Poema por Reynaldo Jiménez
Texto por Augusto Munaro
Crédito de la foto (izq.) www.contratiempo.org /
(der.) Pintura de portada Gabriela Giusti –
Ed. De los Bugres
Sobre Locuelas hechizas (2023),
de Reynaldo Jiménez + inicio del poema
Aura aperturista
In memory of Licorice McKechnie
Un libro como Locuelas hechizas tal vez no puede (no debe) ser explicado. Pero lo que me atrevo en afirmar es una opinión, y las opiniones, suelen fluctuar. Son imprecisas como la vida misma, esa fugaz aparición entre dos impiadosas nadas. Buscar justificar el milagro es, en cierta forma, mancillarlo. Llamar a la disección ante una pulsión semejante, atentaría la propia naturaleza del libro. ¿Qué hacer entonces? Por un lado, claro, no temer y leerla (dejar que se lea). Para ello, cierta cuota de valor es necesaria. Tomarse su tiempo y dejarse deslizar, página tras página, a esa tour de force, esta ebullición artística sin precedentes (al menos para aquellos lares rioplatenses preñados de marasmo e indiferencia pasmosa). Y por otro, creer fervientemente en el carácter mágico de sus palabras, la materialidad de su decir. Su ritmo encantatorio, chamánico, que por instantes, abre niveles de percepción inusitados. Locuelas hechizas, entre tantas, tantísimas cosas, es un largo y vertiginoso viaje. Una gozosa migración hacia lo desconocido, es decir, descubrimiento puro. De ahí que los efectos son siempre benévolos, curativos, por ser una pieza en estado de creación continua. Cabe aclarar que su lectura, por tramos, progresa en dichosa manía. Una, cuya capacidad de devenir facilita una perpetua educación del ser siempre en movimiento. Un delicioso delirio superior, cuyos estados transitorios, no dejan jamás de atravesar umbrales.
Quisiera, entonces, detenerme muy brevemente en sus innovaciones técnicas y estructurales respecto al libro en cuestión. Es decir, su pulso de transformación, que se abre a cuerpos nuevos, a velocidades desconocidas, teniendo que perforar el relato, deshilachar la narración, impugnar la tradición y, claro, situarse ante la ley. Reynaldo Jiménez, una vez más —tal vez nunca como ahora, con esta pieza clave en su producción— aboga a favor de la libertad de expresión y el derecho a la siempre reveladora innovación. Ser fiel al gesto de liberación (la expresión) y no la apología de certidumbres. Nuestro autor intuye que la participación más viva es la más ambigua. Libre de cualquier atadura y, por tanto, revolucionario, avanza, siempre avanza (sin jamás especular con sus beneficios, o reconocimientos de ningún tipo). La escritura como huella explorativa, como marca que más que significar, señala, hace presente presencias; se hace presente. Lo visible abarcado por lo invisible.
Para lograr ese efecto de mantener las estrofas de cuatro versos, a través de toda la obra, dispuso de una maquetación de singular diseño. De esta forma los versos en relación a la ubicación de la página son acaso un río: una fractura sinuosa centrada en la mitad de la página por el medio del blanco y el silencio de ambos lados. El río gráfico a mitad de la página, que baja vertical y con meandros, es el corte, la fisura. Es el umbral, como afirma el autor en una pulposa entrevista todavía inédita. Esta atípica disposición marca el ritmo de goteo concéntrico. Se sitúa así el monólogo, o desplazamiento de una voz, que es la de un prisionero. Alguien preso de la lengua, y del imaginario del superyó. De ahí, la relación con lo chamánico-vibratorio (o baile interior conectado a un fluir), en consecuencia materializadora de los efectos materializantes del lenguaje. Una puesta en voz. Aquí escribir, no es decir. Son voces que aparecen y desaparecen, retornos que pueden provenir de casi cualquier cosa, sin jerarquías nocionales, aunque dignificadas por la razón rítmico-respiratoria que va generando. Suerte de pasaje permanente sin nexos causales ni temporales cristalizados. La intensidad luminosa del momento de su lectura marca su profundidad móvil: la multiplicidad en convivencia dialógica.
En Locuelas hechizas hay un sutil manejo de la técnica del éxtasis. Momentos de innegable manipulación de lo sagrado. Reynaldo Jiménez acentúa así, esa dimensión física del lenguaje, que deriva, invariablemente, a la misma gran pregunta: ¿dónde empieza el sonido y termina el lenguaje? Reflexión que brota en genotexto (lo prelingüístico que hay en el lenguaje) para revalorar así el concepto de ritmo como flujo y no la medida (el metro). Ritmo como inductor del trance, y que tiene la consistencia del sueño, siempre apartado de la linealidad de la historia. Cuya verbosidad intersticial, pura apertura, deviene en errancia: modulación de visiones oraculares. Situaciones para una puesta en voz si se quiere. Un inacabamiento, un perderse en los pliegues de lo posible: ese despedazamiento y recomposición del cuerpo de la lengua y de la lengua como cuerpo de insospechadas conexiones ocultas. Y que exhibe sílaba por sílaba, las posibilidades del montaje en función al concepto de la durée. En síntesis, una construcción de fuerte tinte imaginal sólo parecida a sí misma. Canto devocional, enrarecido y reverberante, y haciéndose a toda hora, ya que Locuelas hechizas no termina, contrabandea apariciones (piensa por imágenes, no sostiene ideas), con malentendidos, lagunas, efectos sin causa, entrepercepciones. Las palabras y sus armónicos, las líneas y las entrelíneas, el collage y el desencadenamiento, la intermitencia y el continuo, el fragmento y el organismo. Y como consecuencia de sus encuentros sensoriales desfondados, la extraña convicción de que be glad, for the song has no ending…
Por mantenerse al margen de cualquier normalización, además de su capacidad imaginativa desbordante que emana, su audaz carácter innovador, siempre independiente, subjetivo, original a diestra y siniestra, este libro acaso sea uno de los cinco más contundentes publicados en Argentina desde la aparición de En la masmédula (O. Girondo): Amantes antípodas (E. Molina), El Himalaya o la moral de los pájaros (M.A. Bustos), o, más próximos en el tiempo, Aguas aéreas (N. Perlongher) y Ovnipersia (Ná Kar Elliff-ce). Objetos verbales eternos que ayudan al lector a imaginar libremente, produciendo una auténtica apertura de la conciencia, que poco a poco va transformando. Textiles en expansión, partituras que llevan a soñar otras realidades más ricas y tangibles. La posibilidad de abrir diversos caminos de percepción a través de un envión ciego hacia el futuro.
Sicilia, marzo de 2023
Comienzo de Locuelas hechizas (2023)
bebo
baba
del
diablo
arcaico
arco
voltaico
hablo
rabio
sonrío
a la
cámara
parlo
bebé
ebrio
sandio
sobrio
en el
sarcasmo
sabio
en el
desquicio
friso
pasmo
al
lado
de tu
labio
a
tu
violáceo
costado
de
crustáceo
en
celo
en
vano
espiro
asgo
liso
el
vaso
gira
y
expreso
quedo
cenizo
bizco
de
mira
avanzo
sin
rasgos
hago
el gil
esquizo
esquivo
el
bulto
pero
nunca
el
tumulto
turba
multa
en su
cogollo
pongo
hasta
el
cuello
cavilo
arguyo
aúllo
afilo
yazgo
maja
de
goya
en un
collar
de
huellas
en un
degollar
de
suelas
sin
gollete
fuera
del
destino
del
juguete
de la
pollera
primera
del
divino
descuido
de su
manto
ambiguo
clandestino
guambo
guarango
advino
gongo
la
mollera
sumando
de
este
tino
vete
bebe
en la
hora
corta
con
tu
tinto
vino
in
vitro
bien
venido
mal
nacido
busco
nido
en la
onda
tuerta
capaz
capón
escapo
del
que
por
cierto
tiempo
castra
arrastra
por
las
partes
por la
puerta
por las
redes
por las
paredes
de las
castas
de los
capos
de la
pasta
de las
pestes
de las
huestes
celeste
captor
desde
la orla
castor
en la
fronda
rapaz
hoguera
del
que
cura
matón
en tu
mínima
madriguera
madrugo
maduro
como
loco
higo
remoto
control
cohíbo
tonto
bobo
roto
reboto
prefijo
presunto
prenexo
presexo
vox
de
box
lux
ex
ceso
dan
do
da
do
eso
il
altro
voto
veto
filtro
en
alto
den
tro
con
toda
la
furia
men
digo
gus
ano
me
drago
me
allano
ya
no
arre
llano
me
hallo
en
plena
flora
oración
como si
comiera
ración
de la
perfo
pelea
(…)