Vallejo & Co. presenta un breve texto de María Auxiliadora Balladares sobre En caso de emergencia (no) rompa el vidrio (2017), primera novela de Marialuz Albuja Bayas y que obtuvo el premio nacional Darío Guevara Mayorga 2017 al mejor libro publicado en el género.
Por María Auxiliadora Balladares
Crédito de la foto (izq.) SM Editores /
(der.) la autora
Sobre En caso de emergencia, (no) rompa el vidrio (2017),
de Marialuz Albuja Bayas*
Hace un par de años llamó mi atención que entre algunos escritores de nuestra generación haya empezado a darse el fenómeno de producir obra en géneros que no eran aquellos en los que esos escritores se dieron a conocer originalmente: narradores que publicaban poesía, ensayistas que publicaban cuento, poetas que publicaban novela. Ciertamente algunos lo han hecho con mayor suerte y habilidad que otros, pero el fenómeno es una realidad que sigue resultando sumamente atractiva. La publicación de En caso de emergencia, (no) rompa el vidrio de Marialuz Albuja Bayas es parte de esta corriente que ha alterado el orden de las cosas en el ámbito de la literatura ecuatoriana. Esa alteración del orden siempre ha sido un ejercicio saludable cuando uno mira hacia atrás en nuestra historia literaria. Pensemos por ejemplo en el dramaturgo Jorge Icaza que apostó por la narrativa y devino el mayor novelista de la generación del 30 o el poeta César Dávila Andrade que apostó por el relato y es para mí el mayor cuentista del siglo XX en el Ecuador. Más cercanos a nosotros, están la dramaturga Gabriela Ponce Padilla que apostó por el cuento y ganó el Premio Nacional de Literatura con Antropofaguitas y poetas como Pedro Gil, Ernesto Carrión y Santiago Vizcaíno que han incursionado en las diferentes líneas del relato.
Al leer la novela de Marialuz, se entiende muy bien por qué es un ejercicio saludable que una poeta decida explorar otros géneros. La escritura de su novela es muy cuidada y posee un ritmo que hace que el lector la lea de un tirón. Hay que recordar siempre que cuidar el lenguaje de una obra literaria es el aspecto que más tiempo y dedicación suele tomar. No podría decir que la prosa de Marialuz es poética. Lo que sí diría es que se trata de una prosa en donde la poesía se deja sentir en los momentos adecuados, no ahogándola, sino enriqueciéndola, como en este fragmento en donde Bernarda Suárez, la protagonista de la novela, nos refiere su molestia en cuanto llega a la casa de playa de su tío, tras la muerte de su amada abuela: “Me irritó la fuerza de la luz penetrando en la casa. Había perdido contacto con la belleza” (61). Decía que el lenguaje poético en una obra narrativa puede ahogarla, desnaturalizarla o puede revitalizarla si es bien utilizado. Es grato comprobar que la primera novela de una de las poetas actuales más interesantes y conocidas de nuestro medio ha encontrado el saber hacer de la prosa y la ha potenciado con el saber hacer poético.
El trabajo con los diálogos en En caso de emergencia, (no) rompa el vidrio está bellamente logrado y ese es otro de los motivos por los cuales el lector disfruta tanto de esta novela. Con ellos, Marialuz demuestra su oficio en la prosa. Los diálogos entre los personajes vuelven ágil el devenir de las acciones; es en el discurso directo justamente donde éstos se enfrentan al otro, lo desprecian o se reconocen en él. La importancia del diálogo en esta novela radica en el hecho de que se trata de una bildungsroman (novela de formación en español) en donde su protagonista, Bernarda, va relatando su proceso en el paso de la niñez a la adultez. Entonces es siempre en la conversación con el otro en donde ese proceso va tomando forma. En este género narrativo que es la bildungsroman, suele acontecer que la niña protagonista cuenta con una suerte de figura modelo o de tutor que la ayuda a adquirir las destrezas necesarias para enfrentar la vida. Aquí podríamos decir que esa figura es la de la abuela. Huérfana desde temprana edad, Bernarda se cría con su abuela materna. La relación abuela-nieta asegura para la protagonista una especial vinculación con la vida, con el mundo, con la familia. Como si la conciencia de la anciana en alguna medida pasara a ser también conciencia de la nieta, como cuando Bernarda se encuentra repitiendo en el cotidiano palabras que heredó de ella. Esa vinculación entre la niña y la anciana revela un tempo particular en el aprendizaje que la una hace con la otra. Un niño que se cría con sus abuelos, siempre me ha parecido y es el caso con Bernarda, se detiene más sobre las cosas, sobre los asuntos, es dueño de una practicidad forjada con décadas de experiencias vitales y que le ha sido heredada en la convivencia.
La adultez le llega a Bernarda como una roca que aplastara su espíritu: al mismo tiempo que su abuela ha muerto, constata que no le llega la regla por lo que deduce que está embarazada. Tiene 17 años, la edad en la que los adolescentes están por terminar el colegio. El lector va convirtiéndose en testigo de la transformación de la protagonista, de cómo la trama familiar afecta su devenir adulta, de cómo se constituye en la protagonista, casi imperceptiblemente, el vínculo amoroso –primero con Mario, el amigo de su tío Antonio; luego con Julián, su amigo más querido del colegio. El descubrimiento del amor es doloroso y al mismo tiempo cargado de su propia luz. No es cursi, no es idealizado, no es romántico en el sentido decadente de esa palabra. Es una construcción que en la novela va ocurriendo con absoluta naturalidad y que hace que, como lectores, sintamos un especial aprecio por la protagonista y su honestidad.
La novela de Marialuz está cargada de elipsis. Siempre llama la atención qué decide contar y qué decide callar un escritor respecto de la trama de su relato. Ese, me parece, es otro de los logros de esta novela. Decide no contarlo todo y ese silencio abre la posibilidad de que Bernarda sea un personaje atractivo. El manejo del humor es otro de los aciertos de esta novela y es siempre el ingenio de Bernarda el que produce el chiste, la burla, la ironía; como cuando su tía Antonia le pide que le entregue una nota a su amante en un bar en el que se encuentra también su esposo, Bernarda relata lo siguiente: “Cuando entré al baño no pude resistir la tentación de leer la nota. No era capaz de entregar algo sin saber de qué se trataba. Cuántas desgracias en la historia han ocurrido por ignorancia.” (69).
La novela asimismo deja algunas posibilidades abiertas, por lo que sería genial que pronto Marialuz nos regale una segunda parte de esta historia. La protagonista se llama Bernarda Suárez, como el heterónimo de Fernando Pessoa, Bernardo Soares, autor de su Libro del desasosiego. En caso de emergencia, (no) rompa el vidrio me devolvió a algunos fragmentos del libro del escritor portugués y di con uno que es central para entender por qué este lleva el título que lleva. Escribe Bernardo Soares: “Pero no hay sosiego—¡ah, no lo habrá nunca!— en el fondo de mi corazón, pozo viejo al final de la finca vendida, memoria de infancia encerrada entre el polvo del sótano de la casa ajena. No hay sosiego—y, ¡ay de mí!, no hay ni siquiera deseo de tenerlo…” (54). En ese deseo se parecen Bernardo y Bernarda. Esperemos que prosiga la vida sin sosiego.