Por Rodolfo Häsler*
Crédito de la foto (izq.) Mario Pera /
(der.) Ed. Milenio
Sobre Un cobertizo lleno de significados sospechosos (2020),
de Yolanda Castaño
En el precioso prologo Adam Zagajewski afirma que al leer a Yolanda Castaño** desaparecen todas las barreras y setos que los aburridos colocan en el jardín de la poesía. ¡Y cuánta razón tiene! Si una primera palabra me viene a la mente al leerla es libertad, con mayúsculas, poesía que brota, que bulle, que invade, cosa que sucede con aquellos poetas conectados con el espacio infinito del alma, de la experiencia personal, con el aura y con el corazón, y desde luego, con el pensamiento, como es el caso de Yolanda Castaño.
La autora pertenece a una tradición asombrosa. Su poesía nace en ese asombro y produce asombro. No hay límite que la pueda reducir, aunque he de aclarar que es gallega, coruñesa, y que se inserta en una tradición poética que es inabarcable, luminosa, y libre, origen de un buen número de poetas de gran interés. Quizá luego quiera hablarnos de ese misterio y ese poder, de ese por qué y de esa lengua abierta al mundo, que inicia un viaje de Galicia, llegando a Portugal, y de ahí hasta Brasil, y la lusofonía africana. ¿De qué otro modo podría decirse:
hai flores que levan para sempre o Nome do primeiro ollo que as viu. Lilas, caléndulas, caraveliñas. Non podo esquecer as mimosas, enxame de diminutas advertencias.
En esta antología podemos advertir como Yolanda Castaño trabaja la poesía: de la misma manera en que lo haría un orfebre, transformando la palabra en materia valiosa, en la substancia soñada, quizá inalcanzable, que le proporciona sentido a la existencia. En muchos de los poemas aparece agazapado el tema de la libertad, ese espacio intrínseco a la creación, como si se tratase de un territorio en el que nace la palabra, su terreno de cultivo, y así por medio de la transformación llegamos a tocar el fuego, elemento transmisor donde bulle el dolor, la muerte, la esperanza, es decir, la vida en toda su amplitud, permitiendo en su propuesta la elevación espiritual. Se trata en todo momento de llevar a cabo la propia obra en pensamiento, en el papel, pero a la vez en el cuerpo y en el alma. Yolanda Castaño toca el alto destino al que llega la verdadera poesía, que es abrir la vía de la transmisión, palabras como savia alimenticia, y vemos:
retira baixo os teus pés esa alfombra de molicie, o un par de versos más allá: Un estoxo para o medo todo bordado de sintagmas.
La palabra es un cometido que la poeta acepta despojándose antes de todo lo superfluo, manejando sólo aquellos elementos vertebradores de sentido y emoción y que naciendo en lo cotidiano va construyendo un modo de comunicación alternativo, limpiando el lenguaje de toda banalidad para crear otro capaz de resonar más fuerte, de hacer vibrar las profundidades del espíritu. Ahí se encuentra la auténtica comunicación, la que destaca la verdad, en la manera tan particular de ser poeta, de ser luz y aprendizaje, y por esa alquimia, al leer esta antología, una pregunta sin respuesta permanece en nuestras mentes.
*(Santiago de Cuba, Cuba, 1958). Poeta y traductor. Desde los diez años reside en Barcelona (España). Estudió Letras en la Universidad de Lausanne (Suiza). Obtuvo el premio Aula de Poesía de Barcelona, la beca de la Oscar Cintas Foundation de Nueva York y el XII premio internacional de poesía Claudio Rodríguez. Ha publicado en poesía Poemas de arena (1982), Tratado de licantropía (1988), Elleife (1993 y 2018), De la belleza del puro pensamiento (1997), Poemas de la rue de Zurich (2000), Paisaje, tiempo azul (2001), Cabeza de ébano (2007 y 2014), Diario de la urraca (2013) y Lengua de lobo (2019); la plaquette Mariposa y caballo (2002) y Cierta luz (2010), así como Antología poética (2005) y Antología de Tenerife (2007). Ha traducido la poesía completa de Novalis, los minirelatos de Franz Kafka y una selección de Anthologie secrète de Frankétienne. Es antologador de El festín de la flama de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter.
**(Santiago de Compostela-España, 1977). Poeta y crítica literaria. Licenciada en Filología hispánica por la Universidad de La Coruña. Se desempeñó como codirectora de la revista Valdeleite y dirigió el programa cultural Mercuria. Actualmente, desarrolla una multitud de proyectos que fusionan la poesía con otros lenguajes creativos como la música, plástica, audiovisual, arquitectura… y hasta la cocina. Ha obtenido el Premio Atlántida (1993), el Premio Francisco Fernández del Riego, el III Premio Fermín Bouza Brey (1994), el II Premio de Poesía Johan Carballeira (1997), el Premio de la Crítica de poesía gallega (1998), el Premio de Poesía Espiral Maior (2007) y el Premio El Ojo Crítico RNE (2009). A su vez, ha recibido el Premio a la Mejor Videocreación en el Festival Compostela Curtocircuito (2004) y el Premio Mestre Mateo al Mejor Comunicador/a de TV (2005). Ha publicado en poesía Elevar as pálpebras (1995), Delicia (1998; 2006), Vivimos no ciclo das erofanías (1998; 2000), O libro da egoísta (2003; 2004; 2006), Profundidade de campo (2007; 2009), Erofanía (2009), A segunda lingua (2014), Un cobertizo lleno de significados sospechosos (2020).