Sobre «Polvo» (2023), de Blanca Morel

 

Por María García Zambrano*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Eolas /

(der.) archivo de la autora 

 

 

Sobre Polvo (2023),

de Blanca Morel**

 

 

Esto no es un epílogo: parte una

Así como el lenguaje encubre la realidad, el polvo tamiza las superficies violentas y te entretiene con su voluble y casi existencia. Escribir de lo que vemos pero no existe, de lo que no vemos pero existe, y crear un mundo alrededor de ello debiera ser la (verdadera) tarea (de la poesía). Blanca Morel, blanquísima en su luz, nos entrega la huella polvorienta de su descubrimiento en este último poemario. Aquí ha ex cavado la poeta y ha hallado un vestigio de un tesoro antiquísimo que comparte con nosotras y alguno más, que se unen al festín capitaneado por mujeres. Nada de voluptuosidad, no se engañen. No la de estos textos que caen sutilmente como losas a través del haz de luz, como densos destellos, y dejándote ensimismada. Poesía para levantar acta de la belleza, me digo, después de la lectura en la que el polvo se ha quedado pegado a mí, y a pesar de las reverberaciones bíblicas, arcaicas y literarias… estos poemas no guardan relación con nada anterior de mi cultura, de mi genealogía, de mi tradición… Inventar un rito y hacerlo con los humildes aperos que te da la lengua. El ritual de la invisible, quien limpia lo sucio, de la que entrega su vida al polvo. Polvo serás, mas polvo enamorado, brota, pero no parafraseo un ápice de estos poemas que se escapan de cualquier barroquismo y se aproximan silenciosamente a una tradición más lejana en la que Morel ha hecho nido sabiamente y como pocas. Una tradición que apenas menciona pero que subyace a este Polvo.

 

La poeta Blanca Morel

 

Me llegan noticias de que Polvo es el séptimo u octavo, me bailan los ordinales, poemario de la poeta cuyo nombre se confunde con el día: Blanca. Apellido imaginario que no existirá en las esquelas, sin patria ni costura: Morel, como la invención. Pero en este Polvo la palabra más depurada nombra lo que está y lo que no, sin aspavientos, sin metaforización alguna, sin el yoísmo que persigue a la lírica. Porque aquí el referente no nos importa, o no tanto, y por eso lo dejamos ahí, en suspensión. Nos interesa la protagonista de esta realísima obra poética, de esta re creación. Pero vayamos por partes:

    1. Polvo es una palabra bisílaba que sin embargo aparece en letras capitulares centrada en la página al principio y al final del libro y que podemos leer como nos plazca. El placer es importante aquí porque está el goce de quien ha hallado una respuesta en lo invisible, en el polvo y su inmaterialidad. Depende del lado del que la partícula caiga habremos de tirar los dados para poniente u oriente. Todo es cuestión de magia. Y Morel sabe cómo hacerlo.
    2. Polvo forma parte de un modo de hacer poesía nada convencional (esto para la contratapa y los periodistas de sucesos). Polvo es un suceso, como todo lo que escribe/hace/experimenta la poeta, con su modo de conectar con lo insustancial y no matérico, con lo sagrado-cotidiano (como categoría acuñada por quienes encontramos la trascendencia en el salón de casa). En su poesía performática Blanca Morel nos lleva con su movimiento, su voz, su visión prodigiosa a la dimensión más sagrada de la poesía (imagínense que estos poemas los escuchan danzando).
    3. Polvo ha suscitado en mí, lectora común, un sinfín de reverberaciones que me llevan a la voz de Blanca y la voz de Blanca me lleva a Polvo, no se pueden separar. Estaba en Bóveda, estaba en Pájaro sangre, estaba en Pan Impuro.
    4. Inseparables como dos siamesas la escritura y Morel, que sabe de Cixous, habla por su lengua materna y la lengua mujer y la lengua madre y la lengua limpiadora, y la lengua hembrísima. Anoto al margen algunas palabras que hago mías en este baile de versos y que comparto por si coincidiera.
    5. Polvo, en un ejercicio de hermenéutica (es la segunda vez en el día que oigo esta palabra) trae como el dios Hermes una intención muy primitiva: desempolvar la violencia ejercida contra en ante y sobre las mujeres blancas o negras, pero de una clase social inferior, o de un peldaño que está abajito, la base de la pirámide Marx mediante, lugar para que lo nombres tú, quien lee, como te parezca. Creemos en la lucha de clases y la poetizamos, es lo único que nos dejan hacer, a nosotras, que veraneamos en las islas sureñas de la melancolía y que hemos experimentado la ignominia.
    6. Polvo es leído mientras un caballo sale del mar, literalmente, en una playita recóndita entre Sanlúcar de Barrameda y Chipiona.
    7. Esto no es un epílogo, pues no hay definición de epílogo que me convenza más que la que me dio un querido amigo y poeta erudito de las américas: dialoga con el texto, habla con él y a ver qué te dice. Yo saludo, tan educadita: “Buenos días, Polvo, ¿qué esperas de mí?
    8. La poeta ha decidido no publicar este texto como epílogo si no puede citarlo en los congresos de hípica, por lo del caballo, o en las manifestaciones de mujeres que limpian el polvo, la vergüenza, el miedo, la culpa, los pecados, la suciedad de una sociedad sucia sucia sucia. Mi madre sabe de eso y asiente. También otras mujeres que andan por aquí. Yo me limito a venerarlas, como hace Blanca, mi maestra. Me limito a no menospreciarlas y darles el lugar que merecen en estos poemas/surcos/arañazos/estelas/canciones.
    9. Llegados al punto de qué es poesía y para qué sirve me remito al discurso amoroso de Barthes, al erizo de Derrida, a Octavio Paz lo nombro de refilón para que nadie se enfade, ni se eche de menos al grandísimo… y, cómo no, no podría faltar en el congreso un poquito de Heidegger, una dosis de los románticos con su genio, al gran Baudelaire lo mencionamos a través de Benjamin, o viceversa, Quevedo and company y la madre que los trajo a la luz, que por cierto nunca está. Está quitando el polvo. La madre a la que veneran y nunca está, tan anónima ella, les está dando de mamar leche metafísica, junguiana y metavérsica. Para que luego digan, los desagradecidos.
    10. Mencionar a las Upanishads es lo que ahora toca (anótense aquí una serie de autores chinos y japoneses que leemos en traducciones nefastas pero que no pueden faltar en la pos pos modernidad y después de Auschwitz __________________________________________________________________________________________________________________________________
    11. Este epílogo se me ha ido de las manos y quizás ni el editor ni la autora lo quieran publicar. Ni delante ni detrás. Así que me retiro con la lengua y copio unos versos que deberían apuntalar, subrayar, marcar con un ojito amarillo para que no se escapen. Son muchos, no sufran si les faltan la mitad o un tercio. Advertencia: algunos poemas están subrayados en su integridad, a otros les extirpamos un miembro.

(…) para no estrellarnos/ ser polvo (…)

limpiar es luchar/ lucho/ y el polvo renace/ limpiar es un acto mítico/ un acto heroico

(…) sobre el cuerpo infinito de shiva/ bailo

    1. Ay, he intentado no sacar el andamiaje que me sostiene y es marca de la casa… pero este verso me descubre en una fiesta en la que los bodhisattvas irrumpen de la tierra bailando. No veo el polvo ni nadie que lo quite, pero en lo oculto hallaremos una verdad más inmensa que la verdad (gracias Sr. Goethe).
    2. Hablar de viento en la provincia de Cádiz me lleva a la locura.

el viento arrastra el polvo

sin él

cesa la energía

los pájaros caen

los barcos se detienen

    1. Y una enseñanza que no olvidaré: el polvo regresa, siempre regresa, y nos sepulta.
    2. C´est fini (por ahora).

 

 

Esto es un epílogo: parte dos

Polvo, de Blanca Morel, poeta que sabe de islas y vendavales en esa latitud suya donde se fragua también parte de su poesía. Polvo, canto extrañísimo, y así lo percibo, en cuyo centro se sitúa lo insustancial, lo insignificante, lo casi invisible y, sin embargo, su lectura nos lleva al centro de la vida, de la vida precaria y la que no, de la vida de tantas mujeres que limpian el polvo con dignidad. Un poemario que habla de la dignidad, claro que sí, sobre todo nos habla de la dignidad.

Polvo es un suceso, dije. Blanca Morel pone en juego una poesía en la que sucede la vida, con sus intersticios y sus contradicciones. Una llamada inicial nos advierte: “Identifícate con el polvo, esta es tu verdadera totalidad. Tao te ching”. No lo tenemos nada fácil. Ser polvo, ser parte de eso insustancial que lo ocupa todo, lo ensucia todo, con su inane materia. Ser polvo es lo que nos espera, dice la tradición, volver al polvo que nos angustia y nos sitúa. Quienes lo limpian están de este lado, del lado de la creación de Morel, de la mirada de Morel. Qué necesario que alguien, por fin, les cantara.

Polvo sigue la estela de los primeros libros más esencializados de la poeta con textos cortos como fogonazos, con una forma aforística para acercarse a la realidad, rodeándola con sabiduría, dándonos apenas unas coordenadas mínimas para encaminarnos por los versos.

 

La poeta Blanca Morel

 

Su faceta de cuentista apenas se vislumbra si no fuese porque en Polvo se desarrolla una trama sutil que tiene dos personajes apenas definidos con iniciales. La Sra X y el Sr Y cumplen con los roles asignados desde los tiempos inmemoriales. Del uno un yo lírico que aparece únicamente cuando es necesario, plancha sus camisas, pero eso no la hace ni menos ni más libre. La libertad femenina es otra cosa, dijeron las feministas de la Librería de Milán, Morel lo conoce bien porque, como he señalado ha leído a Cixous. La Sra. X medita mientras la voz del poema limpia el polvo. Y la obsesión es la mancha. El carpe diem y la mancha. Frotar la historia para que surjan las verdaderas iniciales de ese extrañamiento que provoca este libro de principio a fin. Un libro dedicado al polvo es una bofetada que nos hace aterrizar y mirar las grandes tragedias con otra lente. Qué necesario. Porque a quién no le obsesiona el carpe diem y la mancha, me pregunto.

Polvo es un poemario originalísimo, pienso mientras el viento se lleva todo el polvo. Yo no hago nada. Hay otra que lo hace por mí. La miro y me mira, ella tan libre. Polvo es la factura que deberíamos pagar por llevar nuestras lentes a la tintorería. Eso y mirar a la cara a la que limpia la encimera.

para no estrellarnos/ ser polvo/ descender delicadamente sobre el mundo

 

 

 

 

 

*(Alicante-España, 1973). Poeta. Obtuvo el Premio Carmen Conde. En la actualidad, se desempeña como profesora de Literatura en Madrid (España), colabora como crítica literaria e imparte seminarios de poesía en distintas instituciones. Forma parte de la Asociación Genialogías, que trabaja para la visibilización de las poetas. Ha publicado en poesía El sentido de este viaje, Menos miedo, La hija, Diarios de la alegría y Esta ira.

 

 

 

**(Madrid-España). Poeta, narradora y performer. Es integrante de la Asociación feminista de mujeres poetas Genialogías. Imparte talleres de creación literaria en la Red de Bibliotecas Públicas Municipales de Madrid (España). Participa en las antologías poéticas [Ex]centricidad. 11 poetas que abren camino en la poesía española contemporánea (1959-1986) (2022) y en el libro objeto Hypnerotomaquia -batalla en el sueño (2017). Ha publicado en poesía Bóveda (2008), Pájaro sangre (2016), Pan impuro (2017), La ladrona (2018), No hay domingo al oeste de Omaha (2019) y Polvo (2023); y en narrativa el libro de relatos Misión secreta (2019).