Por: Jorge Alejandro Vargas Prado
Crédito de la foto: El Comercio
Sobre los sitios arqueológicos o la posibilidad de ser
a través del eterno rotar de los astros.
Un acercamiento a la meta-poesía de Víctor Ruiz
Admirado Víctor:
Soy un árbol creciendo sobre esta hoja de papel y en vez de frutos tengo pequeñas esferas LED que te iluminan, apuesto amigo. ¿Soy, efectivamente, un árbol creciendo sobre esta hoja de papel?
Si es que no soy un árbol creciendo en silencio sobre esta hoja de papel, ¿cómo puedo definirme?, ¿qué soy yo? ¿Soy yo el mismo que te vio comer un ciruelo ayer por la tarde cuando mirábamos la Plaza de Armas desde Huaynapata? Mi nombre es Jorge, tal cual, pero las células de mi piel que conociste hace 8 años no son las mismas. Mis dientes tampoco son los mismos. ¿Sabías que todas las pestañas que tenía cuando te conocí se han caído, una a una, y ya no son pestañas sino átomos de tierra? Mi cuerpo, y por ende el tuyo, se ha renovado completamente. Ninguna de nuestras células de hace 8 años son las mismas. ¿Soy yo entonces Jorge? ¿Eres tú entonces Víctor? Qué somos, Víctor, sino sólo los restos arqueológicos de un par de niños azules.
He leído El fin de la poesía con emoción, apuesto amigo. Quisiera que en este momento sonrías para mostrarles a todos que eres aún más guapo cuando sonríes y que viéndote todos sonreír sepan que eres uno de los escritores más importantes del Perú en estos momentos. Me alegra que las personas presientan, viendo lo apuesto que eres y entendiendo que tu sonrisa se parece a las violetas, que la poesía también está relacionada al compromiso con la situación espeluznante de nuestra época, que el talento y, sobre todo, el esfuerzo que demanda escribir produce también un profundo sentimiento de rechazo a la injusticia. Por eso, es una alegría inmensa poder conocerte y aprender de ti.
Para mí, El fin de la poesía es un poemario que reflexiona, entre otras varias cosas, sobre el estado transitorio del “ser”. Una metáfora interesante que se nos presenta para comenzar a desatar el nudo de esta madeja inacabable es la de los sitios arqueológicos ¿Los restos arqueológicos de Roma, son Roma efectivamente? No. Roma ha caído en su intención de permanecer. ¿Será que lo que quiere permanecer, lo que quiere “ser” para siempre se destruye más rápido? La necesidad de “ser” permanentemente se construye, para mí, como un acto egoísta y poco humilde. Quizás por eso el título del libro: hacer poesía desde la negación del ser como estado que no se modifica.
Siempre te he criticado, querido Víctor, esta suerte de embelesamiento que tú y algunos compañeros generacionales tuyos parecen sentir por la Europa intelectual. La Europa intelectual tiene (o tuvo) una inmensa obsesión por el concepto, por la definición, por las fronteras claras e identificables. Por ello, de todos tus otros libros, este poemario es el que siento más cercano a mi corazón y a mis luchas desde este pedazo del mundo que puede ser nombrado como la montaña o los andes y eso me alegra.
En el ande, los maestros enseñan con el ejemplo, casi sin explicitar con las palabras qué está bien o qué no está bien. Este poemario sigue ese mismo derrotero y, aunque mencionarlo ahora pueda quebrar un poco de su magia, nos muestra sin mostrarnos las falencias de esta época. Y nos muestra, sin mostrarnos cómo se puede escribir buena poesía. ¿No es este poemario meta-literatura? O mejor, ¿meta-vida? ¿No es esta manera de llamarlo lo más contradictorio que puede ocurrir?
Repito: ¿No es este poemario meta-literatura? ¿No es este poemario una suerte de arte poética que definirá la dirección que tomará tu trabajo creativo a futuro? ¿No estoy destruyendo el espíritu de tu poemario al intentar, justamente, definirlo? Me emociona mucho encontrar esa suerte de verdad en tránsito que se valida en su propia negación. Lo que se mueve o lo que rota, persiste. Lo que tienen intensión de permanecer, desaparece. ¿No es esa la lección más grande que nos dan los astros?
Hay cosas que, entiendo, se condenan en tu poemario, con la intención de quebrar el poder y su parálisis: la corrupción, el hambre, la fe católica.
¿Cómo se puede presentar El fin de la poesía en Cusco, la ciudad americana constantemente habitada más antigua de América? ¿No es Cusco una imagen interesante para entender este poemario?
El fin de la poesía me gusta, Víctor, porque es uno de los poemarios más sabios y más humildes que he leído de nuestra generación. La sensación de acceder a revelaciones profundas que podrían fácilmente servir para construir una vida más tranquila se sucede sin artificios ni vanidades. Esta humildad profunda que revela, que cuestiona, que encara, que desafía tiene estrecha relación con el lenguaje que utilizas, mi hermano. Lo refirmo, eres un nieto respetuoso de tus abuelos: José Watanabe, Antonio Cisneros, Jorge Eduardo Eielson y seguramente también de los otros caballeros de apellidos ingleses que no conozco, pero cuyos epígrafes aparecen constantemente.
Tu poemario, querido Víctor, produce la misma sensación de quedarse a mirar la inmensidad de las montañas hasta hacer vibrar las costilla o de quedarse observando al cielo hasta entender que hay estrellas que estamos viendo, pero que ya no existen, que sólo es luz viajando distancias incalculables. Para mí, entonces, tu poemario no solamente es sobre el “ser” sino también es sobre el “contemplar”.
Este texto, hasta aquí, es blanco. Que se mantenga blanco anularía la cierta validez que creo que tiene. Por eso, querido Víctor, quiero decirte que el único poema que me hizo trastabillar es uno de los más cortos: Si de algo sirviese la flor del cerezo / nadie repararía en su belleza
Este poema pequeño no es como los otros porque es el menos humilde, porque es el que más intención tiene de enseñar, porque es el que más clara intención tiene de hacer reflexionar y porque ignora que, para muchísimas personas, las flores de cerezo efectivamente sirven. Las flores de cerezo crecen en Asia y su utilidad espiritual, social y relacionada a la salud es indudable para ellos. La intención es sumamente clara en ese poema y su humildad se ha disuelto. Ése poema, creo yo, apuesto amigo, es el talón de Aquiles de tu libro.
Este texto, en varios sentidos, es todo lo contrario a tu poemario, Víctor. Este texto está inundado de auto-referencias y está también un poco redactado desde el balcón, donde soy yo quien tiene la autoridad para definirlo y eres tú, quien me lee, al que pretendo sorprender con mis hallazgos sesudos. Este texto tiene una clara intensión de definir lo bueno de lo malo. Este texto se ha escrito en pocas horas y la rapidez y el apuro no calzan con tus poemas, hermano o duque. Tu poemario, en varios sentidos, repito, es todo lo contrario a este texto que leo. Tu poemario es como tu sonrisa que es como las flores de violeta que crecen en los acantilados.
Cusco, marzo del 2016