Por Miguel Lescano
Crédito de la foto (izq.) www.archive.org /
(der.) Ed. Asoc. Central Satélite
Estruendos silenciosos y una habitación incierta: Una animal en mí (2021), de Juliane Angeles
I.
En el libro Una animal en mí de la poeta Juliane Angeles se escuchan sucesivos gritos. Silencios estruendosos. En una ciudad llamada Lima. Ciudad donde las gentes gritan y vociferan. Proyectan caos. Zozobra. Marchan por plazas y parques exigiendo justicia. Palabras que nunca llegan. Las protestas se desdibujan en azares para reivindicar el ocaso. Angeles escribe: “Los perros de la cuadra empiezan a lacrar”(9). Empieza esta crisis sobre otra crisis. La ciudad explota en silencio. Destellos que inician un desgarro personal. La poeta trata de olvidar gritos interiores. Su ser le impide traicionarse. Mejor dicho, trata de denunciar la realidad aplastaste. El poema marca una realidad común de desacuerdos. Protesta. En el ensayo donde el poema es un proyectil. Charles Olson lo describe como: “El grado en que lo proyectivo implica una posición ante la realidad exterior al poema tanto como una nueva posición ante la realidad del poema mismo”(14). La poesía es autónoma. Explota en sucesos. Es campo de salvación. Angeles grita y vocifera encerrada en su habitación. Desciende a abismos de locura. Se siente atada por un sistema inhumano. ¿Qué hace, que la poeta se sienta amarrada en una silla?
II.
Los gritos siguen por un cause malsano y de agonía. La poeta detesta los quehaceres domésticos. Ella, desea volar por los cielos y jugar como Alicia en otro país. Recorrer ciudades mágicas. Sin maravillas. Pero evoca lágrimas al pelar cebollas en su cocina mañana tras mañana. Huye de la ciudad que la incinera. Se refugia en libros. En puertos invisibles. En bibliotecas borgeanas. Deja escrita en paredes: “Quiero que recuerdes/ mi sustancia irritante./ Te romperé”(11). La poesía resiste. Angeles resiste al mundo. Escribe para liberarse de ataduras de un sistema construido por el hombre. Sabe que escribir la ayuda. Se libera simbólicamente de quehaceres domésticos. “Ante todo, resistencia a la muerte, pero también resistencia al paradigma de la información, a través del cual se ejerce el poder en la sociedad”(27). Escribe Giorgio Agamben.
III.
Los versos en el libro Una animal en mí, las escribe una poeta de lo sublime. Lo sublime nace del terror. Del miedo. Del encierro. De una crisis de pandemia. De miradas en espejos. Del caos urbano. La poeta escribe una ves más: “Esta es mi resistencia: ser el nudo de las manos que nos tiran”(15). Está en la percepción de la poeta la forma de desacuerdo, el color matinal, el malestar que explota en versos. Deja sentido. Marca la marca, con la marca de su ser. Una grieta se desangra en el dibujo poético. Sentimientos discordes. La poeta inicia la revolución del desacuerdo. Con gritos sobre gritos. Con búsquedas de colores que contrasten. En silencios estruendosos. Recorre jardines esplendorosos. Refleja contrastes de vida. Inicia la libertad del mundo y de fragancias. Susurra: “Hice volar al último pájaro”(16). El sonido es otro sonido. La puerta se abre de la habitación.
IV.
Una animal en mí de la poeta Angeles ejercita pesadillas convulsivas. Abre los ojos y ve el sol. Busca en las calles de Lima gótica la bestia que eliminar. El fantasma que la persigue. Desea guardar lo más preciado que le queda en esta absurda vida: el ser amada. Lee en silencio un poema de María Emilia Cornejo que le dice: “Trato de guardar/ tus pasos siguiendo mi vida/ tu entrega incondicional/ y esa forma tan tuya de hacerme feliz./ trato de guardarlo/ en el único lugar que queda intacto./ todo lo gurdo en mis ojos”(103). Los ojos de la poeta son dos faros silenciosos que iluminan su horizonte. Dos torpedos de amor y odio. Sin contradicción no hay poesía. Sin sombras no hay forma. Angeles susurra: “Caigo en mis sueños/ y aun así/ es poco lo que digo”(19). Hablar de todos los sueños es no hablar de nada.
V.
Jorge Luis Borges solía decir que recordaba frases de sus infinitas lecturas para que sus palabras quedarán impregnadas en tu corazón. En el corazón de cada lector. La poeta Angeles cierra y abre su corazón. ¿Sufrirá un ataque cardiaco? ¿Morirá entre tinieblas blasfemada? Antes se libra de impurezas. Desinfecta su casa que decae en sombras. En la blancura de paredes escribe: “Solo sé hacer preguntas”(23). Preguntas sin respuestas. Ráfagas de estruendos la posee. Escapa por catacumbas por el centro de la ciudad virreinal. Campanadas resuenan en iglesias de la avenida Tacna. Dios no existe. Existe el caos. La poeta Angeles busca escapes invisibles. De colores contrastados. Solo flores brillan en su amarillo sol. Ella esta afuera. Pero estar afuera es estar adentro. Parafraseando al poeta Paolo de Lima en su libro Cansancio. La puerta se abre de par en par. Angeles insiste en: “Cerrarla tantas veces como sea posible. Cerrarla con violencia,/ como si adentro lo tuviera todo y afuera no hubiera nada”(27). ¿Se puede ser libre en este país desigual y de políticos corruptos? Solo queda romper paredes y miradas. Explosionar.
VI.
“Vivo de dar explicaciones”. Poema central del libro de Angeles. Son los miedos que embargan a la poeta. Ofensas históricas se deslizan de verso a verso. Angeles exclama: “Me llaman bruja, y todavía soy motivo de análisis y polémicas”(29). En paralelo, en la encrucijada que vive la poeta, se da tiempo para velar y cuidar simbólicamente de mujeres que callan. Mujeres que guardan silencio ante el machismo de hombres imbéciles e ignorantes. No quiere ser la muchacha que duda. Repele auroras. Fracasa y vuela. Desea insistir en matar murciélagos repugnantes. Asecha día a día el caos de la casa. Encierra un poderoso silencio. Y dice basta. Recuerda los versos de Blanca Varela cuando al oído le susurra: “Llegar a eso. Al inexplicable balcón sobre la noche silenciosa y desvelada. Retroceder hacia la luz es volver a la muerte. El reloj vuelve a dar las horas perdidas”(226).
VII.
El animal vuelve. Toma forma. Se vislumbra como éter. Salir de un encierro simbólico. Lo social va en paralelo con la poética del cuerpo animal. De la bestia asesina. Angeles escribe sin dudas: “Mi cuerpo solo puede hacerme sentir/ un animal solitario”(33). Encerrada en la multitud. Donde cientos de hojas de papel cruzan la ciudad. Ver. No ver. El poeta Friedrich Hölderlin enloquecía encerrado en su habitación. Divagaba por jardines invisibles. ¿Se convertía en animal? Escribía a escondidas: “Aquel secreto amor a ti, los arrebata y los exalta”(75). Luego se encerraba en jardines. Desvariaba y moría. El animal mira el infinito. Mira la ciudad. Angeles entra a su biblioteca. Desastre total.
VIII.
Los versos del poema “Grávida” son olas rectas. El verso se hace una línea. Camina hacia abajo y arriba como escaleras. Se proyecta como caída. La identidad de la poeta se ilumina. Escribe: “Yo soy una/ cascada,/ un salto/ de agua”(39). Canción lineal. Dibujo cubista. Trazo en movimiento. Escape a la aurora. José María Eguren lo escribiría como en: “Con perfume de algas,/ el último mar./ En la sombra/ ríen los triángulos”(139). La poeta no ríe. Abre los ojos e ilumina la ciudad. Los edificios coloniales de la ciudad antigua se derrumban. Detritus metal.
IX.
La poesía exige buscar identidad. Contradicciones. Dialéctica pura. La tapa del libro de Juliane Angeles es de color rojo vino. El título Una animal en mí impreso en tinta plata. Es un objeto arte. La poética suena como tambores en la mente. Como los tambores de César Moro. El campo perceptivo del lector se configura una ciudad en guerra. En el centro de la ciudad una casa. En el interior de la casa está la poeta y su negación. La poeta pone en tela de juicio las normas de la vida. Sociedad de Lima de complejos y tabús. Sociedad que no respeta la soledad. Por ello, la poeta Angeles grita. Grita. Grita. Grita y grita. Rompe el silencio con su tierna mirada de triángulos. Con imágenes de preguntas. Sin respuestas de colores. La poeta desea marcar diferencias entre gritar en silencio y romper paredes. En su desolación y desacuerdo mira con rencor. Imagen poderosa de vengar la vida. Mira el mundo y desea cambiarlo. El silencio es poder. Por ello, manifiesta Didi-Huberman:
“Para darle un sentido e incluso pará describirlo; enseguida, nos impondrá la transformación de ese silencio de un trabajo de lenguaje capaz de elaborar una crítica de sus propios clichés. Así pues, una imagen bien mirada sería entonces una imagen que pudo desconcertar y después renovar nuestro lenguaje y, por ende, nuestro pensamiento”(28).
La idea/imagen es proponer cambios que afecten al mundo. Un quiebre. Forjar en el silencio la limpieza del alma. El alma color plata que hace relucir a la poeta entre contrastantes paredes.
X.
Los colores explotan y se visibilizan. Nada es nada. Los conflictos sociales y la revolución industrial originaron cambios en la configuración de la imagen. Sumado al misticismo oriental se desarrolló el arte abstracto. Se sintetizó en líneas y manchas. Y una variedad de estilos proliferaron. Uno de ellos fue la pintura suprematista. Resumió la imagen en líneas y de coloración pura. Extendida en grandes espacios se esparcía por el campo visual. En muchos casos las composiciones eran de un solo color que se extienden en el soporte. El artista visual Kasimir Malévich con sus pinturas blancas sobre blancas llenó de misterios el quehacer visual. En el libro El Arte Abstracto de Anna Moszynska se puntualiza que: “Apuntalar la abstracción extrema de la obra es un deseo constante para transmitir sentimiento y significado”(163). En el poema “Ópera prima” de la poeta Angeles, se deshace en ojos distantes. Exacerba su pasión. Y escribe: “Me borro a mí misma. Yo soy la mancha”(41). ¿Borra la imagen? ¿Garabatea el espacio? Angeles zozobra entre invisibles sentimientos. Placeres encontrados en la nada. Finaliza el poema afirmando que: “La blancura de la blancura no existe”(41). Como espejos sucesivos. Donde nada se refleja. ¿Es la habitación donde vive? Paredes blancas donde meditar con desprecio.
XI.
En esta revolución mental el color llega al campo perceptivo de Angeles. Socaba como dardos. La experiencia del yo de Angeles se transforma en poesía salvadora. En arte. Artista es el que no acepta. En síntoma de color destellante. Rojo vino. Libro de penurias, sinsabores y gritos. Hace que el libro Una animal en mí explote en color patrio y de pasión. De sangre y fuego. Juan Ferraté puntualiza: “La función del signo en la obra de arte es compleja y alcanza profundidades insospechadas”(15). El estruendo se inicia una ves más. Es infinita. Angeles baja y sube escaleras en sucesos. El clima malsano la enferma. La pandemia la enferma. La crisis la enferma. El trabajo de ama de casa la enferma. Sólo escribir la salva de morir. Angeles articula su pluma como cincel de acero. En la pared de la habitación marca: “Toso tan fuerte que podría expectorar el corazón/ mostrárselo a mis padres y convertir mi enfermedad/ en un canto bermellón/ en ganzúa/ en poesía”(53).
Referentes:
Angeles, Juliane. Una animal en mí. Lima: Editorial Asociación Central Satélite. 2021.
Olson, Charles. El verso proyectivo. New York: Publicado en la revista “Poetry”. Nº3. 1950.
Agamben, Giorgio. Creación y anarquía. Buenos Aires: A. Hidalgo. 2019.
Casusol, Pedro. Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo. Lima: Paracaídas Editores. 2019.
De Lima, Paolo. Cansancio. Lima: Editorial Hispano Latinoamericana. 1998.
Varela, Blanca. Canto Villano. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica. 1996.
Hölderlin, Friedrich. Antología poética. Madrid: Ediciones Cátedra. 2012.
Eguren, José María. Obra poética Completa. Lima: Editorial Milla Batres. 1974.
Didi-Huberman. Georges. Arde la imagen. Oaxaca: Ediciones Ve. 2012.
Moszynska, Anna. El Arte Abstracto. Barcelona: Ediciones Destino. 1996.
Ferraté, Juan. Teoría del Poema. Barcelona: Editorial Seix Barral. 1957.