Por Rafael Courtoisie*
Crédito de la foto (izq.) Raffaelli Eds. /
(der.) archivo de la autora
La construcción del otro en el poema.
Sobre Vértice (2020), de Carolina Zamudio
“La poesía de Zamudio, que ya frecuentaba la oscuridad y lo luminoso en el camino que había iniciado, entre otros, Olga Orozco, se hace aquí personal y decantado, alcanza una expresión singular y equilibrada. Las partes están al servicio del todo. Es un libro unitario, sólido, insoslayable en el panorama de la poesía latinoamericana contemporánea”
Un vértice es el punto donde coinciden los dos lados de un ángulo o de un polígono, o el punto donde coinciden tres o más aristas de un poliedro. La geometría euclidiana pone el signo “vértice” en el sitio preciso en que se desarrolla este feliz, abierto y fecundo itinerario poético.
Carolina Zamudio instala la mirada de un yo lírico definido pero pletórico de misterio evocador, de ironía y hasta en ocasiones de matices elegíacos (ni desesperados ni resignados), calmos, pero en sugerente tensión, en un conjunto unitario, leve (en el sentido que al concepto de levedad daba Ítalo Calvino en “Seis propuestas para el próximo milenio”). Es decir, la levedad en el sentido de fluidez, de agilidad, pero también de concisión y profundidad.
Tres líneas estructurales se advierten en el entramado del libro.
Una de ellas es la sensualidad de las imágenes, un tratamiento plástico, envolvente, de la palabra que sugiere por connotar y a la vez por eludir, por acercarse al objeto o sujeto de amor, esquivo, mediante elementos del entorno:
Una hermandad de gaviotas, un tul de nubes a punto
de desgarrarse. Las aves ahora se desalinean,
son el vértice de algo, quizá de la tarde
que quiere desarmarse en el agua
y cede tranquila a todo recato,
como el estar aquí nosotros
donde se vuelven a crear
el verde, los naranjas,
todo, como la primera vez.
(“El vértice de algo”, pág. 66)
Otra línea se da en la presencia de lo corporal como vínculo, una presencia de formulación sutil, original, pausada en sus directas o indirectas alusiones, a lo concreto físico, vivo, sensual y consciente, a la atracción de las presencias definidas que recorren prácticamente todos los poemas del libro, como personajes de diseño narrativo, como agentes vitales de este libro de amor, encuentro y desencuentro. El yo lírico es mujer, y la mujer es el vértice del prisma, concentración puntual desde donde se difracta la percepción, desde donde se convoca al lector a ser testigo y, por qué no, partícipe asombrado y gozoso.
No dice desentramar,
dice tejer y sus manos
mueven una partitura de hilos
invisibles, los míos.
vamos a la infancia,
soy una araña y tejo,
tejo mi historia
con todas las ganas
de una mujer.
(“Partitura de hilos invisibles”, pág. 38)
Esa mujer que teje con el cuerpo es la Aracne de la mitología griega, pero también la atractiva joven Aracne de “Las Hilanderas”, de Velásquez, enfrentada a su carga libidinal y a la carga tanática de Atenea, celosa de envidia, disfrazada de anciana.
Es un relacionarse corporal y espiritual velado y en cierto modo clandestino, punible. Por eso, tal vez, se morigera, se amortigua, aunque se anuncie evidente en esta o en aquella imagen.
La tercera línea estructural de esta trama poética unitaria es una suerte de construcción identitaria a partir del encuentro profundo con el otro.
El sujeto lírico o la voz poética femenina emplea la segunda persona del singular para hablar consigo misma o con el otro, alternativa o indistintamente, a veces en coincidencia sugestiva: se habla a sí misma hablándole al otro, construye la identidad y la atracción por el otro hablándose a sí misma:
Estos pies que son míos
Bien podrían ser los tuyos,
En ellos nos paramos
Para andar en el mundo.
(“En tus zapatos”, pág. 32)
Hay en esta búsqueda interior a través del otro que se desea, un desacuerdo con la casi solipsista afirmación que hace Harold Bloom en “Presagios del milenio”: “si te buscas a ti mismo fuera de ti mismo, entonces solo hallarás el desastre, ya sea erótico o ideológico”.
Pero la propuesta de Zamudio es otra: busca dentro del otro una esencia propia, se busca en la conjunción de dos cuerpos que son un cuerpo, se encuentra en ese vértice único y significante donde convergen dos aristas, en ese punto mágico de construcción de uno en el otro, del otro en uno.
Este es un libro de expresión blanca y oscura a la vez, de claridad misteriosa, de provocación y sortilegio.
La poesía de Zamudio, que ya frecuentaba la oscuridad y lo luminoso en el camino que había iniciado, entre otros, Olga Orozco, se hace aquí personal y decantado, alcanza una expresión singular y equilibrada.
Las partes están al servicio del todo. Es un libro unitario, sólido, insoslayable en el panorama de la poesía latinoamericana contemporánea.
*(Uruguay, 1958). Narrador, traductor, poeta y profesor universitario. Miembro de la Academia Nacional de Letras (Uruguay). Integra el International Writing Program (Iowa University), fue profesor visitante en universidades de Europa, Estados Unidos y América Latina. Ha recibido el Premio Loewe, Blas de Otero, Casa de América, Gil de Biedma, Jaime Sabines, Premio Internacional Lezama Lima, el Premio de la Crítica (Uruguay), Premio Nacional (Uruguay). Ha publicado en poesía Antología invisible y La palabra desnuda, entre varios otros; y en narrativa Vida de perro (1997), Tajos (1999), Caras Extrañas (2001) y Santo Remedio (2006).