Sobre «Mares Que Mueren» (2024), de Marlene Zertuche

 

Por Augusto Munaro

Crédito de la foto (izq.) Ed. Universidad Autónoma de Sinaloa /

(der.) archivo de la autora

 

 

Sobre Mares Que Mueren (2024),

de Marlene Zertuche*

 

 

El mar, lenguaje preñado de latidos

Mares que mueren, el cuarto libro de la poeta y editora mexicana Marlene Zertuche, continúa un trabajo meticuloso forjando una lengua limpia de ripios y de imposturas. Dividida en cuatro partes: “Infancia sin mar”; “Mares que mueren”; “Mares que recuerdas” y “Las dos mitades del mar”; cada sección del poemario expande posibilidades de la fusión entre dos conceptos tan disímiles como los sentimientos y el paisaje infinito del mar. El mar como génesis de todo impulso creador y amoroso.

 

La poeta Marlene Zertuche

 

Mares que siembran vida profunda. Mares que recuerdan. Cuerpo y agua, y su vía de ascesis: la palabra desbordada. Por el mar llegan los dioses/ y por el mar se va también al otro mundo. Pasado, presente y futuro, se cristalizan en imágenes míticas de rara originalidad. Imágenes de inusual calidez inventiva: Toda mujer preñada/ lleva un mar adentro/ y en el centro del mar/ un dios sumergido (“nueve mareas, nueve lunas”). Ya desde el comienzo, el ritmo del libro propone una atmósfera precisa y, a la vez, onírica.

Ejemplos no faltan. Zertuche, nos dice que, en el árido norte de México, Dios alguna vez lloró (que bien podría haber sido un efecto retórico válido). Va más allá aún: No hay mar en el norte de México/ solo piedras y piedras y piedras/ como lágrimas de un dios calcáreo/ interminable, triste (“Lupina”).

 

 

La poeta da a luz con las palabras, complejas cosmogonías. Esto acontece en piezas soberbias como “Tátei Haramara”, “nanti”, “Lupina”, o “sirena”, producto del manejo diestro de una lengua viva, una lengua madre. Muy emotivas resultan aquellas zonas abiertas a la nostalgia, en la cocina de su tía Quica; sus resonancias. Sumergiéndose en el tiempo pasado, lo vivido, su voz regresa a esas sombras/ de la higuera/ el nogal y el durazno, para comer el pan de la calma/ el maíz de la desmemoria. Así, su poesía, de matriz apasionada, maternal, vindica la pureza de un siempre sutil sensualismo. Entre el impulso lírico y un pudor incandescente. Una poética, siempre en movimiento, que se erige a través de imágenes donde se privilegian los hondos estados emotivos con una lograda limpidez sensitiva.

 

 

 

 

 

*(Guadalajara-México, 1983). Poeta y editora. Dirige, junto a Lily Preciado, la editorial Typotaller. Ha publicado en poesía Mazo de Hércules (2013), Consejos a la niña (2017) y Cuerpo te llamas (2018); y editó Los líquidos abismos. Poemas en torno al agua (2019), en los que reúne a cincuenta escritores latinoamericanos contemporáneos.