Todo lo demás es polvo. 13 poemas de Ana Santos

 

Por Ana Santos*

Traducción del portugués al español por Ángela Cuartas

Curador de la muestra Fabrício Marques

Crédito de la foto archivo de la autora

 

 

Todo lo demás es polvo.

13 poemas de Ana Santos

 

 

Tratado inexacto sobre reproducción de pájaros

 

Ocurre así:

la hembra incuba los huevos

día y noche —si es necesario,

contra viento, bajo la lluvia,

las plumas húmedas, los ojos

inocentes.

 

Temo que los huevos se quiebren

antes de tiempo, temo que adentro

haya pequeños pájaros

muertos,

juzgo precaria la arquitectura del nido,

presiento el cerco

de las aves de rapiña.

 

Ella espera, inquebrantable,

ajena a todo lo que no sea

la fe más pura.

Ella sabe que está en el mundo

para ser una lumbre

siempre encendida.

 

Y nacen las crías,

vivas, desnudas, ciegas, hambrientas,

sus cuerpos son picos abiertos,

la madre los alimenta

con lo que guardaba dentro de sí,

en un gesto repetido desde el origen

de los paseriformes.

 

Llegado el momento, ella

bate sus alas con pompa,

enseñando el coraje para el salto,

enseñando a irse

muy lejos

(los pájaros no sienten

saudade).

 

Todos los vuelos en el primer vuelo,

en el abrir desmañado

de las alas recién hechas.

 

Es breve la infancia de los pájaros.

Primero abandonan el nido,

después el árbol, después se pierden

entre tantos otros,

hasta que no los reconozco.

 

Mirando el nido vacío,

me pregunto si existieron,

como quien deja de creer en milagros,

como quien fue feliz un día

y lo olvidó,

como quien se ve solo

al final de la fiesta.

 

Eso aprendí

en septiembre.

 

 

 

Atacama

 

Bajo las constelaciones,

ellas cavan la arena

en busca de otras

constelaciones:

astillas, huesos

dispersos, pedazos

de hombres que amaron.

 

Aún en el zapato, solo,

el pie de Alfonso.

Este cráneo

tiene que ser de Hernán —

la misma falla

entre los dientes de adelante.

 

Hay tantas vértebras

sin el calor de un nombre,

tantos nombres sin vértebras.

 

Ellas, también de hueso,

exhaustas, siguen:

la lepra de Chile,

la mancha en el desierto.

Ellas se acuerdan.

 

Todo lo demás se esconde

en la noche impenetrable del suelo,

contraria a los telescopios,

todo lo demás es polvo

y calcio, brillo de aguja

en pajar, voluntad ajena

hecha en la tierra

como en el cielo.

 

(poemas inéditos en libro)

 

 

Cartografía

 

I – A la línea del Ecuador

 

Con tijeras de hierro,

fue cortado

el tejido de la Tierra.

Cumples

la ley de las agujas

en un silencio rotundo.

Tu trabajo es coser.

 

Buscamos tus

carretes de viento

en las mercerías del mundo.

Eres matriz de las cosas

zurcidas: tu remate

dispensa hilvanados.

 

 

II – Rosa de los vientos

 

Divergen

puntas y pétalos.

Alta mar:

la rosa de los rumbos

nos desorienta

con su cara de estrella.

 

 

III – Mapamundi

 

El planeta se desmiembra

en rompecabezas

infantil —

es necesario armarlo,

rescatar las piezas

perdidas.

 

En papel y tinta

el mundo es más vasto,

sus seres

más prescindibles.

 

Aquí

o en la China,

las líneas del mapa

contornan vacíos.

 

 

IV – Longitud

 

La vida entera

es casi nada.

No veré

las auroras en los polos,

las noches lucientes

en los desiertos.

 

Pero puedo acostarme

en el campo, al sereno,

soñar con bosques,

recordar los picos

de las montañas:

la travesía

que hago hasta mí.

 

 

V – El reino mineral

 

Quiero la paz de los minerales:

pétrea,

metálica,

sin el menor

sobresalto.

 

Pero no contaré

la historia de las rocas,

como no se mide

la solidez del tiempo.

 

Y sé de las centellas

en las forjas,

del cardenillo oculto

en todo lo que brilla.

 

Quiero el sueño perenne

de la tierra:

más que humus,

la fría

carne de un cristal.

 

 

VI – Al Atlántico

 

Tu aguada añil

inunda el globo.

¿Cómo suponer

la tristeza calcárea,

el país de ahogados?

Fosforece en el fondo

tu prole horrenda.

Todo germina

en tu suelo de sal.

 

 

VII – Agua dulce

 

Hendiduras hechas

a lámina,

los ríos piden paso.

 

En las ciudades lluviosas,

ellos salen de sí:

los bolsillos de los niños

se llenan de pequeños peces.

 

 

VIII – Dinámica

 

Nada nuevo

bajo el sol.

La Tierra se cansa de su giro,

como la piedra

rodada por Sísifo.

 

Hay un dios que danza,

soplando alisios, monzones,

ardiendo en lava,

temblando en sismos.

Él no para

por mí.

 

 

 

Cartel de desaparecido

 

Pido a quien tenga noticias

de este niño

miope

que, por favor, me avise

sin demora.

 

Tiene cinco años. En el centro,

el sábado, se me soltó

de la mano. Grité,

hasta el desmayo, el nombre

que le di. Nada:

hace un mes, su cuerpo

disipado.

 

Como se ve

en el retrato, tiene pelo

y ojos negros,

usa gafas

de lentes gruesos. Apenas

llevaba camisa

y debe

temblar de frío.

 

Tráiganlo,

pues lo espero,

el agua caliente

para el baño atrasado

(hijito,

no te olvides

de lavarte bien las orejas).

 

Pido que me restituyan

su llanto en la habitación,

mi regazo apartando

sus malos sueños.

 

Lo quiero vivo

o muerto,

tirado en

cualquier claro

(las gafas

están quebradas,

los pájaros se comen

las migajas del sendero).

 

En la neblina espesa,

solo,

¿cómo vería

nuestra casa de lejos?

 

Háblenme de mi hijo,

si tiene sed,

si tiene hambre.

Quiero pruebas

de que existe.

 

La esperanza es un peso

que me parte en dos,

me quiebra

todas las vértebras:

por eso camino.

 

 

 

Testamento místico

 

Entonces, ¿nadie quiere esto,

nadie?

Julio Cortázar, “Esta ternura”

 

Ofrezco esta vida

a quien venga

y la reclame.

 

Aunque poco

se haya cumplido,

canté a menudo en la calle,

el alma plena

de un amor sin blanco.

 

Dejo los bemoles

en que me reconozco,

la nada en el espacio

que habité,

los vestigios

de mi primer ancestro,

polvareda de gente

y de sueño.

 

Dejo los átomos

y todas las amalgamas

posibles,

constelaciones, galaxias —

un mendigo andrajoso

repicando su lata

de monedas.

 

Dejo monedas

en las fuentes,

viajes nocturnos

rumbo al norte,

un paseo trépido

sobre rieles de tren.

Maracuyás

de amarillo irreal

y las jaleas a punto

de la casa materna,

este modo

de mirar las cosas

con saudade precoz.

 

Esta inútil herencia

de fiebre, dolores, relojes,

el viento, una tarde,

en los rosales

de doña Lola,

doña Lola muerta

entre pétalos

(mi recuerdo

más antiguo),

el misterio supremo

nunca descifrado.

 

Escribo como

si supiera escribir —

esta fuerza creando

tierra, mar, las órbitas

de los planetas,

un fúlgido

carrusel.

 

Mi voluntad

aquí se labra:

los días

tras las noches,

esta voz sin razón

resonando

después del fin.

 

 

 

Página de diario

 

Hoy quise la ceguera

original,

la sordera de un tiempo

antes del tiempo.

 

Pero abrí la puerta,

salí a la calle (transida

de miedo y frío):

 

la multitud

se tragó mi rostro,

en la multitud

perdí mi nombre

y un grito de socorro.

 

Deseo de capullos,

de la casa cálida

de las pupas, deseo de

cualquier envoltura,

caparazones, caracolas.

 

En las manos, traje

mi corazón expuesto.

 

 

 

Antiparábola

 

Temprano, salí

a jugar

y me perdí en el camino,

envejecí

en el camino.

 

Vuelvo exhausta, después

de muchos años: muñeca

en brazos, adentro

la casa en llamas.

 

(de Fabulário)

 

 

 

Manzano

 

Amanecí arbórea,

raíces largas,

un nido

nuevo

en cada brazo.

 

(Ventana abierta.

Un crujir de ramas.)

 

Yo agito

mi cabello:

el cuarto se llena de manzanas.

 

La poeta Ana Santos
Crédito de la foto: archivo personal de la autora

 

Día de Todos los Pájaros

 

El azulejo

 

Los azulejos comunican

nada

y, al final, son más comunes

de lo que yo pensaba.

 

 

El pitogüé

 

Un pitogüé pequeño se equilibra

en la cuerda floja de una rama

en flor.

Otro, adulto, pasea,

cojo

(el dolor del palo,

quebrado

por mano distraída).

De otros tantos, muertos

(el susto repetido en las aceras),

me olvidé,

me olvidé.

 

 

El colibrí

 

Soy tan triste

que cada colibrí es una esperanza

desvariada

—¿de qué?

Este es el reino del azar.

Nadie vela por mí,

nadie esparce

colibrís por mi camino.

 

 

El hornero

 

Un hornero

toca a la ventana,

mostacillas fijas en mí.

Él sabe lo que hice

(ratera de nidos

y crisálidas):

él sabe

y, con la garganta,

me perdona.

 

 

El gorrión

 

Hasta el gorrión

me da consuelo,

hasta él,

picando mansamente

esas migajas,

en la multitud

de sus iguales.

 

 

El zorzal

 

Solo porque un zorzal

encontró agua entre muladares

(bastante buena

para su sed),

solo por eso recojo

alcohol, fósforos,

desisto

de incendiar el mundo.

 

 

 

Miedo

 

Es mínima la tijera

que corta el hilo de la vida.

Por eso mis ojos

abiertos en la oscuridad.

Visito los cuartos

de los que amo

para ver si respiran.

 

El sol sorprende las caras

cambiando

en los espejos.

 

Yo ando como quien lleva

flores o un pastel:

miedo

de que unos pies pisen

cerezas, pétalos,

de que una piedra deshaga

mi retrato en las vitrinas:

“Mujer temblando en la tarde”.

 

 

 

Tú y Gullar

 

Eres más bonito que los aretes de perlas

de mi abuela

Eres más bonito que una rosa

de papel crepé

rosado

Eres más bonito que un acróbata

que un caballito de mar

que una nebulosa

Eres más bonito que un naranjo

Eres más bonito que un plato de sopa

más bonito que una taza de té

que una canción

de cuna

más bonito que un pétalo

seco

guardado en un libro

que un nido

de picaflor

 

Mira,

eres tan bonito como una película

muda

y casi tan bonito

como un carrusel en la noche

 

 

 

Fado

 

Basta abrir la cortina

estampada:

es de noche.

Las cosas callan

bajo la luna.

 

Veo tan claramente

en la oscuridad

que casi salto

por la ventana

hacia el fin.

 

Respirar me aflige

de gusto:

los pulmones se pueblan

de alas.

 

Por un instante,

comprendo.

 

Hoy no duermo:

es mi destino

tejer sola

la mañana sin gallos.

 

 

Espejismo

 

A veces, en la calle, diviso mis muertos:

ellos pasean, furtivos,

estorban a los carros,

acarician a los perros,

se ensucian por gusto

los zapatos en los charcos.

Uno llega a escalar un árbol.

Grito dos, tres nombres

a los cuatro vientos

(la voz floja de esperanza):

ni siquiera hay eco.

 

(de Móbile)

 

 

 

————————————————————————————————–

(poemas em su idioma original, português)

 

 

 

Tudo o mais é pó.

13 poemas de Ana Santos

 

 

Tratado inexato sobre a reprodução dos pássaros

 

Ocorre assim:

a fêmea choca os ovos

dia e noite – se preciso,

contra o vento, sob a chuva,

as plumas úmidas, os olhos

inocentes.

 

Temo que os ovos se quebrem

antes da hora, temo que dentro deles

haja pequenos pássaros

mortos,

julgo precária a arquitetura do ninho,

pressinto o cerco

das aves de rapina.

 

Ela espera, inabalável,

alheia ao que não seja

a fé mais pura.

Ela sabe que está no mundo

para ser um lume

sempre aceso.

 

E nascem os filhotes,

vivos, nus, cegos, famintos,

seus corpos são bicos abertos,

a mãe os alimenta com aquilo

que guardava em si,

num gesto repetido desde a origem

dos passeriformes.

 

Chegado o tempo, ela

bate as asas com alarde,

ensinando a coragem para o salto,

ensinando a ir embora

para muito longe

(os pássaros não sentem

saudade).

 

Todos os voos no primeiro voo,

no abrir canhestro

das asas recém-feitas.

 

É breve a infância dos pássaros.

Primeiro abandonam o ninho,

depois a árvore, depois se perdem

entre outros tantos,

até que não os reconheço.

 

Olhando o ninho vazio,

me pergunto se existiram,

como quem deixa de crer em milagres,

como quem já foi feliz

e esqueceu,

como quem se vê sozinho

ao fim da festa.

 

Isso é o que aprendi

em setembro.

 

 

 

Atacama

 

Sob as constelações,

elas cavam a areia

em busca de outras

constelações:

lascas, ossos

esparsos, pedaços

de homens que amaram.

 

Ainda no sapato, avulso,

o pé de Alfonso.

Este crânio

só pode ser de Hernán –

a mesma falha

entre os dentes da frente.

 

Há tantas vértebras

sem o calor de um nome,

tantos nomes sem vértebras.

 

Elas, também de osso,

exaustas, seguem:

a lepra do Chile,

a mancha no deserto.

Elas se lembram.

 

Tudo o mais se esconde

na noite insondável do chão,

avessa aos telescópios,

tudo o mais é pó

e cálcio, brilho de agulha

em palheiro, vontade alheia

feita na terra

como no céu.

 

(poemas inéditos em livro)

 

 

 

Cartografia

 

I – À linha do equador

 

Com tesoura de ferro,

cortou-se

o tecido da Terra.

Cumpres

a lei das agulhas

num silêncio rotundo.

Teu trabalho é coser.

 

Buscamos teus

carretéis de vento

nos armarinhos do mundo.

És matriz das coisas

consúteis: teu arremate

dispensa alinhavos.

 

 

II – Rosa dos ventos

 

Divergem

pontas e pétalas.

Alto-mar:

a rosa dos rumos

desnorteia-nos

com sua face de estrela.

 

 

III – Mapa-múndi

 

O planeta desmembra-se

em quebra-cabeça

infantil –

é preciso montá-lo,

resgatar as peças

perdidas.

 

Em papel e tinta,

o mundo é mais vasto,

seus seres

mais prescindíveis.

 

Aqui

ou na China,

os traços do mapa

contornam vazios.

 

 

IV – Longitude

 

A vida inteira

é quase nada.

Não verei

as auroras nos polos,

as noites luzentes

nos desertos.

 

Mas posso deitar

no campo, ao relento,

sonhar com florestas,

lembrar os cimos

das montanhas:

a travessia

que faço até mim.

 

 

V – O reino mineral

 

Quero a paz dos minerais:

pétrea,

metálica,

sem sobressalto

algum.

 

Mas não contarei

a história das rochas,

como não se mede

a solidez do tempo.

 

E sei das centelhas

nas forjas,

do azinhavre oculto

em tudo o que brilha.

 

Quero o sono perene

da terra:

mais que húmus,

a fria

carne de um cristal.

 

 

VI – Ao Atlântico

 

Teu guache anil

inunda o globo.

Como supor

a tristeza calcária,

o país de afogados?

Fosforesce no fundo

tua prole medonha.

Tudo germina

em teu solo de sal.

 

 

VII – Água doce

 

Fendas feitas

a lâmina,

os rios pedem passagem.

 

Nas cidades chuvosas,

eles saem de si:

os bolsos das crianças

se enchem de piabas.

 

 

VIII – Dinâmica

 

Nada de novo

debaixo do sol.

A Terra cansa de seu giro,

como a pedra

rolada por Sísifo.

 

Há um deus que dança,

soprando alísios, monções,

ardendo em lava,

tremendo em sismos.

Ele não para

por mim.

 

 

 

Cartaz de desaparecimento

 

Peço a quem tiver notícias

deste menino

míope

que, por favor, me avise

sem demora.

 

Tem cinco anos. No centro,

sábado, soltou-se

de minha mão. Gritei,

até o desmaio, o nome

que lhe dei. Nada:

há um mês, seu corpo

dissipado.

 

Como se vê

no retrato, tem cabelos

e olhos pretos,

usa óculos

de lentes grossas. Vestia

camisa apenas

e deve

tremer de frio.

 

Tragam-no,

pois o espero,

a água aquecida

para o banho atrasado

(filhinho,

não se esqueça

de lavar bem as orelhas).

 

Peço que me restituam

seu choro no quarto,

meu colo afastando

seus sonhos ruins.

 

Eu o quero vivo

ou morto,

jogado numa

clareira qualquer

(os óculos

estão rachados,

os pássaros comem

as migalhas da trilha).

 

Na névoa espessa,

sozinho,

como veria

nossa casa ao longe?

 

Falem-me de meu filho,

se tem sede,

se tem fome.

Quero provas

de que ele existe.

 

A esperança é um peso

que me dobra ao meio,

me quebra

todas as vértebras:

por isso caminho.

 

 

 

Testamento místico

 

Entonces, ¿nadie quiere esto,

nadie?

Julio Cortázar, “Esta ternura”

 

 

Oferto esta vida

a quem vier

reclamá-la.

 

Embora pouco

se tenha cumprido,

cantei amiúde na rua,

a alma plena

de um amor sem alvo.

 

Deixo os bemóis

em que me reconheço,

o nada no espaço

que habitei,

os vestígios

de meu primeiro ancestral,

poeira de gente

e de sonho.

 

Deixo os átomos

e todos os amálgamas

possíveis,

constelações, galáxias –

um mendigo andrajoso

chocalhando sua lata

de moedas.

 

Deixo moedas

nos poços,

viagens noturnas

rumo ao norte,

um passeio trôpego

sobre trilhos de trem.

Maracujás

de amarelo irreal

e as compotas no ponto

da casa materna,

este modo

de olhar as coisas

com saudade precoce.

 

Esta inútil herança

de febre, dores, relógios,

o vento, uma tarde,

no roseiral

de dona Lola,

dona Lola morta

entre pétalas

(minha lembrança

mais antiga),

o mistério supremo

nunca decifrado.

 

Escrevo como

se soubesse escrever –

esta força criando

terra, mar, as órbitas

dos planetas,

rútilos

carrosséis.

 

Minha vontade

aqui se lavra:

os dias

seguindo as noites,

esta voz à toa

ecoando

após o fim.

 

La poeta Ana Santos.
Crédito de la foto: archivo personal de la autora

 

Página de diário

 

Hoje eu quis a cegueira

original,

a surdez de um tempo

antes do tempo.

 

Mas abri a porta,

saí à rua (transida

de medo e frio):

 

a multidão

tragou meu rosto,

na multidão

perdi meu nome

e um grito de socorro.

 

Desejo de casulos,

da casa quente

das pupas, desejo de

qualquer invólucro,

carapaças, búzios.

 

Nas mãos, eu trouxe

meu coração exposto.

 

 

 

Antiparábola

 

Cedo, saí

para brincar

e me perdi no caminho,

envelheci

no caminho.

 

Volto exausta, ao fim

de muitos anos: boneca

nos braços, adentro

a casa em chamas.

 

(de Fabulário)

 

 

 

Macieira

 

Amanheci arbórea,

raízes longas,

um ninho

novo

em cada braço.

 

(Janela aberta.

Um farfalhar de ramos.)

 

Eu agito

meu cabelo:

o quarto se enche de maçãs.

 

 

 

Dia de Todos os Pássaros

 

O azulão

 

Os azulões comunicam

nada

e, afinal, são mais comuns

do que eu pensava.

 

 

O bem-te-vi

 

Um bem-te-vi miúdo se equilibra

na corda bamba de um galho

em flor.

Outro, crescido, passeia,

saci

(a dor do graveto,

quebrado

por mão distraída).

De uns tantos, mortos

(o susto repetido nas calçadas),

me esqueci,

me esqueci.

 

 

O colibri

 

Sou tão triste

que todo colibri é uma esperança

desvairada

– de quê?

Este é o reino do acaso.

Ninguém zela por mim,

ninguém espalha

colibris por meu caminho.

 

 

O joão-de-barro

 

João-de-barro

bate à janela,

miçangas fitas em mim.

Ele sabe o que fiz

(gatuna de ninhos

e crisálidas):

ele sabe

e, com a garganta,

me perdoa.

 

 

O pardal

 

Mesmo o pardal

me traz consolo,

mesmo ele,

bicando mansamente

essas migalhas,

em meio à chusma

de seus iguais.

 

 

O sabiá

 

Só porque um sabiá

achou água entre monturos

(boa o bastante

para sua sede),

só por isso recolho

álcool, fósforos,

desisto

de incendiar o mundo.

 

 

 

Medo

 

É mínima a tesoura

que corta o fio da vida.

Por isso meus olhos

abertos no escuro.

Visito os quartos

dos que amo

para ver se respiram.

 

O sol surpreende as faces

mudando

nos espelhos.

 

Eu ando como quem leva

flores ou um bolo:

medo

de pés que pisem

cerejas, pétalas,

de pedra que desfaça

meu retrato nas vitrines:

“Mulher tremendo na tarde”.

 

 

Você e Gullar

 

Você é mais bonito que os brincos de pérola

da minha avó

Você é mais bonito que uma rosa

de papel crepom

cor-de-rosa

Você é mais bonito que um acrobata

que um cavalo-marinho

que uma nebulosa

Você é mais bonito que um laranjal

Você é mais bonito que um prato de sopa

mais bonito que uma xícara de chá

que uma cantiga

de ninar

mais bonito que uma pétala

seca

guardada num livro

que um ninho

de beija-flor

 

Olha,

você é tão bonito quanto um filme

mudo

e quase tão bonito

quanto um carrossel à noite

 

 

 

Fado

 

Basta abrir a cortina

de poás:

é noite.

As coisas calam

sob a lua.

 

Vejo tão claramente

no escuro

que quase salto

da janela

para o fim.

 

Respirar me aflige

de tão bom:

os pulmões povoam-se

de asas.

 

Por um instante,

compreendo.

 

Hoje não durmo:

é meu destino

tecer sozinha

a manhã sem galos.

 

 

 

Miragem

 

Às vezes, na rua, avisto meus mortos:

eles passeiam, furtivos,

atrapalham os carros,

afagam os cães,

sujam por gosto

os sapatos nas poças.

Um chega a subir em árvore.

Grito dois, três nomes

aos quatro ventos

(a voz bamba de esperança):

nem sequer há eco.

 

(de Móbile)

 

 

 

 

 

*(Porto Alegre – Brasil, 1984). Poeta y narradora. Periodista, magíster y candidata a doctora en Estudios Literarios por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil). Se desempeña em dicha universidad como correctora de textos. Ha obtenido la Beca Funarte de Creación Artística, el Premio Governo de Minas Gerais de Literatura y el Premio Minuano. Ha publicado en poesía Móbile (2017) y Fabulário (2019); y em cuento O que faltava ao peixe (2011).

 

 

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