Por Matías Celedón*
Crédito de la foto (izq.) Matías Celedón /
(der.) Ed. Bastante
Sobre Un árbol de luz íntima (2019),
de Tomás Cohen**
En La Poética del Espacio, Gaston Bachelard comienza aclarando que, si se quiere estudiar los problemas planteados por la imaginación poética, el filósofo (como también el sicólogo y el psicoanalista) debe olvidar su saber y romper con todos sus hábitos de investigación, ya que las causas no pueden nunca explicar bien el carácter verdaderamente inesperado de la imagen nueva, “ni la adhesión que suscita en un alma extraña al proceso de su creación”.
Para Bachelard, el culto al pasado no cuenta. “El largo esfuerzo de los enlaces y las construcciones de pensamientos, el esfuerzo de meses y años resulta ineficaz” porque “hay que estar en el presente, en el presente de la imagen, en el minuto de la imagen”, en la adhesión total a una imagen aislada que nos sacude por su novedad.
Quisiera intentar descifrar algunas de esas imágenes descubiertas leyendo este Árbol de luz íntima que hoy publica Ediciones Bastante, dedicado por el autor a sus padres y a sus abuelos, en ese orden, sembrando un sentido de lectura: desde el comienzo, el poeta avanza hacia sus raíces, o si se quiere, se entierra adentrándose en lo profundo.
La imagen de una caja de madera que se abre, presente en forma de ataúdes y en los umbrales sugeridos por el título que reúne la primera de las cuatro series de poemas (“Goznes”), transmuta las hojas del árbol en páginas que contienen puertas y ventanas por las que Cohen asoma diversas caras, cazando insectos o acariciando fósiles. El gozne es la bisagra, una pieza de herraje articulado con que se fijan las hojas de las puertas y ventanas al quicio. Estas primeras páginas de poemas se abren como pasajes luminosos, pero de tránsito vedado.
La imagen como una puerta abierta a un lugar que ya no existe. Un muro hecho de ventanas. Leo un fragmento del poema «Casa y Hogar»:
Dentro de la casa hay otra casa
demolida en recuerdos, ampliada al tacto.
Es casa a oscuras, ilimitable,
la huelo y menstrúa. Con taquicardia
la palpo a tientos, de noche, donde sea
que juegue a estar ciego:
vuelve entonces de la casa, cualquier
casa, el hogar, cuando aprendo
dónde está el interruptor en la oscuridad.
[…]
Cohen imagina el mundo que contempla. Se acerca a la inspiración como quien busca un río. Observa escuchando, distingue los materiales por sus sonidos. Conozco al autor desde hace tiempo y es muy consciente de sí mismo. Esto, por supuesto, no quiere decir que sea totalmente consciente de sus actos. Desde hace años, nuestras órbitas coinciden cada tanto y siempre me ha impresionado el devenir improbable de sus itinerarios.
La elipsis desde una ilustración del álbum Para niños de William Blake hasta una cita de Pascal Quignard (“La naturaleza vive en el pasado. Los pájaros, los animales son el pasado”) habla de una poesía que se proyecta en sus reminiscencias. Entre estas dos trayectorias, Cohen trabaja con lo clásico de forma deliberada, como gesto de subversión a la vacía ruptura con la tradición de ciertas estéticas contemporáneas. En el poema “No insectario”, reúne en un punto transparente del tiempo su propio museo de historia natural, en donde los bichos suben por las cortezas y sobreviven entre las raíces. Hay en la miniatura y en los delicados insectos que habitan este Árbol…, imágenes que se crispan, palabras sensibles al tacto.
Pienso en dos poemas que encierran algunas claves de lectura para este libro. El primero, “Retrato del Pequeño T.C. entre los fósiles”:
A veces quiero creer con las manos
que es la misma fuerza sin bautizar la que sigue palpitando
en estos otros dedos empolvados, en estas otras piedras y herramientas
separadas por dolor de rodillas y cabezazos en dinteles,
metro y tanto de arte y niebla
entre paleontología y litografía:
retrato de memoria a un niño
de esos enamorados de lo antiguo,
al niño que fui, con millones de años en las manos.
Excavaba del monte mi obsesión.
Destapaba luego, con cincel vuelto aguja,
a mi amonite en la cama, lo despertaba con cuidado
hasta quedarme dormido, para montarlo mañana
en muestrario y compañía—
adonde mi amor, por error, resultara museo.
El otro poema, alude a un dios hinduista y es la écfrasis de una iconografía personal:
Si tuviera yo muchas cabezas
& muchos brazos & muchas manos
como los dioses índicos de piedra
que he visto húmedos de ofrendas
tendría al menos una mano con un lápiz destapado
& otra empuñando una copa
llena de licor de sol & una cabeza golpeándose
frescura bajo una cascada
más una frente hipnotizada por la hoguera
& un dedo sobre el obturador de ebullición, que gotea.
Tendría también una mano abierta besada
por las lenguas con que avanza
una estrella de mar viva
& bajo un brazo, enrollado, uno de esos manuscritos
eternos, internos, fallidos, mentales
propios de bibliotecas quemadas
& un hombro de joven violinista
entregado a un viejo y buen violín, al fin.
[…]
Respecto a esta imagen, recuerdo la escena en el Mahābhārata cuando Krishna se revela a Arjuna en todas sus formas antes de comenzar la batalla contra los de su sangre. Los rostros múltiples, ventanas enmarcadas en los infinitos avatares de una página, son la fronda de una tradición común que no da cuenta del linaje de los que comparten un origen o un destino divino, sino de aquellos con la gracia de la metamorfosis.
En su “Prólogo al final”, escribe:
Para cuando esté muerto
y porque estaré muerto, para que vida
y lectura fermenten, e inebrie— Yo invito,
porque puede olvidárseme
que lloré agradecido, y que hará frío…
[…]
En este libro, Tomás Cohen invoca las voces que han conmovido su escucha atenta y privilegiada en mitad de su viaje. Brindemos por sus raíces bajo la copa luminosa de este árbol que crece.
*(Santiago de Chile-Chile, 1981). Narrador. Sus novelas interrogan los fantasmas de las posdictadura desde un enfoque que combina la reflexión histórico-política con el experimentalismo formal. Su más reciente libro El Clan Braniff (2018) bucea en las entrañas de la dictadura de Pinochet componiendo un puzzle de distintos materiales de archivo como documentos desclasificados de la CIA, fotografías oficiales de los primeros días de la Junta Militar y manuales de montaje cinematográfico.