Por Enrique Winter
Traducción de poemas por Enrique Winter
Crédito de la foto (izq.) www.pratt.edu /
(der.) Ed. Overol
Sobre Silencio pitagórico (2019),
de Susan Howe + 2 poemas
Susan Howe* fue pintora y luego actriz, facetas que desarrolla en más de veinte libros de poemas sonoros y archivos históricos, usando igualmente palabras sueltas y verso libre como frases tarjadas, invertidas o recortadas en collages de fotos. Podemos contemplar sus poemas como un cuadro por su disposición en la página o un monólogo teatral por sus titubeantes argumentos, también dejarnos llevar por la música de sus sílabas repitiendo sonidos que más se parecen entre sí a medida que se alejan de lo representado. A la poesía que ella ensancha y de la cual se fuga gracias a estas y otras perspectivas, llegó tarde y «por accidente», como le gusta aclarar.
Cuando a los cuarenta y cinco años publicó Pythagorean Silence (1982), sin embargo, Howe ya era autora de siete libros. El hablante del primero de ellos, Hinge Picture (1974), viene desde la prehistoria integrando mitos, y el del conjunto inmediatamente anterior al que nos convoca, The Liberties (1980), reduce al escritor Jonathan Swift a una especie de espectro de su propia musa, Esther Johnson. La historia y los roles de género entendidos como fuentes de mentiras y de opresión son motivos recurrentes en el resto de su obra, como ella expresa con la claridad de un programa político: «escribo para fugarme del Consentimiento perfecto y primitivo. Quisiera levantar tiernamente del lado oscuro de la historia las voces anónimas, despreciadas, inarticuladas». Aunque también viene a hablar por las bocas muertas de «hilanderas y solteronas», se aleja del objetivo nerudiano porque no busca canalizarlas a través del relato del poeta que las convoca, sino exponerlas por sí mismas, en la imposible unión de los restos. Los testimonios de las víctimas develan así los engaños de las palabras sin necesidad de intervenirlas con juicios condescendientes. En la ficción de las memorias que construyen la historia, las protagonistas pasan a ser las palabras y la trama son los flujos inconscientes en los cuales Howe se baña una y otra vez.
Su poesía se sirve con elocuencia de la sustracción, porque al borrar los conectores y la posible continuidad de sus ideas ―como si sus poemas recibieran las bombas aéreas y leyéramos solo las esquirlas entre los espacios vacíos―, amplía aquello que cada uno de los lectores entiende según sus propias experiencias y conocimientos. Esta fragmentación inunda también sus relatos y ensayos, algunos de ellos ineludibles como My Emily Dickinson (1985) que junto con su prefacio para The Gorgeous Nothings (2012) cambió para siempre la lectura crítica de la más importante poeta estadounidense o al menos del siglo XIX. Esa clase de comunicación a través de la eliminación de las palabras en vez de su producción alcanza una de las cumbres dentro de su obra con Pythagorean Silence. Aquí los anacolutos o inconsecuencias en la construcción del discurso de Howe resultan contrarios a los de los poetas experimentales de su generación. Donde los demás demuestran los sonidos y dobleces de las palabras por vía de usarlas exhaustivamente, ella opta por esconderlas. También se diferencia de los así llamados poetas del lenguaje por anclar sus voces en el tiempo pasado.
Pythagorean Silence se divide en tres secciones. La primera, «Pearl Harbor», es una de las más explícitas de su propuesta al mezclar su vida en Búfalo con la historia bélica. El título remite a la base naval atacada por la Armada Imperial Japonesa a fines de 1941 que provocó el ingreso formal de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Howe opta por difuminar la unidad de los poemas confundiendo los finales de unos con los comienzos de otros como si se trataran de días y noches en la batalla. Todo es insinuado, nada termina de decirse allí donde el carácter de «conversadora» define lo femenino y va en mayúsculas tras la mordaza. Ante la muerte de un hijo, el llanto de la madre «silencia // vocabularios // completos // de nombres // para las // cosas». Aunque escalofriantes, son pocas las imágenes y en su mayoría las repite en la naturaleza, alzando nuevos arquetipos que cambian de sentido cada vez que los usa. Denuncia así la ambigüedad de conceptos que creíamos claros, sirviéndose de ella en distintos contextos que nos hacen dudar de nuestras certezas hasta parecernos peligrosamente autoritarias.
La segunda sección titula el libro y trabaja la fractura a través de sentencias sabias que vinculan la antigua Grecia y leyendas como la del rey Arturo con los daños de quienes vivieron conflictos acaso más recientes. Una primera persona interviene antes que las palabras se vayan demasiado lejos en el cosmos; el dolor le quiebra la sintaxis más tarde, pero no sus palabras de amor, sueños y luz, como si solo pudiera sobrevivirnos el lugar común del sentimiento y urgiera recuperarlo con nuevas sutilezas e ironías frente a quienes nos lo robaron. Howe muestra las falacias lógicas que cometemos según cómo ordenamos las palabras y la manera en que estas sirven a determinadas hegemonías. Redondea las frases como piedras en el agua que las empuja y cada poema es una poética, «veladas alegorías/ profundamente veladas», con mayúsculas a su arbitrio como las de Dickinson. A la par nos cuenta un relato afectuoso de pájaros y árboles cuya unidad es la sílaba, con cortes de verso a ser leídos lentamente, cambiando velocidades y hasta el orden de izquierda a derecha y de arriba a abajo cuando aparece una palabra más cercana en otra línea. El problema es cómo la linealidad de la lectura reduce la percepción de un mundo, cuya perspectiva histórica, en cambio, permite entender mejor la explotación y las constricciones del presente. Nuestras costumbres y nuestra identidad son consecuencia de la función normalizadora de quienes las predican y, algo más inocente, de quienes las practican. Howe solo les quita el velo con palabras desacopladas y deseos vitales, o les pone otro, metafísico y fantasmal.
Las tragedias del siglo XX se engarzan con unas más antiguas en la tercera sección. En ella el materialismo y Aquiles, por nombrar solo uno de los conceptos y uno de los personajes tratados, decantan en bloques de palabras sueltas, desarmando la legibilidad que pudimos percibir al comienzo. Se trata de un viaje en el cual «las palabras son las únicas pistas que tenemos», dice Howe, y nos pueden fallar como a los inmigrantes. La teoría y la práctica se ensucian desafiando nuestra forma de entender un discurso, por narrativo que sea. En los poemas finales con animales, frutas y estaciones radicaliza su mirada escéptica sobre el pasado y el uso del lenguaje que ha llevado a los excesos del poder. Las ruinas de un ataque aéreo son letras, a la larga, pero cada una de ellas lleva el germen de la polisemia y Howe lo cultiva con aliteraciones y asociaciones libres. Hila motivos, cose y descose, rellena lo que antes le faltó y nos deja las hebras sueltas.
Pese al indiscutible reconocimiento de su autora, Silencio pitagórico es el primer libro de poesía de Howe en ser traducido al castellano, idioma en el que solo se encuentran Mi Emily Dickinson, en versión de la mexicana Ana Rosa González, y Experimentación, intertextualidad e historia en la obra de Susan Howe, tesis de Leticia del Toro publicada recientemente en Zaragoza. Tal vez las características que la española enumera en el título han demorado las ganas de trasvasar una poesía tan apegada a los sonidos, donde campean los homófonos y los neologismos que, bien escarbados, son arcaicos. Lo que para Howe es «el estrés del sentido», para un traductor sería justamente el lugar donde relajarse. Aún en poesía se suelen traducir casi de forma exclusiva los significados, pero en el caso de Howe hacerlo implicaría traicionar su propuesta, que opera sobre todo en las demás dimensiones materiales de la palabra. Intenté acercarme lo más posible a su música, y por eso preferí palabras en castellano que sonaran como las originales en inglés. Las aliteraciones a veces podían repetir sus consonantes en la traducción y otras decantaron en rimas internas, más naturales a las vocales de nuestra lengua. Finalmente, la pluralidad de significados de cada término es la fiel escudera de Howe y los originales se arrancan hacia lugares distintos de los cuales se arrancan en castellano. Esta versión bilingüe permitirá enfrentar y ojalá enriquecer ambas fugas, a partir de las traducciones literales solo en apariencia.
1+1 poemas de Silencio pitagórico (2019)
2.
Pitágoras cataclísmico Las cosas
no como son
pues no son sino lo que parecen
(como espejo
en un espejo por venir)
Siembra grano desnudo puede que dé
trigo
Rueda de tiempo mutable Fortuna fabulada
para girar
(circunferencia conocida atada a un marco)
Los pensamientos nacen
póstumos
Oscuras como el libro secreto de la teología
las estrellas fuera de su órbita
son piedras de toque en un galope Oscuras
irrevocablemente oscuras
(escritas en una hoja suelta) años atrás
y la bestia encadenada
pisotea
Pero me estoy perdiendo en magnitudes
irracionales
La tierra se ha alejado del sol
y es de noche
(Setenta líneas sobre campos en la oscuridad)
tan oscura parece un suelo placentero
tan oscura parece nacional
3.
lo más temprano antes del amanecer Justo
antes del atardecer
ocaso (entre el día
y la oscuridad)
está que empieza Y con tiempo
podría hacerlo yo
termina la infancia
El tiempo una cosa vieja y calva un sirviente
(Haz esto
o lo otro) El tema del tiempo
Y así seguimos por las profundidades de
la infancia (arrebol de luz en los árboles)
El alba
por morirse
se ha revelado Mediodía o mañana
se mueven sin madre
(Oh mujeres mujeres miren) cómo mis palabras
brotan
prendiendo y tropezando En el sentido del sol
con espadas y holas
una danza de disfraces
donde la respiración más respira (Los libros
se encienden
mi pieza está brillante) Mundo que hice
borde vacío
La casa del padre cayendo por siempre
Atrapa y bosqueja la tarde fría