Soportar contrarios. 7+1 poemas de Lola Andrés

 

Por Lola Andrés*

Traducción del castellano al francés por Dolors Català Guitart**

Crédito de la foto ©Delia Izquierdo

 

 

Soportar contrarios.

7+1 poemas de Lola Andrés

 

 

“tápame, tengo frío” (fragmento)

 

arranco todo el monte la piel

de los castaños y la tapo

le cuento que aquí hay pájaros

torciendo la cabeza hacia

su herida: fantasmas de la leche

ella canta con trinos de veneno

al borde del bramido un animal

sin fuerza dejándose

en el agua

                    caer

a-b-a-n-d-o-n-a-d-o

 

se me enfermó en el pecho

el humo el escozor la leche ardida

ella me mira toca

la cicatriz que sella

                                   mi corazón

«cómo te me pareces»

podría yo asestarle

palabras como piedras

quebrar cada burbuja de su boca

abrasarla que oliese

el tizne de la carne            que soy

como ella es           como su herida

abandonada en lástima

 

un amor formidable titánico

se demacró por irse              claro

ya no cabía en esta

sutura de carbón

 

te-me-pareces

tengo su gesto

de avestruz arrogante de

costurón retórico de

voz definitiva sufro

frío en el pecho

ella lloraba ahí             después

de vaciarse en chorros

en pantanos en cuevas

estoy aquí          joven

                                       entraña mía

                                       ¿dónde buscas ahora

el formidable

majestuoso humo

 

 

«sí, la estás pisando      levanta

la suela        ahí la tienes»

 

Tentación:

 

¿por qué esta cólera

si no se expele arena

de aquel monte?

 

os escucho he callado

—a fin de cuentas hiendo

solo deseo— qué hiriente

la uña de estas voces

 

cuántas argucias cuántas

sentencias sin respeto

yo no cultivo lanzas

que no hundan

la moharra de ángel en los ojos

 

ved así, con ultraje

—perdón, vejez es muy capaz—

 

ella es linde de furia

y de esto

no puedo reponerme

poned a prueba el verso milenario

la imagen que no logra

estremecer al nombre

¡incautas charlatanas!

qué banal vuestro esfuerzo

 

las reses son locura

el corazón relámpago

el humo una lesión

 

¿no comprendemos

la imprecación del golpe?

 

 

 

coro:

 

                                                                                                 que los gatos maúllen

                                                                                           que las cenizas entren

 

nada se limpia

del

 

carbón. olor. olor

                             royendo el poro. ¿qué

                             ojo se desploma?

hoyo oscuro

por no

 

e-n-f-e-r-m-a-r

 

(de)

 

mirar. sudar

                                la sábana. sola.

arrastrar esa vena.   sola.

                                amarla. ala

                              

                                (ella)

 

se estrecha se

                       encoge pende

                       del espejo

ese

temblor     

entre el

ella y el

esto

 

única

sutura: tu

                 huir. sumirse

en uñas.           tú:

                        gruñe

                        sucio

                        sueño

 

                        infantil

idioma

            mísero

            mirando

infinitos          si

                       quisieras

oír

aquí (qué)

límite

intranquilo quién

se iría

así

sin

dilo

sin

origen.

 

(de Llámala)

 

 

 

las rasgaduras abren

plegarias

 

ese hilillo de voz

murciélago espantado

 

insistir

extenuarse adentro

 

la súplica

 

el instinto

de soportar contrarios

 

resolver si los ecos

envolverán el pánico

 

La poeta Lola Andrés

 

volver

al mismo punto, ver

el círculo

 

dijeron

 

la bandada que emigra

desliza

el ojo esperanzado

 

dijeron

 

así puede inundarse la fugacidad

o trasladarse

 

la rigidez

no ayuda, sacrifica

lo blanco, lo puro,

vence –entonces– la sed

y la memoria

–sucia, quebrantada–

 

dijeron

 

antes

los sueños conspiraban,

los sueños conocían qué fiebre,

qué sendero, antes,

si la inocencia hería,

se colapsaba el vértigo

 

dijeron

 

ir hacia el poniente mirando

su arrebol o postergando

la eternidad del cielo

 

culminar las corrientes

 

que los tiempos acaben

 

dijeron

 

 

 

¿Éramos ciegos?

 

Háblale

del sonido

que originó

la vida.

 

Dile cómo

nacieron

la duda,

la extrañeza, el color

extenuado

de los bosques.

 

Perder la luz y arder

entre los ecos.

 

Dile

que nada discutieron

los arcángeles

sobre la noche oscura.

 

“¡Ondas tumultuosas, silencio!”

 

Obséquiale

con túnicas aladas que bordaron

los ojos

de los nombres.

 

¿Oír en las membranas la soledad

del tiempo?

La ceguera se urdió como los hilos

heridos del zarzal.

Vino envuelta en los ojos

pero calló en la búsqueda.

Quedó rota de luz en lo profundo.

 

Dile que somos

ratas y mariposas ígneas,

que turbamos

las sombras cuando irrumpe el albor.

 

Sabrá del arrecife, del hambre

de los pueblos,

de la balsa del viento

en los recodos.

 

Y tal vez se pregunte

si fuimos desertores,

si fuimos blancos

vertebrados en fisuras.

 

 

La lluvia, de pronto

llueve.

 

Ah, ese aroma

de tierra, tus huesos

niños hueles

 

La tierra ahí

engullendo nostalgia.

 

No existía el viaje,

los trenes eran

costas de cinabrio

o

arrecifes en cúpulas.

 

Entonces, cuando la lluvia,

se colmaba el futuro,

chupabas el ansia

de los caballos jóvenes.

 

Tus heridas

se elevan – el olor de–

los tiempos

te calman, silenciosos,

 

qué has venido a buscar,

en qué marismas,

qué reventó tus ojos,

tu carne, tu esqueleto.

 

En un escalofrío

los que aun sobreviven

entrelazan sus bocas

comienza

algún canto

de estremecidos tonos.

 

Sales, salen

limpiáis

 cada rotura,

queda

el estruendo.

 

(de Travesía)

 

 

 

el descanso construye cien mil bóvedas. hay siete mil que no acogen. con las noventa y tres mil restantes uno protege el cuerpo. hay mucho que soñar bajo este techo de araña portentosa. se entrelazan en firmamento o cúspide. a su abrigo comparecen los bosques irreales; no entrañan imposible vegetación. respiro en paz, pero me acechan siete mil cavidades de espanto. siete mil arcos sin nombre. y aun con tanto cobijo – ya sabéis: noventa y tres mil cúpulas que velan– hay agujeros que parten mi organismo. en trozos, siete mil trozos. de uno. ¿cómo entenderlo?

 

(de Uno)

 

 

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(traducción de algunos poemas al francés)

 

La poeta Lola Andrés

 

Supporter les contraires.

5 poemas de Lola Andrés

 

 

Les déchirures ouvrent

des prières

 

cette mince voix

chauve-souris effrayée

 

insister

s’épuiser à l’intérieur

 

la supplication

 

l’instinct

de supporter les contraires

 

décider si les échos

envelopperont la panique

 

 

le repos construit cent mille voûtes. il y en a sept mille qui n’accueillent pas. avec les quatre-vingt-treize mille restantes, un protège son corps. il y a beaucoup à rêver sous ce toit  d’araignée prodigieuse. elles s’entrelacent en firmament ou en cime. à leur abri se présentent les forêts irréelles ; elles n’entraînent pas de végétation impossible. je respire en paix, mais sept mille cavités d’effroi me traquent. sept mille arcs sans nom. et même avec  autant de refuges – vous savez déjà : quatre-vingt-treize mille coupoles qui veillent –  il y a des trous qui fragmentent mon organisme. en morceaux, sept mille morceaux. d’un. comment le comprendre !?

 

 

 

revenir

au même point, voir

le cercle

 

dirent-ils

 

la volée qui émigre

fait glisser

l’œil plein d’espoir

 

dirent-ils

 

ainsi la fugacité peut-elle être inondée

ou se déplacer

 

la rigidité

n’aide pas, elle sacrifie

le blanc, le pur,

elle surmonte- alors- la soif

et la mémoire

-sale, brisée-

 

Dirent-ils

 

avant

les rêves conspiraient,

les rêves savaient quelle fièvre,

quel chemin, avant,

si l’innocence blessait,

le vertige se paralysait

 

Dirent-ils

 

 

aller vers le couchant en regardant

sa rougeur ou en reportant

l’éternité du ciel

 

faire culminer les courants

 

que les temps finissent

 

dirent-ils

 

La poeta Lola Andrés.
Crédito de la foto: Delia Izquierdo

 

Étions-nous aveugles ?

 

Parle-lui

du son

à l’origine 

de la vie.

 

Dis-lui comment

sont nés

le doute,

l’étrangeté, la couleur

épuisée

des forêts.

 

Perdre la lumière et brûler

parmi les échos.

 

Dis-lui

que les archanges

n’ont rien débattu

sur la nuit obscure.

                  “Ondes tumultueuses, silence !”

Offre-lui

des tuniques ailées que les yeux

des noms

ont brodées

 

Entendre dans les membranes la solitude

du temps ?

La cécité a été ourdie comme les fils

blessés du roncier.

Elle est venue enveloppée dans les yeux

Mais elle s’est tue dans la quête.

Elle est restée brisée de lumière au plus profond.

 

Dis-lui que nous sommes

Des rats et des papillons ignés,

que nous troublons

les ombres quand l’aube surgit.

 

Elle saura du récif, de la faim

des peuples,

du radeau du vent

dans les replis.

 

Et peut-être se demandera-t-elle

si nous fumes déserteurs,

si nous fumes blancs

vertébrés dans les fissures.

 

 

 

La pluie, tout à coup,

Il pleut.

 

Ah, tu sens

cette odeur

de terre, tes os

enfants.

 

La terre là-bas

engloutissant la nostalgie.

 

Le voyage n’existait pas,

les trains étaient

des côtes de cinabre

ou

des récifs en dôme.

 

Alors, lorsque la pluie,

l’avenir se comblait,

tu aspirais l’envie

des jeunes chevaux.

 

Tes blessures

s’élèvent – l’odeur des –

les temps

t’apaisent, silencieux -,

 

qu’es-tu venu chercher,

dans quels marais,

qui a fait éclater tes yeux,

ta chair, ton squelette.

 

Dans un frisson

ceux qui survivent encore

entrelacent leurs bouches

une chanson

aux tons frémissants

commence

 

tu sors, ils sortent

vous lavez

chaque déchirure,

Il reste

le fracas.

 

 

 

 

 

*(València-España, 1961). Poeta y traductora. Licenciada en Filología. Ha obtenido el Premio Alfons el Magnànim (poesía en valenciano) y el Premio Gerardo Diego (Soria-España). Ha traducido del catalán al castellano a poetas como Joan Navarro, Teresa Pascual, Jaume Pérez Montaner, Begonya Pozo o Josep Checa; y del alemán al catalán, junto a Anacleto Ferrer, Poesía de Hannah Arendt y Màtria, de Rose Ausländer. Ha formado parte de proyectos interdisciplinarios de poesía, música, danza y pintura. En la actualidad dirige la colección Marte de poesía, de la editorial Contrabando. Ha publicado en poesía Moléculas y astros, Jocs de llum, Materia, Cielo líquido, Travesía, (la tercera edición junto al pintor Pere Salinas, 2021), de Uno, Llámala y las plaquettes Pendiente del aire (junto a Eva Hiernaux), Poemes (con las pintoras Carolina Ferrer y Encarna Sepúlveda), cómo/sucede, Brecha, y Ho(yo) de hueso.

 

 

 

**(Paris-Francia, 1952). Profesora retirada de Filología francesa en la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Colabora como traductora en el Instituto Catalán de cine y participa en diversos proyectos del Servicio de Tecnología Lingüística de la Universidad de Barcelona (España), trambién en la revista de divulgación poética on line Serie Alfa (www.seriealfa.com) traduciendo del catalán al francés, del español, del portugués, del italiano y del inglés. Ha traducido al francés Le couteau dans la tête et archéologie du savoir (2013) de Joan Navarro, Le livre d’heures (2014) de Joan Navarro y Pere Salinas, Un corps noir (2020 ; 2024) de Lubi Prates, entre otros.