Sobre «Un sol líquido» (2022), de Diego Alonso Sánchez

 

Por Edgar Guillaumin Rojo*

Crédito de la foto (izq.) www.plectroeditores.wordpress.com /

(der.) Ed. Vallejo & Co.

 

 

La contemplación y la furia.

Un sol líquido (2022),

 de Diego Alonso Sánchez

 

 

A diferencia de sus libros anteriores: Por el pequeño sendero interior de Matsuo Basho (2009), Se inicia un camino sin saberlo (2014) y Pasos silenciosos entre flores de fuji (2016), el poeta peruano Diego Alonso Sánchez, elige un título breve para su más reciente publicación: Un sol líquido (2022). En este libro de poemas, publicado en Lima por la editorial Vallejo & Co., es posible encontrar una continuidad de los temas recurrentes en su obra previa, por ejemplo, el tema del padre que ve crecer a su hijo, el amor o el tono japonista siguen estando presentes. Sin embargo, Un sol líquido tiene un carácter misceláneo en el que el autor no acude solamente a referencias japonesas o chinas, en esta ocasión es posible apreciar acercamientos a la poética de la polaca Wisława Szymborska y alusiones a Pompeya, además destaca una clara preocupación social, centrada en el contexto andino.

Diego Alonso Sánchez, ganador del premio José Watanabe Varas 2013, decide organizar a los dieciocho poemas que conforman Un sol líquido en cuatro partes: “La misma metáfora desenterrada”, “Asuntos humanos”, “El destino de los olvidados” y “Mi bastón ya no hace sombra”. Todos estos apartados van antecedidos de dos epígrafes, uno de José Watanabe y el otro perteneciente a la poeta Edith Södergran, ambos coinciden en tomar como protagonista al viento y no es casualidad, los poemas de Un sol líquido conservan un tono esencialista, un vínculo entre la naturaleza y el humano, una luz solar que se va diluyendo en el ojo del poeta y su relación con el mundo.

 

El poeta Diego Alonso Sánchez.
Crédito de la foto: Carolina Gamarra

 

El tono metapoético permea en todo el libro, se explora el oficio de poeta, la escritura del poema y su relación con la vida cotidiana, por ejemplo, en “Reflejo” se puede apreciar al poema como anécdota del proceso creativo, una especie de bitácora poética. Esta búsqueda en torno a la creación artística ha llevado a Diego Alonso Sánchez a un diálogo constante con la tradición poética universal, es así como puede entenderse, de manera justa, sus tres libros de poesía que anteceden a Un sol líquido. Los poemas de Diego Alonso Sánchez son un peregrinaje en el que dialogan sus hallazgos poéticos con sus experiencias personales. En el poema “Nada deja de existir” sigue latente esta sensación de naturaleza que descubre al emprender un viaje:

Ahora llueve y te sorprendes,

como frente al espejo que te repite

con tenue persistencia.

Y nadie sabe lo que hay en tu corazón,

ni este poema que va escapándose por tu boca,

mientras que florece en el firmamento

eso que ya no importa (15).

 

La escritura poética como viaje permite recordar los prostíbulos de Pompeya en los que “la poesía se derramaba como sudor/ sobre los vientres de roca (18)”, escuchar el sonido de los aviones sobre Hiroshima en agosto de 1945 o el sufrimiento de un minero, “minúsculo trabajador boliviano/ que también eres Montañana (37)”. El eco de Vallejo resuena en la segunda parte del poemario “Asuntos humanos”, estos poemas que cantan el amor comienzan con un poema sobre la madre.

Los poemas en los que el amor es un eje vuelven a aparecer en la obra de Diego Alonso, pero a diferencia de Pasos silenciosos entre flores de fuji (2016), en esta ocasión el lector sabe que en el origen de este libro hay una madre peruana que también es la maestra de un poeta, sabe de la hermosa fosforescencia del cuerpo a través de una ventana o del encuentro con la belleza en una playa de Arica. Después de la sección de “Asuntos Humanos”, continúa la tercera parte del libro, titulada “El destino de los olvidados” que consiste en tres poemas de lucha social, en que los versos son un hondo reclamo ante la injusticia.

Solo hay que extender nuestra mirada

sobre los campos del hambre,

bajo las nubes del odio

y las piedras se quebrarían en llanto (35).

 

En el poema “Si me permites hablar” se aprecia el sentir andino y latinoamericano del autor al rendir homenaje a la líder minera feminista Domitila Barrios de Chungara, es así como “El destino de los olvidados” es un diálogo con sectores sociales no privilegiados históricamente. En el tercer poema los cuestionamientos del autor se dejan ver nuevamente, pero esta vez no en un tono metapoético, sino en tono de reclamo enuncia dos preguntas: “¿Quién gobierna el destino de los insignificantes?, ¿quién gobierna el destino de los olvidados?” (39). El sujeto lirico no puede contestar del todo estas preguntas, así que recurre a la enumeración poética para mostrar la multitud de seres humanos tratando de resistir a las desigualdades económicas y sociales:

En pleno día,

un campesino, una cocinera, un chofer,

una obrera, un vendedor, una barrendera,

un desempleado, una compañera sindicalista,

millones de universos humeantes

escuchan a Martina,

leen a Vallejo

y, mientras trituran sus dientes,

piensan en resistir

y en amar (38-39).

 

 

En la última parte de Un sol líquido, Diego Alonso regresa al sonido de agua y nombra a Basho, El tono lírico contemplativo aparece en todos estos poemas, acompañados de ecos ya familiares en su poética, así en “Las moradas” resuena la voz del poeta japonés Kamo no Chōmei (1155–1216), antes recorre finamente “Estaciones chinas y japonesas”, para culminar con el poema “Cervatillo”, en el que se muestra una reflexión sobre la paternidad desde una perspectiva que ha sido señalada en sus poemarios anteriores como algo evidente, algo que un día en el futuro sucederá, sin embargo la diferencia consiste en que dentro de este poema ya no está imaginando que su hijo partirá un día, ahora el poeta vive esta realidad, su hijo ha crecido y teje su propio destino:

El viento afila sus navajas de hielo

en los pinos oscuros:

un joven ciervo,

que hasta hace poco fue un cervatillo,

hurga en el horizonte

 

Y en ese hecho se reconstituye

casi todo en el universo (51-52).

 

Los temas misceláneos de este libro concuerdan con la vida íntima del poeta, desde los temas ya recurrentes hasta las nuevas apariciones de tono social, sobre estos últimos basta echar una mirada al ambiente político peruano para entender la necesidad de lanzar un reclamo a través del oficio de poeta. Diego Alonso Sánchez pone dieciocho poemas sobre la mesa que se abren a manera de mapas para que el lector recorra contemplativamente y, a su vez, con furia los caminos iluminados por Un sol líquido.

 

 

 

 

 

*(Hidalgo-México, 1989). Poeta. Se desempeña como Docente de Literatura y de Español para extranjeros. En la actualidad, cursa el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México). Ha publicado en poesía Fundación de un Hashigake (2023).