Por: Carlos Alcorta
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Sobre El fruto de la gramática (2015),
de Nuno Júdice
El poeta portugués Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, El Algarve, 1949) es bien conocido de los lectores españoles porque su obra ha merecido siempre una atención especial por parte de traductores como Ángel Crespo, Ángel Campos Pámpano, Mario Merlino, Jesús Munárriz, José Luis Puerto o Martín López-Vega y editoriales como Hiperión, Visor, Pre-Textos, Calambur o Valparaíso se han ocupado de su obra, una obra, por otra parte, extensísima porque Júdice publica un libro de poesía prácticamente cada año (es autor también de novelas y ensayos como el titulado ABC de la crítica). Esa atención se ha prodigado aún más con la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2013.
El fruto de la gramática, traducido por José Ángel García Caballero y publicado por Valparaíso Ediciones, es el primer libro que publica tras la concesión de tan importante galardón. Estamos ante un libro extenso integrado por poemas discursivos, descriptivos que merodean en torno a un centro, alrededor de una idea recurrente, presente en cada uno de los libros, y son muchos, de nuestro autor, la reflexión de carácter lingüístico o, como escribe García Caballero en el prólogo, «En este nuevo título… sigue preguntándose por el proceso de creación, los sueños y temores que despierta. Propone una indagación sobre las posibilidades del lenguaje para entender lo que sucede, para aproximarse, tal vez, a lo real, no sabiendo muchas veces qué es metáfora de qué». Sólo alguien que tiene tantas dudas sobre la poesía, sobre su definición puede escribir tanto preguntándose por ella. Sirva como ejemplo el poema titulado «Qué es la poesía», del que recojo estos versos que parecen responder al enigma: «Una frase más larga/ de lo habitual, en vez del discurso/ equilibrado y conforme a los hábitos/ de la dicción; o un raciocinio que nace de discusiones/ técnicas sobre las reglas que debería seguir el poeta/ para llegar a su objetivo: he aquí, sólo aquí,/ dos motivos más que suficientes para que se declare/ que este poema no lo es». Como se ve, la incertidumbre sigue presente y continúa siendo el motor de sus reflexiones, reflexiones que, por otra parte, podrían formar parte de cualquier manual que se utilice en los talleres de Escritura Creativa.
Como no podía ser de otra forma, la metapoesía no es el único asunto sobre el que giran estos versos, versículos en muchas ocasiones, hay una presencia constate de la ironía, como, por ejemplo, en el poema «Zoología: otros gatos», «Revoluciones» o «La crisis». La melancolía de tono más lírico tampoco escasea, incluso protagoniza poemas como «Rosa de otoño», como podemos comprobar en sus primeros versos: «Esta mañana que entra en la ventana,/ con el frío sobrante de la noche y el gris/que va a vestir el día, está compuesta por trozos de tiempo, restos/ de color y esquirlas de memoria,/ que voy pegando en la superficie/ blanca de mi alma». La rememoración de la infancia, unida a una concepción del tiempo circular que va tomando forma a partir de anécdotas o imágenes concretas y se despliega hacia una «reflexión/ sobre la belleza de lo efímero» vertebra la poesía toda de Nuno Júdice, aunque acaso en este libro se muestre más evidente en la sección «Nueve retratos de familia» en los que, a partir de fotografías de sus antepasados, ensaya una suerte de ambiciosa écfrasis porque describe no sólo lo que ve, sino lo que piensa la persona retratada: «…o apenas hacia la puerta cerrada, que ella desearía/ trasponer para liberarse del instante del flash». Un poema como «Enigma» podría insertarse en cualquier tratado de fotografía y sus conclusiones no están lejos de las de Susan Sontag, por ejemplo, cuando habla de la transición del observador imparcial que se suponía que habitaba en todo fotógrafo a la evidencia de que la imagen está sujeto a los guiños de su mirada particular.
El fruto de la gramática finaliza con el apartado titulado «Ocho fragmentos», colección de poemas en prosa que parecen fragmentos de un diario, no por estar circunscritos a una fecha determinada, sino porque parecen sujetos a una temporalidad cotidiana no exenta de retales oníricos que dotan al poema de un halo de misterio que también se encuentra en los mejores retratos diarísticos, esos que huyen de la realidad más plana, de la objetividad más descriptiva para revivir en la palabra las múltiples y complejas caras de la existencia, aunque para ello se valga de un lenguaje culto pero sencillo (Nuno Júdice es un poeta cultísimo que utiliza con destreza variadas tradiciones filosóficas y literarias). Al comenzar este texto, hablamos de las dudas que el autor mantiene acerca de qué cosa sea la poesía. Lo que sí parece tener claro es lo que no es la poesía, y en el poema titulado «Antipoética» señala, por exclusión, las fronteras entre ambos significados, para acabar escribiendo que «lo que vino después ya no cabe aquí para/ que no digan que este es un poema de amor,/ o que estoy cayendo en el pecado del romántico,/ en un exceso de sentimentalismo, y mucho menos/ en una tentativa de huir de la pura realidad de ese día». Como verán es una invitación abierta para que cada lector no se quede en la superficie de esos significados y extraiga sus propias conclusiones.