Sobre «Todo está hecho a la medida de ti misma» (2022), de Isabel Sabogal

 

Por Luis Rebaza Soraluz*

Crédito de la foto (izq.) www.rogozinska.pl /

(der.) Eds. Maquinaciones

 

 

La medida de la simismidad.

Sobre Todo está hecho a la medida de ti misma (2022),

 de Isabel Sabogal

 

 

Al hojear Todo está hecho a la medida de ti misma (2022), me sorprendió que una rápida lectura de sus versos me llevara repentinamente a los años ochenta. Esto pudo haberse debido a que mi amistad con Isabel Sabogal empezara en esos años, o que reconociese en alguno de esos versos textos que había leído en Requiebros vanos, de 1988. Regresando al libro he llegado a una explicación más precisa. Creo que se trata de reencontrarme con un lenguaje forjado en esa época, entre 1970 y finales de los ochenta. Por lenguaje no entiendo aquí lo que se suele reconocer como “estilo”, léxico, vocabulario, o recurrencia de temas, sino algo que la gramática o lo literario no deja siempre al descubierto. Entiendo, más bien, una presencia algo más acá de la capa de los recursos, algo inquietantemente familiar; me refiero a la configuración de la subjetividad, o a un posicionamiento de la enunciación que detona en quien lee el reconocimiento de una experiencia de múltiples puntos de vista marcados por su lugar y su tiempo. Y a esos puntos de vista, experiencias y vaivenes de existencia a los que uno puede haber sido expuesto, me dirigen los textos de Isabel.

Este lenguaje, en el posicionamiento particular que le da Isabel, muestra muchas formas que aparecen y reaparecen en su escritura, desplegándose como diversas reflexiones, análisis y resultados sobre lo que es aparentemente único: la llamada identidad. Una faceta de ese lenguaje es inevitablemente histórica; es decir, puede datarse, y podría decirse que se encuentra en un número significativo de escritores y escritoras de finales de los 70s, que se mantiene a lo largo de los ochenta, que abreva de fuentes de la tradición moderna, y que alcanza maneras sofisticadamente elaboradas en uno de sus maestros locales: Javier Sologuren.

 

La poeta Isabel Sabogal

 

Escritoras como Enriqueta Beleván, Ana María Gazzolo, Ina Salazar, Rosella di Paolo, abrevan de esa y otras fuentes extraeuropeas que forman parte de la modernidad poética occidental. Tal lenguaje, tal posicionamiento múltiple, pareciera sostenerse en algo —dicho grosso modo— “espiritual”, o “poético” (por ambiguo o plurisignificativo), y ser asumido ya, para los años de producción a los que me refiero, como retrabajado, y hasta caduco; puede decirse, sin embargo, que tal lenguaje ni es tan espiritual, ni es vago, ni tampoco puede —fuera de tu tratamiento como retórica— ser superado. En mucha escritura de poesía de los años ochenta se comparte un aprendizaje selectivo de rigurosas lecturas de la tradición que la antecede. A lo largo de la década, y la de los noventa, ese tipo de posicionamiento es cuestionado en base a los aspectos socio culturales de su producción; deja de ser una alternativa para algunas y algunos, pero no desaparece.

La presencia de ese posicionamiento múltiple en el libro de Isabel me tocó particularmente en tres textos. Dos de estos los había ya leído en Requiebros vanos (1988): “Carpe Diem” y “Hay un hombre que juega con su sombra”. El tercero, nuevo para mí, es “Cayara”. Releídos ahora los primeros en compañía de los más recientes, su escritura exige de mí un acercamiento distinto al llevado a cabo a finales de los ochenta. El libro permite muchas maneras de entrar a tal multiplicidad: por la secuencia de su ordenamiento, por los títulos, por temas, palabras clave o racimos de asociaciones, y también por selección al azar. Escogí la lectura cronológica. Siguiéndola, me di con patrones mercados por palabras que, aparentemente claras y hasta denotativas, son en realidad referencias a nociones cultural, social y políticamente complejas. Los términos repetidos se extienden uno hacia el otro formando universos coexistentes que dialogan y antagonizan entre sí, manifestándose como una suerte de discurso de inteligencia emocional cuyas consecuencias son constantemente examinadas y evaluadas por la hablante. La naturaleza de esta última, la hablante, puede discutirse distintivamente desde el ángulo del género, o de lo sociopolítico, entre otros; y, en particular, en términos de existencia cultural, es decir, como configuración de una existencia informada, entrenada, persuadida, expuesta a diferentes órdenes y bajo la imposición de maneras establecidas de ser persona. La hablante puede ser entendida como existencia expuesta asimismo a regímenes de formación educativa, de colocación en circunstancias vivenciales y forzada a encarar posiciones específicas. Y verse asimismo como existencia poseedora también de espacios de libertad.

Por esto, menciones a entidades como niña, naturaleza, cuerpo, están expresa o sutilmente vinculadas a procesos sociales como la ruda ventana hacia la exclusión, o a otros culturales como la masculinidad, y también a la multifacética presencia de diversos órdenes del cosmos (divino, racional, genérico, temporal, afectivo). La niña está tanto posicionada en la decimonónica “infancia feliz”, como, muy cerca, en su antítesis: una existencia rodeada de peligros y lados oscuros, enfrentada a dudas, transformaciones y mentiras. Versos como “Pero soy una niña que no tiene nombre/ por más que me los ponga, ninguno es verdadero” (—Quisiera ser…) son un ejemplo. Los muchos lados y vínculos de esta palabra, aparentemente muy llana surgen mediante metáforas, aliteraciones, enumeraciones, elipsis. Configurada como existencia, es posicionada en público y en privado, a lo lejos y de muy cerca, clara y borrosamente, como observada o como observadora. Podría decirse que por momentos hasta toma el lugar de quien lee convirtiéndose no solo en protagonista sino en su propio público. La lectura, el acceso permitido a tal intersección de subjetividades, es por momentos una operación seria y dolorosa, en otros es una breve conciencia de alivio seguido por un inevitable descorazonamiento, por un desengaño, por un inseguro final feliz que nos es eternamente anunciado, y por un siempre certero y brusco despertar.

 

 

Con el término “amor” no puede esperarse menos facetas. El poema “Carpe Diem”, por ejemplo, se inicia desplegando un orden del mundo ya conocido, diseñado desde una subjetividad retórica que nos es reconocible y asumimos idéntica a la de uno. Hemos sido entrenados a confiar en su existencia: “Mira amor/ en el cuerpo de la tarde yo”. Mas, un par de líneas después, el texto nos enfrenta sutilmente a un amor de otro orden, que es semejante a la tangible experiencia del abandono: “Mira que las hojas negras de la noche/ abren ya su horrendo corazón”, acto seguido nos rescata con el despliegue retórico y simbólico del amor cortés al que, paradójicamente, nos aferraremos descartando lo real. Isabel Sabogal no presenta el término “amor” como significado, sino como contextos: “Mira que los labios ya encanecen,/ mira que los ojos ya ceguean,/ mira que los cuerpos ya oscurecen,/ mira que no hacemos el amor”. Escribir “amor” es posicionarse/ nos en un flujo de cambios sin mayor trascendencia que la del instante y su circunstancia: “mira aquel final que nos espera,/ vela que el momento no se pierda, amor”.

Podría argüirse que la descripción ofrecida líneas arriba responde a la experiencia de todos; pero debe tenerse en cuenta que la escritura de Isabel le da a esta existencia una configuración particular. La hablante se posiciona en la esfera de la separación (casi exclusión) que implica la clasificación de género, luego de clase, también de edad, después de etnia, de tradición cultural, de narrativa biográfica, de fe; y luego en la dinámica de los cuerpos, de las sensibilidades, de la familia, de la movilidad social, de la multiplicidad e inestabilidad cultural; e incluso se posesiona en donde se combina, mezcla o entrevera, todo aquello. La hablante lo percibe tanto por fuera como por dentro. Y, en presencia latente, por encima de todo, su lenguaje establece la posibilidad de un encuentro con pares, del reconocimiento de una aparente comunidad, de alguna felicidad habida.

A lo largo de Todo está hecho a la medida de ti misma el lenguaje de Isabel Sabogal, así como la rigurosidad puesta en su ritmo, en sus combinaciones y tensiones, muestran una visión clara, una voz serena conocedora de su tradición. No se trata de la escritura de poesía que comparte principios con otras de los años ochenta, sino de un tipo particular de poesía al interior de esa producción, de un tipo único de emisor en esas circunstancias, capaz de combinar palabras que invoquen una gama de subjetividades. Mencionar el aprendizaje hecho a partir del trabajo de Javier Sologuren no es referirse a lo que se entiende por “influencia”, sino a un ejemplo de selección consciente y voluntaria de maneras de pensar y expresar tomados de lo logrado por quien se respeta como modelo. Las decisiones artísticas e intelectuales tomadas por Isabel son valientes, y las implicaciones del lenguaje que trabaja son riesgosas, puesto que quien meramente lea uno solo de sus poemas puede encontrarse y permanecer en la habitación reducida del aparente discurso finisecular sentimentalizado por el medio. La lectura completa de Todo está hecho a la medida de ti misma permite acceder a una acumulación cuidadosa de capas de experiencia, de páginas que se desarrollan y maduran emocional e intelectualmente como la conciencia de tener un cuerpo.

 

Londres, julio 2024

 

La poeta Isabel Sabogal en el INC del Cusco

 

3 poemas de Todo está hecho a la medida de ti misma (2022),

de Isabel Sabogal

 

[Yo he nacido en un sitio que está en el fin del mundo]

 

Yo he nacido en un sitio que está en el fin del mundo,

en un puerto de rosas donde anclan los barcos,

y el olor del mar, las gaviotas, el viento se esparce.

Caracoles ebrios, caballitos marinos,

musgos verdes y blancos, infinitud de hojas.

 

Tras mi puerto no quedan más que las cumbres altísimas,

donde lloran sus penas los convidados de piedra,

donde gimen y braman los toritos de fuego.

 

Y el olor que se esparce de los caracoles al viento

es tan sólo un suspiro en la armonía del verso.

 

 

 

[Hay un hombre que juega con su sombra]

 

Hay un hombre que juega con su sombra

En un tablero al juego de la muerte,

Las fichas blancas se confunden con las negras

Los rostros sudorosos se entremezclan.

 

En el fragor de la batalla cae herido…

La sombra avanza espada en alto

Un ángel y un demonio la acompañan.

 

¿Eso fue todo? —dice el hombre— ¿Un burdo juego?

¿Con una sombra en un tablero ajeno?…

 

Otro hombre atisba junto a la ventana,

Otro hombre pasa, otro ríe y otro sueña

El sueño de la muerte, y se pregunta

Si esa sombra que avanza es sueño o vida,

O un juego infinito en un tablero ajeno…

 

 

 

[Quisiera ser…]

 

—Quisiera ser —decía una niña sin nombre

—Ser como cualquier niña, sentarme por las tardes

a zurcir mi calceta y esperar a la abuela.

El reloj va marcando las horas lentamente,

el gato ronronea y yo preparo un queque,

las nubes en el cielo sólo anuncian la lluvia,

que regará la huerta y el jardín de la casa.

Pero soy una niña que no tiene nombre,

por más que me los ponga, ninguno es verdadero,

mis manos débiles no sirven para queques ni calcetas,

mi mente vuela en sombras y no soporta las horas.

Y sé que, en esa nube que avanza por el cielo,

van luchando los ángeles con demonios raptores.

 

¡Cómo quisiera, Dios santo, ser una niña con nombre!

Y sentarme por las tardes a zurcir mi calceta…

Así al menos tendría de que hablar con las comadres,

y no me sentiría tan sola en medio de la gente…

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1958). Poeta, narrador, ensayista y crítico literario. Licenciado en Lingüística y Literatura en la Universidad Católica del Perú. Emigró del Perú en 1987 e hizo estudios de Maestría y Doctorado en la Universidad de Maryland (EE.UU.). Desde 1994 enseña Literatura, arte y cultura latinoamericanas en el King’s College de la Universidad de Londres (Reino Unido) y en el Instituto para el Estudio de las Américas (ISA).

 

 

 

**(Lima-Perú, 1958). Narradora, poeta y traductora. Escribe en español y polaco. Seleccionó y tradujo los textos que componen el volumen Poesía escogida (Lima, 2012) del polaco Czesław Miłosz. Ha publicado en poesía Requiebros vanos (1988), Un Universo dividido (1989, 1993, 2016) y Todo está hecho a la medida de ti misma (2022).

 

 

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