Por Tania Favela Bustillo
Crédito de la foto (Izq.) Ed.Textofilia/
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Sobre Los poemas de la musa negra (2016),
de Luis Verdejo*
Contra el “buen tono literario”, los Poemas de la musa negra de Luis Verdejo, ponen al descubierto el poder subversivo y desestabilizador de la risa. Verdejo, en una especie de mascarada, se asume como el último Emerador Pai pai, como el gran Houdini, Cuacuahutzin el Máximo o el longevo Li Ching-Yuen; es también el anti-metafísico, el poeta social, el robaversos, el hombre despechado o el burócrata aburrido; en suma, un poeta menor, descolocado en el mundo, que se describe a sí mismo: “soy una lanza de monje/ fuera del blanco/ un primitivo rupestre en tiempos virtuales/ decadentes”. Pero lo menor se torna mayor en el tono siempre ascendente de los poemas, en las frenéticas enumeraciones, en la capacidad de metamorfosis: todo se multiplica, se desborda, se extiende. Más que la imagen, la acción está en el centro. Verdejo nos enfrenta a una imaginación motriz, en la que participan lo humano, lo animal, lo vegetal, lo mineral: todo está dinamizado, todo salta, corre, nada, vuela; de ahí el impulso constante, de ahí la densidad animal de los versos, no sólo por la reiterada mención de animales (anguila, gato, tigre de bengala, jirafa, avestruz, insecto, pájaro carpintero, yegua, gallo, araña, etc.), sino por la audacia y la flexibilidad del lenguaje, por la vitalidad de las palabras.
Luis Verdejo cree en la emoción, en el entusiasmo ante la vida; sin embargo, nada hay de inocente en los Poemas de la musa negra: en medio del sarcasmo, de la comicidad, se apunta, de manera ácida, al centro de una problemática social que no deja de relampaguear entreverándose entre los versos. La musa, emblema de la sublime inspiración, es una musa negra, corrosiva, mordaz, que apunta su flecha tanto al mundo como al poeta mismo, mostrando la falsedad de aquello que llamamos Arte, Belleza, Conocimiento, Amor. Las grandes palabras se desinflan y muestran su precariedad, su fachada, la pose detrás de cada una de ellas.
En fin, un poco a la manera de Gombrowicz, Verdejo, con su musa negra, ha apostado por el deseo, la inmadurez, el desatino y el disparate, reductos humanos todavía no domesticados.