Sobre «Un festivo ardor» (2024), de Juan Carlos Cortázar

 

Por Nethanel Aparicio*

Crédito de la foto (izq.) archivo del autor /

(der.) Ed. Animal de invierno

 

 

La barroca procesión literaria de Un festivo ardor (2024) de Juan Carlos Cortázar**

 

 

Juan Carlos Cortázar es un escritor que viene apostando por una literatura peruana en los márgenes del canon. Su notable ascenso ha llamado la atención con textos novedosos desde su estética peculiar y temática, por lo general, centrados en los personajes disidentes sexuales. Algo presente en obras como Cuando los hijos duermen (2016), El inmenso desvío (2018) o Como si nos tuvieran miedo (2020), publicadas por Animal de Invierno y con reediciones en el extranjero en países como España, Argentina y Chile.

A estas se suma la publicación de Un festivo ardor (2024), donde plasma su notorio anhelo por ir contra la estructura tradicional de los cuentos, inicio-nudo-desenlace. A lo largo de sus páginas vemos cómo afloran símbolos barrocos que merecen nuestra atención. La cita de Severo Sarduy ‘’…todo el barroco no es más que una hipérbole, cuyo «desperdicio» veremos que no por azar es erótico’’ que apertura el libro, no es más que una simple preludio para estos detalles simbólicos que Cortázar va a explotar a los largo de los nueve cuentos que lo componen.

Desde un principio, está clara la intención de ingresar en el goce por la palabra, en valorar la frase armada por sobre la intención de crear tramas prodigiosas y el deseo de yuxtaponer elementos que puedan parecer contrarios. Pero, ¿qué puede haber en común entre los arcabuceros de las pinturas cuzqueñas y los personajes motorizados del anime Akira? Quizás, a simple vista, nada. Sin embargo, Cortázar tiene la habilidad de juntar estos elementos dispares. El cuento en mención, ‘’Arcabuceros’’, nos muestra el espíritu barroco en lo peruano. Y esto es porque lo barroco es una parte fundamental en la esencia de la peruanidad. Lo vemos en nuestras grandes catedrales, en nuestros políticos, en la gastronomía, en el mapa urbano, en los diarios chicha, etc.

‘‘En internet has podido verlos, y en las tiendas del centro, claro, esas para gringos, ahí hay muchos arcángeles de colores brillantes y casacas hasta la rodilla, entrelazadas las líneas de oro y plata, en distintas posturas los Gabrieles y Rafaeles»

En este fragmento, Cortázar nos intenta hablar sobre la imposibilidad de entrar en ese mundo soñado que está representado en el pasado del barroco peruano y que se volverá repetitivo a lo largo de los otros cuentos cuando el autor busque vencer esa imposibilidad y armar una fiesta barroca con técnicas que se enfocan en la imaginación de los personajes.

Como se ha mencionado, el barraco, en este libro, no es muy distinto al que tenemos en mente, con su búsqueda rara y hasta imposible de mezclas a través de varias capas. Cortázar, muy a su estilo, busca recrear ese mismo efecto en los cuentos de Un festivo ardor. El humor se transforma en un código, una capa de la pintura, a la vez que la obsesión por el detalle se transforma en otro código. En ‘‘Última puntada’’, el protagonista, entrado en sus 60 años, reflexiona sobre el arte de bordar

‘‘—Sí, soy pesado con eso, ya sé, ya sé. Por eso ya no me buscan, claro, que muy lento mi trabajo, que muy caro. Pero es que —y deja de bordar, las manos abiertas remarcando lo que dice—, fíjate el material que uso, las puntadas. Yo bordo. De verdad bordo, y mis flores y adornos pequeños, sí, porque ahí está el arte, en el detalle, en cada diseño y puntada. Que muy caro lo que hago, que esas cosas ya nadie compra…».

Nuevamente, nos encontramos ante la imposibilidad de reencontrarse con el pasado. En los detalles aparece el verdadero arte, que se visualiza en cada diseño y cada puntada bordada. Pero esto, que aflora en la narración, representa  «cosas que ya nadie compra», es decir, encontramos esa pérdida de interés en nuestra propia identidad.

Tomando un tercer ejemplo, en el último cuento ‘’Pintadas prostitutas a caballo’’, cuento neofantástico que rompe la continuidad realista de Cortázar y uno de los que más disfruté de leer, aparecen cuatro personajes que se hacen llamar las Túpacs, quienes son personajes de cuadros en un museo de España. El relato cuenta cómo estas emergen de sus pinturas y causan estragos entre la seguridad del museo.

«Soy Dina Amaru, vengo del Perú y necesito una audiencia con Felipe Sexto»

El diálogo que se plasma en estas líneas es interesante de analizar debido a la polaridad que se estructura entre este y el primer cuento que se ha mencionado, ya que si bien, en ‘’Arcabuceros’’, somos testigos del personaje que admira a los arcabuceros de los cuadros de pintura cusqueña y los dibuja a su manera, en ‘’Pintadas prostitutas a caballo’’ serán personajes dentro de cuadros los que toman el control de la historia y se rebelan frente al hecho de ser simplemente observadas como meras piezas de arte en un museo y buscan su propio propósito.

Estos tres cuentos hacen notoria la arriesgada apuesta de Cortázar, que analiza el pasado y lo hace jugar con el presente para crear su propia exposición de arte barroco. En esta creación de su propia fiesta, donde lo religioso y lo profano se van a mezclar, además, cobran mucha importancia los detalles, ya sea, en la tela o en el ornamento trabajado con la paciencia del artista obsesivo. Esto último sería un digno ejemplo de lo que Severo Sarduy celebrara, ese desprecio que no por azar es erótico. Y es que este desprecio, el goce que transgrede la norma y que se ejemplifica de alguna forma en el cuidado de cada palabra usada en los cuentos son ‘‘cosas que ya nadie compra’’, como dice el protagonista de ‘‘Última puntada’’, pero cosas que están ahí, esperando listas para ser redescubiertas. Sin duda alguna, Un festivo Ardor plantea una propuesta narrativa inusual en los márgenes de la literatura peruana y se transforma en un tipo de rara avis hecho por un orfebre que no tiene miedo a seguir trazando su propio camino.

 

 

 

 

*(Lima, 1995). Crítico y estudiante de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú). Director de la organización Celah Demon Ruchu, con la cual ha ganado el premio Estímulos Económicos para la Cultura 2024. Su tesis es un estudio de Manuel A. Bedoya y las fronteras de la ciencia ficción y lo fantástico.
 **(Lima, 1964). Escritor. Estudió escritura narrativa en Casa de Letras (Buenos Aires), y en la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile). Ha publicado las novelas Cuando los hijos duermen (2016), Como si nos tuvieran miedo (2020) y Tantos angelitos/Cortarse las manos (2021), y los libros de cuentos Animales peligrosos (2014), La embriaguez de Noé (2016) y El inmenso desvío (2018). Sus libros tienen ediciones en Argentina, Chile, México y España.