Por Víctor Alarcón*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Isla de Libros /
(der.) Miguel Mejía
Sobre Spunkitsch (2da ed. 2020),
de Leonardo Aguirre
De-formación escritor
… al papá nunca le digas
que chambeas escribiendo…
Leonardo Aguirre
Desde la aparición de Roberto Bolaño, pareciera obligatorio que los autores latinoamericanos centren sus ficciones en el ámbito literario. La estrategia no es nueva. El propio Bolaño retoma la canónica figura de Jorge Luis Borges como una de las piedras angulares de su poética. Sin embargo, la popularidad de Los detectives salvajes sancionó la prerrogativa metaliteraria. Si un escritor quiere garantizar su talante artístico, este tema es una buena manera de empezar, se evitan rodeos ―o se acude a los oportunos― y la importancia de la pieza está garantizada para el público académico. Como no se está siendo suficientemente narcisista, las obras en cuestión acuden, en más de una oportunidad, a la autoficción. Ulises Lima y Arturo Belano (a.k.a. Roberto Bolaño) nos guían con sus vidas a través de la iniciación en la bohemia.
Spunkitsch, de Leonardo Aguirre, editado por Isla de Libros, cumple con esta exigencia con más de una grata particularidad. Los cuatro textos reunidos en este volumen giran en torno al mundo de las letras y sus diferentes avatares. A pesar de su carácter variopinto y de no tener una misma línea para todos los cuentos, se ordenan en la evolución clásica del joven artista: desde su formación como estudiante y adolescente bajo la influencia de curiosos y sospechosos mentores, hasta la difícil confrontación ante la disección editorial realizada por un observador inescrupuloso, pasando por el trasegar lingüístico que se practica en los bares. Me faltó, por supuesto, referir el cuarto segmento que acude a los octosílabos, una métrica oportuna para las épicas o las narraciones largas, características que no son del todo cumplidas. A pesar de ello, Aguirre sale airoso en el uso de la rima.
El aspecto que atraviesa el libro es una mirada cruda y escéptica del día a día suavizada con un gran manejo del humor. A través de literalizaciones, exageraciones y desmontajes, Aguirre elimina los romanticismos para dar lugar a una lectura crítica de los mitos del mundo editorial.
El mejor ejemplo, quizás, se encuentra en la primera muestra donde se recupera la vieja dinámica del mentor que guía a un joven cuentista. Como el viejo personaje es una figura altruista que, sin importar las penalidades de la vida, la ha dedicado a la lectura, su casa está atestada de libros. La situación es tan límite que en lugar de sillas se sientan sobre pilas de volúmenes viejos y «las cuatro patas de la mesa (…) se apoyaban en sendas novelitas de bolsillo. Por otra parte, pequeños diccionarios mantenían entreabiertas las puertas de la entrada, la cocina y el patio». La precariedad se torna ridícula cuando el traga-libros compone sus bebidas con «Poesía china. Poemarios chinos impresos en papel de arroz».
El relato aborda los consejos para que el protagonista silente elabore su propio cuento. El juego de cajas chinas se utiliza en función del chiste: el adolescente está ansioso por aprender literatura para tragársela mientras se instruye en su elaboración y cocción. Más allá del previsible resultado, una indigestión estrepitosa, me interesa destacar este punto porque será otra de las líneas conductoras de Spunkitsch. Este giro se presta para constantes chistes sobre la propia ficción que desmontan y también afectan el proceso de lectura, transmitiendo el escepticismo de Aguirre. Así, se repiten los consejos manidos de los talleres y de las iniciaciones desnudos en su simplicidad.
La pieza que cristaliza este ejercicio es el «El gato de Sumatra». Asistimos a la entrevista de un editor con un narrador que aspira a publicar bajo el sello que aquel representa. Al principio el encuentro cobra singulares similitudes con una cita médica y las necesidades de exterminar una serie de tumores para dar buena vida al cuerpo, o a sus restos. La parodia cuestiona el distanciamiento necesario entre el creador y su obra. Los errores del primero quedan grabados en la versión final del texto que es constantemente intervenida por las observaciones formales del editor. El objetivo es referir la anécdota de un sacrificado felino en favor de la paupérrima vida de su dueña.
La miseria no se relata con dejos románticos ni con idealismos falsos. A través de las constantes parodias se reafirma su carácter sórdido; arrojados al hambre estos personajes devoran libros, ratas, palomas. Siempre se puede revisar esta anécdota desde la crítica al lugar que la sociedad ha dado a los artistas. Pero la claridad de las caricaturas de Leonardo Aguirre nos obliga a destacar el ridículo al que llegan quienes desean hacer de esa circunstancia una imagen sensiblera.
Me gusta creer que parte de estos logros se debe a la oportuna influencia de Guillermo Cabrera Infante. En «What’s in a name?» hallo la oportuna mención de Perec, quiero creer que alude a Georges Perec, francés del OuLiPo. Este compañero de Raymond Queneau se esmera en la experimentación formal de la cual Aguirre parece heredero. Saco esta última conclusión del divertimento que se advierte en el título del libro, donde se propone recuperar una noche en la taberna creando un nuevo lenguaje con nombres de escritores. El chiste sigue a la orden del día, se le quita el empirismo frío al juego literario. Así lo vinculo con la tradición caribeña en la cual el autor de Tres tristes tigres, ya es un clásico.
Leonardo Aguirre describe el mundo de la literatura con una mirada crítica y al mismo tiempo muy comprensiva. Conoce los vericuetos en que caerá el creador, desde sus inicios hasta la ansiada publicación. Si quien lee estas páginas desea embarcarse en ese universo, le recomiendo que se apure a hacerse con un ejemplar de Spunkitsch, le ahorrará más de una sorpresa. Y si no es el caso, lo invito de todas maneras a que lea el volumen de cuentos y compruebe las torturas que aparecen en este círculo del infierno.
*(Caracas-Venezuela, 1985). Poeta y narrador. Desde el 2019 reside en Bogotá. Doctor en Literatura Comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona (España), y Magíster en Literatura por la misma universidad. También es Magíster en Literatura Venezolana por la Universidad Central de Venezuela y Licenciado en Letras, cum laude, por la Universidad Católica Andrés Bello. Obtuvo la beca Monserrat Roig (2021). Ha publicado en poesía Mi padre y otros recuerdos (2009), así como en cuento Y nos pegamos la fiesta (2014). Su cuento La casa del olvido (2017) mereció una mención en el segundo Premio Anual de Cuento Salvador Garmendia, y el poema Hospital de la Santa Creu fue finalista en el XI Premio Ángel Ganivet.
**(Lima-Perú, 1975). Narrador. Estudió Comunicaciones en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Firmó reseñas y crónicas para el suplemento El Dominical del diario El Comercio, tuvo a su cargo la sección de crítica en la revista Dedo Medio y tuvo una columna de opinión en el diario La República. Publicó los libros de cuentos Manual para cazar plumíferos (2005), La musa travestida (2007) y Spunkitsch (2018); las novelas El Conde de San Germán (2007), Karaoke (2010) e Interruptus (2018); y el volumen de no ficción Asociación ilícita (2015). Este año publicará en México la novela Artefacto 27.