Sobre el valle de símbolos. Entrevista a Roberto Cignoni

 

Nota y entrevista por Augusto Munaro

Crédito de la foto www.eurasiahoy.com

 

 

Sobre el valle de símbolos

 

Flexión de la luz (2017) del poeta Roberto Cignoni* es el resultado de cinco años de laborioso trabajo en relación a la palabra poética. Una voz oscilatoria que se fractaliza entre significado y el sentido, posibilitando otras conexiones entre autores. Un ejemplo claro de extremar al ser a través del lenguaje. Multiplicidad expansiva, dialogante ante los misterios sagrados del mundo. Una poética de apertura que no deja de renovar zonas del lenguaje. Así, Flexión de la luz, exuda belleza a través de la libre autoconciencia del verbo. El despertar de la palabra.

           

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Entrevista

 

Augusto Munaro [AM]: ¿Qué importancia tiene el término “flexión” en la operación poética que se da en este libro, en relación a la luz?

Roberto Cignoni [RC]: La luz, atribulada por los reflejos con que cualquier verdad la conmina, devuelta, bajo la compulsión de una claridad, a nuestras mentes pretenciosas y nuestras visiones acomodadas, una vez más compelida hacia los contornos creíbles de las cosas y las deslumbrantes fortalezas del concepto, ahogada sin escrúpulos por las alianzas entre realidad y exposición, se desplaza ahora de sí sin perderse de sí, despide los vanidosos rayos que se prometían a un espejo del universo, se convierte en la herida más lacerante de los soles con que creíamos iluminarnos, y nos vuelve a su través humildemente ciegos, para que, también por su más pleno mediodía, el mundo nos conduzca por caminos y atajos jamás reconocibles.

 

 

[AM]: Al leer tu poética, en ningún momento resulta dogmática, mucho menos utilitaria. ¿Qué valor de trascendencia le otorgás a la palabra en este libro en particular?

[RC]: Por los tañidos de un corazón aún tan leve, indiferente a las tentaciones de las gracias y los fines, cuando no hay respuestas ante los cielos que se hunden o las historias que se disipan, aún ante ese más allá que murmura nuestro naufragio y levita nuestra decepción, la palabra vuelve a encantarse exceptuada de las misiones obsecuentes o las heroicas conquistas, la palabra: una intimidad persistente con el astro y expandida a su aquí, a su aquí siempre, empeñada en esa irradiación que anuncia su ausencia de límites en la sola y única página, el claro infinito o el puro afuera que de sí a sí obra su trascender y en lo mismo alienta la inclaudicable otredad.

El poema en esa palabra: la despojada extensión con que la intemperie subyuga al destino.

 

 

 

[AM]: ¿Qué lugar ocupa la metáfora en tu decir?

[RC]: Ese aliento jamás fijado, jamás exiliado, de donde altivamente surge el ahora, el múltiple. Ninguna analogía lo conduce a otra escena, pues todo sitio se abre en su aquí irremisible. Tantas veces almendra su amplitud y la despliega, tantas veces se devuelve sin doblez en su alteridad -tantas veces, sin el matiz celoso de los reductos que quisiesen sustraerlo, asistirlo por las señales de un mundo convidado. Transporte sin canales, o manantial que en su fluir no se confía a los muelles sino al viento.

 

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[AM]: ¿Pensás que Flexión de la luz atraviesa una etapa de renovación en el lenguaje de imágenes que venías trabajando con anterioridad?, ¿por qué?

[RC]: Voz de tinta, filiación y salto de la inexorable extrañeza. La pluma con punta de ariete, sin cesar apagada, sin cesar encendida, rehecha, tirante, y de un solo aliento, empeña esta fuente, olvida esta fuente. Nada es novedoso donde ella se adelanta sin promover algún progreso, nada es anterior donde no se concilia a la superstición de la historia. La tradición y la ruptura, el arraigo y la renovación, apenas ciernen sus tenazas sobre los poseídos por el tiempo.

El poema, corazón intransitivo, única vez que se ilumina distancia entre ruina y porvenir.

 

 

[AM]: Tras tu paso por XUL y como uno de los fundadores del espacio “Paralengua, la ohtra poesía”, me gustaría, si es posible, te refieras a tu modo de disponer en cada página el poema. Parecen seguir razones visuales que responden a un equilibrio estricto. El aprovechamiento tanto físico como semántico de las posibilidades de la lengua a través de una sintaxis acomodada (en el buen sentido, por supuesto).

[RC]: Los ojos, elevados a su suerte, son todavía capaces de componer constelaciones. De un signo a otro líneas imaginarias despliegan los sentidos, dibujan rutas sin mojones ni señales, en cada encrucijada nos absuelven de un trayecto absoluto. En los paisajes tipográficos constituidos por el poema a través de caminos que el ojo aventurero descubre e ilumina, la semántica se vuelve ardientemente física. Las palabras yerguen figuras, ensamblajes, campos arquitectónicos, empecinan aquí un volumen, allí una transparencia, y mientras no pueden afirmar algún carácter o contorno definido, se distienden y se concentran, yendo de un claro a una aglomeración y de una aglomeración a un resquicio radiante. El equilibrio no es más que este juego inacabado de virajes y desplazamientos, un dinamismo que compone y disgrega para volver a asistir una nueva forma, un espacio fecundo que persiste gracias a sus cargas circulantes, exento de precipitar en estructuras o acentos conclusivos.

 

 

[AM]: ¿Hay rastros de “neoconcretismo” en tu poesía?

[RC]: Desnudo, servicial poema, que no te adscribes ni te limitas. Vuelves a tallarte en prioridad y no en el rastro de expedientes mezquinos y caprichosos. Tu favor es invitarnos al olvido de las pertenencias y al verdor seminal de ese olvido. Llegado de cualquier parte vas por dondequiera.

 

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[AM]: ¿Qué sentimientos fueron los que te acompañaron en la tarea de escritura de este libro?, ¿cómo los fuiste transformando en verso sin caer en la burda autoreferencialidad?

[RC]: Nuestra ocupación primordial: la lucidez que florece en los surcos de lo inconcebible y no habla en nuestro nombre. La humanidad sufre, en su flanco más débil, el asalto de fuerzas tan obnubilantes como deshonrosas, aquéllas que no cesan de reunirla consigo misma y que condenan y rechazan la arbitrariedad de lo extraño. La imagen, motivo en el momento de su revelación, desoculta el misterio, dispone, al mismo tiempo como emergencia y fulminación, ese prodigio inextinguible que no se somete a la embolia dialéctica entre yo y mundo, cielo y tierra, dios y nada. Su sensibilidad nos solicita y nuestro entusiasmo y atención han de donarse a ella sin las aprehensiones por cualquier vida compulsada a representarse (aquello que, como repaso o registro, la arruinaría). El poema eleva así esa experiencia singular que no transporta ninguna experiencia, brote que insiste en brote y que se ilumina levedad de cosas y de mundo.

 

 

[AM]: Hay una cadencia en Flexión de la luz, donde fusionás el pensamiento con su imagen correspondiente. Encuentra así, un armonioso ritmo de revelación. Roberto, cuando escribís, ¿primero llega la imagen o la idea?

[RC]: Imagen: idea que inscribe su razón en la palabra que la vierte, rigor y diluvio de una sabiduría capaz de transformar el pensamiento en aurora arterial.

Idea: imagen en que el pensar se dispensa de cielos inculcados, victoria y asunción del misterio en la puntualidad de un instante.

De esta inteligencia que no se precede ofrece el poema su esplendor y obra un horizonte.

 

 

[AM]: A través del libro, hay palabras que articulan cierta liturgia poética: ungir, luz, velas, persignar, celeste, Dios… ¿Qué vínculos existen entre el pensamiento poético y el sentimiento religioso?

[RC]: Poesía, asoleas la imaginación, te prometes a hacer despuntar mundos y seres sin rendir tributo a la aurora. En el fluir de un instante informulado, alumbradora de las materias contrarias y el vacío reuniente, arremolinas la fatalidad de la existencia y el latido irrenunciable, la luz al fondo del calabozo y las mañanas sin promesas, los dioses horribles o exquisitos y los umbrales donde el asombro nos da la bienvenida. En tus fundaciones las bondades de un yacimiento se igualan a la respiración alcanzada, el duelo de un rostro a las primicias de la supervivencia. Trueno y manantial, molino y desierto, ¿pueden acaso negar que elevan en ti una oda de comunión? Aparición y diferencia, haciéndose una, ¿no vuelven a labrar contigo las vertientes relecturas, la fiel e inacotable página? El infinito es tu jardín. Donde nada separas, ningún celo religioso te sorprende.

 

El poeta Roberto Cignoni.
El poeta Roberto Cignoni.

 

[AM]: El poeta Reynaldo Jiménez se ha encargado de la maquetación del libro. ¿Ves en su idioma de imágenes resonancias con tu obra lírica?

[RC]: La amistad, que alienta la vocación por las alteridades que dialogan, sirve al recibo de visiones extraordinarias, de inauditas valencias, de márgenes inexplorados. Ella se sostiene en la aceptación armoniosa de un prodigio común a todos, cuyos envíos particulares no hacen más que preparar la nueva riqueza para el instante de la revelación. De uno a otro latido, de una a otra condición, la amistad con Reynaldo abraza los ojos familiares y las visitas sorprendentes, la voz que pide discutirse y la palabra cuya significación no se evalúa. Ciervo y lirio, en su consumación, se unen. De uno a otro asistimos con Reynaldo las imágenes de la hermandad, un solo poema en el pastoral de los lenguajes.

 

 

[AM]: ¿Las cosas se muestran libres en la poesía?

[RC]: Las cosas, agobiadas de pertenecer a un reino y de cargar con un rostro incólume, de tener que mantenerse en el centro de ciertas propiedades probatorias, de no poder asistir al alba sino como parcas mucamas de las vísperas, recuperan ahora esa felicidad primordial que nombramos vacío, asisten el sabio descuento de las soberanías y de los dominios con que azotan las verdades.

Por el vacío de la palabra flor pasa la ofrenda del enamorado y la lección de la botánica, el ramillete del florista y la tersura de un rostro, el concilio con lo silvestre y el aroma de los lugares fúnebres, el irisado color ante la escoria diseminada y la ronda infantil que se abre y se cierra en la plaza amistosa.

Meteoros que cruzan el espacio simbólico arrojando un destello fugaz y su estela suspensiva: el vacío los recibe y no los retiene, en su hospedaje ninguno se convierte en rey y ni un sueño se vuelve prisionero.

 

 

[AM]: Con el advenimiento de Internet, donde rige una escritura funcional –explícita/canónica– a un sistema peligrosamente cerrado: ¿de qué modo pensás esto ha afectado el valor aural de la palabra?

[RC]: Oh poema, que empeñas tu alcance en lo imposible, sigues siendo vela y destello entre los hipos electrónicos y sus vanidosos autómatas. Impones tu suerte, extiendes tu riesgo y compones tu aventura. Tu casa es la vastedad y ningún medio entornado entre sus tecnicismos podría resentirte. Ellos rondan apenas la madriguera convidada, y a sus rasantes paseos nombran comunicación.

 

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[AM]: Roberto, ¿tenés/recurrís a una definición propia de la poesía?, si es así, ¿te importaría compartirla?

[RC]: Cuento con tres visiones sobre la poesía.

  1. Enigmática sembradora, arrojas el grano que reúne al surco y a la espiga sin la condición de la cosecha. La imagen, con precisión de asombro, te fecunda. Labras el señorío de todo comprender en el desmoronamiento de las pruebas.
  2. También por una vida incumplida te devuelves a la fluidez. Por todo alcance, eres libre de no ofrecer canales. En cada manantial celebras una fuente.
  3. De tu palabra que enseña al ojo nacen el relámpago y la noche para el juego vislumbrante, la aptitud para el hallazgo. Ninguna mirada te precede. En tu confianza de destellos obra lo inconquistable.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1953). Poeta y dramaturgo. Fundó, junto con Carlos Estévez, el espacio “Paralengua, la ohtra poesía”, dedicado al estudio y al desarrollo de la poesía visual y experimental y codirigió la revista XUL, signo viejo y nuevo, junto con Jorge Santiago Perednik. Fue colaborador, entre otras, de las revistas de literatura Xul, Tokonoma, El Surmenage de la Muerta y tsé-tsé.  Publicó los siguientes libros de poemas: Margen puro (1982), Resplandores (1985), 28 poemas (1987), Nevada y estrella (1992), Ceros de la lengua (2001), La tempestad (2012) y Flexión de la luz (2017); y en dramaturgia las obras La venida de Godot y Tosco: cinco escenas y contraepílogo.

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