Por Ana Arzoumanian*
Crédito de la foto (izq.) el suri porfiado /
(der.) www.laprimeravertebra.com
Sobre elis o teoría de la distancia (2020), de Lucas Margarit
La soberanía del sacrificio
El libro de Lucas Margarit comienza con una cita, ¿o diría mejor unas citas? ¿O, para ser más precisa, diría que la cita no sería aquello que en retórica consista en reproducir un fragmento de un original insertándolo en un discurso propio y advendría una paráfrasis; un parafraseo que podría entenderse como una traducción? Podría ser. Si no fuera que la cita con la que comienza el libro, la cita que no es del todo una cita, corresponde a un verso del poema “Al niño Elis” de Georg Trakl. El libro comienza con la transcripción del verso de Trakl en alemán y sus diferentes traducciones: dos versiones al castellano, al francés, al catalán, al inglés y al italiano. Tengo ante mí, otra versión de ese poema traducida por Rodolfo Modern: “Elis, cuando el mirlo clama en el negro bosque,/ es tu ocaso”.
La circular y melodiosa poesía de Trakl se detiene en lo que atardece de un mundo desmayado. El lamento, la culpa, el sufrimiento recaen en alguien apenas nacido. Solitario, peregrino, caminante, Georg escribe: “todos los seres humanos son dignos de amor. Al despertar adviertes la amargura del mundo: en ella está toda tu irredenta culpa: tu poema es una expiación imperfecta”. De modo que el poema deviene un lugar sagrado, o casi. Pasión, revelación y caída sobre el niño Elis que está muerto hace mucho tiempo en el poema de Georg. Un surgimiento, una calma, un modo casi musical de morir o hundirse. Presagios, estrellas, invierno. De la frente cristalina de Elis mana un sudor frío mientras el viento solitario de Dios suena, como siempre; dice Trakl. Una caducidad. Suenan los pasos de Elis por la floresta, pero se extinguen en aquel poema dedicado a Else Lasker Schüler donde pueblos moribundos generan desterrados.
Dioses en ruinas o casas sin padres.
Hijo de Poseidón y Eurídice, fundador de una ciudad capital de Élide en la mitología griega. Heredero del mar y de la ninfa de roble, esposa del poeta; ella, la muerta. Elis.
Lucas Margarit comienza con una cita que podría ser el primer poema de su libro elis con los versos traducidos sobre Elis. Teoría de la distancia, dice Margarit. La distancia es la longitud tomada en línea recta del espacio que hay entre dos puntos. La distancia es, por lo tanto, un trayecto. Una magnitud escalar que no depende de una dirección en el espacio, diferenciándose del desplazamiento, que es una magnitud vectorial, con una dirección fija.
Lucas Margarit titula su libro elis o teoría de la distancia, elis con minúscula (como bien lo señala Dolores Etchecopar en el prólogo) “o” como conjunción disyuntiva que expresa alternativa o equivalencia, abriendo el nombre a la categoría de reglas, principios o formulaciones lógicas.
Una codificación de la distancia: elis.
Entonces, el libro se abre en su primer (¿o segundo?) poema cuya escritura nombra las rutas de elis. Acaso encontremos en su último verso “para enfrentar la palabra a la imagen de la palabra” el signo que viaja, se exilia y da nombres.
Cuando en la Torá se pregunta a Dios: ¿cuál es tu nombre? Él responde: Ehié Asher Ehié. Seré el que seré. Ehié es un verbo construido con las mismas letras que el tetragrama, sólo que conjugado. Dios no es aquello que es, su ontología, el ente. Es lo que será, una acción, un viaje. No se asienta sobre el verbo ser en presente, ya que éste no existe en hebreo. De manera tal que los verbos no hacen mención a los tiempos, sino a los aspectos. Un dios de pura afectación, un dios diverso al dios aristotélico y de sustancia inmóvil. “Éxodo”, el segundo libro de la Biblia, deriva su nombre de la partida de los judíos de Egipto, la huida de los israelitas de su esclavitud. “Salida” o “Saliente” fue el título dado por la traducción latina, sin embargo, en hebreo, según la tradición de llamar el libro por su comienzo, el nombre es Shemoth, es decir: Nombres. De modo que podemos argumentar que el nombre requiere una salida, que para nombrar hay que irse. ¡Cómo no recordar los versos de Lezama Lima!: deseoso es aquel que huye de su madre/ despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva en su poema “Llamado del deseoso”, entendiendo el llamado como un clamor, pero también como aquel “rufen” utilizado por Trakl (Elis, wenn die Amsel im shwarzen “ruft”) como invocación y también grito.
Nombrar es partir.
Y ya no la distancia entre una lengua y otra, o no sólo ese recorrido; sino entre la palabra y el acto, entre la palabra y la cosa. Otra vez vuelvo al hebreo: davar refiere a la palabra-cosa-suceso, mientras que milá a la palabra-acto que es el mismo vocablo utilizado para la circuncisión, ese corte que implica una promesa, palabra impresa en el cuerpo.
La metafísica de la presencia construida sobre el verbo ser en presente funda la filosofía de Occidente. Dios como huella, como tránsito, como lugar es considerar lo divino como un lugar sin contenido. Otro modo de decir: una teoría de la distancia. La traducción, la palabra ya no como un fósil textual sino como principio. “…la distancia exacta entre el origen y el ahora?”
Pero el poeta no compone a su Elis en mayúscula sino en minúscula, la declinación del nombre; su sacrificio. “Cuando ese dios escape y nos muestre su/ espalda verán la sonrisa escondida en el mártir”. Lucas Margarit escribe ese abismo entre la palabra y la palabra, entre la palabra y el cuerpo; escribe el sacrificio del nombre sobre esa piedra donde se intercambiará por otra cosa. Lucas Margarit se asume mártir en la piedra para poder escribir: “nací un día después”.
El poeta es acompañado por otro poeta, los dos asumen una expiación por el dolor. Los dos asumen un suplicio en una oscuridad elegíaca. Sin embargo, en Margarit “nadie cubrió con lino áspero el cuerpo lacerado/ ni escribió elis en el mármol que trajo/ cargando en su espalda hasta la noche” se asume una comunión entre cuerpo y palabra como una serie de ondulaciones circulares de un agua golpeada en un punto. El nombre que se sacrifica sucede sobre el cuerpo, en el cuerpo textual. Por ello, este dolor que experimenta el poema no es el ocaso de la angustia trakliana sino una herida que erotiza. No es que el sacrificio destruye el nombre, sino que lo transforma en otra cosa. Esa es la distancia, el trayecto: de la mano del sacrificador al sacrificado. El rito tiene la virtud de reencontrar la participación íntima del sacrificante en la víctima.
“dónde están tus manos/ cuando caen/ como una piedra en el río de los muertos// es mi cuerpo que exige/ tu brazo de guerrero/ entre mis piernas/ que se doblan como un bosque/ en otra guerra.” El hombre de todos los tiempos, dice Georges Bataille se esfuerza por escapar a la degradación del consumo; en sus mitos extraños, en sus ritos crueles, el hombre está desde siempre en la búsqueda de una intimidad perdida. Una prodigalidad, porque dar y retener no es posible. Sólo hay prodigalidad para el donador. “elis recordaba en voz alta/ que el cuerpo es una fractura del universo:/ la figura permanente de lo que no perdura”.
No un erotismo de conquista, sino una soberanía bordeando la muerte. Soberano es ese tránsito que implica el goce sin nombre, sin utilidad, sin justificación. Teoría de la distancia como contrapartida a cualquier espera. La soberanía es ese momento en que la espera se disuelve. Pierde el nombre, pierde su mayúscula, pierde y se gasta, ésa es su economía.
El poema como el amor en esa apertura a la muerte se disloca en una deriva más allá del cuerpo individual. Una pérdida de sí, una teoría de la distancia del sí mismo (Elis) a un sin nombre (elis) actualizado por la embriaguez erótica: “en mi espalda tu barba/ se desliza y se detiene/ se modifica/ mi cuerpo ya no implora/ se sumerge ciego entre/ las imágenes de un sacrificio/ sin sangre”
¿Es Elis el hijo de esa mujer que no pudo definir las distancias y, por eso, ella muere? ¿Acaso muera también Elis en la escritura de Lucas Margarit para transformarse en una palabra que ame? El libro de Lucas Margarit escribe la distancia entre la muerte y la muerte.
*(Buenos Aires – Argentina, 1962). Poeta, narradora, ensayista, crítica literaria y teatral, traductora y abogada. Magíster en Psicoanálisis por la Escuela de Orientación Lacaniana de Buenos Aires. Se ha desempeñado como asesora en el Ministerio de Justicia de Argentina y docente de la facultad de Ciencias Jurídicas de Buenos Aires de la Universidad del Salvador. Actualmente, es catedrática del Posgrado Internacional de Escrituras Creativas en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales -FLACSO-. Ha publicado en poesía: Labios (1993), Debajo de la piedra (1998), El ahogadero (2002), Cuando todo acaba todo acabará (2008) y Káukasos (2011); en narrativa La mujer de ellos (2001), La granada (2003), Mía (2004), Juana I (2006) y Mar Negro (2012); en traducción: Sade y la escritura de la orgía. Poder y parodia en Historia de Juliette de Lucienne Frappier-Mazur (2006), Lo largo y lo corto del verso Holocausto de Susan Gubar (2007), co- traducción junto a Alice Ter Ghevondian Un idioma también es un incendio. 20 poetas de Armenia (2013) y El alambre no se percibía entre la hierba. Relatos sobre la guerra de Karabagh (2015, de los escritores armenios Levón Khecohyan y Hovhannés Yeranyan, traducción conjunta con Alice Ter Ghevondian); y en ensayo: La universidad posmoderna (1994), El depósito humano. Una geografía de la desaparición (2010) y Hacer violencia. El régimen insurrecto en el arte” sobre arte y genocidio (2014).
**(Buenos Aires-Argentina, 1966). Es poeta, profesor, investigador y director de investigación. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Se desempeña como investigador en la cátedra de Literatura inglesa de la Universidad de Buenos Aires. Ha realizado su post-doctorado sobre la traducción y la autotraducción en la obra de Beckett. Es director de la maestría en Literaturas en Lenguas Extranjeras y en Literaturas Comparadas de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Ha publicado en poesía Círculos y piedras, Lazlo y Alvis, El libro de los elementos y Bernat Metge; en ensayo Samuel Beckett. Las huellas en el vacío, Leer a Shakespeare: notas sobre la ambigüedad. Mantiene inéditos los poemarios Acerca de la distancia y H&H, y el ensayo La poesía de Samuel Beckett: silencio y fracaso de una poética.