanto difícil quédense y desde allí construyan, denle a su tierra una oportunidad, ofrézcanle su talento. Los monstruos se van con el poeta a donde este vaya y tal vez sea más fácil vencerlos en su propio territorio. No juren que la felicidad está en otras geografías, la felicidad está en el cerebro, y aunque a ratos se diluya en circunstancias dolorosas es posible volver a convocarla.

 

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[ES]: Si miraras hacia atrás, ¿Cómo sientes que ha sido tu recorrido poético hasta hoy?

[ACB]: Ha sido intenso y calmo; con largos silencios y también con largos ruidos; con épocas de ausencia y con ciclos de encuentros; así ha sido y creo que así será, doble como yo misma. Sobre la producción propiamente te puedo decir que yo abrazo a todos los versos que he escrito, ellos son la que fui y son la que soy; porque uno es todas las vidas que ha vivido en una sola vida. Y el ser que hoy escribe esto, ha sido hecho por el que escribió ayer, y será construido por el que escribe ahora. Yo no niego mis viejos poemas, eso sería negarme a mí misma; lo que sí a veces me inquieta un poco es su calidad, porque soy muy severa con el producto y esto es una herencia del taller,  efecto de haber sido tallerista por tantos años y de haber tomado alta conciencia de la necesidad de limpiar el poema. Entonces vuelvo a ver un texto ya publicado y le empiezo a mirar las fallas, los rellenos, lo que podría quitarse o añadirse; es decir, es la forma lo que me preocupa pero en su esencia estoy tranquila porque creo haber dicho lo que quise decir en el tiempo en el que lo dije.

 

 

[ES]: Tu universo literario está construido sobre la base de la poesía y la narrativa. Ambos géneros se iluminan entre sí, es decir, tu poesía que se ubica desde la pequeña voz del mundo, al decir de Diana Bellessi, narra historias que tienen que ver con instantes en la vida de las personas; mientras que tu narrativa es atravesada por la poesía. ¿Cómo sientes tu escritura en este sentido?

[ACB]: Yo creo que todo lo que hago es poesía. Si escribo en prosa es al servicio del verso. Inclusive cuando hablo, creo que hay un deje como en ritmo de poema, aunque suene espantosamente lírico esto que estoy argumentando, pero así lo siento. Tengo una pequeña voz que desde lo diáfano o lo afilado intenta decir, porque eso es lo que hacemos todos los que escribimos, intentamos expresar lo nuestro o lo del otro con las limitadas herramientas que poseemos; y así lo que hemos comunicado a veces toca, a veces no llega a tocar, otras fluye otras no, pero importa mucho seguir insistiendo y seguir trabajando.

 

 

[ES]: ¿El género es importante a la hora de escribir? ¿Cuál es tu visión de la poesía escrita por mujeres en Latinoamérica?

[ACB]: El género es una creación social y no debería ser definitorio pero la sociedad lo vuelve así. Yo voy de lado y lado con el asunto de la poesía escrita por mujeres; a veces quiero repudiar la categoría y sin embargo sé que no debo, al menos no todavía, al menos no en mi generación. La poesía que escribimos las mujeres necesita aun esta categoría para eliminarla, suena contradictorio y redundante pero es simple: la existencia de un sistema ideológico patriarcal impone la necesidad de reestructuración y la necesidad de usar esta misma categoría para esa reestructuración, es decir, para que el cambio se produzca al lograr una visualización total e incluyente. Esperemos que en el futuro ya no sean necesarias estas jerarquías y se difunda y publique sin mirar el género, sin elevar uno sobre el otro, que se elija a la poesía y no a la mano que la hace, y entonces abrazar justamente solo a esta creación robusta, esplendorosa, genial, sensible, elaborada, valiente que se cocina en los hornos de Latinoamérica.

 

 

[ES]: ¿Cuál es tu foco de interés en tu poética, el tema que más te interesa transmitir?

[ACB]: Mis poemas hablan en general sobre la experiencia y las emociones humanas, las viñetas cotidianas propias y ajenas. Todo empieza con un pensamiento que insiste en que se le ponga atención, en que no se le olvide; entonces me doy a descubrirlo, a sacarle las capas una a una, a trabajar mentalmente sobre este, pero no estoy realmente segura de lo quiero decir hasta que empiezo a ponerlo en la hoja blanca, a contarlo en el poema; parecería entonces que unos versos se van escribiendo solos, como si tuvieran libre albedrío. Ya luego vienen las fases de urdimbre, corrección, olvido del texto por un tiempo y el retornar al mismo para su trabajo final.

 

 

[ES]: Tienes un poema de género precioso, que se llama “La majadera”, en el cual describes diferentes tipos de mujer. ¿Te sientes oficial o subversiva? ¿Quién es la que escribe tu mundo?

[ACB]: Todos los seres que me habitan escriben mi mundo. Los que fui, los que soy, los que vendrán. Seres claros y oscuros. Depresivos y Joviales. Furiosos y Calmos. Oficiales y Subversivos. Amadores y rencorosos. Domésticos y Silvestres. Soy en conjunto y también soy uno.

 

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[ES]: Cuéntame qué estás haciendo ahora y tus proyectos literarios para el futuro.

[ACB]: Este año me he propuesto andar menos y escribir más. Sentarme y rigurosamente terminar dos libros de poesía, varios ensayos y un conjunto de ficciones breves que me rondan ya desde hace algún tiempo.

 

 

[ES]: ¿Cómo es tu proceso creativo?

[ACB]: Yo soy un ser de rutinas. Hay gente que le tiene pavor a las rutinas yo en cambio las adoro. Tengo mis rituales y me gusta sostenerlos. Encuentro cierto sosiego en ello. Por las mañanas escribo antes de empezar a trabajar, y por las tardes cuando no tengo que salir a dar clases leo, por las noches leo otro poco también, antes de dormir. A veces el ritual se rompe y la poesía o la prosa, las ideas asaltan en cualquier lugar, en cualquier momento y pues es muy difícil negarse a ellas y termino tomando nota, registrando líneas en una libreta que llevo, ya luego subo todo al ordenador  y la verdadera labor empieza, la de darle sentido y solidez al texto, unidad y sensatez que a veces se consigue, a veces no.

 

 

[ES]: Por último, ¿qué es la poesía?

[ACB]: La poesía es un hada que con su varita mágica nos mejora como especie. Leerla o escribirla. La poesía es un oficio de lumbres otorgadas y recibidas. Mediante la palabra se nos ofrece un encuentro con lo que el ser anhela y no sabe que anhela, con lo que el ser teme y no sabe que teme, con lo que es y no sabe que es; en este escenario de continuas ontologías la escritura puede facilitar el conocimiento y la respuesta. Por lo tanto estoy convencida que leer y escribir nos hace mejores seres humanos. Toma un libro de poesía, en sus páginas, allí encontrarás soluciones, remedios, salidas, alas o dolores más grandes que los tuyos; porque de alguna forma misteriosa mas siempre universal el sentir de uno resulta el sentir de todos. Otros antes que nosotros ya vivieron y ya experimentaron lo que tú ahora, y se atrevieron a escribir sobre esto, y en el poema está el testimonio y la crónica de esas vivencias, que pueden desde el pasado hacia el presente regalarnos guías como antorchas oportunas; y también los estremecimientos absolutos junto a esos asombros imprescindibles y vitales.

 

 

La poeta Ana Cecilia Blum
La poeta Ana Cecilia Blum

 

Así escribe Ana Cecilia Blum

 

9 poemas

 

 

La canción del destino

 

Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.

León Felipe

 

El poeta vivirá en la memoria de las piedras

jamás en la del hombre,

porque aquello que el hombre recuerda

tarde o temprano olvida

y lo que olvida no retorna a la tierra

muere en el viento.

 

El poeta buscará las piedras,

en ellas harán hueco las gotas de sus versos,

en ellas hará estampa  la grafía de su aliento.

 

La persistencia del poema es el anhelo,

ni el nombre, ni la pinta, ni la fama,

solo el canto que se entrega al universo.

 

Así, lo que el poeta quiera decir

se lo dirá a las piedras,

estas hablarán con los árboles,

en el fruto el árbol guardará las palabras,

los pájaros picarán del fruto

y se encargarán de esparcir la semilla,

la semilla caída en la tierra será

principio estelar a través de los milenios.

 

La memoria de las piedras jamás es vencida por el tiempo,

y ésta es la canción del Destino.

 

El destino del poeta.

 

(de Rituales)

 

 

Rituales

 

Recoger botellas de vino en la mañana

y esperar en su vacío las respuestas.

 

Apuntar más de un verso

en las pupilas de mi gato,

el ritmo en sus pasos de pantera.

 

Retornar al río hijastro del deshielo,

a la tarde detrás de las lomas coloradas.

 

Hundir los dedos en la nieve,

perder el tacto de los días.

 

Voltear hacia el desierto

desempolvar al dinosaurio

dejar que sobreviva de mis huesos.

 

Caminar la yerba seca de los filos,

lo perdido en las orillas.

 

 

 

Que la ciudad te devore

 

Inicia el ceremonial de los pies descalzos:

restriégate los ojos,

sacude la cabeza,

busca el espejo,

luego el café.

 

No hace falta decir que es otro día,

las calles,

la parada del metro,

el quiosco de las mentas y el diario,

las notas de un violín desde la esquina

reclaman tu tránsito.

 

No te rindas,

busca los zapatos,

el maletín,

la sombrilla,

el libro que mitigue la embestida.

 

Concluye el rito,

la ciudad te espera

y tiene hambre.

 

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Ser de aire

 

Torbellinos entran

y salen de esta casa-cuerpo

a cualquier hora.

 

Vórtices

me arrastran a otros mares.

Corrientes

colman mis alforjas de otra arena.

 

De vendavales se hace mi trayecto.

De tornados mi memoria.

 

Todos los huracanes del mundo llevo adentro.

 

 

 

Canción de ayer

 

Busco el sol de la feliz locura

que colgaba de los dientes,

la infancia tardía

cantando por las calles

El disco chino y La gallina co-co-uá.

 

“Co co ua ua,

co co ua ua,

co co co co ua…”

 

Libres éramos libres

de tejidos y jirones,

de mesuras y misiones,

de dolencias y de muertes.

 

Busco esos días de sube y baja,

de “sale y vale”,

claros purísimos lentos.

 

Y mientras más los busco

más se pierden.

 

Antigua colección de cromos

que se suelta con las anclas

y no vuelve.

 

 

 

Posesión

 

Nada es nuestro,

siquiera la sombra

que se hace de uno mismo

con sus infinitos verbos mudos.

 

No son nuestros ni el poema

ni la tinta que lo escribe,

tampoco la tierra

en que se nace

en la que se morirá.

 

Sin ofrendar la huella

nos vamos diluyendo

hasta convertirnos

en vapor de día frío

libado por el espacio.

 

(de Áncoras)

 

 

El Señor de los Bigotes

 

El Señor de los Bigotes y tú duermen juntos, muy pegaditos; momentos entrañables, tan íntimos en donde te enseña toda su bondad y sutileza; se acerca, te roza suavecito, te hace sentir que eres importante, única, imprescindible, suya para siempre. Sin embargo, la mañana revienta y si no te has levantado a tiempo para prepararle su desayuno, él rasga tu piel, te muerde. Más tarde, un tanto agradecido busca tus ojos, te regala un par de guiños, marca tu cuerpo con su esencia y te hace saber que está contento; entonces tú te derrites y crees que te ama, estás convencida de que adora tu compañía y que es tuyo para siempre. Hasta el momento en que abres la puerta y él muy rápido se escabulle entre las piernas; lo llamas, corres detrás, lo persigues por cuadras, pretende no conocerte, todavía se aleja más de ti, y cuando por fin lo alcanzas suelta un gruñido fiero, te atisba con rabia. Desconsolada lo llevas a casa, él enojado se retira por horas hacia alguno de sus escondites mientras tú te indignas, fastidias, lloras; hasta que finalmente entiendes que solo eres su sirviente, pero aun así, no puedes dejar de amarlo para siempre.

 

 

 

La Tierra es una Caja

 

El Hombre atiende primero la caja de los límites internos, la de adentro, esa de los aposentos oscuros: algunos sellados, otros semiabiertos. Luego se dirige hacia las demás cajas, se mueve en ellas, casi existe con total confianza. En la caja de las habitaciones -donde entran las lunas y los soles- descansa, prepara los alimentos, se baña, se viste y enciende aquel artefacto irresistible que posee los poderes de encantamiento o depresión. Más tarde explora el espacio de otra caja, una mayor, aquella de los caminos largos, las luces de control y los mandatos colectivos. Después arriba al trabajo y a la universidad, cajas de urdimbres, responsabilidades, rutinas y obligaciones a ratos intolerables. Sale de allí y busca la naturaleza, pero el bosque, la laguna, el mar o la montaña parecen existir solo en su imaginación, en la escalera doliente de todas las cosas acartonadas; y así, con la inefable tristeza de los descubrimientos amargos, El Hombre concluye que la tierra, en sí misma, es solamente una metáfora inmensa.

 

(de Absurdities)

 

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La Niña de las Manos Chuecas

 

“Yo no tenía zapatos y me quejaba hasta

que conocí a un hombre que no tenía pies”.  

 Proverbio Hindú

 

Sus manos son pequeñas, y una más pequeña que la otra; son extrañas, no son comunes, no son como todas las otras manos del mundo. Sus manos se mueven diferentes, caen para un lado y para el otro con un ritmo torpe, errático, seco. Tienen poca fuerza en las simples labores diarias, pero logran hacerlas, y aún más, llevan el carácter para golpear el teclado, inventar historias, trazar garabatos. Sus manos a menudo juegan y sonríen y pintan y cantan y sirven el té; pero también lloran y gritan y se retuercen de ira y rompen tazas. Sus manos podrían asustar si las miras muy de cerca, son feas, bastante chuecas, doloridas, rebeldes; pero son sus manos y ella las quiere, las recibe, las celebra; son las únicas que tiene, y aunque no sean bonitas o completas, ellas existen, existen y son suyas.

 

(de Libre de espanto)

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