Sobre «Ejercicios de aguas profundas» (2024), de Aleyda Quevedo Rojas

 

Vallejo & Co. difunde un texto que, sobre Ejercicios de aguas profundas (2024), poemario de Aleyda Quevedo Rojas, leyó Ernesto Noboa, poeta y rector de la Universidad Casa Grande de Guayaquil, en la 10ma Feria Internacional del Libro de Guayaquil (2024), y que se presentará el próximo 18 de octubre 2024 en República Dominicana, en la 13 Semana Internacional de la Poesía.

 

 

Por Ernesto Noboa V.*

Crédito de la foto (izq.) Gamar Eds. /

(der.) archivo de la autora

 

 

Ejercicios de aguas profundas o la esencia del poema

dentro de las aguas del propio poema

 

 

Dijeron

Soportar es todo. El cielo vacío que te otorga la quietud imprecisa. El movimiento

íntimo del mar en calma. Las corrientes frías masajeando las piernas. Los mordiscos de algunos peces que te alertan sobre el poema cuando requiere atmósfera de silencio. Dominar la rutina de la noche y su tejido. Dijeron que no podía llegar hasta aquí. Que nunca lo lograría. Quietud interna flotando desde el silencio interior. Dijeron que no lograría hacer el poema. Entregarme en el poema, pero aquí estoy, respirando palabras y proverbios bajo el agua. Soportar es todo hasta escribir dentro del agua, desde el desgarramiento, solo para sentir que eres más agua.

 

No toda la poesía es poesía. La poesía que sí lo es, sobre todo en nuestra época contemporánea, nunca asumió la capacidad de informar y comunicar que tiene la palabra. La poesía poesía es el goce de la palabra durante trayectos nuestros a universos tan imposibles como reales. Dice Aleyda en “Noche”: Toda la noche hago de mi cuerpo una planta sensible a los rayos de la luna.

Sobre poesía, Nietzsche dijo: “La poesía es precisamente el punto en el que la lengua, que ha desactivado sus funciones comunicativas e informativas, descansa en sí misma, contempla su potencia de decir y se abre, de este modo, a un nuevo posible uso”. Por eso Aleyda, poeta poeta, ejercitándose en letras profundas, con destreza ha hecho el quite a espejismos poéticos. Nos dice en “Iluminaciones”: …porque nada más me importa fuera de esa oscura necesidad de poesía. ¿No es esta una confesión poderosa de lo que la poesía poesía es capaz de hacer en cada uno? Porque poesía no es realmente lo que es, sino lo que hace. Y el poema “Dijeron”, lo es porque lo hace.

Me siento particularmente honrado de comentar Ejercicios en aguas profundas, a propósito de su presentación en el marco de la 10 Feria Internacional del Libro de Guayaquil 2024, por habérseme encargado a mí, sumergirme en aguas de poesía contemporánea, experimental, la que por arriesgarlo todo ya logró todo, con lenguaje creativo, incluso original, como declara Aleyda en el poema “A solas”: No importa si eres una mujer sola o si realmente alcanzaste el privilegio de la soledad. En cualquier caso, hay que ser creativas. Y por arriesgarlo todo entiendo irreverencia. Ser siempre nuevos, nunca iguales que ayer. Ser como un río o una playa, siempre distintos, cambiantes ―por invariables que parezcan.

En el agua, este poemario busca la naturaleza del deseo ―el que encapsula amor, intimidad, sensualidad y soledad― en lo que bien pudiera llamarse una ecopoética: poesía conectada con el entorno natural a través de imágenes como el mar, las olas, las plantas y los animales (como medusas, cuervos, libélulas ―chapuletes―, entre tantos otros).

Aleyda nos llega a través de tonos melancólicos y reflexivos, combinando anhelos y una buena dosis de nostalgia.

Dice en el poema “Nubes”: Cuando emerja a la superficie lo primero será mirarlas directo para aprender de sus movimientos durante las tardes, tiempo en que ellas son menos evidentes como cuando la nostalgia aletea. A lo largo de la obra, Aleyda crea universos intensos en que nuestra transitoriedad y vulnerabilidad puedan entrelazarse.

Dice en “Goce”: Abres los ojos y es tu parpadeo un llamado a la luz que nos espera: vulnerabilidad, fragilidad, saber que te irás…

A través de imágenes frescas, poderosas, nos sumerge en paisajes que invitan a la reflexión sobre la importancia de la introspección en un mundo que idolatra la productividad y la actividad, sugiriendo en “Los griegos”: Mantenerte dueña de ti misma. Autocontrol de las emociones y de los estados del cuerpo.

El poemario, cuya voz poética, reflexiva, a menudo filosófica, protagonista siempre de estos ejercicios en aguas profundas, se organiza de manera fragmentada y no lineal, con 60 poemas individuales que no parecen seguir un orden particular. Sin embargo, cada poema contribuye a la unidad del conjunto, manteniendo una coherencia temática y estilística alrededor del deseo, el cuerpo, y el agua. No es casualidad que las tres palabras más frecuentes sean Deseo(s), 74, Cuerpo(s), 50, y Agua(s), 47.

 

 

En “Deseo” dice que deseo …es pulsión al borde de la que escribe, y colgarse del abismo. En “Tarea” en cambio, nos plantea el deseo como una posibilidad, una personal, donde podría encontrarlo, esto es, en la naturaleza, en la meditación.

Dice: La verdad sobre la palabra deseo podría estar en mi rutina vigorosa de acomodar las plantas para que no las coman los insectos, ni las tape el polvo o tampoco les falte agua.

Aleyda utiliza ―sobre todo― en verso libre, prosa poética y versátil que genera múltiples capas de significado. Dice en “Animales”, explorando el deseo, el cuerpo y el agua mediante sorprendentes metáforas y rica simbología, dice al final: Soy…, ritos inevitables del agua que desea hallar su isla para rodearla con todas las sales minerales y emocionales del animal que soy.

El poemario también destaca por su riqueza lingüística precisa, detalladamente diseñada para evocar emociones y sensaciones que Aleyda tiene el don de transmitir a sus lectores. Distintas en cada uno y una, porque una de las notables virtudes de Ejercicios de aguas profundas, es que la esencia de cada poema nada dentro de las aguas del propio poema. Es, precisamente, su esencia la que nos muestra y nos permite interpretar.

En “Noche” dice: Toda la noche hago la noche. Bajo el agua esquiva del océano, la noche alcanza la luz exagerada que pulveriza.

Desde la perspectiva de la estética del silencio de Susan Sontag, la obra explora silencios en espacios poéticos de las páginas, por ejemplo, en la soledad, la introspección y la ausencia de diálogos. En “Brillos”: Agua desbordamiento físico, químico y biológico hasta volverse silencio que te deja ser.

Aleyda fusiona la intimidad a lo universal, conectando lo que pudieran ser vivencias personales con temas amplios que, por su humanidad, podrían resonar en cualquier lector de múltiples maneras. En “Anagrama” dice: Yo te entregué mi voz y la suavidad de mi espalda. ¿Qué me darás tú?

 

Análisis del poema Quemadura:

 

Quemadura

 

El deseo. El deseante. Lo deseado. El desearte. La efímera belleza. La tríada del daño, la inmersión y la fragilidad que quema la piel. El desearte que esclaviza los queloides de mi yo. Son los estados de mí que puedes ver antes de iniciar cualquier ejercicio de hundimiento. Errores que la gente critica. Cicatrices de grueso relieve. Son estados del cerebro que arrastran a la desembocadura del hastío. Tratas apenas de abandonar esa quemadura extensa sobre el cuerpo que te ha marcado. Buscas acantilados y altas terrazas. Piedras lisas. Dagas y puñales. Lo deseado es voraz. El deseante pierde la fuerza y la codicia. El deseo sigue siendo presente. Lo fue para Sócrates y para Safo, aún lo es. Eros creador. En el fuego nos unimos, en el fuego.

 

El poema explora la naturaleza compleja y ambivalente del deseo, tratándolo como una fuerza interna que puede ser tanto creativa como destructiva. A lo largo del texto, el deseo se presenta como una «pulsión», algo que surge desde lo más profundo del ser, y que genera una lucha constante entre el dominio y el control o la sumisión a su poder.

Las imágenes de espirales, queloides y cicatrices sugieren que el deseo deja huellas permanentes tanto en el cuerpo como en la mente, evocando el dolor y la fragilidad. Estas cicatrices, como en la expresión “queloides de mi yo”, pueden simbolizar experiencias pasadas que transforman la identidad. El deseo es representado como una fuerza que consume, fuerza reflejada en la “quemadura”, que puede ser a la vez una fuente de sufrimiento y una conexión intensa con la vida.

El lenguaje sensorial, cargado de imágenes físicas y emotivas, como “quemadura”, “fragilidad” y “cicatrices”, nos conecta con una experiencia visceral. A través de la repetición de términos como “deseo”, “deseante” y “lo deseado”, el poema resalta la omnipresencia del deseo en la experiencia humana, sugiriendo que, aunque es fuente de belleza y anhelo, también lleva consigo riesgos y dolor. El uso de metáforas como “tríada del daño” y “queloides” hace referencia a la naturaleza física y psicológica de las heridas del deseo. Asimismo, el poema incluye contrastes y paradojas que reflejan la dualidad del deseo, que puede ser tanto “voraz” como esclavizador.

El poema concluye con la idea que el deseo es a la vez destructivo y generador, una fuerza que puede unir y consumir a la persona. La repetición de “en el fuego nos unimos” refuerza la tensión entre la conexión y la destrucción, revelando que el deseo es una experiencia universal que define y transforma a quien lo siente.

Este conjunto de textos se destaca por su originalidad y sensibilidad, desafiándonos a través de las múltiples dimensiones del deseo humano, deseo en cuerpo y alma, el que ama y que, aun amando, no ama; porque somos seres contradictorios, sin lograr del todo aceptarnos por completo a nosotros mismos en la contradicción. Seres constantes en la inconstancia. Dice Aleyda en “Constancia” que esta …es la imagen para mí. Una piedra que es un cuerpo que nada logra desgastar y obcecadamente persigue lo deseado.

Esta contribución de Aleyda Quevedo Rojas al panorama literario contemporáneo es significativa, con una obra profunda, intensamente humana y honesta. Es, además, una experiencia visceral que nos hace sentirnos humanos en un mundo que pretende maquinizarnos, una que nos hace perfectos en la imperfección, y más cómodos en nuestras contradicciones. Esta contribución de poesía poesía, la que no informa ni comunica, sino que traslada nuestra mente a su estado poético, aquel donde se muere muchas muertes, se vive en la muerte, se muere en la vida, y se vive muchas vidas, donde dolemos y no dolemos, como si la poesía misma enseñara que la vida es un juego, un juego serio, pero un juego. Como Aleyda dice en “Blanco”: Un juego que me arrastra a seguir dando vueltas sobre palabras, que parecerían que nunca antes fueron dichas por nadie más.

 

La poeta Aleyda Quevedo Rojas

 

3 poemas de Ejercicios en aguas profundas (2024),

de Aleyda Quevedo Rojas

 

 

Deseo

 

Cuentan que Safo saltó al vacío desde el acantila­do de Leucas. Mordió los labios y a su respiración un torrente eléctrico acompañó su cuerpo tibio y desnudo. Sin pasiones, piedras o catástrofes de dolor se zambulló para buscarse en el mar. Lejos del fulgor del deseo, muy lejos del lugar del dolor dulce, amargo, miel indefinible, agria miel.

 

 

 

Ámbar

 

Enjambre de agua, eterna en su no huella. Duda lí­quida y abierta al fluir. Profunda inmersión del goce. Arriba o abajo, el lugar de los dos, aunque nada de eso importe ahora que tomamos el baño perfumán­donos con esta resina. Entrar en tu cuerpo y encon­trar el ámbar, un ejercicio de buceo sin el equipo adecuado. Da igual si estás arriba y yo abajo, o los dos suspendidos en el agua tibia y azulada de la tina pulida. Lisura de mi piel. Relieves en tu cuerpo. Fle­mas transparentes de un árbol sin nombre. Espuma que torna sinuosos dos cuerpos que no saben de dónde vinieron para encontrarse. Romero y pétalos perfumando el agua, ya casi fría, del vidrio molido que lo torna todo de un verde que erecta. Norte en tus pulmones y el sur queda debajo de mis axilas. Porcelana y fibra de vidrio, líquenes blancos y algo de aire alcalino que llega desde otra profundidad. Dos cuerpos secan al sol incalculables gotas. Los dos se miran sabiendo del fulgor del ámbar. Teoría y práctica furiosa de un hallazgo sobre la piel que saca humores gélidos del corazón.

 

 

 

La vida sexual de las plantas

 

El deseo femenino suele ser comparado con la vida sexual de las plantas. Amenaza y pérdida. Clorofi­la y fluidos. Inocencia y experiencia. Belleza que tiembla y se troca en más belleza. Gritos y cantos. Lo que hace deseable al otro, de la piel al lóbulo de la oreja alargada. Del lunar que afecta a la nalga de­recha hasta el pezón, ligeramente púrpura, que pro­duce una sensación extraña que no te deje dormir. La vida sexual de las plantas subyace en la noche que se memoriza. Tela orgánica destilando piedad. Membrana salida de la botánica del cosmos.

 

 

 

 

 

*Guayaquil-Ecuador). Poeta. Su pseud. es Jota Kintana. Se desempeña como catedrático universitario, promotor cultural y actual rector de la Universidad Casa Grande de Guayaquil (Ecuador). Ha publicado varios poemarios, el más reciente Saipucles; además, ha publicado El modelo 206.

 

 

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