Por Lucas Guimaraens*
Curador de la muestra Fabrício Marques
Traducción por Pablo Cardellino Soto
Crédito de la foto www.bibliotecapublica.mg.gov.br /
Willian Dias/ALMG
Soledad tras la línea.
13 poemas de Lucas Guimaraens
Donde
Me gustaría llevarte al norte de la felicidad.
Allí, a la derecha de este instrumento: enter.
Donde aparecen dolores y —con ellos—
el reciclaje de cielos. Otros cielos de humanidades.
Me gustaría llevarte al norte de la felicidad.
En el antiguo occidente de mis sueños.
Aun antes. En el cajón que vaga en el mar de naufragio
donde putas sida y muerte
vivían más allá de mi horizonte (siempre bello, aunque lejano).
Donde descubrí al hombre como anatema de la vida
de la vela colgando de su mástil ya cansado.
Donde el vicio es bienvenido donde las palabras del suelo
son luces. Solo ellas portadoras de las cruces
que identifican y reconocen una ciudad.
Quiero invitarte a donde el viento no sopla
pero siempre renueva semillas.
Quiero convencerte de mí:
escribir en sánscrito: el hombre es hombres.
Donde mi norte es su sur.
Donde ametralladoras y bacterias existen
y solo pueden acallarse en la noche donde
—despiertos—
inexistirán hombres en separación.
(Entre nos,
de ego a ego,
quiero llevarte encadenada a la palabra utopía).
Dulcinea
espero sus fotos en el cajón del escritorio
su perfume o densa nube de cóleras y bravas lluvias
sus dijes rojos dejados a gotas entre la cama y el velador.
aguardo historias que contar y resacas de decepción
aguardo entradas arrugadas en el bolsillo de luz del film
del cable teléfono y promesa de ausencia de soledad tras la línea
espero el frío de escandinavia en las almohadas
y la luz de la laptop prendida a mi lado a las cinco de la mañana
espero el no tener ni yerba y a whitman en su hierba
de aristas hipnóticas y ojos futuros de reprobación.
me levanto y me despido de ti con tu piel bajo las uñas
y el lápiz labial que ya no dejará rastros de años de arqueología juntos.
arranco del sofá maduro la estopa de asientos varios
y aguardo su existencia en mis sueños
entro en calor con cuchillo, esperanza y ojos tras la pantalla de la computadora
espero insaciadamente a dulcinea y horas de terapias en megabytes.
Canto general
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pablo Neruda, Poema xx
arañaré un canto general.
sin embargo bosques ya no cuentan palabras
y no hay lirismos. ríos y piedras enclaustrados por diques y mineras.
no hay manos con callos sino inflamaciones en las muñecas de los cajeros electrónicos y líneas de producción.
no hay cóndor y el petróleo ardió con las últimas bombas de este mundo.
no hay pasos en la arena.
pájaros pasan con máscaras
de oxígeno en estos aires despresurizados.
aves fuman por falta de catalizadores.
(hombres viven por falta de cataclismos)
flores no soplan vidas
vasos de lirios son solo vasos
de contaminación concentrada y blanco teñido de sucio
y la serpiente brillante apagada como la última bocanada.
el canto general es campo de batalla y miopía de los hombres.
silbido del último sobreviviente
esos versos mueren en los siete mares verdes del poeta naufragado
epilepsias de epifanías electromagnéticas.
pasajes de bateaux mouches reservados para invasores alemanes en los años 40.
sacaré a mis orquídeas a pasear con la correa.
después de que meen en las columnas de luz
¿me podré comer una junk food sin quedar electrocutado?
Hay
hay violación de esperanzas en los pixeles o calles
y niños de portinari cubren el asfalto en la tejedura entre coches y sitios web.
hay violación de esperanzas en los pixeles o calles
y la fe en el informativo desencanta viajes a la luna.
hay violación de esperanzas en los pixeles o calles
y al morro en su hora se le deparan muertes que bajan asaltadas la cuesta.
hay violación de esperanzas en los pixeles o calles
y la poesía cose pliegues a los silencios
hay violación de esperanzas en los pixeles o calles
y discúlpeme doctor no me callo
“Una por una las estrellas se arrojan por el balcón”
(Vicente Huidobro, Altazor, Canto V)
“La noche se desplomó y rompió tres estrellas”.
(Ana Cristina Cesar, “Gota a gota”, inéditos e dispersos: poesia/prosa – 1985)
¿Qué?
¿qué antorcha de aldebarán brilla sobre días grises?
¿qué proa de barco ahogado repasa estelas?
¿qué estrellas de muelle vierten misterios en la pantalla
de la computadora o en el tatuaje alado del hombre caído?
¿qué libertad de ciudad pensada qué poema qué cine qué pintura?
¿qué piel qué escama qué cuero qué coraza?
pájaros silban notas de desolado
polvos lloran en las cerdas de la escoba
manantiales retoman corrientes de oscuros caminos de piedra y barro
mañanas tienen ojos vidriosos de perla pixel y espasmo
niños nombran nubes
palabras cortan el césped del jardín de la casa
libros incendian hogares de invierno
cosmopolitas leen a la luz de bytes
serpiente de mil dientes ancla colmillos en la nuca del no
¿qué castillos erguimos en la palma de la paz?
El mundo no basta
pájaros parecen seguir huesos del futuro
osamentas espinosas de dinosaurios electrónicos.
kerosenes ronquean libertades
la carne quemada es diamante de ojos secos.
hombres sumergidos flotan alas pesadas en una ciudad
de avalanchas y guaraníes perdidos en laberintos de ciegas plagas
feriantes prometen plenitud de productos chinos
e imágenes piratas distorsionadas replican sueños empañados
autos veloces cercenan campos
sobre escombros moscas de ojos humanos aún divisan:
un amor sin astillas
una mañana de sol
un abrazo sin pretensión de falsa paz
un silbido de multitud en juegos sin rivales
y la sangre estancada de los ángeles.
el mundo basta para soñar.
Aldea
aldea
gallos de riña en las catacumbas de lutecia
—payasos de cerveza y mercados de tristezas bailan el color de los perdidos—
times square imperio de bytes
aldea
interposición de historias de barrios
—funcionarios de callos y cemento—
en las estrías del gigante-tiempo
(cloacas de navajas & felicidades en delay)
aldea
cáscara de huevo de la serra do curral
un ferry hasta casablanca
gangrena de trovadores acosados por el tránsito caótico del cairo
palmeras cantan más que sabiás
montañas se mueven hacia belo horizonte
(antes de que el sol detone átomos de modernismos y piedras en el camino)
aldea
sangre sexo & nido de poesía
bicho-gente que grita libertad
a la luna poniente.
Infancia
casa cerrada
cuentos de carne olvidada
flotantes astronautas en los techos
cadalsos de baúles abiertos
planetas partículas de bosón
sapos trapos disfraces
euforias desovadas piscinas de navegar luna y almas empapadas
risas de leche y marfil pasas hidratadas de esperanza
sillas-caballos briznas arrojadas de los sueños
anillo de Saturno — corredor del patio al mundo
casa abierta
paredes de cal entre nebulosas
suelo de plasma en colmena de espantos
ruidos agridulces de piernas quebradas
relojes desarmados
(infancia: ¿para qué manecillas en la eternidad?)
I – DE LAS ALAS
Ocurre que, desde edad temprana, investigué las pieles. Las mías, sobre todo. En varias clínicas de regeneración me dijeron que el ciempiés, un día, podía donar una pata y no ser cojo. Antes de eso descubrieron la partícula de Dios, el bosón de Higgs. Y vinieron, entonces, los graciosos y raídos programas de tv de mi infancia, Bozo & Mafalda. Hoy sigo feliz y cojo de comprensión. Y tengo alas.
Aún uso metros. Me acuerdo de ellos, olor de ansiedad, el vómito impregnado de las madrugadas, las músicas del Este europeo, esquizofrenias de desocupados, estudiantes, obreros. Me acuerdo de los molinetes atascados, de los inspectores de pasajes, de las náuseas. De las bolsas de supermercado y la mochila repleta de sueños por el conocimiento. Esos ciempiés siempre perdían patas. Los minutos exactos sufrían alteraciones. Parálisis. La vía del tren era el puente hacia dios. Suicidios. J’ai faim. Merci.
Las paredes retenían conejos dentro de las galeras: la nueva tableta, el celular, el viaje de la vida, una que otra vez un best seller, espectáculos. Pirotecnias. Volvía a los 40 m² alquilados. Siempre a horas distintas, dependía de las clases, del frío y de la juerga. En casa ella desnuda y quemada con grasa. No compramos el vino. ¿Podemos comer una carne esta noche? La plata solo en 20 días. Hasta entonces, tarjeta. Tarjeta, pasaporte, visa de trabajo, carné de estudiante, carnés de bibliotecas, de los amigos del museo. Tarjeta para llamadas internacionales —homesick— enfermedad de la distancia y miedo a las muertes. A diario la búsqueda de pasajes aéreos. Un tren a las estrellas.
En las citas, hablábamos sobre la eternidad. Cada gurú una sentencia. Ayer fue la teoría del aire como exclusivo alimento. Pensaba solo en el entrecot jugoso. Demasiado aéreo, la sangre era la forma de clavar los pies en la tierra. La sangre siempre había sido la espina dorsal de mi vida: inyecciones, exámenes, sueros en las venas. El aire, desde que lo inhalara la nicotina. Nunca me había observado respirar. Pero me acuerdo de ella consumiéndose en cilindros de oxígeno. Hasta nunca más.
Minimalista
diariamente
café aguado
parada de ómnibus
(la espera sin saber)
kilómetros hasta
la construcción
o dependencia
casco
o computadora
martillo neumático
o grito
noche
soledad
sertanejo
un tomate con sal
(sin saber si)
diariamente
un ladrillo
o viga
o acero
o vidrio
o caída
(sin)
siquiera
imaginaba
bailar
música
minimalista
Dos hombres muertos
somos dos hombres muertos
cosiendo la noche
en caminos rajados
a navaja y cuentas a pagar
somos dos hombres muertos
salteando pixeles
en pantallas de computadora
de construir barcos & fantasmas
somos dos hombres muertos
y no sabemos de la vida más
que tragedias póstumas
(manuel, ¿los hijos que nunca tuve
inhalan el olor de chernobyl en
máscaras de oxígeno
bajo los escombros?)
somos dos hombres muertos
o dos mujeres muertas
o dos niños muertos
y nuestros ojos brillan
polvos de esperanza
El carnaval
el gato abandona por malos tratos
la vida abandona por malos trazos
el lienzo abandona por malos brazos
el hambre abandona por malos platos
la prisión abandona por malas alas
la guerra abandona por muerte de las masas
la mentira abandona por falta de máscaras
la pobreza abandona por ausencia de casas
yo pajarillo abandono el papel
porque la mala vida —bella vida—
llamó para el cortejo.
De cronopios
no hay saber de piedras
o ríos o selvas escamas
no hay sol sobre el sol y como es fuego & vida
silbo fugaz como erupción de los sentidos
o edificios sin reglas & derramamientos
o bombas en las comunidades
no hay saber no hay sol
la libertad permanece como letra tallada en sueño:
utopía de los hombres reales (o cronopios).
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(poemas em su idioma original, português)
Solidão atrás da linha.
13 poemas de Lucas Guimaraens
Onde
Gostaria de levá-la ao norte da felicidade.
Ali, à direita deste instrumento: enter.
Onde dores aparecem e – com elas –
a reciclagem de céus. outros céus de humanidades.
Gostaria de levá-la ao norte da felicidade.
No antigo ocidente de meus sonhos.
Antes deles, até. Naquela gaveta vagando no mar de naufrágio
onde putas aids e morte
viviam além de meu horizonte (sempre belo, ainda que distante).
Onde descobri o homem como anátema da vida
da vela suspensa em seu mastro já cansado.
Onde o vício é bem-vindo onde palavras do chão
são luzes. Apenas elas portadoras das cruzes
que identificam e reconhecem uma cidade.
Quero convidá-la para onde o vento não bate
mas sempre renova sementes.
Quero convencê-la de mim:
escrever em sânscrito: o homem são homens.
Onde meu norte é seu sul.
Onde metralhadoras e bactérias existem
e só podem ser caladas na noite onde
– acordados –
homens inexistirão em separação.
(Cá entre nós,
de ego para ego,
quero levá-la acorrentada à palavra utopia).
Dulcineia
espero suas fotos na gaveta do escritório
seu perfume ou densa nuvem de cóleras e bravas chuvas
seus pingados pingentes rubros deixados entre a cama e o criado mudo.
aguardo histórias para contar e porres de decepção.
aguardo ingressos amassados no bolso da luz do filme
do fio telefone e promessa de ausência de solidão atrás da linha.
espero o frio da escandinávia nos travesseiros
e a luz do laptop aceso ao meu lado às cinco da manhã.
espero a falta de grana e whitman na sua grama
de arestas hipnóticas e olhos futuros de reprovação.
levanto-me e despeço-me de você com sua pele embaixo das unhas
e o batom que não mais deixará traços de anos de arqueologia a dois.
arranco do sofá maduro a estopa de assentos vários
e aguardo sua existência nos meus sonhos.
aqueço-me com faca, esperança e olhos atrás da tela do computador.
espero insaciadamente dulcineia e horas de terapias em megabytes.
Canto geral
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
PABLO NERUDA, Poema xx
arranharei um canto geral.
no entanto orestas já não contam palavras
e não há lirismos. rios e pedras enclausurados por diques e mineradoras.
não há mãos calejadas mas inflamações nos pulsos dos caixas eletrônicos e linhas de produção
não há condor e o petróleo queimou com as últimas bombas deste mundo.
não há passos na areia.
pássaros com balões
de oxigênio nestes ares despressurizados.
aves fumam por falta de catalisadores.
(homens vivem por falta de cataclismos).
flores não sopram vidas
copos de lírios são apenas copos
de poluição concentrada e branco tingido de sujo
e a serpente brilhante apagada como o último trago.
o canto geral é campo de batalha e miopia dos homens.
assobio do último sobrevivente
esses versos morrem nos sete mares verdes do poeta naufragado
epilepsias de epifanias eletromagnéticas.
bilhetes de bateaux mouches reservados para invasores alemães nos anos 40.
levarei pela coleira minhas orquídeas a passeio.
depois de mijarem nos postes de luz
poderei comer uma junk food sem ser eletrocutado?
Há
há violação de esperanças nos pixels ou ruas
e crianças de portinari cobrem o asfalto na tessitura entre carros e sites.
há violação de esperanças nos pixels ou ruas
e a fé no jornal nacional desencanta viagens à lua.
há violação de esperanças nos pixels ou ruas
e a chance do morro são mortes descendo assaltadas das ladeiras.
há violação de esperanças nos pixels ou ruas
e a poesia cose pregas aos silêncios.
há violação de esperanças nos pixels ou ruas
e desculpe doutor não vou me calar.
Que?
que tocha de aldebarã brilha sobre dias cinzas?
que proa de barco afogado repensa trilhos das águas?
que estrelas de cais entornam mistérios na tela
do computador ou na tatuagem alada do homem caído?
que liberdade que cidade pensada que poema que cinema que pintura?
que pele que escama que couro que casco?
pássaros sibilam notas de desarvorado
poeiras choram nas cerdas da vassoura
nascentes retomam correntezas de escuros caminhos de pedra e barro
manhãs têm olhos vidrados de pérola pixel e espasmo
crianças nomeiam nuvens
palavras aparam a grama do jardim da casa
livros incendeiam lareiras de inverno
cosmopolitas leem à luz de bytes.
serpente de mil dentes ancora presas na nuca do não.
que castelos erguemos na palma da paz?
O mundo não basta
pássaros parecem acompanhar ossos do futuro
carcaças espinhosas de dinossauros eletrônicos.
querosenes rouquejam liberdades
a carne queimada é diamante de olhos secos.
homens submerses flutuam asas pesadas em uma cidade
de avalanches e guaranis perdidos em labirintos de cegas pragas.
feirantes prometem plenitude de produtos chineses
e imagens piratas distorcidas replicam sonhos embaçados.
carros velozes cerceiam campos.
sobre escombros moscas de olhos humanos ainda enxergam:
um amor sem estilhaços
uma manhã de sol
um abraço sem pretensão de falsa paz
um assovio de multidão em jogos sem rivais
e o sangue estancado dos anjos.
o mundo é o bastante para sonhar.
Aldeia
aldeia
galos de briga nas catacumbas de lutécia
– palhaços de cerveja e mercados de tristezas dançam a cor dos perdidos – times square império de bytes
aldeia
interposição de histórias de bairros
– funcionários de calo e cimento –
nas estrias do gigante-tempo
(esgoto de navalhas & felicidades em delay)
aldeia
casca de ovo da serra do curral
um ferry-boat até casablanca
gangrena de trovadores acossados pelo trânsito caótico do cairo
palmeiras cantam mais que sabiás
montanhas movem-se para belo horizonte
(antes do sol explodir átomos de modernismos e pedras no caminho)
aldeia
sangue sexo & ninho de poesia
bicho-gente que grita liberdade
na lua poente.
Infância
casa fechada
contos de carne esquecida
flutuantes astronautas nos tetos
cadafalsos de baús abertos:
planetas partículas de bóson
sapos trapos fantasias
euforias desovadas piscinas de navegar lua e almas encharcadas
risos de leite e marfim passas hidratadas de esperança
cadeiras-cavalos ciscos arremessados dos sonhos
anel de saturno – corredor do quintal para o mundo
casa aberta
paredes caiadas entre nebulosas
chão de plasma em colmeia de espantos
ruídos agridoces de pernas quebradas
relógios desmontados
(infância: para que ponteiros na eternidade?)
I – Das asas
Acontece que, desde cedo, pesquisei sobre peles. As minhas, sobretudo. Em várias clínicas de regeneração me disseram que a centopeia, um dia, poderia doar uma pata e não ser manca. Antes disso, descobriram a partícula de Deus, o bóson de Higgs. E vieram, então, os deliciosos e desbotados programas de tv da minha infância, Bozo & Mafalda. Hoje, permaneço feliz e manco de compreensão. E tenho asas.
Ainda uso metrôs. Lembro-me deles, cheiro da ansiedade, o vômito impregnado das madrugadas, as músicas do leste europeu, esquizofrenias de desempregados, estudantes, operários. Lembro-me das catracas emperradas, dos controladores de passe, da náusea. Das sacolas de supermercado e a mochila repleta de sonhos pelo conhecimento. Estas centopeias sempre perdiam patas. Os minutos exatos sofriam alteração. Paralisia. A linha férrea era a ponte para deus. Suicídios. J’ai faim. Merci.
As paredes retinham coelhos dentro das cartolas: o novo tablete, o celular, a viagem da vida, vez por outra um livro best-seller, espetáculos. Pirotecnias. Voltava para os 40 m2 alugados. Sempre em horários diferentes, dependia das aulas, do frio ou da esbórnia. Em casa ela nua e queimada de gordura. Não compramos o vinho. Podemos comer uma carne hoje à noite? A grana só em 20 dias. Até lá, cartão. Cartão, passaporte, permissão de trabalho, carteira de estudante, carteiras de bibliotecas, dos amigos do museu. Cartão para ligações internacionais – homesick – doença da distância e medo das mortes. Diariamente a pesquisa de passagens aéreas. Um trem pras estrelas.
Nos encontros, falávamos de eternidade. Cada guru uma sentença. Ontem foi a teoria do ar como exclusivo alimento. Só pensava no entrecôte mal passado. Aéreo demais, o sangue era forma de fincar os pés na terra. O sangue sempre fora a espinha dorsal da minha vida: injeções, exames, soros nas veias. O ar, desde que inalado pela nicotina. Nunca havia me observado respirar. Mas lembro-me dela definhando por tubos de oxigênio. Até nunca mais.
Minimalista
diariamente
café ralo
ponto de ônibus
(a espera sem saber)
quilômetros até
a construção
ou repartição
capacete
ou computador
britadeira
ou grito
noite
solidão
sertanejo
um tomate com sal
(sem saber se)
diariamente
um tijolo
ou viga
ou aço
ou vidro
ou queda
(sem)
sequer
imaginava
dançar
música
minimalista
Dois homens mortos
somos dois homens mortos
costurando a noite
em caminhos retalhados
de navalha e contas a pagar
somos dois homens mortos
pulando pixels
em telas de computador
de construir navios & fantasmas
somos dois homens mortos
e não sabemos da vida mais
do que tragédias póstumas
(manuel, os filhos que nunca tive
inalam o cheiro de chernobyl em
máscaras de oxigênio
debaixo de escombros?)
somos dois homens mortos
ou duas mulheres mortas
ou duas crianças mortas
e nossos olhos brilham
poeiras de esperança
O carnaval
o gato abandona por maus tratos
a vida abandona por maus traços
a tela abandona por maus braços
a fome abandona por maus pratos
a prisão abandona por más asas
a guerra abandona por morte das massas
a mentira abandona por falta de máscaras
a pobreza abandona por ausência de casas
eu passarinho abandono o papel
porque a má vida – bela vida –
chamou para o cortejo.
De cronópios
não há saber de pedras
ou rios ou selvas escamas
não há sol sobre o sol e como é fogo & vida
assovio fugaz como erupção dos sentidos
ou prédios sem regras & derramamentos
ou bombas nas comunidades.
não há saber não há sol
a liberdade permanece como letra lavrada em sonho:
utopia dos homens reais (ou cronópios).