Por Luis Verdejo*
Crédito de la foto (izq.) www.data.cultura.cdmx.gob.mx /
(der.) Dharma Books Ed.
Sobre La posteridad (2018),
de Juan Alcántara**
El libro La posteridad de Juan Alcántara está constituido por dos poemas: Poema esquimal y La posteridad. Es preciso decir que siempre se hace una lectura personal de un libro de poemas. La primera vez que leí este libro de Alcántara me enfrenté, al abrir el libro, ante un extrañamiento. El verbo enfrentar es exacto: el tamaño de las letras de las palabras en Poema esquimal enfrentan al lector, digamos, lo sacan de la costumbre de leer en letra normal de 11 o 12 puntos. Lo interesante también es que el poema comienza con la línea viejas palabras, como si esas viejas palabras fueran grandes, tuvieran tanta importancia que la única manera de mostrarlo fuera a partir de su tamaño.
En este sentido, la tipografía habla, ya significa o mejor es un sentido, una dirección que destantea al lector. Por otra parte, si el poema de principio a fin estuviera constituido por tales letras grandes, el lector se acostumbraría al avanzar en la lectura. Pero no es así: a medida que avanza el poema, el número de las letras va disminuyendo hasta hacerse muy pequeño. Digamos que comienza con las letras en 30 puntos y termina en 5. Ahora habría que preguntarse si sólo es un procedimiento, o experimento tipográfico o tiene una relación directa con lo que dicen las palabras, con cómo lo dicen y el sentido total que adquieren en el poema. Poema esquimal tiene como eje dos elementos: por una parte, la reiteración y la importancia del sustantivo las palabras y por otra el árbol genealógico: las viejas y anticuadas palabras que decían los antepasados más cercanos de la voz que enuncia, hasta los antepasados más lejanos: los trastatarabuelitos. Si se dijo que el poema comienza con la letra en 30 puntos es porque, especulamos, se enuncia primero a los antepasados más cercanos, y mientras va disminuyendo la letra, se nombra a los antepasados más lejanos, aquellos a los que no conoció el poeta, aquellos que se pierden en el mar del tiempo. Sin embargo, lo anterior es prácticamente no decir nada, porque el poema, para que funcione, tiene que encarnar o mejor, interpretarse, como lo haría un pianista con una partitura: se puede ver la partitura y leerla mentalmente, o se puede ejecutar en el instrumento, es decir, leerse en voz alta. Poema esquimal de Alcántara es un poema partitura musical constituido, diremos, como una escultura minimalista. Quien haya visto la Pirámide de Mixcoac de Mathias Goeritz y leído Poema esquimal, podría encontrar muchas similitudes. En Goeritz hay un módulo básico que se repite desplazándose espacialmente hasta construir la forma pirámide. Es increíble que un mismo módulo racional, geométrico euclidiano, al repetirse y disponerse de cierta manera, pueda dar la sensación de organicidad y de emoción. Por algo Goeritz le llamaba a su arquitectura, emocional.
Regresando al Poema esquimal, afirmamos que los módulos con los que trabaja Alcántara son las viejas palabras y el padre y la madre, los abuelitos y abuelitas, hasta llegar a los trastatarabuelitos y trastatarabuelitas. Al igual que con la Pirámide de Goeritz, el módulo individual prácticamente no dice nada, tiene que estar amalgamado con otros módulos, tiene que disponerse y leerse en el espacio. Poema esquimal, para que surta el efecto deseado debe leerse completo con todas las repeticiones de esa cantidad maravillosa de antepasados de la voz que enuncia, hasta llegar a la trigésima segunda trastatarabuelita. Por otra parte, ¿cuáles son esas anticuadas palabras que decían, leían, que suenan a los poetas y sabios que entusiasmaban, etc. a todo ese árbol genealógico? No se nombran, no se dicen en el poema y no es necesario o quizá el poeta tampoco sabe. Lo que sí podemos decir, es que esas palabras son el sustrato de la lengua materna del poeta, sustrato o limo constituido por las inflexiones, los tonos, los ritmos que, de seguro, aún sin tener conciencia de ello, siguen expresándose o incidiendo a través de las palabras del poeta.
En otras palabras, no sólo es importante lo que decían, lo que significaban, sino cómo sonaban esas palabras. Para terminar la reflexión sobre el primer poema, hay que decir que probablemente éste surgió a partir de un hecho o construcción de lenguaje, como diría Montalbetti, que movilizó la necesidad de Juan para comenzar a escribir este poema: las viejas palabras que decían los padres, o el tipo de frases, en mis tiempos, por ejemplo, que a veces utilizan las personas mayores para rememorar tiempos pasados: Una frase hecha que de pronto se analiza, se vuelve extraña y se encuentra que tiene cierta energía que puede entrar en un poema si se juega con ella. Por último, sobre el primer poema: ¿por qué se llama Poema esquimal? ¿Qué tienen que ver los esquimales con esas viejas palabras y el árbol genealógico? Francamente, no lo sabemos, no existe, o al menos no hemos encontrado ningún indicio que nos hable de ello en el poema.
El segundo poema del que consta el libro es el poema que le da el título: La posteridad. Este poema es muy distinto al Poema esquimal ya que existen otros procedimientos en su construcción. Por una parte, el autor escribe al final del poema, que debe ser leído por dos personas con características concretas: una voz masculina interrumpida o comentada por otra voz. Y la segunda voz, preferentemente femenina, que está indicada por corchetes. También se dice que el libro está dedicado a la madre del poeta. ¿Se puede decir que el poema La posteridad es una elegía? Sí, por una parte, y por otra, que es la más extraña elegía que conozco, en la cual no se habla de la persona que ha fallecido, sino de una caja, de los lados de una caja, de las seis caras de la misma, que se concreta en distintas repeticiones o transformaciones: 6 caras, seis carretas (transportes), que componen una figura o caja, la cual, arriba debe manejarse con cuidado with care, y los otros lados, manejarse de cualquier manera Handle anyway o solamente manejarse.
En este punto habría que señalar que en esta “elegía” no está exento el humor característico que la obra precedente de Alcántara confirma. Didi Huberman reflexionaba sobre la relación entre el cubo y el ataúd. En este sentido, también podemos hacer la analogía entre esa caja (cubo) y el ataúd que se encuentra en La posteridad. Pero, independientemente de Didi Huberman, decir ataúd en un poema es muy distinto a decir caja, por supuesto.
Afirmamos antes que el poema La posteridad es una elegía por una estrofa de tres versos que tienen un tono distinto a todo el poema, en la cual hay dos palabras clave: flores y fuego
Cito:
Ni flores ni fuego/ todos los libros son:
El título del libro era Caja
Todos los libros tienen seis caras
Así existe un desplazamiento de libro a caja y de caja a libro. No vamos a cometer la osadía de querer interpretar, más allá de lo anterior, estos versos en relación al poema, de querer encontrarle el “contenido”, pero es interesante observar que el gesto, aparentemente mínimo de Ni flores ni fuego, abra tales sentidos diversos que puede adquirir el poema. Solamente baste decir algunas cosas: que La posteridad es un poema que el autor desea que se vuelva un acto performático, que las dos voces lo interpreten. Para hacerlo y que surta efecto, obviamente, los dos lectores deben ensayarlo, darle los énfasis y la velocidad que piensan que el poema requiere. También se puede decir que se podría experimentar con el poema leyendo sólo una de las voces y tendría sentido el poema. Y también, que este poema, al igual que Poema esquimal, son experimentales y que Alcántara, a diferencia de otros libros que ha publicado, en éste integra lo visual: el dibujo de un árbol genealógico, una carreta, y los números y su disposición en la “caja”
Hugo Gola decía que existían algunas líneas poéticas que las vanguardias históricas habían abierto, que no habían sido agotadas y que había para el poeta actual la posibilidad de trabajar en ellas. Creo que Alcántara ha seguido esa consigna, que cree en una tradición de la vanguardia en la cual se plantea una actitud crítica ante el lenguaje y el mundo. Por último, ¿con qué poetas se relacionarían estas líneas en las cuales está experimentando Alcántara? Pienso que con tres líneas distintas: primero, con la poética de Ulisés Carrión en la cual se cuestiona el lenguaje de cierta poesía centrada en la “emoción”, para inclinar la balanza en el elemento conceptual del lenguaje. Por otra parte, con la poética de Mario Montalbetti, en la que el poeta trabaja con ciertos hechos lingüísticos cotidianos, observando su extrañeza e incorporándolos a sus poemas, y por último, con la poética de Charles Bernstein, que le interesa que el poema se convierta en un hecho vivo, performático, sonoro y que incorpora al poema lenguajes o discursos de otras disciplinas distintas a las literarias.
Lo último que puedo decir, es que celebro la aparición de este libro en México ya que en sí mismo cuestiona mecanismos gastados (el eco del soneto que permea aún en gran parte de la poesía mexicana), y que da pautas para que los poetas jóvenes se nutran y experimenten con nuevas configuraciones formales.
*(Tijuana-México, 1967). Pintor, escultor y poeta. Ha publicado en poesía Poemas de la mano izquierda (2008) y Los poemas de la musa negra (2016).