Vallejo & Co. Presenta una selección de la obra de poetas venezolanas de la década de 1960, publicada en el libro En la desnudez de la luz, brevísima antología arbitraria. Poetas venezolanas de la década del sesenta (2da. Ed., 2023), con la compilación y selección de Gladys Mendía y el prólogo de Carmen Virginia Carrillo, publicado por LP5 Editora.
Poemas por María Antonieta Flores
Compilación y selección por Gladys Mendía*
Prólogo por Carmen Virgina Carrillo
Crédito de la foto (izq.) LP5 Editora /
(der.) archivo de la autora
Prólogo a En la desnudez de la luz, brevísima antología arbitraria (2023)
En esta segunda edición de En la desnudez de la luz, brevísima antología arbitraria, como la denomina su compiladora Gladys Mendía, encontramos una muestra de veinte poetas venezolanas, nacidas en los años sesenta, que comparten la percepción de la escritura poética como una experiencia íntima y de autoconocimiento. A las quince escritoras de la primera edición (2022), se incorporan cinco nuevas voces. No solo las une el hecho de ser mujeres, profesionales con destacada trayectoria en distintos ámbitos, entre otros, la docencia, el periodismo, la abogacía, la psiquiatría, el campo editorial, la traducción, sino también una serie de circunstancias que, generacionalmente, les tocó vivir en un país con una crisis política, social y moral que se ha prolongado por más de veinte años y ha intensificado la precariedad de la existencia forzando a una diáspora que no cesa.
En la obra de estas destacadas poetas, encontramos recurrencias temáticas de carácter universal, tales como el dolor, la muerte, la rememoración de la infancia, la casa como espacio de seguridad y cobijo, el viaje, la extranjería y la otredad, a la vez que buscan reivindicar el patrimonio cultural de los ancestros a través de la palabra.
Para las escritoras que emigraron, la poesía se convierte en el espacio de consuelo. Los versos describen las dificultades que conllevan los desplazamientos: el desarraigo, las pérdidas, pero también la solidaridad. Todo como parte de una narrativa autobiográfica que habla de la condición de extranjeras e insiste en la necesidad de preservar la memoria, como parte fundamental de la búsqueda de la identidad.
El exilio no solo ha sido experimentado por las escritoras que se fueron del país, las que han permanecido en Venezuela han padecido una especie de exilio interior y encuentran refugio en la escritura. La nostalgia por una Venezuela que dejó de existir, las ausencias y añoranzas familiares están reflejadas en estos poemas que, en oportunidades, funcionan como una forma de resistencia. Un discurso poético que intenta preservar la identidad para que no se desvanezca en el olvido, que retrata con palabras los espacios habitados, las memorias fundamentales, que está consciente de la pérdida del espacio de protección, de la patria.
Estamos ante un imaginario poético de amplio espectro, que, por otro lado, se ocupa de reflexionar sobre la lengua, el oficio de la escritura, y la traducción. Diálogo de las poetas consigo mismas y con otros a los que se interpela.
El lenguaje, atributo fundamental del ser humano, condiciona la existencia, dirige el pensamiento y aglutina comunidades; constituye el referente de los valores que nos tipifican e identifican culturalmente. El acercamiento a la palabra amplía la capacidad de percepción del mundo y nos permite reconocernos, explorar nuestras emociones y rescatar las memorias.
Si bien la lengua materna configura nuestra pertenencia, nos conecta con nuestro origen, también nos determina. Cuando emigramos, o pertenecemos a una familia de emigrantes, el bilingüismo forma parte de nuestra existencia, nos ofrece nuevas formas de interpretar la realidad, amplía nuestra conciencia del lenguaje, a la vez que nos ayuda a sobrellevar el extrañamiento frente a la otredad.
El bilingüismo permite el acceso a nuevas visiones del mundo, la posibilidad de expansión hacia referencias y percepciones desconocidas, hacia diferentes formas de interpretar la realidad, que amplían la conciencia del lenguaje.
En medio de este extrañamiento, la literatura, y en particular, la poesía, constituyen un espacio de resguardo y desahogo. El poema se convierte en el espacio ideal para pensar el lenguaje y sus posibilidades. El trazo sobre la página en blanco dialoga con las ausencias, con los ecos de las voces que se escuchan en la intimidad de la soledad, y que luego serán transcritos y ofrecidos a los otros, a los lectores. Nombrar una realidad que apremia y que, al mismo tiempo, se escurre como un inalcanzable objeto de deseo.
En los textos poéticos, quien escribe se desdobla en un yo lírico en el que se proyecta. Como lectores, nos enfrentamos a un abanico de opciones que van desde la identificación autobiográfica plena, hasta la objetivación del yo. En los poemas reunidos en esta antología, percibimos la presencia de hablantes subjetivos, cercanos a lo emocional, definitivamente conectados a las experiencias y los sentimientos de sus autoras.
La exploración del mundo onírico, del cuerpo femenino, de la memoria personal y familiar, se articulan a partir de una carga simbólica que aspira a la trascendencia.
Poéticas novedosas que buscan condensar significativamente los estados emocionales, llegando incluso a la mínima expresión, como es el caso de Wafi Salih con sus poemas brevísimos, y sus haikú.
Prosaísmo, discontinuidades, sugerencias simbólicas, resonancias melódicas, uso exclusivo de las minúsculas, omisión de los signos de puntuación o uso arbitrario de los mismos y el tratamiento del espacio en blanco como elemento significativo, son algunas de las estrategias discursivas que exploran las poetas.
De esta generación de mujeres comprometidas con sus raíces foráneas y reunidas en esta antología, Sonia Chocrón, Jaqueline Goldberg, Victoria Benarroch y Gabriela Kizer, comparten el origen judío, identidad religiosa que define una visión del mundo condicionada por el sufrimiento y la angustia existencial consecuencia del miedo, la indignación y el sufrimiento causado por la infamia vivida por los ancestros. En sus poemas, las memorias familiares constituyen la otredad heredada.
La espiritualidad, el misticismo y la imaginería religiosa están presentes en la obra de Patricia Guzmán, María Antonieta Flores, Carmen Verde Arocha.
En los versos de Sonia Chocrón, Carmen Verde y María Antonieta Flores se desmitifica el rol asignado a la mujer y se propone una subjetividad femenina que registra sensaciones y explora un discurso gozoso ligado a la sensualidad y la atracción erótica, este último eje temático también es explorado por Ana María Hurtado. Estamos ante una expresión del erotismo subversivo, liberador que exalta lo orgiástico.
Jacqueline Goldberg y Lena Yau comparten su interés por la literatura gastronómica. La comida, su preparación y los sabores que nos vinculan con memorias del pasado. La cultura vista a través de la culinaria.
Las memorias familiares, el legado de los ancestros, la añoranza y la melancolía están muy presente es las escritoras en la escritura de Wafi Salih, Yoyiana Ahumada Licea, Kira Kariakin y Gina Saraceni.
Eleonora Requena, Carmen Leonor Ferro, Geraldine Gutierrez-Wienken, Claudia Sierich, Belen Ojeda, Elizaria Flores y Lena Yau evocan sus experiencias como emigrantes.
Carmen Verde Arocha indaga en los espacios de la memoria: la casa, el río, los paisajes, la infancia, los sueños, el padre. La historia personal hecha de recuerdos que se entrelazan en sus versos, a la vez que articula un discurso que reclama un espacio femenino para gritar el dolor de la mujer: “Hemos tejido la piel a fuerza de llanto”, de ahí su necesidad de representar poemáticamente el amor con sus carencias, los deseos inalcanzables y la pulsión erótica. Una escritura que busca la trascendencia.
Eleonora Requena entiende la extranjería como fragmentación y la poesía como espacio de reconciliación: “ocupo la memoria en escucharme/ porque entiendo que este ahora sin más señas el presente/ no convoca ya ciertos paisajes/ …/ he hecho las paces…”.
Parafraseando uno de sus versos, podemos decir que su poesía responde a la necesidad ineludible de decirse algo. Asume la escritura como un acto de autoobservación, y en sus versos reflexiona sobre la razón de ser de la palabra poética. De ahí que articule un diálogo entre palabra y silencio, en el cual se indaga sobre la capacidad expresiva del silencio, a partir de la relación del hablante poemático con el vacío.
Carmen Leonor Ferro nos habla de los ancestros italianos y de su viaje de retorno a los orígenes. La extranjería, determinada por la memoria de los antepasados aunada a las huellas de la propia experiencia de la ajenidad, signa el proceso de escritura con tonalidades propias. El viaje en sus dimensiones temporales y espaciales, el sueño, la muerte, la memoria, son algunos de los temas que explora en sus versos. Para Ferro, la poesía es el espacio del consuelo que permite rescatar del olvido las memorias familiares. El sentido de la pérdida se resignifica en el poema, convirtiéndolo en un espacio de lo afectivo: “Deshilvanar la memoria/ destejer su trama/ imaginarlo todo de nuevo/ devolver la cinta”.
El oficio de la traducción, la reflexión metapoética sobre las lenguas y sus múltiples posibilidades, están muy presentes en sus poemas.
Wafi Salih es descendiente de libaneses, en sus poemas nos habla de las memorias heredadas de sus ancestros, de la guerra, la destrucción, la muerte y el profundo dolor que ha padecido Líbano. A través de sus versos, Salih exorciza la orfandad, el desarraigo y la melancolía.
Alterna poemas en prosa con poemas breves que buscan, a través de la concreción, la sencillez, la sutileza y la austeridad verbal, capturar instantes en clave de haikú. Impresiones del paisaje y de sus vivencias personales, como en el poeta Tortuga: Una piedra/ tallada/ de secretos.”
En los poemas Sonia Chocrón encontramos la presencia de Eros y Tánatos. La plenitud del goce y la sensualidad conviven con las pérdidas, el dolor de las despedidas, la muerte. En sus versos nos habla de la infancia, el hogar, las costumbres familiares, los rituales judíos. Chocrón busca su identidad en el origen sefardí, eje de su escritura. Se reconoce como la albacea del legado familiar y encuentra en la escritura el espacio de seguridad donde perviven las memorias ancestrales. La escritora se define a partir de las lenguas: “El idioma es mi génesis. De allí vengo, allí nazco yo.” Este bilingüismo se extiende a un diálogo intertextual con la tradición literaria española y con la herencia judía.
La poesía Geraldine Gutierrez-Wienken está signada por las experiencias de la extranjería y el bilingüismo. En sus versos nos habla del exilio desde la evocación y la nostalgia. El contacto de dos mundos no deja de producirle extrañeza y perplejidad, de ahí la necesidad de registrar, componer, comprenderse. Para Gutierrez-Wienken traducir “es decantar el mundo interior del poema y trasladarlo ―poéticamente― a otra habitación”.
Con un discurso sugerente plagado de silencios significativos, que trastoca la sintaxis y altera la función de los signos de puntuación, nos habla de sus inquietudes, de otras voces que la han marcado, de otras artes.
Tras vivir fuera del país por más de diez años, Kira Kariakin decidió regresar. En sus poemas, el hablante poemático se muestra en un permanente movimiento pendular, esa dualidad perturbadora de ser yo y otro, y asumir la “experiencia suprema: la otra, la mujer.” (Paz,1985: 221)[1]. Así reza el poema de Kariakin: “Son dos/ una padece/ habita el silencio/ la otra abre ventanas/ confronta al día”.
Nos habla de la casa, la infancia, las memorias, la palabra, los hallazgos, pero también del vacío, el silencio, el olvido, los fracasos, la muerte, el reflejo que ofrece el espejo, el ying y el yang de la existencia.
Claudia Sierich es hija de inmigrantes alemanes, vive en Berlín y trabaja como traductora. Dos lenguas, dos culturas, y el peso del exilio, con sus incertidumbres y sus pérdidas. Para Sierich, el poema es traducción, en sus versos reflexiona sobre la existencia, lo atemporal, la trascendencia. Textos que nos hablan de la multiculturalidad a través de un diálogo de idiomas; bilingüismo en búsqueda de sentido. La poeta transgrede los límites de la escritura, rompe el orden lógico, inventa palabras, conjuga los verbos arbitrariamente, altera la función de los signos de puntuación, en una incesante búsqueda de lo indecible y de la trascendencia.
En la poesía de Jacqueline Goldberg, encontramos un discurso que habla desde la melancolía, que intenta reinventarse en la palabra para, de esta manera, conjurar la angustia existencial. La memoria del destierro de los ancestros se reaviva y actualiza en los versos que nos hablan, en tono confesional, de la herencia familiar, del desarraigo, del pasado irreparable.
También nos habla su obra de la relación con el cuerpo, de la enfermedad, en particular de los temblores que padece: ―“mi madre me llevó/ para que aplacara los temblores/ era médico reputado”― de gastronomía, y de lo vivido durante el aislamiento forzado producto de la situación del país y de la pandemia.
En María Antonieta Flores, una voz femenina celebra el amor erótico, y lamenta las pérdidas, el abandono, el olvido, los abusos. Poesía autobiográfica, testimonial, que habla de cuerpos apasionados, de encuentros y de mujeres solas, desamparadas. Ese transitar entre la vida y la muerte, la vigilia y el sueño en busca de señales, con miras a la trascendencia.
Las marcas de religiosidad cristiana son constantes en sus poemas, una religiosidad que no se queda en las formas exteriores, sino que se vive desde la interioridad.
Nos encontramos con una escritura que prescinde de mayúsculas y de signos de puntuación, que transgrede la sintaxis.
Victoria Benarroch es nieta de judíos sefardí originarios de Melilla. En sus versos, de corte autobiográfico, nos habla de su historia personal, de su herencia y del sufrimiento en un tono fraguado por la melancolía. A través de la palabra, revive y honra la memoria familiar, las experiencias del desarraigo, el éxodo.
Voces que hablan desde el silencio convirtiendo al poema en un espacio de misterio. La voz de la poeta se convierte en la voz de los otros. Diálogo que se desplaza del interior al exterior y viceversa. Para Benarroch, la escritura es un oficio solitario que le permite reafirmar su relación con Dios, con sus creencias y sus valores.
Belén Ojeda nos presenta textos breves en los que se condensa la experiencia del redescubrimiento, el reencuentro con el paisaje signado por ciertos elementos con una gran carga simbólica, tales como el fuego, el agua, el árbol, el desierto y la luz, en un acto de exploración geográfica imaginativa.
Poesía esencial, sin retoricismos, que nos habla de viajes, de exilio, de la búsqueda interior y de la memoria. A través de sus versos, Ojeda dialoga no solo con la obra de otros escritores, sino también con la pintura y la plástica en general.
En la poesía de Patricia Guzmán encontramos resonancias místicas y referencias religiosas. La poeta entiende la palabra poética como un acto de fe, en sus versos nos habla de los sueños, las ausencias, el desamor, de la familia. La presencia de lo femenino, representado en la Virgen María, las hermanas, la casa, es una constante en los poemas.
La oposición cielo/tierra determina las coordenadas geográficas de los poemas. En lo alto los seres alados, pájaros y ángeles, habitantes de la luz ejecutan rituales de vuelo, en lo bajo, los árboles, la casa, la muerte.
La escritura de Yoyiana Ahumada Licea está signada por la melancolía. Yoyiana es hija de madre cubana y padre chileno. La pérdida del padre, al igual que el exilio de la madre, marcó su vida y su escritura. En sus poemas nos habla de la familia, los ausentes, la mujer, el desamor, la orfandad, el país. Una escritura poética que hace dialogar diversos géneros, como en el caso de sus “poedramas”, “pieza de teatro escrita en verso o en prosa poética que podría ser leída como poema”.
Los versos de Gina Alessandra Saraceni Carlini nos dejan ver la nostalgia que el hablante siente por un pasado que se desea restaurar a través de la memoria familiar. El yo lírico, que se manifiesta desde sus versos, define su identidad a partir de la reconstrucción del lugar de origen. La sensación de pérdida, esa especie de orfandad que produce el abandono de la casa, obliga a enfrentar los recuerdos, habitar el espacio de la memoria, para luego rescatar del olvido los fundamentos del ser. Los múltiples desplazamientos, separaciones, desarraigos, añoranzas, ciudades habitadas, visitadas, constituyen las variaciones de la casa materna.
Elizaria Flores escribe sobre el exilio. El yo lírico que habla en sus versos percibe la experiencia como una catástrofe. Quien se va deja una parte de sí, se hace otro. Ser extranjero es, para la poeta, “padecer el destierro de uno mismo”, experimentar la desventura, morir un poco.
Flores rememora la ciudad y el río de la infancia para luego contraponerlos a los espacios de la ciudad deteriorada con un río contaminado. Al dolor de la pérdida se suma la culpa.
Lena Yau emigró a España a finales de los noventa. En su condición de extranjera, ha padecido el desarraigo y ha reivindicado su cultura y sus afectos a través de la escritura.
Podríamos hablar de tres núcleos fundamentales en su escritura: la gastronomía, lo sueños y el exilio. La gastronomía, entendida como una experiencia sensorial privilegiada, plagada de olores, sabores y, en oportunidades, de erotismo, constituye el eje a partir del cual crea personajes e historias: “Hizo girar el molinillo sobre la palma de mi mano./ Lloviznó polvo pimienta./ Dejó correr el aceite de oliva./ Me ordenó buen provecho. Me lamí descarada mirando sus ojos.”
A través de la comida se conecta con su herencia familiar y cultural. Los sueños constituyen el espacio donde se manifiestan los miedos y los anhelos. El tema del exilio está plagado de melancolía, rememoraciones de la infancia y del paisaje nativo. Desde el extrañamiento, el yo lírico reconstruye su historia, su infancia, su país.
Flavia Pesci-Feltri se interesa por los dramas de los habitantes de la ciudad y se enfoca en las injusticias, la crueldad, el amor, el poder, la ira. De su libro Trazos en fuga, selecciona una muestra de poemas escritos en prosa. El hablante poemático pone su atención en el entorno y describe situaciones cotidianas violentas, dolorosas. Cierra con un epílogo escrito en versos cortos, contundentes, definitivos.
En Cuerpo en la orilla, los poemas de Pesci-Feltri se circunscriben al espacio personal, la intimidad. Con imágenes cargadas de erotismo, el yo lírico expresa su anhelo a un tú. En estos versos cortos, el deseo se hace palabra, se transfigura en metáforas que establecen correspondencias entre los amantes: “sea mi boca para envenenarte/ mis brazos tres veces te enlacen/ mis piernas tu poder amarren”
En ambos libros, Pesci-Feltri opta por obviar las mayúsculas, lo que podría interpretarse como un intento de imprimir un aire de simplicidad, sutileza e intimidad a sus textos.
Para Ana María Hurtado, el cuerpo y la palabra están íntimamente relacionados. En sus versos encontramos un mundo de sensaciones que van desde lo visceral hasta el estremecimiento. El cuerpo femenino, su sensualidad, el erotismo hecho palabra buscan alcanzar al otro, fundirse en él: “Hice un nido en mi vientre para ti trencé una enredadera”.
La palabra propicia el encuentro y el poema es el espacio de lo simbólico donde se funden los opuestos: la belleza y el horror, lo sagrado y lo profano, la palabra y lo indecible.
Al igual que Pesci-Feltri, Hurtado opta por la minúscula, acaso en su afán de recalcar el tono íntimo de los poemas.
Gabriela Kizer es descendiente de judíos. En sus poemas narrativos, escritos tanto en verso como en prosa, rememora no solo el legado de los ancestros, la historia familiar, las anécdotas de la infancia y la adolescencia, sino también las actividades cotidianas, el paisaje, la casa y los objetos. Su poema “Guayabo” comienza con estos versos: “Cuando niña/ de visita a Urama/ recogía, abría y revisaba guayabas/ para todos,” y concluye pidiendo a un tú: “que no me permitas olvidar/ la paciencia o el error/ de aquella niña de diez años…”
El viaje, que comienza con los abuelos, se vuelve búsqueda en la que el ser se desdobla en otro. Escritura fundacional y a la vez disruptiva que dialoga con el mundo antiguo y con los clásicos.
Los poemas reunidos en la antología dan cuenta de las particularidades y de los elementos coincidentes en los trabajos poéticos de sus autoras. La extranjería, el bilingüismo y la transculturalidad constituyen núcleos semánticos fundamentales, que a su vez tejen tramas dialógicas con consideraciones sobre el ser, el rol de la mujer, la mirada femenina, el cuerpo, las heridas.
El oficio de traductoras, que muchas de ellas realizan, se complementa con la reflexión metapoética ofreciéndonos una imagen de una generación, un país, unas circunstancias que a todas atañe y que cada una metaforiza de manera particular.
Barcelona, Catalunya, julio 2023
María Antonieta Flores
(Caracas, 1960)
Poeta y ensayista. Magister en Literatura Latinoamericana. Reside en Venezuela. Ha publicado en poesía: El señor de la muralla (1991), Canto de Cacería (1995), Presente que no en ausencias (1995), Agar (1996), Criba de abril (1998), Los trabajos interminables (1998), Índigo (2001), Limaduras (2005), La voz de mis hermanas y otros poemas (2005, 2021), Regresaba a las injurias (2009), Madera de orilla (2013, 2018), Temples (2014), Deletérea (2015), Las conductas discretas (2020), Los gozos del sueño (2021); y en ensayo, Sophia y mythos de la pasión amorosa (1997). Recibió el Honor prizes (for complete work) Naji Naaman’s Literary Prizes 2016 (Líbano), el Premio de Ensayo Literario de la IV Bienal de Literatura Mariano Picón Salas 1997 con Espiral sonora. Lectura de Ida Gramcko y el Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana 2001 (entre otros reconocimientos de carácter nacional). Traducida a seis idiomas, su poesía está incluida en más de veinte antologías nacionales e internacionales, entre ellas, Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo XX (2019).
9+1 poemas
haz que me suceda. deja la piel en los vendavales. con cincel muy detallado y tu ácido, historia. imagen sea de este aire turbio que respiras. acicalada con premura. ya no cuentas las que son mis canas. vuelvo. en las flores. finges no mirar. en la calle de la fatiga me detengo. inscripciones. los labios. me voy quebrando en tus manos.
morada antigua
yo vengo de una estirpe de mujeres solas
eficaces
inembargables
derrotadas antes de nacer
por la muerte
siempre guardadas
como semillas que arrastra el viento
entregadas al sacrificio de la vida
sin un futuro ni un presente
sin vástagos que las resguarden
aprendidas en soledad
ellas mismas amamantándose
haciendo de cada día una victoria estéril
mujeres que hablan desde muy lejos
ahogadas en su torpeza y en la bruma del deseo
mujeres solas que arruinaron sus manos
en el oficio duro que le entregaron las prendas blancas
y perdieron sus días entre toses y dolores de pecho
conociendo todo de la pobreza
administrando los silencios y el alimento diario
entrando en las jornadas
con un dolor irremediable
estirpe sin grandes ambiciones
dulces mujeres que amaron sin respuesta
y fueron una tras otra
mano con mano
fundando la cadena del desamparo
hablan las ancianas
nosotras que nos creíamos mujeres
y ahora lo sabemos
juntamos semillas y palabras
bagazo de esperanzas
llevamos una cojera y un hombro que se queja
de nuestros huesos, la sal
un pergamino con nuestros nombres
secretos en la estría del corazón
en nuestra hendija, el deseo
perseguimos los andrajos de la tarde
la misericordia
no tuvimos hijos
ni buenas acciones que ofrecer
la torpeza era un atributo de nuestra condición
el gesto suspendido, una cautela
amar fue el precio del pellejo
el manojo oxidado de las llaves
era nuestro símbolo
creímos ser aquello que no éramos
y ahora somos
un gotear permanente y el rumbo robado
corazón intempestivo
pongamos entre nosotros unas tazas de café o de té
los rostros
y las cartas
ésas que tenemos
las únicas
quizás perdidas o muy desalojadas de la vida
ruinas con las que vamos al juego
lo único que hemos ganado
lo único que hemos podido conservar
pongamos un mínimo estremecimiento
el que nos visita en la madrugada
que no haya juegos ni burlas
ni uso
los escarceos de la ternura
si no hay otra cosa
los oleajes del deseo
si los hubiera
la posibilidad dentro de la imposibilidad
juego inevitable
sea aceptado el miedo
la miseria
aquello inconfesable
asalto de la angustia en el desvelo
también lugar para el misterio
lo inesperado si así tú lo prefieres
el mío sin azúcar
en tu caso remueves
mezclando los sabores
me quedo silenciosa
no parezco encontrar nada apropiado que decir
la elocuencia abandona así
abrupta
evoco los lugares del encuentro
te digo
no descubras que estás muerto
camina y anda dice la voz que trae la tarde
yo que he salido del sepulcro y camino
obligada a tocar campanitas de leprosos
volteo y te miro fuera de tu tumba
necrología advertencia
regresamos de la muerte
una palabra se atenaza en cualquier lugar del cuerpo
un gesto el tuyo el mío
intempestivos corazones
los tatuajes del viento en la piel
nos habíamos destilado
sin tocarnos los labios
con cuidado borras la huella
que tu cuerpo ha dejado en mi cama
temes que atrape tus palabras
que te traiga a mí con certeza
a la mañana siguiente sé también
de tu deseo por el regreso
bajo mi cama has dejado tu razón
el diente roto
esperé el insulto
mientras rozaba con la lengua la verdad
en un trozo tallado y desnudo
sabía que era el olvido
en mi boca
mi lengua herida por la astilla
mis olvidos cuidadosos para seguir respirando
de todo arrebatada
no podía fingirme en grandes pensamientos
los abusos
en tu piel están escritas muchas historias
con la tinta que el agua arrastra lenta
sabes los lugares exactos del abuso
donde quedaron las palabras
los gestos la violencia
tus heridas olfatearon
husmearon la sangre mal cocida
las yemas de tus dedos se empezaron a agrietar
las uñas fueron seda transparente
bajo injusticias
las dominaciones aún hoy te persiguen
oyes las voces militantes
los gritos ofuscados
emerge un no muy débil
pero es no
la mirada en confusión
el acoso atribula las palabras
una voz dice silencio
no des chance a lo hiriente
mira en tus manos las marcas
las quemaduras las espinas del jardín
la uña lastimada por el cuchillo
su oficio de araña trepadora
escucha sus quejas
son las tuyas
cuántas veces por callar
o por hablar
llegaron los agravios
cuántas más heridas fueron por consentimiento
mira ahora tus ojos
los bordes de piel que los protegen
las tantas veces que cerraste la mirada
y te engañaste
ahora hazte promesa
deshaz la historia
acuéstate sobre la suavidad del horizonte
vuelve a nacer
con nuevas palabras
con la fiereza de quien se ama
los gozos del sueño
han llegado como espinas encendidas
para el fulgor de las noches
sólo aguardan el día que brota de los acantilados
porque todo es caminar entre la vigilia y el sueño
transcribir las señales
escuchar cada paso que se adentra en la incógnita de las alas
el vuelo suspendido en los límites del alba
allí empieza todo
somos la alborada
el canto que despliega un ave perdida en medio de la luz
así nacen los sueños
como las llamaradas
y sus brasas caen sobre mi cabeza
una y otra vez cada día
a veces cenizas otras veces candelas
con una palabra
para hacernos abrazos
es la dicha cavada en las líneas de mis manos
a veces candelas otras veces cenizas
con el silencio
porque tú y yo estamos en los gozos
para secreta alegría
toda la tierra es un templo
no hay lauros para los vencidos
me dices preciosa
cantas por mi libertad
volteo para mirarte
se enciende la esperanza
con modestia
algún sueño entra en el mundo
para permanecer
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[1] PAZ, Octavio. Pasión Crítica. Barcelona: Seix Barral, 1985
*(Venezuela, 1975). Poeta, escritora, traductora y editora. Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora, desde 2004 y cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Traduce del portugués al castellano, entre otros, la antología poética de Roberto Piva titulada La catedral del desorden (2017). Ha publicado en poesía El tiempo es la herida que gotea (2009), El alcohol de los estados intermedios (2009), La silenciosa desesperación del sueño (2010), La grita. Reescritura de Las Moradas, de Teresa de Ávila (2011), Inquietantes dislocaciones del pulso (2012), El cantar de los manglares (2018), Telemática. Reflexiones de una adicta digital (2021), LUCES ALTAS luces de peligro (2022) y cocreados con Inteligencia Artificial Fosforescencia tigra, Aire y Memorias de árboles (2023); ha participado en diversas revistas literarias y antologías, la más reciente Temporary Archives, Poems by women of Latin America, ed. Juana Adcock y Jèssica Pujol Duran (2022).