Sobre «La ingravidez que somos» (2024), de Antonio Ríos

 

Por Patricia Crespo Alcalá*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Vitruvio /

(der.) www.altavozcultural.com

 

 

La poesía como principio cósmico

 

 

Conocer el origen y la estructura profunda del cosmos ha sido la pretensión de quienes con afán se han lanzado desde la filosofía, la religión, la alquimia o la poesía a desentrañar una urdimbre a la que sólo los dioses parecen estar llamados. El desafío de indagar el lugar de nuestra existencia en ese ignoto cosmos es la propuesta que trama La ingravidez que somos (2024) de Antonio Ríos** ganador del XI Premio Internacional de Poesía Covilar-Ciudad de Rivas, publicado por Ediciones Vitrubio en este 2024.

Este poemario nos lanza a una reflexión sobre la existencia humana, sobre la vida, sobre los patrones que la ordenan y armonizan, esa “quintaesencia” que los alquimistas medievales ansiaban, y lo hace desde la compleja fusión de las formas más clásicas de la poesía, como el soneto, con las más actuales, con juegos y rupturas sintácticas que descubren el armazón que sostienen esta voz, poniendo de manifiesto la necesidad de conocer la tradición poética para, desde ella, innovar. Esa fusión entre lo clásico y lo contemporáneo también se aprecia en temas y léxico, un difícil equilibrio cuya coexistencia, esta personal poética, nos permite concebir.

 

El poeta Antonio Ríos, presentando

 

El poemario presenta un prólogo, “Teoría del todo”, tras el que encontramos la primera parte “Momento cero, o el peso con que cargamos”, donde un poema “Sin título” se revela como la declaración de intenciones del libro, conteniendo la justificación del título:

La ingravidez que somos:

 

el peso con que cargamos.

 

Un juego con el lector, inmerso ya en esa búsqueda de su azarosa esencia humana a través de la existencia, evocando la filosofía existencialista de Jean-Paul Sartre. A partir de aquí, el poemario se organiza en cuatro partes, cuatro elementos e interacciones, que confluyen en esa quintaesencia, y cinco poemas constituyen cada una de esas cinco partes. “Primera interacción fundamental o geografía de la escarcha”, explora la cosmogonía que sustenta la vida y de la que palabra poética, aparentemente, es testimonio. Nos sumergimos así en las aguas subterráneas de estos poemas, ya que es la génesis de la propia palabra poética la que enraíza el fin último de la existencia humana, en su forma espiritual y corporal, huesos del alma, escribe, abocándonos a su vez al interrogante sobre nuestra configuración dualista antropológica. Antonio Ríos da corporalidad a lo incorpóreo a través de la palabra:

Que no escuches más que el ruido

de los huesos de tu voz

al quebrarse en cada letra,

cada sílaba que trates

de robarle al firmamento.

 

Esas palabras trazan historia desde el primer incendio hasta la última canción del mundo, principio y fin que contienen cuanto hemos sido, somos y seremos, brasas de huesos, palabras. Esta idea se intensifica en “Segunda interacción fundamental o mi más profunda utopía”:

y sé que un poema no es

sino la pira funeraria del lenguaje,

exequias,

la orilla última a la que acuden

(…)

a desangrarse y morir

de tanta vida las palabras.

 

Poesía y existencia conforman una única unidad indisoluble de la que el poeta es mediador, pues:

La poesía es un acto

 

de defensa personal.

 

 

Y tras el acto de la escritura, cruje la luz y ya no soy yo. El yo poético va al encuentro con la amada y de ese eros cósmico se engendra un nuevo orbe en “Tercera interacción fundamental o me refiero a tus pupilas”. Los ecos clásicos de esta parte resuenan por doquier, más allá de la forma del soneto:

Amor mío, saber

                        que me eres infiel…

¡Ah, mas conmigo!

 

La plenitud del amor recíproco es motor creativo, donde la amada, en un juego de cierta ambivalencia, puede ser la propia poesía. 

“Cuarta interacción fundamental o he llegado al instante” es un alegato existencialista: La sumatoria de todos nuestros instantes: eso somos. El instante, ese instante definitivo que nos define y del que no podemos escapar es la muerte o sí:

Vivir

es inventar finales

                        alternativos

                        a la muerte.

 

Y la palabra, de nuevo, se alza como bastión frente a esa ineludible muerte: no rendirse/ es una forma de arte, en la medida en que al vivir fraguamos nuestro destino y revelamos nuestra existencia:

La vida:

una ecuación

que intentamos, a escondidas,

resolver.

 

Un enigma al que trata de responder la última parte, “Quintaesencia o un océano de nubes germina en el horizonte”. Un cierto pesimismo trasluce en estos poemas finales, donde la muerte parece haber vencido y ser la vida sólo un sueño:

Cualquiera vive, al final

y por si acaso,

la vida fuese real,

no solo un sueño.

 

Sin embargo, los últimos versos nos invitan a seguir jugando a este juego maravilloso que es la vida, “Insert coin”, please:

Así la vida.

Así la fe.

Así este juego.

 

El poeta Antonio Ríos

 

Y para el poeta esa fe, esa presencia de Dios, engarzando sutilmente el poemario, es sostén de ese aliento vital y espiritual que atraviesa al ser humano y su existencia. Y si Dios es aquello que enlaza en el trasfondo la intención del poemario (Ya reza Dios/ en silencio), la naturaleza es el paisaje en el que ser humano puede llegar a ser, una naturaleza omnipresente y omnipotencial, creando bellas imágenes:

cuando el petirrojo posa sus alas

sobre las lindes del aire.

 

Y todo este entramado se sustenta sobre una palabra que explora sus límites a través del uso de un rico abanico de figuras retóricas: antítesis, oxímoron, anáforas, acumulaciones, personificaciones, hipérbaton, anáfora, epístrofe (“En mi universo observable existe”) o calambur (En tierra, entierra en olvidos)…, el ritmo que da una gran musicalidad a los poemas y el juego pronominal, por ejemplo en “Del beso y sus cosmogónicas consecuencias” entre el ‘yo’ y el ‘tú’, que enriquecen y amplifican la lectura, por no mencionar otras referencias literarias o cinematográficas con que dialogan los poemas.

Indaga la palabra poética de Antonio Ríos en la busca de ese principio cósmico que configura nuestra existencia, nuestra vida, pero no desde un presupuesto teleológico, sino como el fin desde el que enfrentar el viaje vital, en el que la poesía es, en sí misma, ese principio: Paradoja que encierra el misterio de la creación (poética).

 

 

 

 

 

*(España). Poeta y dramaturga. Licenciada en Filología Clásica por la Universitat de Valencia (España). Ha publicado diversos artículos y libros sobre la pervivencia de la mitología clásica en la literatura. Es colaboradora del programa de radio “Mar de Muses” y coorganizó los encuentros poéticos “Lavadero poético” (2019), “Plaza poética” (2020) y, en la actualidad, es responsable y coorganizadora del Festival Poético “Villa de las palabras” (2021, 2022 y 2023) en Puertomingalvo (Teruel-España). Su poesía ha participado en la exposición “Paraula poder” en el CCC de Arte Contemporáneo (Valencia, 2019) y en la exposición colectiva “13×13. 13 Rosas” (2020). Como dramaturga, es coautora, la obra teatral Antígona o la tragedia de Creonte (Univ. de Valencia, 1999). Ha publicado en poesía Erosgrafías (2018), Cantos de la desesperanza (2020) y Manifiesto de Incertidumbre (2022).

 

 

 

**(Málaga-España, 1987). Poeta.​​ Licenciado en Economía. Reside en Estepona (España). Obtuvo el Premio en el I Certamen de Poesía en Vivo Manilva Metáfora y el XI Premio Internacional de Poesía Covibar-Ciudad de Riva. Ha publicado en poesía​​ Horizontes Verticales​​ (2021) y​ La ingravidez que somos (2024).

 

 

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