Por Marina Casado*
Crédito de la foto (izq.) Ed. Vaso Roto /
(der.) www.babelio.com
Sobre El séptimo gesto (2021),
de Tsvetanka Elénkova
Llegué a la poesía de Tsvetanka Elénkova** a través de su traductor al español: el dramaturgo, ensayista y narrador Reynol Pérez Vázquez. No es la primera vez que Reynol me descubre una voz literaria que jamás he leído y consigue fascinarme: de él admiro su tesón y su empeño por mostrar al mundo autores —de cualquier época— menos conocidos u olvidados y, no obstante, magníficos; posee algo así como una maravillosa vocación de buscador de tesoros literarios.
El caso de Elénkova es particular, porque se trata de una poeta sobradamente reconocida en Bulgaria. La obra que tengo ahora entre mis manos, El séptimo gesto, se editó en Inglaterra, Francia y Serbia. Sus poemas han sido traducidos a diecisiete idiomas y ella misma ha traducido al búlgaro a poetas españoles como Rosalía de Castro, Lois Pereiro, Chus Pato o Manuel Rivas. Este último, precisamente, es autor del hermoso prólogo que encabeza la nueva edición bilingüe de El séptimo gesto a cargo de la editorial Vaso Roto, cuya loable labor de traducción debemos, como he dicho, a Reynol Pérez Vázquez.
Escribe Manuel Rivas en su prólogo, aludiendo a diversos fragmentos de la obra: “Estás donde el sentir y el pensar se rompen los dientes como el peine en el cabello. Nada de sentimientos sentimentales. Las palabras luchan como ciervos con las astas entrelazadas. Eso también le permite sostenerse”. Esta ausencia de “sentimientos sentimentales” es una de las primeras características que me llamó la atención de la poética de Elénkova, porque a pesar de no poderse calificar de “sentimental”, muestra una especie muy profunda de sensibilidad. La poeta desgrana su realidad con una vocación analítica, cercana a la frialdad, logrando, sin embargo, una calidez que se construye a través de su visión particular y originalísima, nada impostada, sin expectativas de escapar de la sencillez, de vestirse con ropajes fastuosos.
Solo de ese modo alguien podría hablarnos de la memoria de la piel o de “la música de la carne”:
“La carne de algunos es sonora, la de otros resuena. […] La carne de otros susurra, papel. Cuando acaricié la mano de mi abuela. Y es transparente como papel de arroz. […] Mi piel no se vuelve transparente, sólo resaltan las venas. Venas varicosas, herencia de mi abuela. Ríos que circundan mi cuerpo, pechos que amamantan. Ríos turbios. Y no se oye eco alguno”.
Para Elénkova, la poesía puede hallarse en cualquier parte, si existen unos ojos que sepan leerla. Por eso su hermano, al trabajar en su bote, “estaba escribiendo poesía”. Es lo natural lo que capta la atención de la poeta; lo natural en todas sus formas: la belleza, pero también la vejez o la enfermedad: “Mi madre ya no me oye porque es muy vieja. Una piel muerta cubre por entero su cuerpo. […] Cambia parches encima de los callos, pero éstos crecen hacia adentro. Pese a todo continúan creciendo. Un punto negro en lo muerto”, “Igual que la luna levanta los océanos, así llegan las enfermedades y sus hermanas más pequeñas, los dolores. Del otro lado. Fuerzas que recogen nuestros cuerpos, los órganos, los sacuden y de nuevo los tienden”.
Los pequeños gestos cotidianos conectan a la poeta con esa naturaleza: el otoño nace amasando harina, la jerarquía social se refleja también en el comportamiento de dos gatas. Lo natural es lo que diferencia a “la cruz de Leonardo” de la de Jesucristo, porque la cruz que ella venera es aquella formada por “las piernas de una joven recién casada que desea concebir” y no la impuesta por la institución eclesiástica, que rechaza por alejarse de lo natural, por tratar de reprimir nuestros impulsos:
“Esas cabezas cortadas de las fotografías no son tan terribles como en las películas. […] En la oscuridad de la iglesia tampoco son terribles ya que, afirman, se trata de un lugar santo, lejos de cualquier profanación. De seguro porque no hay sangre, salvo en el pasado y en el futuro. Sólo una con una corona de espinas y los ojos cerrado-abiertos me asustó”.
La idea de religión que ella posee se halla íntimamente unida a la naturaleza. Por eso, para explicar la Santísima Trinidad a su hija la compara con el florecer de los cerezos, con las semillas y las estrellas, con la menstruación. Con el amor. Respecto a éste, “El pensamiento del gran amor es tan tímido que incluso no deberías susurrarlo, no vaya a ser que lo asustes”. La sutileza, la delicadeza, son rasgos esenciales de la poética de Elénkova, que no puede abordarse desde unos ojos cualesquiera. Así ocurre con la auténtica poesía. Y así nos ocurre al ir profundizando en su particular universo a través de una serie de breves prosas poéticas que nos van presentando una realidad secreta, luminosa y sombría, consciente, maravillosa.
*(Madrid-España, 1989). Poeta y ensayista. Periodista por la Universidad Carlos III de Madrid (España) y doctora en Literatura Española. Profesora de Lengua Castellana y Literatura en la Comunidad de Madrid y colaboradora habitual en El País con reportajes sobre el Madrid literario e histórico. Ha obtenido el Premio Carmen Conde, el I Premio del VII Certamen de Poesía Rafael Morales y el Primer Premio del Certamen de Relato por el XX Aniversario de la UC3M (Universidad Carlos III de Madrid), el Primer Premio del VI Certamen Literario SER Madrid Sur y el del XV Certamen de Relato Corto Eugenio Carbajal, así como ha sido finalista del Premio Adonáis de Poesía en 2018, 2019 y 2020. Ha publicado en poesía Los despertares (2014), Mi nombre de agua (2016), De las horas sin sol (2019) y Este mar al final de los espejos (2020); y en ensayos El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (2014) y La nostalgia inseparable de Rafael Alberti. Oscuridad y exilio íntimo en su obra (2017).
**(Sofía-Bulgaria, 1968). Poeta, ensayista y traductora. Economista y magíster en Teología por la Universidad San Clemente de Ohrid (Bulgaria). Se desempeña como directora editorial de Small Station Press. Ha publicado en poesía Apuesta por la legión (1995), Anfípolis en los nueve caminos (1999), El séptimo gesto (2005, 2021), Distorsión (2011), Increase cuarenta (2015); y en ensayo Tiempo y conexión. Nueve ensayos sobre los Balcanes y otros (2007) y Frescos búlgaros: celebración de la raíz (2013).