Sobre «Horario de un caracol» (2016), de Luisa Johnson + 5 poemas

 

 

Por: Carlos Almonte

Crédito de la foto: Ernesto Burr/

Descontexto Editores

 

 

 

Sobre Horario de un caracol (2016),

de Luisa Johnson

 

 

Resulta desafiante intentar esbozar un texto como Horario de un caracol. Se trata de un poemario cuya primer edición se realizó en 1963, bajo el sello “El viento en la llama”, legendaria colección, diseñada por el, a estas alturas, legendario editor peruano Armando Menedín (avecindado en Chile ya para esa fecha).

Horario de un caracol resulta fresco en su simpleza. Es un texto de unidad temática y estilística, que, alejado de sentimentalismos excesivos, alto volumen o efectos variados de pirotecnia, se entrega a un preciso y amable devenir. Un camino transitado por cada vez menos poetas hoy en día. Incluso, por la misma Luisa Johnson, que, luego de la primera edición de este libro, retrajo sus esfuerzos a otras labores, la bibliotecología, la docencia, y el registro sobre la memoria en dictadura. Su segundo y último libro, hasta ahora, se tituló: De enterezas y vulnerabilidades: 1973-2003. Hablan los mayores, en coautoría con Eliana Bronfman.

Para Editorial Descontexto es un agrado reencontrar al público lector con esta segunda edición de un libro que hace tanto tiempo dejó de circular. No se trata de un rescate, ya que el libro goza de perfecta salud. Es más bien una compañía, una  guía, un recuerdo, una visión precisa, un ánimo optimista…

Horario de un caracol nos acerca al pueblo, a la familia, al barrio, a la vida tranquila, al cariño directo, al pensamiento recto.

Cada libro sigue su propio rumbo. Más de 50 años han pasado entre una y otra edición. Es hora de que este caracol prosiga su veloz camino.

 

Horario de un caracol, Afiche

 

5 poemas de Horario de un caracol (2016)

 

 

Festivo

 

Hoy es domingo de maní,

flotando en su barca

la alegría de las horas libres.

Es domingo de campanas,

en sol lavado entre los árboles.

 

El domingo de mejillas hinchadas

se esconde por los globos

y también vuela en columpios,

palomas atadas a la semana,

al luto negro del calendario.

 

Domingo, pájaro rojo de la infancia,

encerrado en jaula que nos parecía rota

dispuesta a volcarse en cualquier momento

como un balde de arena dulce.

 

Ya de grandes hemos visto

que el pájaro risueño

nunca se lanza al aire

antes de tiempo.

 

 

 

Sola

 

De noche

me deseo un buen reposo

y también me saludo en la mañana.

Hay ciertas cortesías necesarias

cuando se está sola.

Aún quiero atender

al canto de los pájaros,

imaginar cómo se entibian

las piedras al mediodía

o asistir a tiempo

para coger el huevo húmedo.

 

También no me olvido

de serme amable

a la hora del crepúsculo

y así sufrir con serenidad

la tarde gruesa

que a mis espaldas

se hace el amor

en cada banco

 

 

 

Regreso

 

En un lugar de la memoria

encontré todo amontonado

después de tanto tiempo:

nuestros juegos dulces

padeciendo la madurez de los días;

los libros que se desprendían

algunas flores deshojándose;

las casas junto al mar

recién abiertas al verano.

 

Allí estaba tu mirada

y mis ojos suspendidos

en busca temerosa de una araña.

Creí oír la voz de tu madre y de la mía

y como antes hui

refugiándome a pensar

bajo la sombra.

 

Tendida en nuestra tierra

dibujé entre las ramas

y me hice un camino seguro

para llegar al cielo inmenso.

 

Extendí mis tesoros

robados de la casa vieja,

incluso la voz de tu madre y de la mía.

 

 

 

Sueño

 

Ella había escondido un sueño en un armario oscuro.

Vicente Huidobro

 

La ilusión de todos daña

como lluvia caída a destiempo

o fruta tibia desprendida de algún árbol.

Es un sueño silencioso

que tal vez se hereda

enterrado en un armario,

fragante a musgo, a líquenes,

a esa tierra húmeda que descansa

bajo las piedras.

 

Cuando el engranaje del mundo

se espesa entre los dedos

apremiando, robándonos la flor,

entonces,

quisiera abrir las puertas a ese sueño,

guiarlo a la ventana donde atardece

y como quien lanza un beso al universo,

echarlo a volar en este setiembre.

 

 

 

Temblor

 

En noches desveladas,

las murallas de adobe oscuro

se deshilachan en mi cuarto;

pienso, un temblor

puede alzarlas en un árbol de polvo

arrollándolas conmigo;

también pienso,

a pesar que la muerte nos acecha

cada día más cerca,

ya no tengo amigos

pues no hay donde sentarlos

ni vino que ofrecerles,

tampoco conversación para darles

sin una maldición:

no me quedan alegres risas

de tierra recién mojada.

 

Pero siempre, a pesar de todo,

aunque sea por fin tarde

llega el sueño.

 

 

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