Por Chiara De Luca
Crédito de la foto Ed. Iris Kolibris
Sobre En la ciudad de las hormigas de luz (2018),
de Silvia Belcastro*
En este tiempo de fáciles delirios distópicos sería útil aclarar que la ciudad de las hormigas de luz existe de verdad, aunque, encontrándonos en poesía, es obviamente una visión. ¿Cuál será esa ciudad en que las hormigas rojas se esparcen en la oscuridad diluida por la niebla de las tardes de invierno, formando halos anaranjados que rebotan sobre el color rojo de los ladrillos? ¿Cuál será la ciudad en que manadas de hormigas blancas apagan la luz lechosa de los amaneceres del verano, o bien estallan en trayectos de serpentinas cuando cada primavera que regresa? Quien la haya visitado al menos una vez la reconocerá sin duda: no puede ser sino Ferrara. Pero no cuenta y no sirve tenerlo en mente, porque la ciudad de las hormigas de luz es, en todos sus lugares, otro lugar. Es la ciudad surreal de nuestras eternas infancias, la tierra neutral de los cuentos. Pero atención: los cuentos no tienen siempre un desenlace feliz y a menudo son poblados por todos nuestros monstruos y antagonistas. Nada es lo que aparece, ni para mal ni a veces para bien.
¿Pero quién vive y describe la visión? ¿Cómo definimos en el mundo al revés en esta época extraña para una persona que tiene gracia y elegancia innatas, profundidad de visión e inteligencia emotiva? Una persona de otros tiempos. Una visión. Es así que tras unos años después de un primer encuentro fortuito reapareció Silvia Belcastro de pronto, inesperadamente, en lugares siempre diferentes de la ciudad de las hormigas de luz. Sólo después de mucho tiempo me hizo una brevísima referencia a sus poemas. Siempre hablaba de otro y de otros, de otros libros y vuelos y mundos. Por eso imaginé que valía la pena de insistir y saber algo más. Generalmente los poetas no son tacaños con sus poemas, muchos tienen un poema listo para cada ocasión: con cadáver todavía caliente, con matanza apenas ocurrida, con guerra apenas estallada. Y no hablan de otro que de si. A menos que no tengan algo que decir.
Silvia Belcastro tiene que mucho contar. Pero no se ilusionen los lectores a la morbosa búsqueda del dato biográfico banal: Belcastro no efectúa traducciones ni paráfrasis de si misma. Belcastro habla la lengua de quien jugó mucho tiempo a las cartas con los monstruos del abismo que envenenan los cuentos. La voz de Silvia Belcastro proviene de otro lugar, desde un lugar de misterio alumbrado por minúsculas luzes: visiones, apariciones, encuentros, todo está esfumado por la atmósfera borrosa de la ciudad volante. Pero el lector prudente sabrá seguir la estela luminosa de las audaces criaturas, los dibujos que trazan, los símbolos, las premoniciones, los perfiles confusos en la niebla y los repentinos estallidos y revelaciones. Sabrá empararse de ellos, o recomponer las hormigas de luz en una nueva visión.
Este libro es una colección porque es una cosecha de pequeños hitos diseminados con los años, para señalar las etapas de una historia que tenemos que redibujar y localizar, guiados por infinitas lucesitas suaves. Son textos escritos en código de luz para los ángeles y los héroes.
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(texto en su idioma original, italiano)
Su Nella città di formiche di luce (2018),
da Silvia Belcastro
In tempi di facile delirio distopico sarà utile chiarire che la città di formiche di luce esiste davvero, anche se, trovandoci in poesia, è ovviamente una visione. Quale sarà la città in cui le formiche rosse si spandono nel buio diluito dalla nebbia delle sere d’inverno, formando aloni arancioni che rimbalzano sul rosso dei mattoni? Quale sarà la città in cui formiche bianche smorzano in branco la luce lattiginosa delle albe d’estate, oppure esplodono in traiettorie di stelle filanti a ogni primavera che riviene? Chi l’abbia visitata almeno una volta la riconoscerà subito, non può essere che Ferrara. Ma non conta e non serve tenerlo a mente, perché la città delle formiche di luce è ovunque nell’altrove. È la città surreale delle nostre eterne infanzie, il territorio franco delle fiabe. Ma attenzione: le fiabe non sono sempre a lieto fine e sono popolate da tutti i nostri mostri e antagonisti. Nulla è quel che appare, né il male né talvolta il bene.
Ma chi vive e descrive la visione? Come definiamo nel mondo capovolto di quest’epoca strana una persona che abbia grazia ed eleganza innata, profondità di visione e intelligenza emotiva insieme? Una persona d’altri tempi. Una visione. È così che per qualche anno dopo un primo incontro fortuito mi è apparsa Silvia Belcastro, all’improvviso, inaspettatamente, in luoghi sempre diversi della città delle formiche di luce. Solo dopo molto tempo mi ha fatto un breve cenno alle sue poesie. Parlava sempre d’altro e d’altri, d’altri libri e voli e mondi. Per questo ho creduto valesse la pena d’insistere e sapere. Di solito i poeti non sono avari di poesia, ne hanno una pronta per ogni occasione: a cadavere ancora caldo, a strage appena avvenuta, a guerra appena scoppiata. E non parlano d’altro che di sé. A meno che non abbiano qualcosa da dire.
Silvia Belcastro ha molto da raccontare. Ma non s’illudano i lettori alla morbosa ricerca del dato biografico spicciolo: Belcastro non effettua traduzioni né parafrasi di sé. Belcastro parla la lingua di chi ha giocato a lungo a carte nell’abisso coi mostri che avvelenano le fiabe, la sua voce proviene da un altrove di mistero rischiarato da minuscole luci: visioni, apparizioni, incontri, tutto è sfumato dall’atmosfera evanescente della città volante. Ma il lettore accorto saprà seguire la scia luminosa delle audaci creature, i disegni che tracciano, i simboli, le premonizioni, le sagome confuse nella nebbia e le improvvise esplosioni e rivelazioni. Saprà farli suoi, o ricomporre le formiche in una nuova visione.
Questo libro è una raccolta perché è un raccolto di piccole pietre miliari disseminate nel corso degli anni, a segnare le tappe di una storia da ritracciare e rintracciare, guidati da infinite fiammelle soffuse. Sono testi scritti in codice di luce per gli angeli e gli eroi.
*(Ferrara-Italia, 1980). Estudió Literatura postcolonial en Venecia (Italia). Ha publicado en poesía Zona de confort (2013) y En la ciudad de las hormigas de luz (2018).
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*(Ferrara-Italia, 1980). Ha studiato a Venezia Letterature Post-Coloniali. Ha pubblicato in poesia Zona di comfort (2013) e Nella città di formiche di luce (2018).