Todo camino es una ingenuidad. 11 poemas de Alfredo Zaldívar

 

Por Alfredo Zaldívar*

Selección de poemas por Víctor Rodríguez Núñez

Crédito de la foto: archivo del autor

 

 

Todo camino es una ingenuidad.

11 poemas de Alfredo Zaldívar

 

 

Poeta que lee a otro poeta

 

Cuando soy el poeta que lee a otro poeta

soy el subtexto

los espacios en blanco

los márgenes

las lindes.

 

Cuando soy el poeta leído por el otro poeta

soy la página en blanco

predispuesta.

 

Cuando me lee un poeta

se me olvida quien soy

pero jamás quién es.

 

Cuando leo a un poeta

se me olvida quien es

pero jamás quién soy.

 

Cuando no soy poeta

ni leo a nadie

debo ser el poema.

 

El poeta

debiera ser un mal lector.

 

 

Contra la emoción

 

He pecado, Señor.

Esta mañana recité una alabanza en los oídos de mi joven amante.

Llegué a rimar diez octosílabos

más de diez veces creo.

Lo hice con vehemencia.

El sonsonete de un antiguo italiano me llevó hasta un soneto.

Intenté disuadirlo

mas salían en versos blancos

tan líricos

que decidí parar.

 

Y heme aquí, Señor mío,

atormentado.

No fui capaz de contenerme

y escribí un encendido elogio del paisaje

me arrobé ante los últimos reductos de la tarde

y lo peor

lo hice ante una ventana.

 

Este acto, Señor,

se ha repetido varias veces.

 

En las noches percibo el olor de un jazmín

y he corrido hacia él

lo he descrito con fruición.

Yo, bajo las estrellas del jazmín

espero que amanezca,

canto feliz de haber nacido

y al goce de los albos atributos del día

he compuesto mis salmos.

Salmos, Señor, he dicho.

 

A veces me he hecho acompañar de amigos

en estas deleitosas correrías.

Le he señalado los encantos del río que fluye hacia la mar

y he visto en sus miradas aguas enternecidas.

Los he inducido a la consternación.

Yo, Señor, lo confieso.

 

He usado en mis poemas las palabras

sublime, ensoñación, nostalgia, isla,

añoranza, criatura, pez, blanquísima…

Señor, el verbo amar

ha aparecido en todas sus conjugaciones,

en todos sus sinónimos.

A la vuelta, en el bosque, encontré un cervatillo moribundo.

Y he llorado por él y por mí

y por todo.

 

He llorado, Señor,

Hoy he dispuesto mi arrepentimiento.

Debo autoflagelarme.

 

 

 

Complicar la existencia

 

Vendrán hasta mi puerta

sonrientes

colgate.

 

Hoy no sabré quién toca

ya no tengo mirilla

me es imposible discriminar.

 

Siembro árboles nuevos en mi techo

semillas verdes

suave inocencia siembro.

 

Tocarán

y no pienso bajar

no será hora apropiada

de abrir el picaporte

fuertemente fijado.

 

Son compromisos con la indiferencia

esa luciérnaga que sólo vuela

cuando los trovadores afinan la guitarra

que no van a tocar

y las coristas se disponen a diseñar su atuendo

porque no habrá función.

 

Vendrán para cumplir.

Su carné y su puesto deberán comprenderlo.

Esa lucha. Esa rabia.

 

Vendrán a compartir su merienda gratuita.

Pan con jamón

jamón jamón

cerveza de latica

su fiel amiga fría

un disco pa menear su esqueleto

aplicado dilecto diletante.

 

El yogur

la existencia

van a venir por mí

a complicarlo todo

ya están tocando

pero estoy en el techo

siembro árboles nuevos

semillas verdes

y no pienso.

 

El poeta Alfredo Zaldívar

 

La boda

 

Dije que sí

convencido de todo lo contrario

o quizás no de todo

pero dije que sí.

 

Te pedí que dijeras que sí

aunque sabía de tu inconformidad

y lo dijiste.

 

Les pedí

les pedimos

que dijeran que sí

sabiéndolos testigos de una defunción.

 

Tan solo se trataba de mezclar el sonido de la s

vigésima segunda letra y decimoctava consonante del abecedario español

con la i

décima letra y tercera vocal del nombrado alfabeto

juntar esos sonidos

con una convicción tan teatral y afirmativa

que resultara cierta

cuidando la confusión sutil

con esa conjunción átona

condicional

si tú dices que sí yo lo diré

o anunciativa

dime si dirás sí y lo diré también

o casual

si ayer dijiste sí de nuevo lo dirás

o

confiar tanto en ti, en mí, en

o desconfiar –da igual–

que ya no sepas entre tantos

cuál era el que debías decir

si había un si es no es de verdad

en tu boca

en tu vocabulario

en tu razón.

 

 

 

Otra parábola

 

No sabe si el instante en que sus manos

entraron en sus manos

sobre su pecho

fue verdad.

No sabe si el instante en que su boca

fue su boca

sucedió.

Sabe que perderá los ojos

cuando vuelva a entreabrirlos.

Sabe que cuando abra sus manos

no estarán en sus manos.

Pero no sabe si cambiará la historia

ni si tendrá palabras.

 

Las tormentas a veces

llegan sin anunciarse.

Las tormentas se anuncian

y quizás nunca lleguen.

 

Todo camino es una ingenuidad.

Todo pronóstico es sólo otra parábola.

 

 

Utopías

 

Idealicé la carpa que me dieron

la mano que acarició con vehemencia mi piel

la palabra cedida

y el roce prometido.

 

No tuve en cuenta la fragilidad

del ciervo moribundo

que duerme entre dos bestias

las escasas palomas que vuelan

cuando encienden sus luces.

 

No vi los laberintos que rodean la carpa

el miedo a consentir la pasión por el miedo.

 

Huía con tanta exactitud

que sólo mi obsesión por la deshora

pudo ignorar las fugas.

 

Las escasas palomas escapaban

del pecho de las bestias

el ciervo moribundo también logró escurrirse.

Mi carpa era tan ancha

que acogería el vuelo de esas pocas palomas

lo multiplicaría.

 

Mi pecho escudaría al ciervo moribundo

y curaría su herida.

 

Pero la carpa estaba consagrada al fuego

y mi pecho era nimio.

 

Soy el asilo de toda esa ceniza.

 

 

 

Variaciones del alma

 

I

 

Le hablabas a su alma neorrománticamente

le decías a su alma modernista que la amabas

y su alma pos

como un símbolo fálico atravesó la tarde.

Partía el alma mirarla.

 

II

 

Pudiera ser el padre de tu alma, le decía

un pariente cercano

un amigo

su amante.

 

Y sólo soy su hijo, le decía

el más pequeño

y desalmado.

 

III

 

Y se quedó en la esquina

viendo como su alma se marchaba

pero miró hacia atrás

le dijo adiós

y se volvió de sal.

 

IV

 

He recogido una pizca de sal

de alma salada

la he tirado hacia atrás

por sobre el hombro izquierdo

y he cuidado de no volverme

de no perder mi alma.

 

 

 

Trillos (fragmentos)

 

Escribo sobre páginas escritas.

Vi arder Troyas, mas nunca he visto el fuego.

Poco sé de la tierra en que sembré

de las flores que abrieron en mi ausencia

y luego creí mías.

Trillo el trillo y no avanzo.

Tardo en saber a qué hora tengo hambre,

cuándo soy una bestia

cuándo el hombre.

 

En la pulpa rosada de una fruta quise ver mi futuro.

No estaba escrito.

Hube de adormecer mi paladar

saborear una amnesia.

Tábula rasa era mi boca.

 

Trillo el trillo y no ando.

Reescribo / sobrescribo.

Tachar / partir / romper

Quemar / borrar/ mentir.

Infinitivos infinitos me asedian.

 

 

Escribo sobre páginas escritas.

/La hoja en blanco es un mito.

 

 

Corro

con un papel secreto

/una carta de amor

por la noche cerrada

corro

con los ojos cerrados

por un camino que no es camino aún.

 

Vuelvo

corro otra vez

con la respuesta,

/otra carta de amor

por la noche cerrada  

con los ojos cerrados

 

y voy haciendo el trillo

la vereda cerrada hacia la noche

en la noche cerrada que no me espera

que debo abrir

aunque tan solo tenga

una carta secreta

/y sea de amor.

 

 

El amor es un niño que corre con los ojos cerrados apretando los párpados, apretando las manos, con un mensaje en blanco, por una vereda que no existe. El amor es un trillo que no existe por el que corre un niño hacia lo blanco. El amor es un blanco que espera por un niño en la noche cerrada, con los ojos cerrados. El amor es la noche cerrada, los ojos apretados y la vereda blanca.

 

 

“Esto es mío”, gritaba con firmeza. “Esto es mío”, gritaba con dolor. “Esto es mío”, cantaba. Mientras lanzaba la mala yerba lejos y mi sudor, mi llanto, mi saliva, mi semen, abonaban la tierra/tierra de promisión, vereda, trillo/ a donde fui confinado por algo/para algo/por alguien/por mí mismo. 

 

 

Dentro del río/sería la corriente.

Dentro del mar/la ola.

Sobre el puente/los pasos.

Sobre la tierra firme/una hoja que vuela…

 

Formas de ser

/de estar

/de asirme.

 

 

 

El perro de Goya

 

Si me dejaran escoger un cuadro en el Museo del Prado

no escogería Las meninas

mi preferido

/no podría con tanto.

 

Ni La Rendición de Breda,

que me detuvo en un banco

durante horas que parecieron siglos.

 

Ni siquiera los rostros de los borrachos de Velásquez

/mi pintor favorito,

/el pedazo de arte que más me ha conmovido.

 

/Yo

que nunca he sido amante de los perros

ni de ningún animal doméstico o salvaje

me llevaría sin dudas el perro semihundido,

de Francisco de Goya y Lucientes.

 

Debe haber un motivo que desconozco para esta preferencia.

/Ese misterio no sé desentrañarlo.

 

Es un cuadro menor

un perro hundiéndose en la tierra

/sólo

/sin desesperación

/sin esperanzas.

 

No sé si hay una historia. 

Dicen que Antonio Saura lo considera “el cuadro más bello del mundo”.

Dicen que es un poema visual,

que es el primer cuadro simbolista de Occidente,

que se adelantó al abstraccionismo,

al expresionismo, a los impresionistas.

 

Seguramente Fina García Marruz

pudiera escribir el poema que ya Goya pintó.

/La eternización de ese instante. 

Yo no, nada podría escribir.

No creo siquiera que sea un cuadro bello.

Poco puedo decir de sus cualidades precursoras.

 

/Yo sólo atinaría a llevármelo,

ponerlo en mi pared

/y mirarlo

/mirarlo

/mirarlo

 

El poeta Alfredo Zaldívar

 

Escrito sobre El libro secreto de Pompeya y Herculano

 

Te dibujo los ojos. La punta roma traza la curva de tu iris, su movimiento inquieto. Me deslizo a tu oído y logro delinear su cosquilla. Dibujo tu nariz, entro a sus fosos, delineo su respiración. Saco tu lengua y la dibujo con uno, dos, tres golpes… miles. Le doy rojo a tus labios, dibujo sus contornos, su desesperación. Entro a tu boca, a tu garganta. Y sin abrir las llaves siento que el agua sale. Dibujo esos temblores.

/Los del agua y tu boca.

Dibujo el trazo de la daga por tu cuello. Pongo pespuntes a lo ancho de tu busto. Dibujo la dureza de un pezón, la dureza del otro. Trazo tu axila izquierda y la acuchillo con firmeza. Acuchillo también tu otra axila. /Gritas.  Desdibujo la bruma, la maleza, el escozor

/y gritas.

 

Intento ser equitativo con tus ayes. Dibujarlos con fidelidad, si ello fuera posible. Pinto tu ombligo con un punto firme para que no se apague. Pongo capas y capas sobre tu vientre y veo que tiembla más, no se endurece

/gritas.

 

Un solo trazo recto. Dibujo otro pincel. Y dibujo tus manos, la firmeza de tus manos crispadas.  Su resuelta ansia de libertad. Y dibujo un espejo. Olvido toda figuración, rompo el espejo y entro.

/Causa y efecto/Ebullición /Trasunto.

 

Dibujo los fragmentos, la abstracción, y sin abrir las llaves vuelve a fluir el agua. Dibujo la humedad, la mácula, sus flujos. Dibujo el fin de todo. Devuelvo los pinceles a sus cajas.

 

/Hasta el próximo cuadro todo suele ser bello, deliciosamente desolador.

 

 

 

Hambre

 

Casi en los nudos del caballo

casi en su hora franca

palpas la estrella en su rodilla

y te dices muy quedo

 

/ Ha tocado a mi puerta.

Me ha mirado y se ha ido

sin darse cuenta de quien soy

sin saber lo que quiero.

 

Cuándo el caballo va a mirarte

a mostrarte sus dientes silenciosos

 

Cuándo te va a hospedar en su galope

en su lomo a pelo suelto

/piensas

 

Cuándo se volverá bestia y codicia

y torcerá su rumbo.

Cuándo abrirán tu boca

los nudos que en su boca se atragantan.

Cuándo te va a mostrar

la perfección de su carrera

el garbo.

 

Quieres correr al sol con él

y ya en la sombra herida

seducirlo

beber su trote

y a pesar de la veda

comerte ese caballo.

 

 

 

 

 

*(Holguín-Cuba, 1956). Poeta y editor, incursiona en la narrativa, crítica y ensayo. Obtuvo el Premio Extraordinario de Poesía Bicentenario de Milanés (2014), el Premio Nacional de la Crítica, el Premios de Poesía José Jacinto Milanés y el Premio Adelaida de Mármol, el Premio de Ensayo Medardo Vitier, el Premio de Crítica literaria Segur, en tres ocasiones, la Beca de Creación Juan Francisco Manzano y la distinción por la Cultura Nacional de la República de Cuba. Fue Artista Residente en The Banff Center for the Arts (Canadá, 1996). Fundó y dirigió durante quince años la editorial Vigía y, en la actualidad, es director de ediciones Matanzas y de la revista homónima. Ha publicado en poesía Concilio de las aguas (1989), La vida en ciernes (2002), Papeles pobres (2003), Contra la emoción (2005), Malentendido (2007), Esperando a Viernes (2009), Precipicios (2013), Rasgado con las manos (2015), Cuchillos en el aire / Knives in the Air, trillos / precipicios / concurrencias (2014); en ensayo Una piedra común en su camino (1996), Volver a la universidad (sobre Gastón Baquero) y El don perpetuo (sobre Carilda Oliver Labra); y en novela Vida y obra de…Seboruco (2018).

 

 

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