Por: Dante Ayllón Bulnes
Crédito de la foto: Vanessa Martínez
La Asociación Peruano Japonesa está próxima a publicar el libro ganador del Premio de Poesía José Watanabe Varas que concedió el año pasado: Se inicia un camino sin saberlo. Este título es la segunda publicación del poeta Diego Alonso Sánchez (Lima, 1981), un poemario que, coincidentemente con el premio, se vincula en su estilo con las más clásicas fuentes de literatura japonesa. Esta ruta estilística no es nueva para el autor, pues en su poemario anterior, Por el pequeño sendero interior de Matsuo Basho (Lustra, 2009), había explorado ya dicha tradición a través de un riguroso juego metatextual en el que tomaba la voz del conocido poeta japonés en un ficcional diario iniciático.
Los treinta y tres poemas que componen el nuevo libro constan, cada uno, de una prosa introductoria, que esboza el contexto de sus personajes (un maestro y su aprendiz), y de una estrofa de sentencia (bien de “haikus” o “tankas”) que marca la comunicación poética entre ellos. Esta vez, la modalidad en la que experimenta Sánchez es el “sho-waka”, una suerte de diálogo lírico a través de notas, cartas o la declamación de versos.
El primer día del año, el maestro escribe una nota a su pupilo, recién llegado casa: “Amanece bajo el sol del Año Nuevo / y la serpiente que mora / en nuestro interior / abre los ojos para disipar la bruma. / Se inicia un camino sin saberlo.” Unos días después, Mitsuya (nombre también del hijo de Sánchez en la vida real), el discípulo que irá revelando, conforme avanzan las páginas, su habilidad y competencia para la composición poética, acepta el desafío y se anima a contestar: “Cuando el pez está en el océano, / el océano es infinito. / Cuando el ave está en el cielo, / el cielo es infinito. / Cada paso es una empresa arriesgada.” Es así que se inicia esta travesía inmóvil, una comunicación impensable y desdibujada a través del vínculo lírico entre dos hombres; uno ya entrado en la edad madura y otro que deja atrás la niñez.
Esta conversación fundada en la poesía, en la que importan tanto las palabras elegidas como los silencios guardados, no solo va haciendo más cómplices a los personajes sino que se vuelve una manera elemental para entenderse el uno con el otro y, a su vez, una innegable fuente para acercarse al conocimiento de su entorno, de todo lo que los rodea: la naturaleza en comunión con el quehacer cotidiano. Todo habla en este poemario, cargado de una bella y calmada melancolía y una auténtica atmósfera oriental.
Con cada palabra trazada sobre el papel con pulso firme, o recitada con la voz más íntima, el discípulo va dejando de serlo e intercambia el rol con su maestro, quien descubre a su vez que tampoco ha dejado de aprender. Esta cordialidad casi religiosa, compartida por ambos en la casa que habitan juntos, va fortaleciéndose conforme pasan las estaciones, nutrida no solo por los versos que componen sino por los actos más sencillos. Un juego de mesa, el rezo y la meditación, el acto de guarecerse de la lluvia y del mal tiempo, las labores diarias del jardín, la práctica de la caligrafía o el estudio de la obra de los grandes maestros; todo nos acerca hacia la revelación final: el alumno deberá partir y buscar su propio camino, alejado ya de las enseñanzas de su mentor. Como el agua que fluye, el paso de los hombres por la tierra debe también seguir su curso. Inevitablemente. En palabras del maestro: “La luna de antaño / ilumina a los hombres de hoy, / pero los hombres de hoy / no pueden contemplar / la luna de antes.”
El poemario será publicado por la APJ y se presentará el 19 junio en las instalaciones de su Centro Cultural. En palabras del poeta Diego Alonso Sánchez, quién considera este su trabajo más personal, este libro nos acerca al constante deslumbramiento que genera la poesía en quienes la dejan entrar en su vida; deslumbramiento que no es sino el que se tiene, en realidad, por la vida misma.
Se inicia un camino sin saberlo. Diego Alonso Sánchez. APJ Ediciones. Lima, 2014